Capítulo 6

Envuelto en una capa púrpura prendida con un broche enjoyado, Lorcan observaba de pie las prácticas de su hijo con la espada. Lo que a Owen le faltaba en estilo y forma lo compensaba a fuerza de pura brutalidad, y en eso contaba con la aprobación de su padre.

El soldado elegido para la práctica tenía un brazo fuerte y mirada decidida, de modo que la lucha resultaba animada. Con todo, no había nadie en la ciudad, o en todo Twylia, que pudiera ganarle al príncipe en un enfrentamiento de acero contra acero, y Lorcan lo sabía.

Nadie se atrevería.

Sólo le había sido concedido un hijo, y eso era un amargo desengaño. La mujer que había tomado en su juventud había dado a luz a dos niños prematuros antes que Owen, y luego murió como había vivido —sin un susurro o queja o risa— días después del parto.

Tomó otra mujer, una muchacha cuyo aspecto robusto desmentía un vientre estéril. En ese caso sólo bastó con deshacerse de ella acusándola de bruja. Tras un mes en el calabozo, en manos del tribunal, ella se mostró bastante deseosa de confesar y enfrentarse a los fuegos purificadores.

Entonces tomó a Brynn, prima lejana de la que había sido reina. Lorcan quería que el azul de la sangre real corriera por las venas de sus futuros hijos, y de haberlos tenido, se hubiera deshecho del primogénito sin mayores remordimientos.

Pero Brynn no le dio nada más que dos hijas. Leia, al menos, poseía belleza, y habría resultado una rica prenda para las negociaciones de un matrimonio. Pero también era porfiada, e intentó escapar cuando él fijó su compromiso.

Las bestias salvajes del bosque dejaron de ella poco menos que su capa desgarrada y manchada de sangre.

De modo que no tenía otra hija más que Dira, una pálida niña silenciosa que sólo serviría para casar con algún señor todavía lo bastante real, lo bastante rico, como para garantizar el beneficio en dos o tres años.

Había puesto su semilla en Brynn una y otra vez, pero ella perdió el bebé cada una de esas veces antes de llegar a término, y ahora estaba muy débil para hacerlo. Incluso las doncellas y sirvientas que llevaba a la cama eran incapaces de darle un hijo.

De modo que sería Owen quien aseguraría su nombre, y sus ambiciones se desplazaron a los nietos que obtendría. Ningún rey podía convertirse en dios sin la continuidad de la sangre.

Su hijo debía hacer una buena elección.

Sonrió mientras observaba a Owen sacarle sangre a su oponente, mientras le golpeaba la espalda con violentas descargas hasta que el soldado perdió el equilibrio y cayó. Y Lorcan hizo un gesto de asentimiento cuando Owen hundió la punta de la espada en el hombro del soldado.

Había enseñado bien a su hijo. Un enemigo caído, después de todo, seguía siendo un enemigo.

—Suficiente. —Los anillos de Lorcan refulgían bajo la luz del sol en medio de sus aplausos—. Lleváoslo y atadlo. —Despidió al soldado herido con un gesto despectivo de la mano y echó su brazo sobre los hombros de Owen—. Me has complacido.

—Apenas valió la pena el esfuerzo. —Owen estudió la mancha en la hoja de su espada antes de guardarla—. Es tedioso no contar con un desafío mayor.

—Vamos, los emisarios han traído los impuestos de los cuatro puntos, y debo hablar contigo antes de lidiar con ellos. Hay rumores de rebelión en el norte.

—El norte es un lugar de campesinos ignorantes y montañeses que esperan a que Draco baje volando de su montaña. —Con una mirada dirigida a la alta cumbre, Owen resopló con disgusto—. Un batallón de tropas enviado para quemar algunas chozas, y unas cuantas brujas ardiendo en la pira serán suficiente para aquietarlos.

—Los comentarios que llegan hasta aquí abajo no se refieren a Draco sino al Verdadero.

La boca de Owen se torció cuando tomaba la empuñadura de su espada.

—Las lenguas no hablan de lo que está prohibido una vez que han sido cortadas. Aquellos que hablan de traición deberán ser vencidos y se les recordará que sólo hay un rey de Twylia.

—Y así será. Los emisarios trajeron a seis rebeldes junto con los impuestos. Serán juzgados y ejecutados, como ejemplo, en medio de tus ceremonias de compromiso. Hasta entonces, el tribunal… los interrogará. Si se trata de algo más que de rumores, los silenciaremos.

Avanzaron por las puertas del castillo a través de la gran recepción.

—Mientras tanto, los preparativos para el resto de las ceremonias siguen adelante. Deberás decidirte en el lapso de una semana.

Dentro del salón del trono, Owen tomó una ciruela de un cuenco y se desplomó en una silla.

—Tantas ciruelas. —La mordió, sonriente—. Todas tan maduras y sabrosas.

—Debe haber en tu elección algo más que el interés por una cara bonita. Puedes llevar a la cama a cualquiera que agite tu sangre. Tú eres el príncipe, y serás rey. Tus compañeras de lecho pueden calmar tu lujuria, pero tu reina debe hacer eso y más. Debes tener hijos.

Lorcan sirvió vino, y se sentó junto al fuego que ardía desde temprano sólo para su deleite.

—Hijos fuertes, Owen. Debes elegir a una mujer que sea algo más que un hermoso recipiente. ¿Alguna de las que hay aquí tiene tu beneplácito?

—Una o dos. —Owen se alzó de hombros—. La última en llegar me interesa. Tiene una mirada audaz.

—Su dote debe ser importante —consideró Lorcan—. Y las tierras de su padre son valiosas. Es lo bastante bonita, y joven. Puede ser.

—Con la boda adjuntaríamos el oeste, y como las tierras de Ute corren al norte de las montañas, esa posición resultaría estratégica.

—Sí, sí. —Lorcan apoyó su mentón sobre el puño y reflexionó—. El Reino de la Magia todavía prospera gracias a los recursos del oeste, y demasiados hombres allí se tranquilizan predicando sobre el poder de Draco y el Verdadero. Es momento de mirar al lejano oeste y norte, y sofocar el menor rescoldo de traición antes de que se encienda.

—El padre de Lady Aurora, según parece, no está bien. —Owen dio otro mordisco a su fruta—. Si estuviéramos casados, podría empeorar y morir… con un poco de ayuda. Y así sus tierras, sus fortalezas, su fortuna serían para mí.

—Podría ser —repitió Lorcan—. Echaré una mirada más atenta a esa mujer. Si lo apruebo, tu compromiso será anunciado en el fin de semana durante la mascarada. Y serás prometido a la mañana siguiente.

Owen levantó una ceja.

—¿Tan pronto?

—La ceremonia de bodas tendrá lugar quince días después, tiempo para el cual todo hombre en el mundo deberá ofrecer un obsequio para celebrar el acontecimiento de la boda y la mascarada. El pastor deberá presentar sus mejores carneros, el granjero un cuarto de su cosecha, el molinero un cuarto de sus granos, y así todos, para proveer al príncipe y su novia con las provisiones para el hogar.

Lorcan estiró sus pies embotinados cerca del fuego.

—Si el hombre no tiene carnero, cosecha o grano, deberá presentar a su hijo mayor o, si no tiene hijo, a su hija mayor, para servir a la pareja real. Artesanos de todos los oficios cederán un año de su tiempo para que tu hogar pueda ser construido en el borde occidental y amueblado como corresponde a tu rango.

—Algunos no se brindarán de buena gana —señaló Owen.

—No. Y la empresa de persuadirlos para cumplir con su rey enterrará todas las habladurías acerca del Verdadero, dispersará las fuerzas rebeldes, y forjará nuestro dominio en el oeste. —Levantó su copa en un brindis—. Creo que funcionará.

Bajo la apariencia de servir a su señora, Rohan caminaba con la cabeza humildemente gacha. Su corazón estaba lleno de una ira que bordeaba el temor. Mantenía los ojos bajos cuando pasaba delante de guardias hacia el salón donde Aurora estaba reunida con las mujeres tomando té de rosas y conversando acerca de vestidos y de la inminente mascarada.

—Mis disculpas, señora.

Consciente de su papel, Aurora le dedicó apenas una mirada indiferente.

—Estoy ocupada.

—Os ruego me perdonéis, mi señora, pero el encaje que encargasteis ha llegado.

—Un día entero tarde. —Apoyó su taza al costado y sacudió la cabeza a las mujeres más cercanas a ella cuando se levantaba.

—Probablemente sea de mala calidad, pero veamos qué se puede hacer con él. Haz que lo suban a mis aposentos. Enseguida voy.

Salió detrás de él, con el cuidado de no hablar ni con él ni con Rhiann, que la escoltaba, hasta que volvieron a estar detrás de la puerta.

—Encaje. —Lanzó un profundo suspiro, y se sirvió cerveza para quitarse de la boca el gusto empalagoso del té de rosas.

—Qué bajo he caído.

—Los emisarios de Lorcan regresaron hoy con impuestos recaudados en los cuatro puntos.

La boca de Aurora se tensó.

—No los mantendrá por mucho tiempo.

—También trajeron a seis prisioneros.

—¿Prisioneros? ¿Qué prisioneros son éstos?

—Dicen que son rebeldes, pero cuatro son sólo granjeros, y uno de ellos es anciano y casi tullido, mientras que el otro no es más que un niño. Los otros dos deben haber sido atacados y tomados durante una expedición. Uno de ellos es Eton.

Aurora se deslizó lentamente hasta una silla mientras Rhiann reprimía un alarido.

—¿Nuestro Eton? ¿El prometido de Cyra?

—Eton fue herido, y todos están presos en los calabozos. —La impotencia le hizo crispar sus manos en puños—. Serán interpelados por el tribunal.

—Torturados —susurró Aurora.

—Dicen que los ejecutarán por traición esta semana. Azotados y marcados, luego ahorcados.

—Anímate, Rhiann —ordenó Aurora cuando la mujer comenzó a llorar—. Eso no sucederá. ¿Por qué fueron apresados, Rohan? ¿Por qué se los acusa de traición?

—No lo sé. Entre los sirvientes corre la versión de que hay una rebelión en ciernes, que el Verdadero está en camino.

—Entonces Lorcan ataca antes de que lo ataquen. —Se paró y comenzó a caminar mientras ubicaba mentalmente los calabozos—. Debemos sacarlos, y lo haremos. Tenemos una semana.

—No puedes dejarlos allí por una semana. —Rhiann luchaba por reprimir las renovadas lágrimas—. Mientras los torturan y los matan de hambre.

—No tengo más opción que dejarlos allí hasta que estemos listos para atacar. Si intentamos liberarlos ahora, podemos fallar, y aunque tuviésemos éxito, semejante medida pondría a Lorcan en aviso.

—Eton podría morir en una semana —dijo Rhiann bruscamente—. O algo peor. ¿Es así como honras a tu familia?

—Así lo dictamino, y me resulta amargo también. Eton es como mi propio hermano. ¿Pretendes que lo arriesgue todo para salvarlo?

—No. —Rohan contestó antes de que Rhiann pudiera hablar—. No lo honrarías si le ahorras el dolor, o incluso la vida, mientras Lorcan continúe reinando.

—Ponte en contacto con él si puedes. Dile que debe resistir hasta que encontremos el momento. Envía un parte a Gwayne. Ya es hora. Deberán viajar en secreto. No deben ser vistos. ¿Cuánto tiempo les llevará? ¿Tres días?

—Tres… o cuatro.

—Les llevará tres —dijo Aurora con firmeza—. Los encontraré en el bosque, cerca del túnel, a medianoche. Sabré lo que hay que hacer.

—Cyra —se quejaba Rhiann por su hija—. ¿Cómo haré para ocultárselo?

—No lo haremos. Ella tiene derecho a saber. Yo se lo diré. Lo escuchará de mis labios.

Salió en busca de su amiga, esperando encontrar las palabras adecuadas, y se encontró con Owen cuando salía al patio.

—Lady Aurora. —La tomó de la mano, haciendo una reverencia—. Estaba a punto de enviarte un mensaje.

—Estoy a vuestra disposición, mi señor príncipe.

—Entonces me honrarás con una salida a caballo. He estado ocupado con asuntos de estado toda la mañana, y deseo un galope rápido y tu adorable compañía.

—No podría ser mejor ofrecimiento. ¿Puedo encontraros en una hora, mi señor, mientras busco a mi doncella y me pongo la vestimenta adecuada?

—Esperaré con impaciencia.

Ella hizo una breve reverencia, inclinando su cabeza con una sonrisa insolente antes de erguirse y salir apresurada. Encontró a Cyra en la cocina, que seguía con los ojos muy abiertos las conversaciones de los sirvientes.

—Te necesito —dijo Aurora con frialdad, luego se dio la vuelta de manera que Cyra tuvo que correr tras ella.

—Lo sé todo de…

—Ahora no —dijo Aurora por lo bajo—. Salgo de cabalgata con el príncipe —dijo en voz alta—. Quiero mi vestido rojo de montar, y que sea rápido.

—Sí, mi señora.

Sólo Aurora oyó la risita ahogada mientras la chica corría a la habitación. Y sólo Aurora esperó volver a oír la risa de Cyra.

—Y que sea rápido —imitó Cyra con otra risita tan pronto como Aurora cerró la puerta tras ella—. Tuve que morderme la lengua para aguantar la risa. Oh, Aurora, me he enterado de toda clase de cosas. Las cocinas son tierras fértiles.

—Cyra, siéntate. Debo hablar contigo.

El tono de voz hizo que Cyra se detuviera para mirar a Aurora cuando levantaba el vestido rojo.

—¿Entonces no sales de cabalgata con Owen?

—No. Sí, eso sí. —Aurora se sacudió la cabellera—. Sí, dentro de una hora.

—Es casi el tiempo que llevará tener esto listo. Una dama de tu nivel deberá tener otro tipo de peinado para montar. Tiene que combinar con el sombrero, ya sabes. Comencemos mientras intercambiamos novedades. Oh, Aurora, la mía es tan romántica.

—Cyra. —Aurora tomó la tela y la arrojó a un lado para poder aferrar la mano de Cyra—. Tengo noticias de Eton.

—¿Eton? ¿Qué ocurre con Eton? Él está en el norte, haciendo expediciones para Gwayne. —El intenso rubor se desvaneció en sus mejillas mientras hablaba, y sus dedos temblaron en los de Aurora—. ¿Está muerto? ¿Está muerto?

—No. Pero está herido.

—Iré con él. Tengo que ir.

—No puedes, Cyra. —Empujó a su amiga en una silla, luego se acuclilló a sus pies—. Eton y otros cinco fueron capturados por los soldados de Lorcan. Él fue herido. No sé de cuánta gravedad. Fue traído aquí, a los calabozos.

—¿Está aquí en el castillo? ¿Ahora? ¿Y vive?

—Sí. Lo interrogarán. ¿Sabes lo que eso significa?

—Van a torturarlo. Oh. —Cyra cerró con fuerza los párpados—. Oh, mi amor.

—Todavía no puedo hacer nada por él. Si lo intento… podríamos perderlo todo, así que no puedo hacer nada aún. Lo siento.

—Necesito verlo.

—No es seguro.

—Necesito verlo. Abajo envían comida para los carceleros, para el tribunal, y bazofia para los prisioneros. Una de las muchachas de la cocina me dejará tomar su lugar. Si él me ve, sabrá que hay esperanza. Le dará fuerzas. Él jamás te traicionará, Aurora, y yo tampoco. Él se siente orgulloso de servirte, y yo también.

Las lágrimas se agolparon en los ojos de Aurora, luego apretó su cara contra el regazo de Cyra.

—Duele pensar que él esté allí.

—Entonces no debes pensar en eso. —Acarició la cabellera de Aurora aunque sabía que ella misma difícilmente pensaría en otra cosa—. Rezaré por él. Serás una buena reina porque puedes llorar por un hombre cuando tantas cosas dependen de ti.

Aurora levantó la cabeza.

—Tengo tanto miedo. El momento se aproxima, y tengo tanto miedo de fallar. O de morir. Que otros mueran por mí.

—Si no tuvieras miedo, serías como Lorcan.

Aurora se enjugó los ojos.

—¿Cómo?

—Él no teme porque no ama. Para causar tanto dolor no se puede amar o temer, sino sólo codiciar.

—Cyra, hermana mía. —Aurora levantó la mano de Cyra y la apretó contra su mejilla—. Te has vuelto sabia.

—Creo en ti, y eso me da fuerzas. Debes cambiarte o llegarás tarde y Owen se enojará. Es importante que lo mantengas alegre. Hará que su muerte en tus manos sea mucho más dulce.

Los ojos de Aurora se dilataron.

—Hablas ligeramente de matar.

—Tú también lo harás, cuando te cuente de lo que me enteré. Deprisa. Llevará algo de tiempo.