Documento n.º 9

Informe de la embajada británica en Moscú sobre la política soviética hacia España

(De la introducción general).

8. Aunque es legítimo cuestionar si, en un primer momento, el Gobierno soviético se sintió realmente inclinado a intervenir directamente en la guerra civil española, excepto por lo que se refiere a suministrar ayuda alimenticia al Gobierno español y en adherirse a las propuestas francesas de no intervención, es un hecho que sí intervino a partir de septiembre, cuando Alemania e Italia enviaban tropas y los insurrectos se acercaban a Madrid. Si bien el Gobierno soviético negó oficialmente que en España hubiera soldados rusos, lo cierto es que envió un número considerable de oficiales, pilotos, instructores y expertos y prestó una ayuda inestimable al suministrar tanques, cañones y veloces bombarderos. Desde el principio la idea del Gobierno soviético fue que no cabía tratar como iguales a los dos bandos en lucha. Lo que se daba era un caso en el cual un Gobierno legítimo combatía contra una banda de rebeldes. Tenía, pues, derecho a que se le ayudara. En este asunto de la intervención parecía que el Gobierno soviético (aparte de la Comintern), después de haber dado la impresión de seguir durante algún tiempo una política puramente nacional, volvía a la escena internacional en su papel de Estado comunista que luchaba a favor de la causa comunista en otros países. Ahora bien, en tanto en cuanto la Tercera Internacional había laborado durante años en pos de una revolución en aquel país del que se afirma que Lenin había profetizado constituiría el próximo éxito, probablemente el Kremlin no tuvo nada que ver con la preparación de la guerra civil. Aunque por fuerza se viera obligado a extraer un capital propagandístico de su papel tradicional como campeón del comunismo y de la revolución, indudablemente su intervención real en la guerra civil se vio dictada mucho más por el temor a que surgiera un nuevo Estado fascista bajo la influencia de Alemania e Italia que por cualesquiera otras consideraciones. Además, es tal la preocupación soviética por la estabilidad de Francia que es muy posible que el Kremlin contemplara con aversión el período de caos que pudiera implicar el intentar prematuramente introducir un régimen auténticamente comunista en España.

(De la sección dedicada a las relaciones con Francia).

92. En el ámbito de las relaciones internacionales los Gobiernos soviético y francés han seguido políticas similares en numerosos puntos y nunca divergieron seriamente. En relación con la guerra civil española es cierto que no cabe afirmar que estuvieran totalmente de acuerdo y ha habido ocasiones en que la prensa soviética ha criticado a Francia, incluso de manera amarga, a causa de su «estúpida» actitud ante la intervención alemana e italiana. No cabe olvidar, sin embargo, que fue por consideración respecto al Gobierno francés por lo que la Unión Soviética decidió adherirse al Comité londinense de No Intervención y por lo que continuó en él durante todo el año, si bien como miembro escasamente sincero y crecientemente molesto. La preocupación del Gobierno soviético por Francia —o, dicho de otra manera— por el papel de Francia como valladar contra Alemania —no apareció nunca con tanta claridad como en las reacciones respectivas frente a la guerra de España. La satisfacción eventual que hubiera podido sentir frente al caos interno, que tantas posibilidades ofrecía para una revolución que pudiese inducir una marcha hacia el comunismo—, y es algo más que dudoso que hubiese considerado que el tiempo había madurado lo suficiente al efecto —se vieron compensadas por la ansiedad experimentada con respecto a la debilitación de la posición internacional de Francia que resultaría de tal caos…

(De la sección referida a España).

157. En la primavera y principios del verano de 1936 la actitud oficial del Gobierno soviético parecía ser tranquila, en la medida en que cabía colegirla por la prensa. Esta (que naturalmente está controlada con todo rigor) se mantuvo discreta en sus comentarios, aunque informó de los primeros sucesos con satisfacción evidente. Lo mismo no puede afirmarse, obviamente, de la Comintern o —como cabría decir con mayor exactitud— del Gobierno soviético actuando por medio de la Comintern. Es un hecho conocido que Moscú había enviado a agitadores —españoles y soviéticos— bien preparados y entrenados para unirse a los comunistas en España. Parece indudable que también se suministró alguna que otra ayuda financiera.

158. A finales de julio en los periódicos oficiales empezaron a aparecer acusaciones contra Berlín y Roma por la ayuda material enviada a los insurrectos españoles «a cambio de compromisos de importancia internacional». A la Unión Soviética, se afirmó, nunca se le había pedido ninguna. El Gobierno español encontraría en el propio país las fuerzas suficientes para liquidar ese «motín de generales fascistas a las órdenes de Gobiernos extranjeros». Al mismo tiempo la opinión del Gobierno soviético con respecto a la guerra civil española fue que lo que no se precisaba era una actitud de neutralidad plena en relación a ambos bandos ya que el Gobierno legítimo de España tenía derecho a abastecerse en el extranjero como en tiempos normales. En la práctica, la neutralidad sólo favorecería a los rebeldes a los que armaban los Estados fascistas. El pueblo español combatía no sólo por la democracia en su propio país sino también por la paz en el mundo y, por consiguiente, debía recibir el apoyo habitual y material de todos quienes desearan preservar los principios de la libertad.

159. Ello no obstante, dado el deseo de actuar en solidaridad con Francia, el Gobierno soviético se adhirió a la declaración de no intervención y se manifestó dispuesto a participar en el acuerdo internacional sugerido. Mientras tanto, sin embargo, el Consejo Central de los Sindicatos organizó «colectas» en ayuda de los «luchadores por la República». El total reunido se publicó en la prensa el 6 de agosto (junto con la declaración de no intervención). Ascendía a 12 millones de rublos, cuyo equivalente en francos —36 millones— se transfirió al Gobierno español. Las colectas continuaron a lo largo y a lo ancho de todo el país ya que, según se anunció, los trabajadores habían «decidido» contribuir con un ½ por 100 de sus ingresos mensuales. Esto implicó en la práctica una tasa sobre los salarios. Posteriormente no se dijo mucho en la prensa sobre si se transfirieron a España sumas adicionales y probablemente el Gobierno soviético consideró más adecuado acallar toda publicidad al respecto. Pero a finales de octubre se indicó que se habían recolectado 47½ millones de rublos a favor del Fondo para Ayuda a España que probablemente se utilizaron para adquirir y enviar los alimentos que continuaron suministrándose a la República.

160. El 23 de agosto los Gobiernos francés y soviético intercambiaron notas de cara a prohibir la exportación, re-exportación y tránsito de toda clase de material bélico, incluyendo navíos de guerra y aviones, montados o desmontados, con la condición de que los Gobiernos del Reino Unido, Alemania, Italia y Portugal hiciesen lo mismo. Esta prohibición se publicó el 28 de agosto.

161. En este punto quizá convenga mencionar que las estadísticas de comercio exterior para el mes de noviembre muestran un notable incremento en las exportaciones soviéticas a España, sobre todo en materia de «automóviles», «algodón» y «carbón», productos en los cuales no se habían registrado hasta entonces ventas a España.

162. A finales de agosto el Gobierno soviético decidió a toda prisa nombrar un embajador ante la República española (no había habido representación diplomática hasta entonces) en la persona del Sr. Rosenberg. No mucho más tarde llegó a Moscú el embajador español Sr. Pascua. Posteriormente, el Sr. Ovseenko, un viejo líder muy conocido de los tiempos de la revolución, fue enviado como cónsul general a Barcelona.

163. El 9 de septiembre el Comité Internacional de la No Intervención se reunió en Londres para abordar la supervisión del embargo de todas las exportaciones de material bélico a España. El embajador soviético en Londres quedó designado como representante de su país ante el mismo. Inmediatamente exigió que se estableciera un control efectivo sobre los suministros que pasaran a través de Portugal. No tardó en quejarse ante el Comité que la no intervención se estaba convirtiendo en un instrumento para ayudar a los rebeldes. También se negó a participar en discusiones acerca de la intervención «indirecta», tema sugerido por el representante italiano. Las acusaciones y contra-acusaciones con respecto a suministros a los dos bandos en liza y en relación con numerosas vulneraciones del acuerdo generaron un acerbo combate verbal entre los representantes italiano y soviético a lo largo de los tres meses siguientes. La prensa caracterizó los procedimientos del Comité como un «crimen colectivo» contra el Gobierno español legítimo así como contra la paz y declaró que, caso de que continuasen las violaciones del acuerdo, el Gobierno soviético terminaría considerándose liberado de las obligaciones dimanantes de la no intervención. Al mismo tiempo, éste envió a España oficiales, ingenieros e instructores en número considerable así como aviones, cañones y camiones. La ayuda que así recibió el Gobierno español pareció tener éxito en el reforzamiento de la resistencia madrileña. Nada de ello lo admitió el representante soviético ante el Comité. Tampoco abandonó este foro aunque los órganos de la prensa oficial soviética siguieron describiéndolo como «una infame farsa».

164. En el mes de noviembre se produjeron varios incidentes y algunos barcos soviéticos se vieron cañoneados o detenidos por navíos rebeldes que los registraron. El Gobierno expresó una gran indignación ante las actuaciones de los «piratas fascistas». Al mes siguiente, según la prensa, un crucero rebelde cañoneó y hundió una motonave soviética, el Komsomol, en algún lugar próximo a las costas marroquíes. Se aprobó un gran número de resoluciones a lo largo y lo ancho de todo el país en las que se pidió la adopción de medidas firmes así como la construcción de una potente marina de guerra. No ha podido averiguarse confirmación de lo sucedido al Komsomol ni detalles al respecto. El Gobierno soviético se ha abstenido de cualquier acción. Tampoco parece fácil que hubiera podido adoptarla.

165. En respuesta a una gestión efectuada por los Gobiernos francés y británico a principios de diciembre, el soviético reiteró inmediatamente su plena disponibilidad para «abstenerse de acciones directas o indirectas que pudieran llevar a una intervención extranjera» pero declaró que también esperaba que las restantes potencias controlaran el cumplimiento de una abstención similar. Los tres Gobiernos coincidieron en principio en apoyar un intento de mediación entre los dos bandos en liza. A finales de diciembre se hizo una nueva gestión ante todas las potencias interesadas urgiendo la necesidad de detener con efectos inmediatos el flujo de extranjeros que tuvieran la intención de prestar servicios a favor de cualquiera de ambos bandos. A tal efecto se propuso que de común acuerdo se prohibiera lo antes posible, en enero, con el fin de garantizar una acción simultánea. Sin dilación alguna el Sr. Litvinov replicó que su Gobierno estaba totalmente a favor de detener el flujo de los denominados «voluntarios», como ya había dicho previamente, pero que era bastante evidente —dado el no cumplimiento por parte de ciertas potencias de las obligaciones que les incumbían— que cualesquiera acuerdos ulteriores que no se vieran acompañados por un control simultáneo e inmediato sólo favorecerían a los rebeldes. (Ya había indicado con frecuencia su impresión de que, de no haber sido por la ayuda exterior recibida por éstos, hacía tiempo que se les hubiera vencido). En consecuencia, el Gobierno soviético se adheriría a las propuestas anglo-francesas a condición de que las restantes potencias declarasen su consentimiento a la puesta en práctica inmediata del control con independencia de la actitud de los generales rebeldes, que en el ínterin las potencias «se obligasen moralmente» a comprobar, por medio de sus agentes oficiales e inoficiales sobre el terreno la llegada de «voluntarios» y que recibieran y publicasen las informaciones pertinentes en tales casos.

166. Cabría mencionar que cuando el Gobierno español solicitó una reunión del Consejo de la Sociedad de Naciones, el Sr. Litvinov informó al embajador británico que había desaconsejado fuertemente tal gestión ya que consideraba que no sería útil y que sólo favorecería a Alemania e Italia.

167. En una o dos ocasiones a lo largo del año el Sr. Litvinov afirmó que la Unión Soviética «no tenía interés en España» pero que le preocupaba considerablemente, por causa de Francia y la paz mundial, el que dicho país pudiese quedar a merced de Alemania e Italia. El embajador soviético en Londres también declaró recientemente que la simpatía soviética para con el Gobierno español no se debía al deseo de establecer un régimen comunista en España sino que la intención estribaba en ayudarle en tanto que amigo de la paz. Si el Gobierno ganaba la guerra tal vez se inclinaría muy hacia la izquierda pero no generaría molestias ni preocupaciones fuera de las fronteras españolas. Por otro lado, una victoria del general Franco sería una victoria para Italia y Alemania. En este sentido es permisible dudar (a pesar de la profecía de Lenin de que España sería el primer país en seguir las huellas de Rusia y a pesar de todas las actividades de la Comintern encaminadas a tal objetivo) si la actual política del Gobierno soviético estriba en precipitar una erupción comunista que lleve a la constitución de un régimen soviético en España. Por un lado el comunismo soviético, bajo el actual régimen, no está en sintonía con todas las secciones del comunismo español. Hay algunas que los bolcheviques ortodoxos consideran como herejes peligrosos y a las que han condenado rotundamente como partidarias del architraidor «Trotsky». Aparte de tales aspectos, es más que posible que el Kremlin sienta que la revolución mundial bien puede esperar y que, mientras tanto, cualquier peligro que le surja a Francia también sea un peligro para la Unión Soviética.

FUENTE: Soviet Union. Annual Report, 1936.TNA: FO371/21105