El castillo, la ciudad y el campo se prepararon para la mascarada. Las doncellas más hermosas fueron reunidas y llevadas para servir y decorar y, según observó Aurora, para servir como decoración. Los granjeros recibieron orden de ofrecer su cosecha o sus animales más finos al rey en calidad de tributo. El vino y la cerveza fueron transportados en carretas, y sin ser pagados, de manera que el rey y sus invitados pudieran deleitarse.
Sólo en susurros se hablaba de portentos. Luces, luces poderosas, vistas en el bosque a medianoche. Estrellas que se habían puesto en círculo como una corona en el cielo nocturno.
Hablar de eso abiertamente habría significado para un hombre perder su lengua.
Señores y damas de todos los rincones de Twylia viajaron a la Ciudad de las Estrellas para las celebraciones antes que desagradar al rey que los mantenía aplastados bajo su pulgar inmisericorde. Algunos con hijas casaderas las enviaron a las montañas o a cuevas, o al Valle de los Secretos, a riesgo de la muerte o la pobreza. Otros llevaron a sus muchachas rezando para que el príncipe las ignorara y eligiera a otras.
También se comentaba acerca de una rebelión, pero el rey ignoraba semejantes tonterías y se solazaba en la gloria de la fiesta inminente.
El espejo oscuro no mostraba a ningún hombre que reclamara su corona. Y cuando bebió la sangre de una hechicera para tener visiones, sólo vio la figura de un lobo y la delicada mano de una mujer que sostenía el mundo en su palma.
Ordenó a sus mejores cazadores internarse en el bosque y las colinas para perseguir y matar a todos los lobos. Y se vistió con sus más ricos atavíos.
El tiempo apremiaba, y el riesgo era necesario. Armado, Thane corrió por los túneles y se arriesgó a salir a la luz para reunirse con Gwayne.
—Éste no es tu lugar, o tu momento —le dijo Gwayne—. Nos pondremos en camino al amanecer y todavía queda mucho por preparar.
—Lorcan envió a seis cazadores hace cerca de una hora. Vendrán por aquí. Si ellos te encuentran y uno de ellos escapa, deberás luchar tu batalla aquí antes que en el lugar que elijas.
—¿Estos hombres son leales a Lorcan?
—Aquí la lealtad es barata.
Gwayne pasó un dedo por la empuñadura de su espada.
—Entonces lo mejor será ofrecerles una ansiada moneda.
Aurora eligió el blanco, el color de la verdad, para su vestido. En su visión llevaba un vestido rojo, el color de la sangre. De modo que hizo el cambio deliberadamente, y con esperanza. Pero sin engañarse. Las largas y flotantes mangas ocultaban la daga atada a su muñeca. A pesar de las objeciones de Cyra se dejó el cabello suelto, hasta la cintura, y sin adornos. Y con un gesto de orgullo y desafío, prendió el broche de su madre sobre el vestido, entre sus pechos.
—Podría reconocerlo —objetó Rhiann.
—Si lo hace, ya será demasiado tarde. —Tomó la esfera y la estrella—. Las necesitaré. —Las deslizó dentro de su bolso de terciopelo. Volviéndose hacia el espejo, extendió las manos, una a Cyra y la otra a Rhiann—. Habéis sido madre y hermana para mí. Como quiera que se den las cosas esta noche, nada cambiará eso. He pedido que salven a mi amada madre y hermana. Si la luz no brilla a medianoche, seréis llevadas por ellos al Valle de los Secretos, donde mora Leia, y buscaréis un santuario. Prometedlo.
—Aurora —comenzó Rhiann.
—Prometedlo —insistió Aurora—. Sólo puedo hacer lo que debo hacer con la mente y el corazón despejados.
—Entonces que así sea. Pero la luz brillará.
Thane esperó hasta que el cazador a caballo estuvo directamente bajo la rama, y luego saltó encima de él. La fuerza del impacto hizo que ambos cayeran al suelo, y el caballo alarmado piafó.
Antes de poder recuperar el aliento, Thane tenía su espada sobre la garganta del hombre.
—Si gritas —dijo en voz baja— será el último sonido que hagas.
—¿Thane de los establos? —Había tanta sorpresa como temor en su tono—. ¿Qué clase de audacia es ésta? Estoy aquí por orden del rey.
—Es un nuevo día —dijo Thane, luego izó al hombre hasta dejarlo en pie—. Llevadlo junto con los otros. —Empujó al cazador hacia dos rebeldes que esperaban protegidos bajo los árboles—. Su arco y su carcaj nos serán útiles. Decid a Gwayne que regreso. Estaré atento.
Con un sentimiento de justificación en cada paso, corrió de regreso a los establos. Más allá de lo que ocurriese, no volvería a pasar otra noche allí, durmiendo en el piso como un animal. Esta noche su familia sería liberada, y él viviría —o moriría— al servicio de su dama.
—Llegas tarde —se quejó Kern apenas Thane trepó por el pasadizo.
—Estaba ocupado.
—Aquí hay bastante que hacer, según he notado. Los invitados no dejan de llegar, y sus caballos requieren cuidados. Podrías haber sido echado de menos de no haber estado yo para manejar el asunto.
—Me ocuparé de los caballos. Pero juro que si todo sale como pienso, quienquiera que tome mi lugar aquí tendrá un lugar decente y se le pagará por su trabajo.
Con cierta reluctancia Thane se quitó la funda de la espada.
—Dije que me ocuparía de los caballos. No es necesario que los sigas atendiendo. —Con los labios apretados, Kern giró alrededor de Thane—. Sería demasiado trabajo para ti.
—¿Qué? ¿Qué hay de malo conmigo?
Kern tomó con la punta de los dedos una de las mangas rasgadas de Thane.
—Nada que un baño y un barbero y un sastre de cierta habilidad no puedan reparar. Pero no tenemos tiempo para todo eso. Tengo que verlo por mí mismo.
—No necesito ningún maldito barbero antes de la batalla.
—Necesitas uno antes de la mascarada. Pero primero el baño. Créeme, no te vendrá mal.
Kern chasqueó los dedos dos veces y conjuró una tina de cobre llena de agua humeante.
—No voy a la mascarada, sino a los calabozos para ayudar a liberar a los prisioneros. No creo que a ellos les importe si huelo bien o mal.
—Los prisioneros están siendo liberados en este momento.
—¿Ahora? —Tan pronto como Thane buscó su espada, Kern agitó una mano. Y Thane quedó desnudo.
—¡Por todos los dioses!
—No te necesitamos. Mi gente es aficionada a meterse en lugares bajo llave. —Kern sonrió—. Lo disfrutamos. Te necesitarán en la mascarada, y no podrás disimular frente a los guardias a menos que estés bañado, peinado y debidamente vestido. A la bañera, muchacho.
—Iré con Gwayne, guiaré… —Se encontró dentro de la bañera, bajo el agua. Sacó la cabeza escupiendo.
—Malgastas tu energía en discusiones. ¿Tienes tanto miedo de ir a un baile?
—No voy a bailar, maldición, sino a luchar.
—Y así será. Pero sólo si luchas al lado de ella. Para tenerla a tu lado, te hará falta lo que voy a darte. Báñate. —Kern rodeaba la tina mientras Thane se refregaba enfurruñado.
—¿Es esto lo que ha pedido la reina?
—No. Pero ella estará encantada. Es su deseo y su voluntad recuperar el trono con el menor derramamiento de sangre posible. Los magos accedieron a ayudarla en esto —añadió mientras la cabeza de Thane sobresalía del agua—. Encantaremos a los guardias para dormirlos, y las murallas serán violadas sin espada. Ningún hombre morirá en la ciudad o fuera de la fortificación. Pero dentro, el poder de Lorcan deberá ser enfrentado y vencido, o ella no podrá reinar. Ésa será la batalla. Oscuridad contra luz. Lo puro contra lo corrupto. Y allí deberás estar.
Kern se llevó un dedo a los labios, reflexionando mientras Thane se incorporaba fuera de la tina.
—Sencillez, creo —dictaminó y, agitando un dedo, vistió a Thane con azul real y pequeños flecos de oro—. No, no, no tanto.
Thane protestó ante el encaje que sobresalía de sus puños.
—Me siento como un idiota.
—Mientras no te comportes como uno, no habrá problemas.
Cambió el azul por el negro, el dorado por plateado, y asintiendo, recogió el pelo de Thane en una corta coleta.
—Y ahora sólo falta la espada.
Chasqueó los dedos y produjo una espada de empuñadura enjoyada dentro de la funda de plata.
Por primera vez a gusto con el cambio, Thane desenvainó la espada.
—Es un arma fina. Buen equilibrio.
—Era de tu padre.
Thane bajó la espada y miró a su maestro a los ojos.
—Gracias. Demasiado a menudo olvido agradecerte.
—Encuentra tu destino; eso será suficiente agradecimiento.
Un último toque. Kern agitó una mano y cubrió los ojos de Thane con un antifaz negro.
—Toma tu lugar —dijo Kern apurado—. Permanece fiel a tu sangre y a tu corazón. El mundo depende de lo que suceda esta noche.
Aurora se mantuvo erguida, ensayó una sonrisa coqueta en su rostro, y avanzó hacia el gran salón. La música sonaba, y ya se habían preparado filas para el baile. Las mesas estaban atestadas con fuentes de comida, y miles de velas iluminaban el lugar.
Los vestidos eran elaborados, con plumas y pieles, altos peinados y largas colas flotantes. Vio a Lorcan saboreando el vino, con su pálida reina en silencio a su lado.
La primera orden, pensó, era separarlos, así Brynn y Dira podían ser puestas a salvo. A pesar de las máscaras y disfraces, tuvo poca dificultad para ubicar a Owen y permanecer fuera de su vista. Avanzó directamente hacia el rey, con una reverencia.
—Majestad, mis humildes agradecimientos por invitarme a una celebración tan animada.
—La voz es familiar, tanto como… la forma. —Dio un golpecito a su mentón con el dedo, estudiando su sonrisa y los ojos que miraban centelleantes detrás de la máscara plateada—. ¿Cuál es vuestro nombre?
—Señor, el juego consiste en adivinar. —Ella recorrió su brazo con el dedo en un movimiento audaz—. Al menos hasta que den las doce y debamos quitarnos las máscaras. ¿Puedo rogaros una copa de vino?
—Con pedirla es suficiente. —Chasqueó los dedos y un sirviente apareció en el acto. Deliberadamente, Aurora se apartó para mirar la danza, logrando que Lorcan diera la espalda a su mujer—. ¿No os molestaría recorrer el salón conmigo?
—No sólo me agradaría; me encantaría. Él le ofreció su brazo.
—Creo que he adivinado este juego, Lady Aurora. Creo que eres la más atrevida de las doncellas de por aquí.
—De un rey se espera que sea sabio y lúcido, y vos los sois, señor.
Levantó su copa mientras caminaban, y vio que Rhiann asentía. Darían el primer paso.
Ella conversaba comentando los disfraces, alabando la música, sabiendo que pronto pasarían cerca de Owen. Pero mientras lo hacía, Brynn y Dira estarían lejos y a salvo. Como todas sus mujeres.
—Adorable mujer. —El corazón de Aurora se detuvo ante la voz cuando el cortesano de negro se inclinó delante de ella—. ¿Podría robarla para un baile?
Luchando por reunir su ingenio disperso, ella inclinó la cabeza.
—Si su Majestad lo permite.
—Sí, sí, adelante. —La despachó con un gesto de la mano y extendió su copa por más vino.
—¿Estás loco? —dijo Aurora por lo bajo.
—Si el amor es locura, estoy muy enfermo. —Thane la condujo a través del salón, esperando que fuera lo bastante lejos—. Pero el hecho es que yo no bailo. Ojalá así fuera. Estás tan hermosa esta noche.
—Haz algo —siseó ella.
—Te daré de comer. —Comenzó a apilar delicadezas en un plato—. Es algo que los cortesanos en plan de seducción hacen por las damas en los bailes; así lo he visto cuando los espiaba. ¿Uvas pasas? —Sonriendo, le acercó una a los labios. Ella la mordió y se rió.
—Estás loco. Estoy tan feliz de verte. Quisiera tocarte, pero no me atrevo. Tu madre y tu hermana están siendo llevadas a un lugar seguro.
—Las vi salir. Jamás podré devolverte este favor.
—Aprende a bailar, y prométeme que un día bailarás conmigo.
—Tienes mi palabra. Si pudiera, te tomaría en la terraza, besaría tus labios a la luz de la luna. Y sólo habría música y luz de luna para nosotros. —La tomó de la mano, donde depositó un beso—. Sé lo que has planeado con los magos. Deberías habérmelo dicho.
—Temía que tú y Gwayne nunca os pusieras de acuerdo. Tú deseas vengarte, ambos lo deseáis; y tendrías derecho a hacerlo, ambos lo tendríais. Y yo te estoy quitando tu derecho.
—No habría estado de acuerdo. —Sus ojos buscaron los de ella en una súbita conmoción de poder—. No estoy de acuerdo. Hay moretones en tu cuello, mi amada. A duras penas puedes cubrirlos.
—¿Acaso tienen más importancia que los golpes que te han dado a ti?
—Sí. Claro que sí.
—Búscate otra gatita para acariciar. —Owen escupió la orden, empujando a Thane. Cuando Thane empuñó el mango de su espada, Aurora se interpuso entre ambos.
—Señor —dijo levemente a Owen—. No soy una gatita.
—Una gata, más bien, que se restriega contra cualquier pierna bien dispuesta.
—Si así pensáis de mí, me sorprende que hayáis pasado tanto tiempo en mi compañía. —Comenzó a alejarse, y se resistió cuando Owen la tomó del brazo. Dándole la espalda formó en sus labios las palabras todavía no a Thane, y luego volvió a enfrentarse a Owen—. Habéis hecho que nos convirtamos en un espectáculo, señor. El rey no lo aprobaría.
Owen la tomó de la mano, apretándola hasta que sintió la presión de los huesos. Se acercó y le habló con una voz aterciopelada.
—No te elegiré. Pero te poseeré. De haber sido más amable, hubieras sido reina.
Vio a dos hombres de la guardia personal del rey irrumpir en el salón, oyó el clamor, y supo que los rebeldes estaban sobre las murallas y en los túneles.
Retrocedió y, por encima de los gritos, habló con claridad.
—Soy reina.