Y ahora prepárese el lector para sentir el mismo asombro que se apoderó de Itaguaí al enterarse un día que todos los locos de la Casa Verde iban a ser puestos en libertad.
—¿Todos?
—Todos.
—Es imposible, algunos puede ser; pero todos…
—Todos. Así lo dijo él en el comunicado que envió esta mañana al Ayuntamiento.
De hecho, el alienista había informado a las autoridades que:
1. Habiendo verificado que las estadísticas de la villa y de la Casa Verde evidenciaban que cuatro quintas partes de la población estaban alojadas en aquel establecimiento.
2. Que este disloque de la población lo había inducido a examinar los fundamentos de su teoría sobre las molestias cerebrales, teoría que excluía de los dominios de la razón todos los casos en los que el equilibrio de las facultades no fuese perfecto y absoluto.
3. Que de ese examen y del hecho estadístico había resultado la convicción de que la verdadera doctrina no era aquélla sino la opuesta y que por lo tanto se debía admitir como normal y ejemplar el desequilibrio de las facultades, y como hipótesis patológicas todos los casos en que aquel desequilibrio fuese interrupto.
4. Que teniendo en cuenta todo lo dicho, declaraba al Ayuntamiento que iba a poner en libertad a todos los reclusos de la Casa Verde y a proceder a acoger a las personas que se encontraban en las condiciones ahora expuestas.
5. Que tratando de descubrir la verdad científica, no ahorraría esfuerzos de ninguna naturaleza, esperando de las autoridades igual dedicación.
6. Que restituía al Ayuntamiento y a los particulares la suma total del importe recibido para el alojamiento de los supuestos locos, descontada la parte efectivamente invertida en alimentación, vestimenta, etcétera; inversiones cuyo monto las autoridades podrían verificar en los libros y arcas de la Casa Verde.
El asombro de Itaguaí fue grande; no fue menor la alegría de los parientes y amigos de los reclusos. Cenas, bailes, fuegos artificiales, canciones; de todo hubo para celebrar tan fausto acontecimiento. No describo los festejos porque no interesan a nuestro propósito; pero fueron espléndidos, conmovedores y prolongados.
¡Así son las cosas humanas! En medio del regocijo producido por el comunicado de Simón Bacamarte, nadie advirtió en la línea final de la cuarta cláusula, una frase que dejaba entrever cuáles serían los sucesos futuros.