A HOWARD HUGHES: UNA MODESTA PROPOSICIÓN

Una buena razón para que un novelista escriba cuentos es que le sirven como terreno de ensayo para técnicas nuevas. Si una estructura o textura no da resultado en un cuento, sólo se han perdido unos días y se aprendió algo. Si una novela se va al traste, y lo digo por experiencia, se pierde un buen fajo de papel y algo más. Y tal vez no se aprenda nada porque el vínculo es más profundo, tal como un padre puede ver cómo se le estropea el hijo sin ver nunca cómo lo causó.

Admiro la obra de John Dos Pasos, especialmente la trilogía U.S.A., y quise aprovechar su intrincada técnica para una novela de ciencia ficción[5]. Quería resumirla, hacerla aún más rápida y nerviosa. Este cuento fue el ensayo, y me gustó, de modo que utilicé la técnica para Puente mental (Nebulae, 1979) que hasta ahora me parece mi mejor novela.

Cuando escribí esto estaba preparando una antología de posibilidades bélicas en la ciencia ficción, que languideció unos años antes que St. Martin’s Press la publicara como Study War No More (1977). El cuento fue escrito para la antología, y se proponía ser sarcástico. Pero en ese momento su premisa básica parecía bastante absurda.

Algunos elementos de predicción en algunos de mis cuentos se han vuelto verdad. Temo que esto añadirá algo más a la lista.

1

13 de octubre de 1975

Shark Key consiste en unos cientos de metros de arena y arbustos entre dos islas apenas más grandes en las Florida Keys: población, uno.

En verdad ni siquiera una persona vive allí —quizás el nombre[6] no ha resultado atractivo para los empresarios de bienes raíces— pero hay un garaje cerrado, un muelle y un buzón frente a la carretera US 1. El dueño de este fragmento de arena —muelle, buzón y garaje— vive a más de un kilómetro en el Golfo de México y tiene un asistente que recoge el correo todas las mañanas, y compra alimentos y otros artículos.

Howard Knopf Ramo es ese único ‘residente’ de Shark Key, y tiene muchos asistentes además del mandadero. Dos de ellos son doctores en una especialidad interesante de la que hablaremos más tarde. Uno es piloto de helicópteros, uno manejaba un torno en condiciones extrañas, uno es un joven excoronel (West Point, 1960), uno era asesino a sueldo de la Mafia, cinco están realizando investigaciones legales sobre la naturaleza de la gravedad, varios son empleados y técnicos sin demasiadas luces, y uno, que no vive con el resto frente a Shark Key, es un senador norteamericano que no representa a Florida pero sin embargo cuida de los intereses de Howard Knopf Ramo. Los investigadores y el mandadero son los únicos empleados de Ramo de cuyos ingresos él informa a la dirección impositiva, y sólo informa una décima parte. Los demás caballeros y damas también reciben sueldos suculentos, pero como todos han fallecido legalmente la dirección impositiva no tiene derechos sobre su dinero, que va directamente a cuentas suizas numeradas y anónimas sin acrecentar los ingresos del gobierno.

Ramo pagó poco más de un millón de dólares en sueldos y sobornos el año pasado; le pareció una inteligente inversión de menos de la cuarta parte del uno por ciento de su fortuna total.

2

7 de mayo de 1955

Bien, nuestra historia empezó en muchos lugares con mucha gente. Pero una persona y un lugar cruciales fueron Ronald Day, de 17 años, y el somnoliento Winter Park, Florida, donde nuestro joven iba a la escuela secundaria.

Ronald quería ingresar en el Ejército, pero no sólo quería ingresar. Tenía que ser oficial, y quería recibirse en la Academia. Su padre había servido gallardamente en la Segunda Guerra Mundial y en Corea hasta que una mina en Ch’unch’on (operación ‘Destripador’) le obligó a retirarse. Hacía dos días que lo habían ascendido a oficial de combate, y descubría que la diferencia entre el retiro de un suboficial y el de un oficial era la diferencia entre una vida marginal y una confortable, después que le volaron la pierna. Ni el padre ni el hijo culparon al Ejército por haber enviado a Day padre a través de un lodoso campo minado, siendo 1955 lo que era, y ambos pensaban que la vida militar era deliciosa. Más deliciosa para los oficiales, desde luego, y sobre todo para los graduados en West Point.

El único problema era que Ronald era, en la jerga de otro oficio, un ‘fracasado crónico’. Tenía muchas aficiones y habilidades fascinantes y un coeficiente intelectual de 180, pero apenas lograría aprobar la escuela secundaria y tenía pocas esperanzas de una designación. Hasta que Howard Knopf Ramo apareció en su vida.

Esa tarde de primavera Ramo explicó a padre e hijo que le preocupaba ante todo beneficiar a los Estados Unidos, que tenía muchísimo dinero (casi cien millones de dólares, ya entonces) y que sabía algo ligeramente embarazoso sobre Day padre, y que a cambio de ciertas consideraciones razonables conseguiría una vacante en West Point a Ronald, clase 1960.

No tan imprevisiblemente, la inteligencia de Ronald floreció en la disciplina estricta de la Academia. Se doctoró en física, pues eso formaba parte del trato, y recibió su grado y su título —cum laude—, en 1960. Era oficial de Ingenieros y lo asignaron a la Escuela de Energía Atómica de Fort Belvoir, Virginia. Siguió cursos en la Escuela y en la Universidad de Georgetown, cerca de allí.

Era el capitán Ronald Day y aspiraba a mayor, a un paso de ponerse al mando de Personal & Reclutamiento, cuando una noche regresó a su alojamiento y encontró a Ramo esperándole en una silla de respaldo recto. Ramo vestía el uniforme de general de brigada y le pidió unos favores. El capitán Day accedió con gusto a cooperar, no porque creyera de veras en las estrellas que Ramo lucía en los hombros; en parte porque los favores parecían inocuos, aunque algo extravagantes, pero razonables si se tenían en cuenta los favores pasados; principalmente porque Ramo le contó algo sobre sus proyectos en la década que empezaba. No era precisamente patriótico pero había mucho dinero de por medio. Y el capitán Day, O tempora o mores, ahora tenía en más el dinero que el patriotismo.

Los representantes de Ramo se encontraron con Day varias veces en los años siguientes, pero ellos dos no volvieron a verse hasta principios de 1972. Day se ofreció como voluntario eventual para Vietnam, al mando de un batallón de ingenieros de combate. Su helicóptero fue derribado tras las líneas enemigas, si es que en esa guerra hubo líneas, en enero de 1972, y por un año fue registrado como desaparecido en acción. Los norvietnamitas a la larga dieron una lista y pasó a ser muerto en acción sin que jamás se recobrara el cuerpo.

Para entonces su cuerpo, muy vivo y muy cómodo, descansaba a más de un kilómetro de Shark Key.

3

5 de diciembre de 1969

André Charvat vio a Ronald Day sólo una vez, en Fort Belvoir, cinco años antes que vivieran juntos en casa de Ramo. André dejó la universidad estatal de Iowa en segundo año, lo reclutaron y lo enviaron a la Escuela de Energía Atómica, aprendió las claves específicas para dar a metales radiactivos formas agradables o prácticas, dejó el Ejército y consiguió un empleo donde manejaba un pequeño torno por control remoto, detrás de varias pulgadas de plomo, trabajando con plutonio en un laboratorio de investigación sobre aplicaciones de la energía atómica de Los Alamos, con sumo cuidado de no desperdiciar plutonio, y de que al finalizar el peso de la pieza terminada más los desechos fuera exactamente equivalente al peso de la materia prima con que había empezado.

Pero de a pocos miligramos por vez estaba sustituyendo los preciosos desechos de plutonio por simple uranio.

Trabajó en Los Alamos casi cuatro años, y cuando el 12 de noviembre de 1974 llegó a Shark Key en una lancha a medianoche, traía consigo 14.836 gramos de plutonio.

Muchos otros en situaciones similares habían traído sus gramos de plutonio a Shark Key. Muchos más lo harían antes de Año Nuevo.

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1ero. de enero de 1975

—Damas. Caballeros —Howard Knopf Ramo se echa el cabello largo y blanco hacia atrás en un gesto delicado y habitual, y con la otra mano alza una copa donde burbujea un buen champagne doméstico—. ¿Alguien querría proponer un brindis?

Un silencio embarazoso, más de cincuenta personas apiñadas en la sala de televisión. En la pantalla, hurras sofocados cuando la pelota de Allied Chemical empieza a rodar.

—El honor le corresponde, Ramo —dice el coronel Day. Ramo asiente, ojeando la televisión.

—Treinta años —susurra, y dice en voz alta—: Por nuestro año. Por nuestro mundo.

Sorbos, silencio, cuchicheos.

5

2 de enero de 1975

CURRÍCULUM VITAE. Mi nombre es Philip Vale y he trabajado con Howard Knopf Ramo casi cinco años. En 1967 me doctoré en ingeniería nuclear en la Universidad de Nueva México y trabajé dos años en sistemas de propulsión nuclear para naves espaciales. Cuando mi proyecto se detuvo por falta de fondos en 1969, era casi imposible conseguir trabajo para un ingeniero nuclear; literalmente imposible, en mi especialidad.

Vivimos un tiempo de nuestros ahorros. Al fin tuve que aceptar un puesto docente de física en la escuela secundaría y me sentí afortunado de tener siquiera un empleo, aun a 7.000 dólares anuales.

Pero en 1970 mi esposa sufrió un ataque de glomerulonefritis aguda y perdió ambos riñones. Nuestro seguro de salud no alcanzaba a cubrir la terapia por diálisis artificial, y mantenerla con vida habría costado unos 25.000 dólares anuales. Ramo cayó del cielo y me hizo una generosa oferta.

Tres semanas más tarde Dorothy y yo fuimos embarcados de incógnito a Shark Key, nuestra desaparición fue tapada con un desastroso accidente automovilístico. La isla artificial estaba casi desocupada en 1970, pero la mitad de un piso estaba dedicada a instalaciones médicas. Había un aparato de diálisis y dos integrantes del personal eran expertos en su utilización. Ramo lo llamó ‘chantaje benevolente’ y me impartió instrucciones para los años que siguieron.

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4 de abril de 1970

Cuando Philip Vale llegó a la isla de Ramo, todo lo que asomaba sobre el agua era una cúpula geodésica dorada sustentada por pilotes de hormigón armado y gruesos cables de acero que canturreaban gravemente al viento. Dentro de la cúpula había alojamiento para seis personas y una empresa de investigación más o menos legítima llamada Gravitics, Inc. Ramo vivía allí con dos técnicos, un mandadero y dos especialistas en gravedad. El establecimiento era muy costoso pero Ramo alegó que amaba la ciencia pura, tenía esperanzas de eventuales ganancias y admitió que así aligeraba su situación impositiva. También le brindaba el aislamiento que tradicionalmente preferían los semibillonarios; a causa de la delicadeza de las mediciones necesarias para la investigación, no se permitía que ningún avión sobrevolara la zona y los guardacostas impedían que naves no autorizadas transgredieran un radio de un kilómetro y medio a la redonda. Los cinco empleados sí hacían investigaciones en gravedad; publicaban con frecuencia regular, de vez en cuando patentaban productos y sabían que eran solamente una pantalla para el trabajo real que estaba por comenzar abajo.

Había siete pisos submarinos bajo la cúpula dorada, y la misión del doctor Philip Vale era transformar los siete pisos en una fábrica para construir pequeñas bombas atómicas. 29 bombas de fisión tamaño Nagasaki.

7

Agosto de 1945

Howard Knopf Ramo trabajó varios años con un sueldo simbólico al servicio del gobierno, que le consultaba sobre problemas organizativos para diversos proyectos. Los detalles de muchos de esos proyectos eran secretos, pero él ofrecía tan buena asesoría como podía sin que le revelaran los detalles clasificados.

En agosto de 1945 Ramo supo cuál había sido el objetivo del Proyecto Manhattan.

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5 de abril de 1970 / 3 de febrero de 1972

El doctor Philip Vale dedicó varias semanas al planeamiento inicial: cartas de mareas, listas de equipo y personal necesario, horarios, planes para cada piso. Lo más arduo fue elaborar un modo de robar gran cantidad de plutonio sin que se notara demasiado. Ramo tenía ciertas ideas sobre esto y otras cosas, que Vale desarrolló.

A mediados de 1971 había treinta personas que vivían bajo Gravitics, Inc., y el plutonio empezaba a llegar; unos gramos por vez, que eran forrados con plomo y cadmio y hormigón y arrojados al Golfo de México en lugares cuidadosamente registrados dentro del límite de un kilómetro y medio. En julio celebraron apaciblemente el 75o. cumpleaños de Ramo.

El 3 de febrero de 1972 el coronel Ronald Day se reunió con Vale y los demás. Los dos compartieron amistosamente el liderazgo. Day sugirió la fabricación de varias bombas en escala, tanto para estudios de tiempo y movimiento dentro de la planta como para controlar la eficiencia del sistema básico de distribución: una camioneta tipo Econoline, especialmente modificada.

9

Aparte tecnológico

No es necesario reunir una ‘masa crítica’ de plutonio para fabricar con ella una bomba atómica. Basta con tomar una pieza mucho menor y someterla a una densidad neutrónica equivalente a la prevaleciente en una temperatura y presión standard dentro del plutonio en su masa crítica. Esto es posible mediante cargas muy bien preparadas de altos explosivos.

Todo el material puede entrar cómodamente en una camioneta Ford Econoline.

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9 de septiembre de 1974

INFORME DE LA SITUACIÓN:

A: Ramo, Day, Vale, secciones 2, 5, 8.

Sección Implementación de Entregas

En la fecha podemos dar por concluida la investigación sobre los siguientes vehículos: Ford, Fiat, Austin, VW. Cada cual ha tenido un óptimo desempeño en travesías experimentales a Atlanta.

Los controles verificados sobre la marcha nos garantizan que es posible emplear Econolines en Ghana, Bombay, Montevideo y Madrid sin llamar indebidamente la atención.

Las camionetas Renault y Soyuz no han sido probadas en ruta porque no se distribuyen en los Estados Unidos. Una Renault modificada será contrabandeada a México, donde son bastante comunes, para ponerla a prueba. Tal vez sea posible modificar el motor Ford para adecuarlo a una carrocería Soyuz. Sin embargo, sólo tenemos dos de las camionetas rusas y procederemos con cautela.

La suspensión del Toyota cedió en una de cada tres pruebas en Atlanta; no está diseñada para tanta carga. Se la puede sustituir por Econolines o VWs para Tokyo y Kyoto.

90 por ciento de los vehículos fue embarcado a Nueva Orleans antes de la prueba de Atlanta, para evitar que los pesaran en Key Largo. Tenemos la seguridad de que todos los sistemas estarán funcionando mucho antes de la fecha convenida.

(firmado) Supervisor Maxwell Bergman

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14 de octubre de 1974

Este día fue resuelto el problema China: los automóviles y camionetas aún son bastante raros en China, y su frontera es quizá la más difícil de franquear. Ramo quiere un mínimo de tres blancos en China, pero resulta prácticamente imposible sacar de contrabando tres camionetas cargadas con bombas, entrarlas nuevamente de contrabando y llevarlas hasta las zonas designadas sin que las detengan.

La Sección 2 (Investigación & Desarrollo de Armamentos) se las ha ingeniado para comprimir una bomba de tamaño respetable en un paquete no mayor que una valija grande, con un peso aproximado de 400 kilogramos. Es menos poderosa que las otras, y no está tan sutilmente salvaguardada —léase con trampas cazabobos— pero debería ser adecuada para su función. Entrará por Hong Kong en una remesa de maquinaria pesada suiza, con destino a Pekín; los duplicados irán a Kunming y Shanghai, junto con maquinaria agrícola y cascos de embarcaciones, respectivamente, procedentes de Japón. La Sección 1 (Reclutamiento) ha encontrado agentes de distribución para Pekín y Shanghai, y busca un nativo de la zona de Kunming que se entienda en el dialecto usado allí.

12

Nombres

A Ramo no le gusta que la gente lo llame ‘Proyecto Chantaje’, de modo que cuando él está cerca lo llaman simplemente ‘el proyecto’.

13

1ero. de julio de 1975

Todo está en orden: la distribución empezó hace una semana. Hoy Ramo cumple 79 años. El horóscopo del día le dice: si ha nacido en esta fecha, es usted humanitario por naturaleza; ayuda a quienes están en dificultades y sería un magnífico abogado. Le atraen las artes, incluida la literatura. Necesita un cambio de vida, septiembre es el mes clave.

Lo cual no es cierto. Será octubre.

14

13 de octubre de 1975

A las 7:45 de una gris mañana de lunes en Washington DC., una Econoline de tres años entra en un aparcamiento de la calle 14. A casi medio kilómetro de la Casa Blanca.

El asistente entrega el ticket al chófer.

—¿Cuánto se va a quedar?

—No sé. Tal vez todo el día.

—Entonces déjela allá en el fondo, junto al Camaro.

El chófer estaciona la camioneta y conecta un interruptor bajo el tablero de instrumentos. Con un voltímetro diminuto controla el interruptor automático que lleva en el brazo: un esfignomanómetro de funcionamiento permanente conectado a un simple generador de señales. Si su presión arterial baja demasiado y demasiado pronto, el centro de Washington se volverá un agujero radiactivo.

Todo en orden. Sale y cierra la camioneta con llave. Esto pone en acción los mecanismos de seguridad. Una colisión pequeña no haría estallar la bomba, tampoco un sismo Richter-6. Estallará si alguien trata de fotografiar la camioneta con rayos-X, o de entrar en ella.

Camina dos calles hasta su hotel. Pone mucha atención al cruzar la calle.

Pide que le suban el desayuno y sintoniza el programa Today. No hay noticias de interés especial. A las 9:07 llama a un hotel de Miami. La fortuna de Ramo se ha reducido a cincuenta millones, pero todavía puede costearse una suite en el Beachcomber.

A las 9:32, una vez informado sobre todos los blancos norteamericanos, Ramo llama a Reykjavik.

—Déme con el coronel Day. Habla Ramo.

—Un momento, señor. Un momento.

—Habla Day.

—Aquí, todo en orden, coronel. ¿Ya recibió noticias de sus viajantes?

—De todos menos dos, como se esperaba —dice Day: todos menos Pekín y Kunming.

—Bien. Todo queda en manos de usted, entonces. Yo seguiré adelante y filmaré ese comercial.

—Buena suerte, señor.

—A esta altura la suerte no cuenta. Cuídese, coronel —y cuelga.

Ramo se afeita y viste, un traje Palm Beach blanco. La imagen del espejo parece de un abuelo; con poco tiempo de vida por delante, amable pero un poco antojadizo, algo senil. Tal vez algo senil. Por eso el coronel Day y no Ramo coordina las cosas en Islandia. Si Ramo muere, Day puede decidir qué hacer. Si Day muere, todas las bombas estallarán automáticamente.

—Vamos —grita al cuarto contiguo, la voz es todavía nítida y fuerte.

Dos hombres bajan con él en el ascensor. Uno es el ex-asesino de identidad alterada (cirugía plástica incluida), con dos pistolas ocultas. El otro es Philip Vale, que lleva consigo todos los detalles del Proyecto Chantaje y, a sugerencia de Ramo, una dérringer Magnum calibre 44 de un solo disparo. El observa al matón y el matón observa a todo el mundo.

El Cadillac que les espera frente al Beachcomber tiene un discreto blindaje anti-balas y lleva bajo los asientos delantero y trasero, respectivamente, una pistola ametralladora Thompson y una carabina calibre 12 de caño recortado. El ex-asesino insistió en llevar armamento adicional, y Ramo lo consiguió para apaciguar el alma del pobre hombre. Y Ramo, a quien le disgusta la violencia en escala tan pequeña, para su propia paz de espíritu ordenó anoche que les quitaran los percutores.

Se dirigen a una emisora de televisión afiliada a la red nacional, pues han gastado muchísimo dinero por diez minutos de transmisión. Para un anuncio político pagado.

Sólo costó una bicoca más reemplazar con sus propios hombres a los empleados estatales que se desempeñan habitualmente detrás de las cámaras y en la sala de control.

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Transcripción

(APARICIÓN GRADUAL EN ÚLTIMO PLANO: RAMO, TARIMA, GLOBO TERRÁQUEO).

RAMO: (con mesura extremada) Mi nombre es Howard Knopf Ramo. (ACERCAMIENTO LENTO HASTA UN PRIMER PLANO MEDIO) (Ramo, continuando…) Les ruego que permanezcan atentos delante del televisor; lo que tengo que decir es de suma importancia para ustedes y los seres que quieren. Y no les quitaré mucho tiempo.

Tal vez nunca hayan oído hablar de mí, aunque hace algunos años los contables que me asisten me informaron que yo era el hombre más rico del mundo. He gastado buena parte de mis riquezas en apartarme de la atención pública. El resto de mi fortuna lo he gastado en un proyecto que me llevó treinta años.

Nací apenas veintiún años después de la Guerra de Secesión. Durante mi vida, mi país ha participado en cinco guerras importantes y en muchísimas confrontaciones menores. Siempre me pareció que, salvo raras excepciones, no valían la pena. Nunca creí que ninguna valiera el precio que pagábamos.

Y aun así, nos ha ido bien en comparación con muchos otros países, ganaran o perdieran sus guerras. Aún así, seguimos teniendo guerras… Mejor dicho (PRIMER PLANO DE RAMO), nuestros gobernantes siguen declarando guerras y respaldando sus metas políticas personales enviando a hijos y hermanos y padres a desangrarse y morir.

(CORTE Y: PLANO MEDIO, RAMO HACE GIRAR LENTAMENTE EL GLOBO TERRAQUEO) (Ramo, continuando…):

Hemos tolerado esta situación durante toda la historia conocida. Ya no más. China, la Unión Soviética y los Estados Unidos han almacenado armas nucleares suficientes para destruir toda la vida humana, dos veces. El asunto ha trascendido la política y ahora incumbe a la supervivencia de la raza.

Propongo un plan para quitarles esas armas: todas y simultáneamente. Con esta finalidad he gastado mi fortuna en la construcción de 29 bombas atómicas. 28 están escondidas en varias ciudades de todo el mundo. Una está en un avión que sobrevuela Florida. Es la más pequeña; un modelo de muestra, como quien dice.

(CORTE Y: UNIDAD DE EXTERIORES, PANORAMICA DE LA COSTA) (Ramo, por encima del oleaje…)

Este es el Océano Atlántico, cerca de una de las Keys de Florida. La bomba estallará a unos diez kilómetros, a las 10:30 en punto. Todas las embarcaciones han sido alejadas del área y los vientos se encargarán de dispersar la escasa lluvia residual hasta hacerse inofensiva. Advierto de paso a los residentes de Florida dentro de los ochenta kilómetros a la redonda de Shark Key que no miren de frente el resplandor.

(FILTRO EN LA UNIDAD DE EXTERIORES)

Miren. ¡Allá!

(DESPUÉS QUE SE DISIPA LA EXPLOSIÓN, CORTE Y: PRIMER PLANO DE RAMO) (Ramo, continúa…)

Que ustedes convengan o no conmigo en que todas las naciones deben entregar sus armamentos, es irrelevante. Que yo sea un santo o un chiflado ebrio de poder es irrelevante. Doy a los gobiernos del mundo tres días de plazo… No sólo a las potencias atómicas, sino también a sus aliados. Quizá menos de tres días, si mis instrucciones no fueran seguidas al pie de la letra.

Bombas atómicas por lo menos equivalentes a las que devastaron Hiroshima y Nagasaki han sido ubicadas en las siguientes ciudades:

(PRIMER PLANO MEDIO DE RAMO Y GLOBO TERRAQUEO. RAMO SEÑALA EN EL GLOBO CADA CIUDAD QUE NOMBRA) (Ramo, pausadamente…)

Accra, Cairo, Jartum, Johannesburg, Londres, Dublín, Budapest, Madrid, París, Berlín, Roma, Varsovia, Moscú, Leningrado, Novosibirk, Ankara, Bombay, Sydney, Pekín, Shanghai, Kunming, Tokyo, Kyoto, Honolulú, Akron, San Francisco, Nueva York, Washington.

Ciudades pequeñas tales como Novosibirk, Kunming y Akron —una por cada gran potencia atómica— volarán ocho horas antes que las demás, como última advertencia.

Estas bombas también estallarán si se intenta desarmarlas o si mis representantes sufren algún daño. Cómo ocurrirá esto, y el procedimiento para entregar las armas atómicas, se explica en una carta que ahora se está despachando mediante conductos diplomáticos al líder de cada país amenazado. También se enviarán copias a la prensa mundial.

Un colega mío ha apodado este esfuerzo ‘Proyecto Chantaje’. Poco halagüeño, pero tal vez atinado.

(CORTE Y: ULTIMO PLANO DE RAMO, TARIMA, GLOBO TERRAQUEO) (Ramo, lacónico y firme…)

Tres días. Adiós.

(OSCURECIMIENTO LENTO)

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Instrucciones

—¿No le han echado el guante? —el presidente estaba lívido.

—No, señor. Tenían que descubrir de cuál estudio procedía la transmisión, y luego…

—No importa. ¿Saben ya dónde está la bomba?

—Sí, señor. Fíjese en la página seis —el asistente le extendió la carta que un correo de la embajada polaca había traído unos minutos después de la transmisión.

—¿Dónde? ¿Se ha tomado alguna medida?

—En un estacionamiento público de la calle 14. La policía…

—¿Noroeste?

—Sí, señor.

—Dios santo. A pocas manzanas de aquí…

—Sí, señor.

—Qué falta de respeto. Nadie la ha toqueteado, ¿verdad?

—No, señor. Tiene toda clase de trampas. Hemos pedido una patrulla de especialistas a Belvoir, pero parece a prueba de cualquier recurso.

—¿Y el ‘representante’ de quién habló? Alcánceme esa cosa. El asistente le alcanzó el informe.

—En verdad, es lo más parecido a un negociador. Pero también forma parte de la trampa cazabobos. Si lo hirieran de algún modo…

—¿Y si al hijo de puta le diera un síncope? —el presidente se reclinó en la silla y bajó la voz por primera vez—. El fin del mundo.

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Interludio estadístico.

Una bomba estallará si cualquiera entre 28 personas muere en los tres días siguientes. Todas estallarán si muere Ronald Day.

Todos estos hombres y mujeres son bastante jóvenes y gozan de excelentes condiciones físicas. Pero sufren una tensión considerable y quizá son también extrañamente propensos a muertes ‘accidentales’. Digamos que cada cual tiene una probabilidad contra mil de morir dentro de los tres días siguientes. Luego, la probabilidad de catástrofe accidental es de uno menos 0,999 a la 29a. potencia.

O sea, 0,024. Es decir, una probabilidad entre 42.

Durante las primeras horas se intercambió una serie de cables de advertencia relacionados con este cómputo.

18

Noche

El secretario de Defensa aferra el borde de la silla y gruñe:

—Ese viejo imbécil pudo haber desatado la Tercera Guerra Mundial. ¡Un bombardeo atómico en Florida!

—Nos advirtió con toda claridad —le recuerda el presidente de la Comisión de Energía Atómica.

—Lo menos que podía hacer.

El presidente en realidad no está escuchando; lo que pasó, pasó, ya hay bastantes preocupaciones por delante para los días que vienen. Fuma un cigarrillo tras otro, algo que nunca hace en público y rara vez en una conferencia. Camels en una larga boquilla con filtro.

—¿Cómo podemos evitar entregarle todas nuestras bombas? —el presidente saca el cigarrillo, sopla la boquilla, enciende otro.

—Bueno. Tiene una lista de nuestras existencias —dijo el presidente de la Comisión—, aunque admite que es incompleta —marca con los dedos—. Conseguirá otra lista similar de China: ubicación, método de lanzamiento, efectividad. El espionaje chino ha sido bastante eficaz. Otra lista de Rusia. Entre uno y otro, quiero decir… entre los tres —el secretario de Defensa carraspea—, tal vez consiga desarmarnos completamente —hace una tienda con los dedos.

—Habrán pensado llegar a un acuerdo, supongo. Listas parciales de…

—Sí. China está dispuesta, Rusia no. Y Ramo también está consiguiendo listas de Inglaterra, Francia y Alemania. Bastante completas, si es que conozco bien a nuestros aliados.

—Esperen —dice el secretario—. Francia también tiene bombas…

—Ya van camino a Reykjavik.

—¿Qué demonios haremos?

A la misma hora, la misma pregunta en Moscú y Pekín.

19

Mañana

Han llegado telegramas y cables a granel. El personal de la presidencia los ha sintetizado en un informe de nueve páginas. En la mayoría se pide: «no actúen precipitadamente». Uno de cada diez dice «desnuden esta artimaña» y casi todos mencionan un complot comunista. Uno de estos vino incluso de Akron.

No les llevó mucho tiempo encontrar a Ramo. Afortunadamente, había despedido a los guardaespaldas después que regresó sin tropiezos al Beachcomber, de modo que no hubo derramamiento de sangre. En este momento está en una condición intermedia entre arresto doméstico y protección oficial, él y su muy importante teléfono rodeados por la mitad de la policía de Miami y numerosos contingentes del FBI y la CIA.

Habla a Reykjavik y Day le dice que han llegado todos los expertos: 239 científicos atómicos y especialistas en guerra nuclear, un equipo de traductores técnicos y un grupo de observadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU.

Excepto las pocas bombas de Francia, no han llegado armas. Day no está sorprendido y Ramo tampoco.

Ramo lamenta enterarse de que varios cientos de personas murieran en evacuaciones caóticas, en Tokyo, Bombay y Jartum. La evacuación de Londres se realiza ordenadamente. Washington está bajo ley marcial. En Nueva York y París unos pocos huyeron y la mayoría está esperando con los nervios de punta.

Mucha gente de Akron ha resuelto visitar Cleveland.

20

Mediodía

Suena el intercomunicador del presidente.

—Hemos encontrado al hombre de Ramo, señor.

—Supongo que lo habrán examinado… Háganlo pasar.

Entra un hombre en mangas de camisa entre dos PM de uniforme. Es un hombre de cara aquilina con expresión sardónica.

—Esto es algo prematuro, señor presidente. Se suponía que yo…

—Siéntese.

El hombre se instala en una mecedora.

—… tenía que visitarle a las 3:30 de esta tarde.

—Sin duda tendrá algún ofrecimiento que hacer. El hombre mira su reloj.

—Usted debe tener hambre, señor presidente. Almuerce tranquilo, duerma una siesta. Tendré mucho que decir a las…

—Es usted…

—No se preocupe por mí, ya he comido. Esperaré aquí.

—Podemos hacerle pasar un mal rato.

Él se arremanga la camisa. Dos cajas pequeñas y unos alambres están pegados al antebrazo con cinta adhesiva.

—No, no puede. Al menos, no durante estos tres días… No pueden matarme, ni siquiera causarme mucho dolor. No pueden drogarme ni hipnotizarme —esto último es mentira—. Aún si pudieran, no les serviría de nada.

—Yo creo que sí.

—Eso podremos discutirlo a las 3:30 —se recuesta y cierra los ojos.

—¿Qué es usted? El abre un ojo.

—Un jugador profesional —otra mentira, en la época en que tenía que trabajar para mantenerse, operaba un torno muy especial.

21

Las 15:30

El presidente entra por una puerta lateral y se sienta al escritorio.

—De acuerdo. Hable.

El hombre cabecea y se incorpora lentamente.

—Ante todo, explicaré mi función.

—Razonable.

—Soy un fastidio, una fuente de tensión.

—Es obvio.

—También puedo responder ciertas preguntas sobre esa bomba que tienen allá al fondo.

—Aquí va una: ¿cómo se la desarma?

—Eso no puedo decírselo.

—Creo que podríamos persuadirlo…

—No, no me entiende. No sé cómo desarmarla. Eso es trabajo de otro —tercera mentira—. Sí, sé cómo activarla: hiéranme o mátenme o aléjenme a más de quince kilómetros de la zona cero. O simplemente podría tirar de este alambrecito.

El presidente tuerce la boca cuando ve que el hombre toca el alambre.

—De acuerdo. ¿Para qué más está aquí?

—Eso es todo. Supongo que para vigilarlos a ustedes…

—¿No trae ningún mensaje… ¿Ningún…

—Oh, no. Ya han recibido el mensaje. A través de la embajada polaca, creo…

—Vamos. No soy ingenuo.

El hombre lo mira con curiosidad.

—Ese es problema de usted. Las exigencias del señor Ramo no son negociables: se propone de veras hacer lo que dice. Quitarles las bombas atómicas a todos ustedes…, gente extraña. ¿Qué clase de trato podrían ofrecerle ustedes a un millonario de ochenta años? Ex billonario.

¿Cómo se proponen amenazarlo?

—Podríamos liquidarlo.

—Correcto.

—En tres días podemos liquidarlo a usted. El hombre ríe cortésmente.

—Ahora sí es usted ingenuo.

El presidente toca un interruptor del intercomunicador.

—Manden a Carson y al mayor Anfel, y a los dos PM —los cuatro hombres entran inmediatamente—. Llévense a este tipo a alguna parte y háblenle. No le hagan daño.

—Todavía no —dice el civil Carson.

—Venga —le dice un PM al hombre.

—Me parece que no —dice el hombre, y se vuelve hacia el presidente—. Quisiera un vaso de agua.

22

15 de octubre de 1975

Las únicas armas nucleares de los Estados Unidos se encuentran en Colorado, Texas, Florida y, naturalmente, San Francisco, Washington DC. y Akron, Ohio.

23

16 de octubre de 1975. Las 2:30

Las únicas armas nucleares de los Estados Unidos se encuentran en Colorado, Texas, Florida, San Francisco y Washington DC. Akron, Ohio, ya no existe.

De los 139 que murieron en la explosión, 138 eran saqueadores con muchas agallas.

La situación, a las 10:00.

Ahora, sólo San Francisco y Washington. El resto va camino a Reykjavik.

El hombre que se llamaba André Charvat camina por la desierta calle 14 con una batería de 9 voltios en la mano. Le acompañan un civil y dos PM voluntarios.

Se dirige en línea recta al parachoques trasero de la Econoline y conecta las terminales de la batería a dos remaches imperceptibles. Hay una chispa y un chasquido de máquina tragamonedas.

—Y Reykjavik está medio controlada por comunistas. Y peor aún, traidores —refunfuña Carson. El hombre no responde y camina calle abajo, solo. Amnistía.

En pocos minutos un camión pesado se acerca y hombres con ropas de trabajo construyen una caja de acero alrededor de la Econoline. La gente empieza a regresar a Washington y se reúne una gran cantidad para mirar mientras cubren la caja con una fachada de mármol y le clavan una placa de bronce en el frente.

El hombre que había sido dueño del estacionamiento recibió un generoso cheque del Comité de Control de Armas Nucleares, en coronas.

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Cita

«GUERRA NUCLEAR… Este artículo se compone de las siguientes secciones:

I. Introducción

II. Principios básicos

1. Armas de fisión.

2. Armas de fusión.

III. Efectos destructivos

1. Teóricos

2. Hiroshima y Nagasaki

3. Akron y Novosibirk

IV. Historia

1. Segunda Guerra Mundial

2. ‘Guerra Fría’

3. Tratado de Reykjavik

V. Conversión a usos pacíficos

1. Teoría e ingeniería

2. Administración bajo el CCAN

3. Procedimientos de inspección

(Para más detalles, consúltese también DAY, RONALD R.; EINSTEIN, ALBERT; ENERGIA; FERMI, ENRICO; CIENCIAS NUCLEARES (varios artículos); RAMO, HOWARD K.; VALE, PHILIP; GUERRA, HISTORIA DE LA)». —Copyright C 2020 by Encyclopaedia Britannica, Inc.