[1] Es el caso de Kowalsky (p. 232): «uno de los episodios más sensacionales no sólo de la guerra civil española sino, de hecho, de toda la historia internacional del siglo XX». O el de Payne (p. 196): «una de las operaciones financieras más extraordinarias de todo el siglo». Por no mencionar sino trabajos recientes. <<
[2] Esta diversificación no se ha alumbrado hasta ahora en la literatura. <<
[3] Catedrático de Economía Política y Hacienda Pública en la Universidad de Salamanca. Diputado a Cortes por Izquierda Republicana tras las elecciones que dieron el triunfo al Frente Popular. Como primer ministro de Hacienda intervino en ventas de oro al Banco de Francia. Luego anduvo mezclado en compras de armas en Checoslovaquia (Largo Caballero, 2007, p. 3277). <<
[4] Según los datos del Banco de Inglaterra había seis empresas de tales características, a saber, Johson Matthey & Co, Samuel Montagu & Co, Mocatta & Goldmid, Pixley & Abell, N. M. Rothshchild & Sons y Sharps & Wilkins. El mercado londinense era muy competitivo y funcionaba con márgenes muy reducidos. Los adquirentes eran instituciones financieras y especuladores o atesoradores (ABI: C43/141). <<
[5] Obsérvese que la empresa no se planteó vender monedas. Fue un razonamiento que siguieron más adelante los soviéticos, que tuvieron sus propias razones adicionales para hacerlo. <<
[6] La más fuerte se analizará en el segundo volumen de esta trilogía. Lo anuncio para situarme, de pleno, en apoyo de esos nuevos historiadores de la guerra civil (quien esto escribe ya no es nuevo) que minimizan la credibilidad del exministro comunista, según afirma De la Cierva (2003, p. 520). A este mismo autor es a quien se debe la expresión en itálicas. <<
[7] Una ambigua referencia se encuentra en Álvarez del Vayo (1950, p. 284). Nadie le ha hecho caso y Araquistáin (2003, pp. 16s), con su habitual falta de generosidad, prácticamente se rió de él. <<
[8] La única alusión que he visto, sin indicación de fuente, a esta resolución se encuentra en Cabezas, p. 342. Procede de AFIP, Correspondencia, carpeta Negrín. Se trata de un borrador con varias tachaduras y es, sin duda, una copia de la decisión. Zavala (2006, p. 289), en su lógica, ignora a Cabezas y afirma que «Negrín se extralimitó en sus facultades». <<
[9] En su comentario al doc. 247 en Osoboy Papki, al que más tarde haremos referencia, la profesora Pozharskaya señala que la decisión española se adoptó a comienzos de octubre. No he encontrado base para compartir la opinión de Howson (p. 183), tomada de Rybalkin, de que el tema del oro probablemente se estaba discutiendo con los rusos desde mediados de septiembre, aunque Martínez Amutio (p. 44), no un testimonio fiable, así lo afirmase. Yo no me atrevo a pronunciarme de forma tan tajante. Me limito a indicar la ausencia de pruebas. <<
[10] Uno de los pocos autores que señalan que hubo una autorización del Consejo de Ministros es Schwartz (p. 268), quien dice que la decisión fue tomada por unanimidad en una reunión celebrada en Madrid el 23 de octubre. No aduce fuente. Hay otras discrepancias. Ansó y Pascua, por ejemplo, indicaron que la decisión fue adoptada por el Gobierno republicano. Vidarte afirmó, erróneamente, que no se trató en consejo. Para Álvarez del Vayo, el único que se acercó algo a la realidad, se consignó en un documento ad hoc. A la vista de esta situación en la historiografía sorprende que, con rotundidad, Vidal (2005, p. 168) afirme que la decisión fue «tomada sólo por algunos ministros —fundamentalmente, el de Hacienda, doctor Negrín— a espalda del resto del gobierno y benefició fundamentalmente a Stalin en contra de los intereses españoles». La segunda parte de esta afirmación es absurda pero para la primera tampoco ofrece ninguna evidencia documental. <<
[11] Mi agradecimiento más profundo a Carmen Negrín que me permitió consultarla. <<
[12] Aunque el envío se hizo con arreglo a la legislación republicana de emergencia, uno de los éxitos póstumos de Orlov fue que en el Senado norteamericano se creyera que se trató de una operación ilegal (Kowalsky, p. 469). Ello permite pensar que o bien Orlov no sabía nada del trasfondo de la operación o que mintió, una vez más como un bellaco. <<
[13] Kowalsky (2004, p. 95) no la ve problemática: «El Gobierno republicano se vio obligado (sic) a enviar a Stalin la reserva de oro almacenada durante siglos (sic) en el Banco de España para cubrir su deuda bélica con los rusos». Su tesis (2003, p. 236), y la de Howson (p. 183), de que la evacuación a Cartagena ya se hizo con la mirada puesta en Moscú no ha tenido una demostración fehaciente hasta la fecha. <<
[14] Innecesario es señalar que a esta interpretación se apunta el profesor De la Cierva (2003, p. 486). Dicho autor reprocha a quien esto escribe una «posición política de extrema parcialidad», hace profesor a Bolloten (p. 487) y acusa a los «historiadores de la izquierda» de descartar «el testimonio de Krivitsky». Quizá considere que es preciso aceptarlo sin ninguna valoración crítica. <<
[15] He analizado la supervivencia de este mito hasta nuestros días en Viñas, 2005b. Entre los autores extranjeros recientes que pretenden conocer ya sea la documentación o los métodos soviéticos, y que todavía son víctimas de las viejas trampas de Krivitsky, figuran Radosh et al., Kern, Beevor y Payne. Este último va incluso más lejos. La influencia de Stajewsky sobre Negrín fue tal, afirma, que le permitió «promover la operación que privó (sic) al Gobierno republicano de su oro, una transferencia que convirtió a Negrín en un personaje de confianza para los soviéticos». Bolloten (pp. 257s) fue cauto, aunque también pareció decantarse hacia la influencia perniciosa del funcionario soviético. Este autor tuvo la amabilidad de reconocer que, en carta personal, ya le llamé hace muchos años la atención sobre la necesidad de no exagerar la influencia de Stajewsky pero no me hizo el menor caso. Entre los españoles cabe citar a Olaya Morales, Martín Aceña, Encinas Moral, Zavala y Madridejos. La mención de otros anteriores a los citados ampliaría innecesariamente esta nota porque se trata de una larga lista. <<
[16] Las elucubraciones de Araquistáin (2003) no merecen ni siquiera comentario. <<
[17] Esta información corrige una hipótesis errónea que sobre la llegada de Stajewsky hice en Viñas, 2005b. En aquel momento pensé que habría aparecido en Madrid hacia mitad de septiembre, lo que me llevó a adelantar la génesis de la idea de enviar el oro a los días siguientes a la entrada en acción del Gobierno de Largo Caballero. Martínez Amutio (pp. 41s), que no fue un personaje que participara para nada en la operación, afirma que Stajewsky ya estaba de incógnito en Madrid en septiembre. No ofrece prueba alguna. Madridejos (p. 33) indica que llegó con Antonov-Ovseenko, también sin referencias. <<
[18] Que siguiera varias semanas sin conocerlo da una idea del secretismo con que se llevó toda la operación. El Gobierno debió de atenerse al principio ulterior de saber sólo en la medida en que fuese absolutamente necesario. <<
[19] Azaña (1967, p. 477) señalaría que «el embajador soviético, visitante asiduo del presidente del consejo, ministro de la Guerra, mantuvo en el más riguroso secreto las intenciones de Moscú respecto de la venta de material de guerra, de suerte que el arribo de la primera expedición fue casi una sorpresa». Como de costumbre, dio en el clavo. La nota de Kaganovich permite pensar que, en contra de lo que se afirma habitualmente, no habría habido suministros auténticamente soviéticos hasta tal fecha y que los del Campeche fueron un renglón separado. También erró Orlov, quien contó a Payne que habían llegado en la primera semana de octubre (Zavala, p. 439). <<
[20] El Popular, Málaga, 8 de octubre. Debo esta referencia a la amabilidad de María Ángeles Ayala. <<
[21] Codovilla había hablado del tema con Largo Caballero unos días antes. En el estado actual del conocimiento, mi impresión es que este último debía de esperar la llegada de los suministros de un momento a otro, pero sin seguridad absoluta. <<
[22] Según cuenta el propio Prieto, esto proviene del prólogo a la segunda edición de su folleto, publicado en México en 1940, Cómo y por qué salí del Ministerio de Defensa Nacional que reproduce (p. 131) en la parte relevante. Obsérvese que el texto está redactado de forma tal que el lector no avisado confundirá la decisión de septiembre sobre traslado a Cartagena y la no reconocida abiertamente de octubre. El ABC del 12 de enero de 1955 se hizo eco de las afirmaciones de Prieto divulgadas de nuevo en México poco antes. <<
[23] Álvarez del Vayo (1950, p. 281) señaló ya la intervención de los carabineros, que todo el mundo ha olvidado. <<
[24] Méndez (p. 60) recuerda que Negrín coincidió con Sabio en el frente de la sierra madrileña cuando el posterior ministro se desplazaba para llevar municiones, mantas, tabaco y equipo médico a los milicianos. Ofrece de Sabio un retrato halagador: «militar de carrera, hombre extraordinario por su caballerosa personalidad y por su valentía». No tardaría en convertirse en comandante de la 5.ª Brigada Mixta (Líster, p. 140). <<
[25] El informe de Sabio contrasta con la afirmación de Prieto (p. 122) de que había un «enorme y complicado portón de acero que da acceso a las cámaras subterráneas de recios muros» en las que se depositó el oro. Sin embargo, el ministro de Marina no pudo desconocer el lugar, porque a él se trasladó a finales de octubre. <<
[26] Incluso Martín Aceña (2001, p. 109) afirma que el envío del oro quizá no lo exigiera Stalin abiertamente, aunque luego indica que «lo sugirieron como conveniente sus agentes en España». <<
[27] Datos tomados de una reseña personal sobre Negrín hecha por Pascua que se reproduce en Álvarez (p. 272). Méndez (p. 43), que estuvo a su lado mucho más tiempo que Pascua durante la guerra civil, afirma que dominaba el italiano y podía conversar también en húngaro. El carácter políglota de Negrín está fuera de toda duda. Un caso poquísimo frecuente en la España de entonces. <<
[28] Por desgracia, nada de esto se ha encontrado, todavía, entre los documentos de Negrín. Si han quedado trazos deben de hallarse en los archivos rusos, probablemente en los ministeriales. Se trata de una línea a explorar por la futura investigación. Álvarez del Vayo (1950, p. 283) apunta que en ello intervino el agregado comercial soviético, Winzer, algo que también decenas de autores han olvidado pero que Negrín no constató. Formalmente, hubiese sido no obstante difícil que Winzer lo ignorara en la embajada. Desconozco si Rosenberg sabía que se trataba de un agente del GRU. <<
[29] Corresponde a Gabriel Jackson el honor de haber sido el primer autor en consultar estos apuntes de Negrín y publicar un pequeño extracto. La novedad no parece haber convencido a Beevor (p. 716) aunque no dice por qué. <<
[30] Todas las variantes se encuentran en la carpeta 31 (FCJN). En sus recuerdos completos, Largo Caballero (2007) confirma que el traslado se hizo con su visto bueno. <<
[31] Todo esto lo insinuó también Álvarez del Vayo (1950, p. 283) aunque casi nadie le haya hecho caso. Los prejuicios son más dominantes. <<
[32] Martínez Amutio (p. 46) debió de enterarse de algo, ya que señala que Largo Caballero recabó informes de los servicios jurídicos de la Presidencia y de los Ministerios de Estado y Hacienda. <<
[33] También esto lo afirmó Álvarez del Vayo (1950, p. 283) en este mismo contexto. <<
[34] Cuando Orlov llegó a Madrid, poco después del 15 de septiembre, se encontró con que en la embajada soviética el agregado comercial era Winzer. Según el agente de la NKVD (p. 239), fue Winzer a quien se dirigió Negrín y fue Winzer quien sondeó en Moscú. Está más en la personalidad de Negrín, y en los usos administrativos españoles, que un ministro se dirija al embajador. No me es posible explicar este error fáctico de Negrín, quien no tenía por qué saber la condición de Winzer como agente del GRU (da la impresión de que tampoco la conocía Orlov, lo cual es bastante más sorprendente). Como hemos indicado anteriormente, Negrín pidió el 6 de octubre a Winzer información sobre los presupuestos generales soviéticos. Según hemos indicado, no cabe descartar que esta comunicación contuviese un código camuflado pero no está demostrado y milita contra ello el hecho de que Negrín también solicitó información económica a la embajada republicana en Berna. Winzer fue nombrado por decisión del Politburó del 23 de noviembre (RGASPI: fondo 17, inventario 3, legajo 982, número de expediente 63) representante del plenipotenciario del Comisariado del Pueblo para el Comercio Exterior en el País Vasco y, por consiguiente, subordinado al famoso Stajewsky. Agradezco al Dr. Khlevniuk tales informaciones. No he podido determinar con exactitud su llegada a Bilbao, que debió de ocurrir hacia diciembre. En una compulsa cuidadosa de la prensa bilbaína, por la que estoy muy reconocido a Juan José Sánchez Arreseigor y a Ricardo Miralles, hasta entonces no aparece Winzer o Vintser. <<
[35] Los apuntes y notas de Negrín, en que se basa gran parte de nuestra argumentación, se encuentran en FCJN, carpeta 31p, 14a-26z. Las diferencias entre varias versiones se indican en corchetes. <<
[36] Reconstrucción sometida, naturalmente, a lo que pueda deducirse de un estudio de las fuentes documentales soviéticas, que con toda probabilidad se encuentran en los relevantes archivos ministeriales rusos en donde, que yo sepa, hasta ahora no ha entrado ningún investigador occidental. <<
[37] Hay autores excesivamente tajantes. Así, por ejemplo, Fuentes (p. 289) afirma con rotundidad que la decisión de enviar el oro a Moscú se tomó «un mes después», «y no antes», del traslado a Cartagena. <<
[38] Una copia de ambas cartas se encuentra en FCJN, carpeta 44. Los textos originales dicen así:
Madrid, le 15 Octobre 1936.
Monsieur l’Ambassadeur;
J’ai pris la décision, en ma qualité de Président du Conseil, de vous prier de proposer a Votre Gouvernement qu’il veuille bien consentir qu’une quantité d’or d’environ cinq cents tonnes soit mis en dépôt au Commissariat du Peuple des Finances de l’URSS. Le montant précis doit être établi lors de la livraison de l’or à cet (sic) Commissariat. Je Vous prie, Monsieur l’Ambassadeur, d’agréer l’assurance de ma haute considération.
Madrid, le 17 Octobre 1936.
Monsieur l’Ambassadeur:
En me référant à ma lettre en date du 15 Octobre, je Vous prie de vouloir bien communiquer à Votre Gouvernement que nous proposons d’effectuer —sur le compte de l’or que Votre Gouvernement a consenti de faire admettre en dépôt en URSS— des payements de certaines commandes à l’étranger ainsi que d’effectuer par l’entremise du Commissariat du Peuple des Finances de l’URSS et de correspondants de la Banque d’Etat de l’URSS des transferts en devises.<<
[39] Parece exagerado afirmar, como hace Olaya Morales (p. 412), que la versión de Pascua «no merece ningún crédito» porque no se ha encontrado el original. Es una crítica absurda ya que el original estará en Moscú. Su curiosa argumentación contra el embajador, basada en que la cercanía entre las fechas de las cartas y la carga en Cartagena no daba tiempo a consultar ni siquiera por radio, no es demasiado válida ya que siempre es posible pensar que la operación, como así fue, venía preparándose con antelación. <<
[40] Esta hipótesis quedaría sin sentido si el viaje tuvo lugar, como afirma Martínez Amutio (p. 52), a finales de octubre o principios de noviembre, ya que para entonces el oro había partido para Moscú. <<
[41] Para el período en que Largo Caballero aprobó la sugerencia de Negrín se cuenta, por ejemplo, con el testimonio de Fischer (p. 355). En una entrevista que tuvo lugar el 12 de octubre el líder socialista se quejó amargamente de que los franceses no habían suministrado alambradas para fortalecer las defensas de Madrid, a pesar de que habían sido pedidas tiempo atrás. «Pregunte usted a sus amigos cuándo vamos a recibirlas», exclamó dolorido. Este testimonio, minúsculo, es simplemente una gota que añadir al vaso del resentimiento que se había ido instalando entre los dirigentes republicanos ante la conducta de Francia, aunque no pudieran expresarlo públicamente. <<
[42] No estará de más recordar que, por ejemplo, los convenios secretos adjuntos al pacto Ribentrop-Molotov se conocieron en Occidente tras la segunda guerra mundial sólo porque se habían microfilmado, junto con otro material del gabinete del ministro, y enviado a lugar seguro fuera de Berlín. Los originales perecieron bajo las bombas aliadas. Los franceses quemaron grandes cantidades de documentación antes de que París cayera en manos alemanas. Muchos expedientes pudieron reconstruirse después. Otros, no. <<
[43] Largo Caballero (2007) pondría también estas razones en primer lugar: Cartagena era el punto de arribo del material extranjero y estaba sometida a ataques aéreos. En mi opinión, se trata de un argumento discutible, al menos si se expone de manera tan cruda. Agradezco a Aurelio Martín Nájera que me proporcionara las galeradas de la obra de Largo Caballero, en vías de publicación en el momento de escribir estas líneas. <<
[44] En «Mis recuerdos de Don Juan Negrín», Jerónimo Bugeda, subsecretario de Hacienda, quien no participó en la operación, afirma que «se sondeó la opinión de varios países para el traslado y la custodia del oro, exigiéndose por parte del Gobierno que éste quedara a su plena disposición y sin cortapisas u obstáculos de clase alguna. Algunos países pretendieron acreditar su propia moneda en cuenta, beneficiándose así ante las devaluaciones que se sucedieron en Europa, y otros, sinceramente, se negaron a intervenir en este asunto. Dos meses tardó Rusia para aceptar el envío del oro». No he encontrado documentación que le apoye en lo que se refiere a esta última afirmación. Lo de la devaluación podría referirse, no obstante, a Francia, que llevaba meses estudiando la del franco. <<
[45] Tal referencia hace pensar que Negrín albergaba probablemente la idea de decir algo sobre las operaciones de adquisición de material bélico que tramitaba el SAE. <<
[46] Los hubo, tal y como se detallará más adelante. <<
[47] El famoso artículo de 1939 «El comunismo y la guerra de España» está reproducido en Araquistáin (1983, pp. 203-240). Volveremos a otras afirmaciones sospechosas más tarde. Un testigo de la época, Vidarte (p. 563), consignaría que «Negrín aparecía y desaparecía de París cuando menos se esperaba». Yerra Olaya Morales (p. 415) al retrasar a diciembre la información que Negrín dio a Araquistáin. <<
[48] Martínez Amutio (pp. 50s) lo presentó de manera contundente. Estaba el 29 de octubre en la embajada y Araquistáin le contó que acababa de llamar por teléfono Stajewsky para informarle. Por la tarde él y el embajador volvieron a hablar del tema. Araquistáin estaba muy preocupado y le comentó que el 12 de noviembre había escrito a Largo Caballero (quien le había consultado) para tranquilizarle porque, en último término, no había alternativa. Nada de ello está documentado y Araquistáin no lo mencionó en sus escritos. <<
[49] En «Mis recuerdos de Don Juan Negrín», Bugeda afirmaría que no era posible «continuar operando en la forma en que se venía haciendo y se pensó en depositar las reservas monetarias en algún país no comprometido para que, con cargo a las mismas, pudieran girarse los pagos correspondientes por entidades bancarias extranjeras que, de esa forma, tendrían el respaldo y la garantía requerida para cubrir los compromisos de la República». <<
[50] Lo mismo afirmó Álvarez del Vayo (1950, p. 284). Ningún político o responsable republicano puso de relieve lo que en realidad ocurrió. Con todo, el exministro de Estado aludió a las leyes complementarias aprobadas por las Cortes, una manera ambigua de referirse a la legislación reservada que poco a poco fue desarrollándose al amparo de una delegación general otorgada al Gobierno. <<
[51] El autor de la carta daba así en una de las claves de la política francesa, que aspiraba a cuadrar el círculo. El escrito se encuentra en ABE, Agencia de París, legajo 4416. Coincide, además, con las impresiones que se transmitieron por aquellas fechas al embajador alemán en París: los círculos derechistas franceses, que por lo demás apoyaban a Franco, pensaban que cuanto más oro español importara Francia tanto mejor sería. ADAP, doc. 91. <<
[52] Este tipo de imprecaciones siempre sorprendió a los británicos, quienes en alguna ocasión observaron que las ideas de los franquistas en temas económicos estaban dictadas casi exclusivamente por la excitación espiritual con la que contemplaban su causa. <<
[53] ABE, Agencia de París, legajo 4416. Se trata de un documento injustamente preterido en la literatura. Arriba, 13 de enero de 1955, mencionó incluso que Radio Nacional, desde Salamanca, denunció el expolio ante el mundo. No he tenido tiempo de seguir esta pista, que debe de haber dejado algún reflejo en la prensa de la época. <<
[54] Se publicó, por ejemplo, en el Diario de Navarra del 15 de octubre pero ya la víspera la agencia Radio la dio a conocer a sus suscriptores en el extranjero con algunas modificaciones significativas. <<
[55] De cara al exterior la formulación era más dura: «El general Franco se cree en la obligación de destacar que la aceptación de las reservas de oro pertenecientes al Estado español por otro Estado extranjero constituiría una violación de la neutralidad». Se trataba de una manifestación política: la no intervención no se aplicaba a los aspectos financieros y el oro no era del Estado, sino del Banco de España. La República no tenía por qué aceptar esta sutil distinción. Franco, defensor del estatu quo ante, sí. <<