Llevaba un vestido de cuello alto para ocultar los moretones, de un color elegido para combinar con la noche. Había demasiada furia de su encuentro con Owen, lo que la obligaba a llevar una corta espada al costado así como la daga en su muslo.
Se echó encima la capa, con el broche de su madre colocado por dentro.
No llevaba lámpara o vela, sino que se deslizaba como una sombra por el castillo. Al sonido de pasos cercanos se pegó contra la pared, y a través del velo producido por un hechizo observó a dos guardias que conducían a una muchacha hacia los aposentos de Owen. El rostro de la jovencita estaba pálido como la luna, y sus ojos vacíos por el miedo y la resignación.
La mano de Aurora se crispó sobre la empuñadura de su espada, sus nudillos blancos con furia e impotencia contra el metal. No podía interferir, no podía hacer nada por ayudar a la pobre muchacha, pues hacerlo implicaba poner en riesgo toda la empresa.
Pero se lo cobraría. Lo juró. Así como el padre de Owen pagaría por la forma en que trataba a los inocentes.
Se apresuró escaleras abajo, atravesando diversos umbrales, y se deslizó fuera del castillo por la cocina. Colocándose la capucha, se encaminó hacia los establos, cubierta por la oscuridad.
Apenas estuvo dentro, Thane la estrechó en sus brazos.
—Estaba preocupado —susurró mientras sus labios buscaban los de ella—. Cada momento que no puedo verte, o tocarte, o saber que estás a salvo, me preocupo.
—Para mí es igual. —Cuando se apartó para tocar su rostro, vio los moretones—. Oh, Thane.
—No es nada. Nada por lo que no tenga que pagar. Instintivamente ella se tocó el cuello de su vestido, pensando en las marcas de Owen ocultas bajo la tela.
—Deberán pagar. Lo juro. Ven, y roguemos que Gwayne y nuestro ejército estén esperando.
Thane levantó la puerta que conducía a los túneles, pero cuando quiso tomar una lámpara, Aurora detuvo su mano.
—No. Esta noche iremos con mi luz. Debo mostrársela —dijo mientras sacaba la esfera de cristal del bolsillo de su capa—. Darles luz a los que luchan por la esperanza, hacerles ver la causa por la que arriesgan su vida.
La esfera resplandeció, y la luz dentro de ella creció hasta alcanzar un blanco puro, que parpadeaba a través de la oscuridad de los túneles con su brillo diurno.
Y ella era la luz, que ardía con su poder y su pureza. A Thane se le cerró la garganta, y su corazón se vio arrebatado por una mezcla de amor y deslumbramiento.
—Mi señora. Si mi corazón y mi espada, si mi vida ya no fuera tuya, te las presentaría como ofrenda.
—Mantén tu vida, amado, pues un millón de estrellas jamás encenderían la mía sin ti. Necesito a mi lobo. —Tomó sus manos mientras avanzaban por los túneles—. Mi señor de los establos. Tú sabes más de modales cortesanos que yo.
Ella sacudió la cabeza ante la rápida carcajada de Thane.
—Es verdad —insistió—. Fui criada como Viajera; educada, es verdad, con libros, batalla, viajes y canciones y cuentos, pero llegará un momento en que deba vivir en la corte. Eso me llena de nervios.
—Eres reina por los cuatro costados. Es curioso que los hombres no caigan de rodillas a tu paso.
—Tú me amas. —Y sintió una calidez al decirlo—. Por eso piensas así. Pero no será cuestión de derrotar a Lorcan, sino de convencer a la gente del mundo de que soy sincera. El trabajo recién comienza.
—Estoy acostumbrado a trabajar.
Era Kern quien los esperaba al final de túnel. Llevaba una armadura ligera y su espada de batalla.
—Están en camino, Señora de la Luz. Pero primero, os traigo saludos del Reino de la Magia. —Hizo una profunda reverencia—. Y os pido hablar como emisario.
—Eres bienvenido. —Ella miró a Thane confundida al ver que Kern mantenía la reverencia.
Thane sonrió, guiñándole un ojo. No en vano había sido educado por una criatura feérica como para ignorar el protocolo.
—Honras con creces a tu reina, Señor de la Magia. Desde el mundo de los hombres te saludamos. Tienes permiso para hablar.
—Bien hecho. —Kern se incorporó con un destello en la mirada.
—No pretendo ofender, ¿pero no podemos hablar con más libertad aquí? —Aurora hizo un gesto con su mano libre—. Hombres y hadas comparten el bosque, y la noche. No soy reina hasta que me hayan coronado, y todavía tengo mucho que aprender al respecto. ¿Qué noticias traes de tu reino?
—Tengo un largo discurso lírico preparado.
—Largo ha de ser —aseguró Thane a Aurora—. En cuanto a lo de lírico, tengo mis dudas.
—Sin embargo —dijo Kern lanzándole a su alumno una mirada de acero—, lo haré corto. El Reino de la Magia está a vuestras órdenes, Señora de la Luz. Lucharemos con vos si así lo disponéis.
—No han levantado sus fuerzas o poderes contra Lorcan en todos estos años. ¿Por qué hacerlo ahora?
—Hemos criado a vuestro lobo, mi señora, como estaba escrito. Yo os pertenezco, así como él os pertenece. La hora de hacer algo más no había llegado.
—Las hadas pueden morir a manos de los hombres; aún más, se dice que Lorcan apuesta a la magia. ¿Tú y los tuyos estáis dispuestos a arriesgaros a lo que viene?
—Hemos muerto a manos de los hombres, manos que seguían las órdenes de Lorcan. Y algunos entre nosotros se alejaron de la verdad para aceptar la mentira. Unos por debilidad, otros por temor, y algunos por ambicionar mayores poderes. Nuestra raza no es tan distinta en semejantes asuntos, mi señora. Seguiremos a la reina a la batalla. ¿La reina confiará en mi palabra?
Aurora se volvió hacia Thane.
—Confiaré en la tuya.
—Él es lo más sincero que conozco.
—Entonces gracias a ti y los tuyos, Señor de la Magia. Lo que has dicho aquí esta noche, y lo que harás mañana, nunca será olvidado.
Tomó la mano que ella le ofrecía y se inclinó ante Aurora.
—Vuestros halcones ofrecieron gran entretenimiento en la noche, Majestad.
—Hay poco entretenimiento en este lugar. Estaba ávida de él. Y sirvió para mantener los ojos de Lorcan y sus perros en la ciudad, y lejos del bosque.
—Ahora se acerca vuestro halcón blanco.
Ella se dio vuelta repentinamente y vio a Gwayne salir de entre los árboles, solo. El protocolo real fue olvidado en medio de la pura alegría de verlo. Saltó hacia él, cubriéndolo con sus brazos.
—¡Te he extrañado! Hay tanto para contar, y tan poco tiempo para hacerlo. —Se apartó, estudiando su cara—. Pareces cansado.
—Fue un largo viaje.
—¿Cuántos hay contigo?
—Somos doscientos hombres fuertes, pero muchos de ellos son granjeros y artesanos. Muchachos. —Apretó sus manos con energía—. Algunos están armados con palos, horquetas, o sólo piedras de los campos, pero vienen hacia aquí.
—Entonces les será reconocido, a cada uno.
—Es necesario que vean, Aurora, que crean, porque están cansados, y en algunos crece el temor. Sin un estímulo de esperanza, algunos se habrán dispersado por la mañana.
—Ellos verán, y creerán. —Extendió su brazo hacia Thane—. Él es Thane, mi pareja, el lobo de mis visiones. Y Kern de las hadas, que es su maestro y nos asegura de parte de su reino la lealtad al Verdadero. Llévanos con el ejército, Gwayne, para que puedan ver. Y ruega a los dioses que encuentre las palabras para estimularlos.
Gwayne los guió por el bosque, haciendo sonar una señal para los centinelas ya apostados. El campamento era pobre, los rostros de los hombres que ella vio estaban pálidos por la fatiga. Algunos eran ancianos, otros demasiado jóvenes, y comenzó a dolerle el corazón el saber lo que tenía que pedirles.
Movió la cabeza antes de que Gwayne pudiera hablar.
—Tengo que hacerlo yo misma. Si no puedo hacer esto, no podré con el resto. Te han seguido todo el camino hasta aquí, mi halcón. Ahora deberán seguirme a mí.
Reuniendo valor, trepó a un amplio tronco y se quedó tranquilamente de pie por un momento mientras los hombres se movían y murmuraban estudiándola.
—Soy Aurora. —No levantó la voz, sino que la mantuvo tan baja que los murmullos debieron cesar para escucharla—. Soy la Señora de la Luz. Soy la reina de Twylia. Soy la Verdadera. La mujer en mí llora por lo que le ha sido infligido al mundo, a la gente y a sus magos. Mi padre, el rey, fue asesinado a traición, y mi madre, la reina, dio su vida por darme a luz. Vengo de la muerte, y mi corazón sangra al saber que más muerte vendrá de mí. Soy una mujer, y no le tengo vergüenza a las lágrimas.
Las dejó caer silenciosamente por su cara y brillar a la luz de la luna que se filtraba entre los árboles.
—Soy Aurora. —Su tono se afianzó mientras aflojaba su capa y la arrojaba a un costado. Luego empuñó su espada y la elevó hacia el cielo—. Soy la Señora de la Luz. Soy la reina de Twylia. Soy la Verdadera. El guerrero que hay en mí se consume por lo que le fue hecho al mundo, a la gente y a sus magos. No descansaré, lucharé hasta la muerte para recuperar lo que me fue robado a mí y a los míos. Mi espada sonará en la batalla. Soy una guerrera, y no tengo miedo a la muerte cuando la causa es la justicia.
Una vez más sostuvo la estrella de cristal en su palma y sacó de ella, y de sí misma, el poder de la luz. Los hombres retrocedieron, o cayeron de rodillas a medida que la luz crecía más y más hasta arder como mil velas. El viento soplaba desde el bosque, haciendo flotar su cabello mientras sostenía a la vez la estrella y la espada.
—¡Soy Aurora! —Su voz atravesó el aire, y las campanas comenzaron a dar su tañido de medianoche—. Soy la Señora de la Luz. Soy la reina de Twylia. Soy la Verdadera. Soy una bruja, y mi furia por lo que le fue hecho al mundo y a mi gente es fría como el hielo, es caliente como la llama, es profunda como el mar. Mi poder encenderá las tinieblas, y cegará a aquellos que estén en mi contra. Soy mujer y guerrera, bruja y reina. Lloraré y lucharé e incendiaré hasta que el mundo vuelva a estar en orden. Y todos los que me sigan serán recordados y honrados hasta el fin de sus días.
Echó la cabeza hacia atrás y envió su poder al cielo. La luz perforó la oscuridad, y giró en enloquecidos círculos de dorados y rojos y plateados. Y se convirtió en una corona de estrellas.
—Nadie más que el Verdadero osa llevar la Corona de Estrellas. Nadie más que el Verdadero puede soportar su peso y su calor. Nadie más que el Verdadero puede devolver al mundo a su gente y a su magia. Cuando aparezca la próxima luna, lucharé por el mundo y tomaré mi corona. ¿Me seguiréis?
Los hombres rugieron y celebraron. El soldado y el granjero, el viejo y el joven.
Ella envainó la espada y pasó su mano sobre la estrella de manera que la luz se fue apagando lentamente.
—Ahora descansad —exclamó—. Descansad y reunid vuestro coraje y vuestra fuerza. Parto con mi halcón, con mi lobo, y aquel que sirve al dragón a fin de prepararnos para la batalla.
Cuando vio que quería descender del tronco, Thane le rodeó la cintura y la depositó en el suelo.
—Una reina no debería saltar desde un tronco tras un discurso tan emotivo.
—Te necesito para que me recuerdes todos estos pequeños detalles. —Sus labios se curvaron hasta sonreír tanto como sus ojos—. Y para que me cuides como ahora, tanto como sea posible.
—Estoy a tu servicio.
—Y ahora necesitamos reunir nuestras fuerzas, y nuestras mentes. ¿Gwayne? ¿Dónde hay un lugar para que hablemos tranquilos?
—¿Puedo ofreceros mi ayuda, señora? —pidió Kern, y ante su asentimiento, sacudió ambas muñecas.
De pronto se encontraron en una cámara brillantemente iluminada por un fuego que ardía en el hogar. Kern señaló una mesa y las sillas que la rodeaban.
—Éste es mi refugio, y un buen lugar privado para planes y estrategias. Sentíos cómodos. ¿Deseáis vino?
—Por todos los dioses, yo quiero —dijo Gwayne con sentimiento—. Ha sido una marcha seca.
—¿Y comida? —Bandejas con carne, pan, queso y frutas aparecieron sobre la mesa.
—Ningún guerrero come hasta que todos coman —dijo Aurora y se ganó una orgullosa mirada de Gwayne.
—Vuestros hombres serán alimentados, Majestad. Nos agrada poder ofreceros nuestra hospitalidad esta noche.
—Entonces comed. —Dio unos golpecitos en la espalda de Gwayne—. Mientras os cuento lo que sé.
Les habló de la mascarada, de los calabozos, de la amenaza a Brynn y Dira, y con ayuda de Thane esbozó diagramas de las fortificaciones y la ubicación de los guardias.
—Tu padre era un buen amigo —dijo Gwayne a Thane—, un valiente guerrero de corazón sincero. Estaría orgulloso de saber lo que has hecho, y lo estará.
—Casi toda mi vida sentí que se avergonzaría si no levantaba mi mano.
—Amaba a tu madre y a ti sobre todas las cosas. Ambos han sacrificado su ser por la vida de otros. Un hombre debería estar orgulloso de semejante mujer y de semejante hijo.
—No quiero que esos sacrificios sean en vano —añadió Aurora—. Brynn y Dira deben ser protegidas, y Leia mantenida a salvo hasta que el castillo y la ciudad estén en nuestras manos. La presencia de Brynn y Dira será requerida en la mascarada. Quiero al menos un hombre a cada lado de ellos, para escudarlas, y luego escoltarlas a un lugar seguro con Rhiann y Cyra.
—Hay una antesala allí. —Thane señaló los bocetos—. Con un pasadizo al que se entra abriendo este panel con un mecanismo en el hogar. Mi madre lo conoce. Tanto ella como Dira podrían encontrar el camino desde allí.
—Debe hacerse con rapidez, antes de que Lorcan considere utilizarlas como piezas de intercambio. Lo mismo al liberar a los que están en los calabozos: debemos ser rápidos y silenciosos. Primero atacamos aquí, mientras la compañía está reunida en el gran salón para la mascarada. Cuando hayamos terminado, dividiremos nuestras tropas. Hacia los túneles para atacar al castillo desde dentro, desde las murallas, aquí y aquí. —Buscó aprobación en la mirada de Thane.
—Los puntos más débiles —accedió—. Podría hacerse una brecha, y mediante esos tres ataques, confinar a Lorcan y su guardia personal en medio.
Ella se levantó mientras Gwayne y Thane debatían estrategias de batalla, y se acercó al fuego para estudiar las imágenes que veía en las llamas.
Podía oír el latido de su propio corazón, y sabía que latía por venganza. Había una avidez de sangre en su vientre; sangre de Lorcan.
Cuándo se miró las manos, las vio mojadas en sangre, y en su cabeza sintió los gritos agonizantes de los moribundos mientras su espada cortaba con violencia carne y huesos.
Y en las llamas vio que la Corona de Estrellas se ponía negra.
—Sangre y muerte —declaró al sentir a Kern a sus espaldas—. ¿Si estoy ávida de eso, qué clase de reina soy?
—Tener hambre y saciar el apetito son asuntos distintos, señora.
—Quiero esto, por mí misma. Su sangre sobre mis manos. —Las levantó, sabiendo que Kern podía ver lo mismo que ella veía—. ¿Pero no es por el bien del mundo, verdad? Querer tomar una vida, aunque sea una vida como la suya, eso no es luz. No es para lo que fui hecha. No es para lo que estoy aquí.
—Verlo ya significa poder, y verdad.
—Aun así, sé que habrá sangre, que habrá muerte. De aquellos que amo, de aquellos que me siguen. Los envío a la batalla y a la tumba. Éste es el peso del poder. Esta noche di la espalda a una jovencita, sabiendo que sería abusada. Porque si hubiera intervenido, habría traicionado una causa mucho más importante. Pero ¿hay causas más importantes, Kern, que el destino de un solo inocente?
—Yo no reino. Esas preguntas corresponden a la corona.
—Sí, es verdad. Entonces no puedo hacer otra cosa. Pero ahora… Puede hacerse de otro modo. ¿Soy demasiado joven para confiar en la corona en lugar de la espada? He probado tan poco de mi poder para responder a esa pregunta. Llamar al viento, una bandada de pájaros… —Se envolvió en sus propios brazos—. Eso es un juego, no una batalla.
—Y sabe lo que su espada puede hacer.
—Sí. He dicho la verdad. No le temo a la muerte en la batalla, pero temo por las vidas que se perderán por mi causa. Y temo lo que será de mí, y del mundo, si tomo una vida en el caso de que haya oportunidad. Thane confía en ti. Así lo haré yo. —Cerró los ojos—. ¿Sabes lo que pienso?
—Lo sé, mi señora.
—Y tú me ayudarás.
—Lo haré.
—Entonces planearemos la batalla de esta manera. —Lanzó una mirada a su maestro, y otra a su amante—. Y esperemos la victoria.