[1] Viñas (2001) y (1982 y 2003). Viñas et al. (1979). <<

[2] Viñas (1976 y 1979). Están totalmente agotados. <<

[3] A decir verdad, el resultado de una conspiración masónica, socialista, comunista e incluso judaica, que todo valía (Rodríguez Jiménez, pp. 121ss). <<

[4] Como señaló Juliá (1977, p. 2) en este caso se confunde «la formulación explícita de una política con su realización práctica». <<

[5] Cuya trayectoria ya fue examinada por Bizcarrondo hace muchos años. <<

[6] La literatura al respecto es inmensa. En el extranjero, la seminal obra de Brenan generó una interpretación arquetípica, rechazada desde la derecha. <<

[7] La sucinta caracterización de González Calleja (p. 136) da en el clavo: «La victoria del Frente Popular creó expectativas de cambio que eran percibidas como una amenaza concreta y tangible por la derecha, y como una vuelta al insuficiente reformismo del primer bienio por cierta izquierda». <<

[8] Y de ella se hicieron eco, naturalmente, los diplomáticos extranjeros. El 2 de abril, por ejemplo, el embajador norteamericano en Madrid, Claude G. Bowers, informó al Departamento de Estado indicando también que el Gobierno no lo ignoraba pero que parecía sereno. Los servicios de inteligencia británicos descifraron su telegrama (TNA: HW 12/201, BJ064568). A decir verdad, Bowers había indicado tales rumores desde 1933, según cuenta en sus memorias (p. 34). Para una recopilación véase Cabezas, pp. 320ss. <<

[9] Un botón de muestra: Vidarte (pp. 252-257) relata las confidencias que le hizo después Francisco Barnés, ministro de Instrucción Pública. El 10 de julio Casares Quiroga informó al gabinete de lo que se tramaba y que él, en su calidad de presidente y ministro de la Guerra, seguía desde principios de junio. Aunque hay autores que no prestan demasiada atención a Vidarte, lo cierto es que el ministro de Estado, Augusto Barcia, informó poco antes al embajador de Francia de que había una agitación sediciosa en el seno de las fuerzas armadas (Denéchère, 2003, p. 252). Maiz (pp. 211-212) afirmó que los conspiradores sabían que el Gobierno lo sabía. <<

[10] «La acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado». En la número 5 del 20 de junio señalaría: «Ha de advertirse a los tímidos y vacilantes que aquél que no esté con nosotros está contra nosotros y que como enemigo será tratado. Para los compañeros que no sean compañeros, el movimiento triunfante será inexorable». Y, en las directivas para las fuerzas de Marruecos, del 24 de junio: «El movimiento ha de ser simultáneo en todas las guarniciones comprometidas y, desde luego, de una gran violencia»(De la Cierva, 1969, pp. 771 y 782s). <<

[11] A la par, y como ha señalado hace ya mucho tiempo Juliá (Largo Caballero, 1985, pp. LXII s), el líder socialista adoptaba una actitud de espera ya que la conquista del poder sólo aparecía posible como resultado de un proceso evolutivo o como respuesta, enérgica, a un golpe de Estado reaccionario. <<

[12] Con todo, tal afirmación no puede hacer olvidar que una parte de los círculos dirigentes de la conspiración se preocupó desde fecha temprana de anudar contactos con potencias extranjeras para adquirir armas y material. No se ha explicado satisfactoriamente para qué se anudaban o se revitalizaban, si lo que se preveía era, simplemente, un levantamiento rápido y exitoso. La identificación de los contactos establecidos se ha hecho con respecto a Alemania (Viñas, 2001), Italia (Saz, 1986; Heiberg, 2003) y Gran Bretaña (Moradiellos, 1996). En tales obras se aportan materiales sobre el papel de los contactos que llegaron a fructificar. <<

[13] Y aparte de las atrocidades que impulsó en la zona que pronto cayó en su poder no tuvo el menor recato en proclamarlo a los cuatro vientos: «Ésta es una guerra sin concesiones. Yo veo en las filas contrarias a mi padre y lo mato» o «La vida de los reos será poco. Les aviso con tiempo y con nobleza»(Fernández Santander, p. 87). Una perla. <<

[14] Alpert (1977) y Ramón Salas Larrazábal (1973) han reconstruido, entre otros, el balance estático de fuerzas en presencia. Un breve resumen se encuentra en la moderna obra de Moradiellos (2004). <<

[15] Un testigo presencial, que después desarrolló importantes funciones para la República, Rafael Méndez (p. 58), se pregunta para Madrid: «imaginemos qué hubiera ocurrido si la tropa del Cuartel de la Montaña y de los otros cuarteles de la urbe hubiera salido a ocupar la ciudad en la noche del 19». Salas Larrazábal constata sobriamente (p. 129) que «los conjurados perdieron los días 18 y 19 en conciliábulos, idas y venidas, órdenes y contraórdenes, que ponían de manifiesto la débil e inmadura preparación […] Cuando el día 20 se decidieron a actuar, los pocos triunfos de que disponían se les habían ido de la mano». <<

[16] Más adelante, la Carta de Naciones Unidas (art. 51), incorporó la idea de que ninguna de sus disposiciones podría aducirse en contra del derecho natural de legítima defensa, individual o colectiva, en casos en que alguno de los miembros fuese objeto de una agresión armada. <<

[17] Abordar las similitudes entre los dos conflictos exigiría un análisis pormenorizado. Desde un punto de vista español he señalado algunos rasgos en Viñas, 2002. La idea de que, en particular, el Reino Unido trataba de evitar que los sucesos de España provocasen repercusiones internacionales es algo que sin dificultad captaron los diplomáticos de la época (TNA: HW 12/206, BJ065835: despacho de la embajada francesa en Londres al Quai d’Orsay, descifrado por los británicos). Gracias a estas interceptaciones el Foreign Office actuó con ventaja aunque no abarcasen las cruciales comunicaciones soviéticas. En 1927 cuando Churchill, ministro entonces en el Gobierno Baldwin, para justificar la ruptura de relaciones diplomáticas dio a conocer algunas de las ya obtenidas, Moscú pasó a utilizar nuevos métodos basados en códigos de un solo uso y los británicos no descifraron mensajes de alta calidad soviéticos hasta finales de la segunda guerra mundial (Reynolds, p. 212). El embajador que tuvo que regresar a Moscú fue Arkadi P. Rozengolts, a quien encontraremos posteriormente como comisario del pueblo para el Comercio Exterior. <<

[18] Nunca se insistirá suficientemente sobre este tipo de comportamientos de los políticos y burócratas para designar los cuales la historiadora Margaret George utilizó la amarga adjetivación debida a T. S. Eliot: «the hollow men». <<

[19] Little ha estudiado estos planteamientos sobre la base de abundante documentación diplomática anglo-norteamericana. La referencia al embajador británico se encuentra en DBFP, segunda serie, vol. XVII, doc. 38. Thomson indicó en la época que la evidencia no demostraba que el conflicto hubiese sido obra de los comunistas, ya fueran españoles o soviéticos. <<

[20] Véase una descripción, desde un ángulo complementario, en Moradiellos, 2001, pp. 46-58. <<

[21] Cabe recurrir para contrastar tal afirmación a Jacques Duclos, dirigente del PCF, cuando afirmó en 1949: «El internacionalismo proletario no se expresa sólo en la solidaridad con los trabajadores del mundo entero. Se expresa, ante todo y sobre todo, en el amor por la Unión Soviética, en la entrega a la Unión Soviética, en la lealtad para con el PCUS y para con el camarada Stalin»(Vaksberg, p. 263). Quince años antes hubiera podido decir, con igual exactitud, la misma cosa. Lazar (pp. 31s) ofrece otros ejemplos. Sin embargo, fue el PCF el partido que más y mejor fusionó la fidelidad a la URSS y una relación estrecha con Francia que le llevó a echar raíces profundas en el seno de la sociedad francesa. <<

[22] Una imagen impresionista de este deslumbramiento colectivo se encuentra en el libro de Franck. <<

[23] Este tipo de contactos, a los que alude entre otros Marie (pp. 482s), se han exagerado por todos quienes postulan que Stalin anticipaba ya, en 1935-1936, el escenario de 1939. Roberts (1995, pp. 40-46) los ha situado en su justo término. <<

[24] El que ésta sea una interpretación que se encuentra con mayor frecuencia entre los autores que miran con simpatía la causa republicana y sea consecuentemente repudiada o disminuida por los autores pro-franquistas, no le quita, en mi opinión, un ápice de validez. <<

[25] Una muestra se encuentra, por ejemplo, en Radzinsky (p. 327) quien afirma que la reacción de Stalin en apoyo de la República fue «instantánea». <<

[26] Señala Ramón Salas Larrazábal (1973, p. 225): «los comités del Frente Popular o de las alianzas, más o menos amplias, de partidos y sindicales, ejercían de hecho el poder, mediatizaban la acción militar, e imponían sus objetivos. El Gobierno era mero espectador y el Ejército puro ejecutante». <<