Abraham Lincoln
La manera cobarde como el gobierno se había sometido a la presión de los Estados esclavistas a cada paso había debilitado enormemente a Buchanan y dividido al Partido Demócrata. Además, dio al Partido Republicano un tema con el cual aumentar la irritación de los Estados libres. Se acercaban las elecciones de 1858 para el Congreso, y los republicanos se aprestaron a sacar el máximo provecho.
Fue en el curso de estas elecciones de mitad de mandato cuando Abraham Lincoln comenzó su ascenso al plano nacional.
Aunque había nacido en el Estado esclavista de Kentucky, la familia de Lincoln se trasladó a Indiana cuando éste tenía siete años, y luego, en 1830, cuando tenía veintiuno, a Illinois. Aquí Lincoln ensayó una variedad de ocupaciones: partir maderos para cercar la granja de su padre, llevar una chalana a Nueva Orleans, trabajar de tendero y hasta hacer de aprendiz de soldado (sin entrar nunca en acción) en la Guerra de Halcón Negro. En 1836, autodidacta en gran medida, sacó el título de abogado y al año siguiente empezó a ejercer en Springfield, la capital de Illinois.
Experimentó un creciente interés por la política y se hizo un entusiasta whig, deseoso como muchos hombres del Oeste de una mayor intervención federal en el desarrollo de los transportes y otras mejoras internas, pues esto aceleraría su ritmo más de lo que los nuevos Estados podían lograr por sí solos. Estuvo en la legislatura del Estado de Illinois de 1834 a 1840. Aunque era antiesclavista, adoptó una posición moderada sobre este punto, pues pensaba que los abolicionistas no hacían más que exasperar a los habitantes de los Estados esclavistas y empeorar la situación.
Como congresista whig en el Trigésimo Congreso, durante el gobierno de Polk, Lincoln cumplió solamente un mandato (de 1847 a 1849) sin distinguirse particularmente, aunque figuró en las actas como enérgico opositor a la Guerra Mexicana. También presentó un proyecto de ley para la gradual emancipación de los esclavos del Distrito de Columbia, sin éxito, por supuesto.
Trabajó a favor de la elección de Taylor en 1848 y luego se retiró de la política y se dedicó al ejercicio de la abogacía, hasta que la Ley sobre (Kansas y Nebraska avivó aún más la lucha en torno a la esclavitud y encendió intensamente los sentimientos antiesclavistas del propio Lincoln. Entró nuevamente en la política estatal, con vigor, logrando distinguirse en su Estado, y luego se incorporó al Partido Republicano en 1856, conduciendo la lucha por arrancar la dominación de Illinois a Douglas.
Lincoln y Douglas eran ambos moderados, pero la gran diferencia era que Douglas creía en la «soberanía ilegal» mientras que Lincoln pensaba que el Congreso tenía poder para prohibir la esclavitud en los territorios y debía usar este poder. Lincoln no compartía la tranquila confianza de Douglas de que la esclavitud no echaría raíces en la mayor parte de los territorios y que no era necesario hacer ningún esfuerzo para prohibirla.
Lincoln creía, además, que la esclavitud no sólo hacía miserable y degradante la vida para los esclavos negros, sino que, en una sociedad esclavista, también el trabajo se convierte en algo vergonzoso en sí mismo; los hombres blancos pobres que deben trabajar son despreciados como «basura blanca». Por ello, abolir la esclavitud elevaría a los blancos tanto como a los negros. (Quedó demostrado que esto era así por el hecho de que los inmigrantes de Europa iban casi exclusivamente a los Estados libres, donde no tenían que entrar en los estratos inferiores de un rígido sistema de castas o soportar los bajos salarios que originaba la competencia con el trabajo esclavo.)
En 1858, cuando Lincoln fue elegido candidato al Senado por la convención estatal del Partido Republicano, se dirigió a la convención el 16 de junio y expresó sus ideas concernientes a los efectos perniciosos de la esclavitud y su capacidad para llegar a destruir la libertad en otras partes. Dijo, citando el Nuevo Testamento (Mateo, 12:25): «Toda casa en sí dividida no subsistirá». Y prosiguió: «Creo que esta nación no puede perdurar, si es permanentemente mitad esclava y mitad libre. Espero que la Unión no se disuelva —espero que la casa no caiga—, pero espero que deje de estar dividida. Será totalmente una cosa o totalmente la otra».
Stephen Douglas se presentó para su reelección al Senado por parte demócrata. (Por supuesto, la gente no votaba por un senador directamente; votaba para la legislatura estatal, que a su vez votaba por un senador. Así, cada candidato trataba de persuadir a la gente a que votase por su partido, suponiendo que una mayoría sustancial de su propio partido aseguraría su propia elección.)
Lincoln comprendió que Douglas era una figura nacional, mientras que él era relativamente desconocido; por ello, el 24 de julio desafió a Douglas a mantener una serie de debates. Éste no tenía nada que ganar con tales debates, pero era un polemista experimentado y, quizá, esperaba poca competencia del desgarbado y rústico Lincoln; así, después de algunas vacilaciones, Douglas aceptó el desafío.
Cada uno de ellos habló a muchos públicos, solo, en el curso de la campaña, pero, además, hubo siete debates —cada uno realizado en una parte diferente del Estado, con una duración de tres horas y pudiendo apelar a cualquier recurso— en los cuales los dos hombres se turnaban para hablar desde la misma plataforma.
Douglas se aferró obstinadamente al principio de la «soberanía ilegal» y rehuyó todos los intentos de Lincoln de entrar en la discusión de los aspectos legales de la esclavitud. Para Douglas, la esclavitud era una cuestión legal, no moral. Todo Estado que quisiera la esclavitud tenía un derecho legítimo a ella; la moralidad involucrada, si la había, pesaba sobre el Estado.
La decisión sobre Dred Scott, por supuesto, desmentía toda afirmación de que el Congreso podía impedir la esclavitud en los territorios. El Tribunal Supremo decía que no, y lo que el Tribunal Supremo decía era la ley. Lincoln decidió, pues, acorralar a Douglas en la cuestión concerniente a Dred Scott.
El segundo debate se realizó el 27 de agosto de 1858, en la ciudad de Freeport, del norte de Illinois, a ciento sesenta kilómetros al oeste de Chicago. En la parte dedicada a preguntas y respuestas (en la cual cada uno podía interrogar al otro), Lincoln preguntó solemnemente a Douglas cómo consideraba la «soberanía ilegal» a la luz de la decisión sobre Scott. ¿Podía un territorio ejercer su soberanía prohibiendo la esclavitud si lo deseaba?
Ésta era un trampa, y Douglas debe de haberse percatado de ello, pero no había manera de eludirla. Negarse a responder lo habría convertido en el hazmerreír de todos. Estar de acuerdo con la decisión sobre Dred Scott y decir que un territorio no podía prohibir la esclavitud aunque todos sus habitantes de él quisieran hacerlo, enfurecería a tal punto a los antiesclavistas y pondría en su contra a tantos demócratas antiesclavistas que Douglas podía perder la oportunidad de ser elegido senador.
Douglas, pues, tuvo que enfrentarse a la decisión sobre Dred Scott. Declaró que, si bien ésta hacía teóricamente imposible que un territorio prohibiese la esclavitud, la prohibición se aplicaría en realidad. La esclavitud sólo era posible si era apoyada por el sector local y el poder policial. Sin apoyo local, los esclavos sencillamente no podían ser llevados al lugar, o no podrían permanecer en él si fueran llevados, fuese lo que fuese lo que la ley dijera en teoría.
Esta respuesta permitió a Douglas conservar el apoyo de los moderados y le dio bastante seguridad de poder conservar su escaño en el Senado, pero Lincoln señaló torvamente que él estaba detrás de caza más importante. Los hombres de los Estados esclavistas, que habían considerado a Douglas como uno de los suyos, habían quedado conmocionados por su negativa a aceptar la Constitución de Lecompton y ahora estallaron de furia por su «Doctrina de Freeport». Douglas arruinó los esfuerzos de cuatro años dirigidos a cultivar el apoyo de los Estados esclavistas, y Lincoln lo había obligado a hacerlo.
La leyenda dice que el 2 de septiembre, una semana después de su segundo debate, Lincoln, en un discurso pronunciado en Clinton, Illinois (a setenta kilómetros al noreste de Springfield), dijo: «Si una vez traicionáis la confianza de vuestros conciudadanos, nunca podréis recuperar su respeto y su estima. Es verdad que podéis engañar a todo el mundo durante algún tiempo; hasta podéis engañar a algunos todo el tiempo; pero no podéis engañar a todos durante todo el tiempo».
Quizá con esta idea en la mente, se esforzó continuamente por hacer que Douglas pusiese de manifiesto su insensible enfoque de la esclavitud como un problema puramente legal, no moral. Con el tiempo, pensó Lincoln, habría suficientes personas que considerasen inadmisible esta concepción como para desacreditar a Douglas en la otra dirección.
En el sexto debate, realizado en Quincy, Illinois, sobre el río Mississippi, en la parte más occidental del Estado y con la esclavitud legalizada en la otra orilla, en Missouri, Lincoln insistió en los males morales de la esclavitud. «El Partido Republicano —dijo— piensa que es un mal; pensamos que es un mal moral, un mal social y un mal político».
En respuesta, Douglas se vio obligado, una vez más, a declarar su indiferencia hacia la cuestión moral. «Si cada Estado —dijo— conviniese en ocuparse de sus propios asuntos y dejar a sus vecinos en paz…, esta república podría perdurar para siempre dividida en Estados libres y Estados esclavistas, como nuestros padres hicieron y la gente de cada Estado ha decidido».
Lincoln, como réplica, señaló calmadamente que Douglas, al rechazar así la doctrina de Lincoln de «la casa en sí dividida», afirmaba que la esclavitud existiría siempre en los Estados Unidos.
Así como el segundo debate puso a las fuerzas proesclavistas contra Douglas para siempre, así también el sexto afectó a las fuerzas antiesclavistas. Como posibilidad presidencial, Douglas quedó arruinado, mientras que Lincoln, sencillamente al medirse con el temible Douglas y aporrearlo hasta dejarlo paralizado, se había convertido en una figura nacional.
El desequilibrio creciente
A principios del mes de noviembre se realizaron las elecciones de 1858 para el Congreso. En las elecciones del Estado de Illinois, los republicanos obtuvieron unos pocos votos más que el partido de Douglas, pero fueron elegidos más demócratas que republicanos para la legislatura de Illinois, pues, por una ley de reparto anticuada, el sur de Illinois, que era demócrata, estaba representado en exceso en comparación con el norte de ese Estado, en rápido crecimiento y que era republicano. La nueva legislatura demócrata votó a Douglas, por 54 a 46, y le concedió otro mandato en el Senado. Pero Illinois e Indiana eran los únicos Estados libres en los que triunfaron los demócratas. El Partido Republicano, que sólo tenía dos años de existencia, ganó en todos los otros Estados libres.
En el Trigesimosexto Congreso, la Cámara de Representantes se inclinó nuevamente al bando republicano, por 114 contra 92 (con algunos de los demócratas antiesclavistas, también). Asimismo, los republicanos ganaron seis escaños en el Senado, aunque los demócratas conservaron la mayoría en él.
Cuando el año 1858 se acercaba a su fin, pues, los ciudadanos de los Estados esclavistas tenían todo género de razones para considerar que la situación era sombría. Habían hecho aprobar la «soberanía ilegal» en la Ley para Kansas y Nebraska, y la decisión sobre Dred Scott había ido aún más allá en el apoyo al bando esclavista, pero todas sus victorias políticas y legales en Washington no les habían brindado ninguna ventaja en el mundo real externo. Ni todos sus esfuerzos, ni los rufianes fronterizos de Missouri, ni el servilismo del presidente Buchanan les había permitido crear un solo Estado esclavista nuevo de los territorios. Tampoco pudieron obtener Kansas, la única oportunidad que se les había presentado; todo lo que consiguieron fue un empate, que tarde o temprano se rompería a favor de los Estados libres.
Mientras tanto, nuevos Estados entraron en la Unión pero eran Estados libres. El 11 de marzo de 1858, Minnesota se convirtió en el trigesimosegundo Estado de la Unión. Había sido un territorio libre hasta que la decisión sobre Dred Scott anuló la legalidad de tal situación, pero entró como Estado libre a pesar de esa decisión.
Luego, el 4 de febrero de 1859, Oregón, la parte sudoccidental del viejo territorio de Oregón, entró en la Unión como trigesimotercer Estado, y también como Estado libre. Así, desde el triunfo de la Guerra Mexicana, que había sido llevada a cabo principalmente como proyecto de los Estados esclavistas, tres nuevos Estados habían entrado en la Unión, todos libres. Esto puso el tanteo en dieciocho Estados libres y quince Estados esclavistas, y no parecía haber ninguna perspectiva de que surgiese algún nuevo Estado esclavista. El desequilibrio, ciertamente, aumentaría.
Además, a los coléricos miembros de los Estados esclavistas les parecía que los Estados libres se estaban haciendo tan arrogantes que ya no se contentaban con admitir a los Estados esclavistas aunque fuese como una minoría oprimida. Lincoln había hablado de la alternativa de que fuesen todos libres o todos esclavistas, y parecía seguro que quienes estaban de acuerdo con él harían todo género de esfuerzos para que fuesen todos libres. Luego Seward, de Nueva York, el Republicano más descollante a escala nacional, habló en Rochester, Nueva York, el 25 de octubre de 1858, y describió el problema de la esclavitud como «un conflicto incontenible entre fuerzas opuestas y perdurables». Los habitantes de los Estados esclavistas estaban seguros de que el significado de sus palabras era que la alternativa de todos los Estados libres sería impuesta por la fuerza militar, si era necesario.
Era cada vez mayor el número de ciudadanos de los Estados esclavistas para quienes la institución de la esclavitud sólo podría mantenerse si los Estados esclavistas formaban una nación nueva e independiente. En Carolina del Sur y Mississippi, particularmente, eran crecientes los gritos a favor de la secesión, y no sólo de extremistas aislados. En 1858, el nuevo gobernador de Carolina del Sur, William Henry Gist (nacido en Charleston, Carolina del Sur, el 22 de agosto de 1807), estaba en vías de convertirse en un secesionista convencido.
Los Estados esclavistas, en general, tampoco abrigaban dudas sobre la viabilidad de tal nación de Estados esclavistas. Aunque sólo eran una parte de los Estados Unidos, los Estados esclavistas tenían un territorio muy grande, según patrones europeos. Además, su economía, basada en gran medida en el cultivo del algodón, se adecuaba perfectamente a la industria textil de Gran Bretaña. Los ciudadanos de los Estados esclavistas pensaban que podían formar una asociación con la lejana Gran Bretaña que sería tan provechosa, y mucho más segura, que su asociación con los Estados libres adyacentes y entrometidos.
Beneficiada por esa asociación, Gran Bretaña —cuyo deseo de algodón era mayor que su desaprobación de la esclavitud— ayudaría a los Estados esclavistas (éstos estaban seguros de ello) a crear una nueva nación. Además, los Estados libres no tratarían de obligar a los Estados esclavistas a permanecer en la Unión frente a la ayuda británica.
Otro suceso contribuyó a convencer a los Estados esclavistas de lo aconsejable de la secesión. Durante el decenio de 1850, la expansión de los ferrocarriles fue llevada a cabo con más entusiasmo que sensatez, y el fervor de la especulación con ferrocarriles y bienes raíces hizo explosión el 24 de agosto de 1857, con la bancarrota de un importante banco de Nueva York. Esto provocó un agudo, aunque breve, pánico que afectó a las regiones industriales de los Estados libres, pero no a los Estados esclavistas rurales. Por ello, mucha gente de los Estados esclavistas tenían la impresión de que los Estados libres eran económicamente débiles, y los Estados esclavistas económicamente fuertes. Podía argüirse que los Estados esclavistas se beneficiarían y fortalecerían abandonando la Unión.
En realidad, éste fue un lamentable error de cálculo por parte de los extremistas de los Estados esclavistas, pues, pese a algunos ataques de indigestión, la rápida industrialización de los Estados libres estaba aumentando su fuerza tremendamente, mientras que la esclavitud, que mantenía el carácter rural de los Estados esclavistas, también los mantenía en la pobreza.
Con cada año que pasaba, los Estados esclavistas se sumergían más profundamente en deudas con los industriales de los Estados libres y una proporción cada vez mayor de la población de blancos libres de los Estados esclavistas se empobrecía. Pero aunque sólo una pequeña parte de los blancos de los Estados esclavistas eran suficientemente ricos como para tener esclavos, los blancos que no poseían esclavos también estaban ardientemente decididos a conservar la institución, quizá porque la población negra esclava hacía sentirse al «blanco pobre» un miembro de una raza «superior», pese a su extrema pobreza y su total ignorancia.
Estas observaciones no son sólo una visión retrospectiva. A mediados de 1S57, Hinton Rowan Helper (nacido en Davis County, Carolina del Norte, el 27 de diciembre de 1829) publicó La inminente crisis del Sur: cómo hacerle frente. En este libro, Helper reprobaba la esclavitud no por razones morales ni por consideración alguna a la penosa situación de los negros (pues era totalmente antinegro), sino porque hacía padecer a los blancos; la esclavitud, sostenía, empobrece a la población no esclava y frena el desarrollo económico de los Estados esclavistas, debilitándolos más y más cada año. Para rematar su argumentación usó el censo de 1850 y demostró que probaba su tesis completamente.
Los Estados esclavistas prefirieron abordar el problema negándose a admitir que existiese. Se hizo burla del libro de Helper, se le censuró y se le prohibió. Él mismo tuvo que mudarse a Nueva York; habría sido peligroso para él permanecer en cualquier Estado esclavista. Sin embargo, sus argumentos eran correctos, pese a todo, pero los hombres de los Estados esclavistas preferían creer en sus propias fantasías doradas.
Todo lo que los Estados esclavistas necesitaban para coronar sus temores y amargura crecientes era una rebelión de esclavos instigada por abolicionistas de los Estados libres. Y esto fue exactamente lo que consiguieron, o al menos así les pareció.
John Brown, el autor medio loco de la matanza de Pottawomie, tuvo una nueva idea: instigaría una rebelión de esclavos en los Estados esclavistas y crearía una región libre dominada por negros en los Apalaches meridionales. Allí podrían reunirse los esclavos que escapasen, y la región podía ser el núcleo de una posterior rebelión.
Era el plan de un loco, pero Brown, que tenía el aspecto de un profeta del Antiguo Testamento, logró obtener dinero de un grupo de abolicionistas, particularmente del filántropo Gerrit Smith (nacido en Útica, Nueva York, el 6 de marzo de 1797). Smith era un viejo abolicionista que había ayudado a formar el Partido de la Libertad, se había resistido a ser absorbido por el Partido de la Tierra Libre, menos extremista, y se había presentado, totalmente en vano, como candidato a presidente con una plataforma estrictamente abolicionista en 1848 y 1852. Conoció a Brown y lo respaldó generosamente, aunque, al parecer, sin enterarse de todos los planes revolucionarios de éste.
En el verano de 1859, Brown se estableció en una granja de Harpers Ferry, Virginia, junto al río Potomac, a unos ochenta kilómetros aguas arriba de Washington. Con él fueron veintiún hombres, entre ellos cinco negros. En Harpers Ferry había un arsenal, que Brown planeó tomar en un ataque por sorpresa. Allí obtendría armas de fuego y pólvora, y, pensó, seguramente se le unirían negros de los campos circundantes.
En la noche del 16 de octubre de 1859 Brown dio el golpe. Rodeó a unos sesenta hombres de la región para usarlos como rehenes y tomó el arsenal, matando en la acción al alcalde de la ciudad. Un hombre prudente se habría retirado a las montañas con el armamento obtenido, pero Brown, en espera de los refuerzos que él estaba seguro de que llegarían, permaneció dentro del arsenal.
Fueron enviados hombres contra él, por supuesto, y no llegaron refuerzos, ni un solo hombre. Sin embargo, Brown resistió con indomable coraje durante un día y una noche; pero en la mañana del 18 de octubre un pequeño contingente de infantería de marina irrumpió en el arsenal. Hallaron a Brown herido y a diez de sus hombres (incluidos a dos de sus hijos) muertos. Cinco hombres del grupo atacante también fueron muertos.
Brown fue llevado a juicio por traición a Virginia. Se negó a alegar demencia, se defendió con la mayor valentía y, desde luego, fue condenado, el 31 de octubre. Se le ahorcó el 2 de diciembre de 1859.
Los ciudadanos de los Estados esclavistas vieron en Brown a un mercenario de las fuerzas antiesclavistas de los Estados libres. Estaban seguros de que lo seguirían otros que no estarían satisfechos hasta que los negros se vieran forzados a rebelarse y asesinar a todos los blancos de los Estados esclavistas.
Los políticos de los Estados libres rápidamente desautorizaron a Brown, expresando horror y repulsión por sus actos, lo mismo hicieron los periódicos republicanos. Pero esta desaprobación fue considerada como mera hipocresía por los ciudadanos de los Estados esclavistas. A fin de cuentas, muchos antiesclavistas de los Estados libres expresaban abiertamente su creencia de que John Brown era un mártir y un santo. Ésta era la opinión de dos literatos de Nueva Inglaterra: Ralph Waldo Emerson (nacido en Boston, Massachusetts, el 25 de mayo de 1803) y Henry David Thoreau (nacido en Concord, Massachusetts, el 12 de julio de 1817)[31].
No es sorprendente, pues, que, con cada mes que pasaba, los ciudadanos de los Estados esclavistas se volvieran más intransigentes, más susceptibles y menos dispuestos a ceder en cualquier punto. Durante dos meses paralizaron las actuaciones de la Cámara de Representantes negándose a permitir la elección de John Sherman, de Ohio (nacido en Lancaster, Ohio, el 10 de mayo de 1823), para el cargo de presidente de la Cámara, por la única razón de que había aprobado el libro de Helper. Luego obtuvo el cargo un republicano conservador de Nueva Jersey.
En Mississippi hubo resoluciones exigiendo la revocación de las leyes que prohibían el comercio de esclavos, tratando, de este modo, de suprimir la única regla humanitaria que aun los Estados esclavizados habían aceptado hasta entonces. En Georgia se prohibió hacer testamentos liberando esclavos después de la muerte del propietario, y se aprobaron leyes que permitían vender como esclavo a cualquier negro libre condenado por vagancia (condena que cualquier jurado blanco concedería si alguien la pedía).
Mientras tanto, Abraham Lincoln se marchó al Este. A los pocos meses, los republicanos se reunirían para elegir un candidato presidencial, y Lincoln no sabía si presentarse o no como candidato. Por ello decidió hacerse ver en el Este y luego adoptar una actitud sobre la base de cómo fuese recibido por los republicanos allí. En cuanto a los republicanos del Este, estaban ansiosos de conocer al abogado occidental que tan bien se había desempeñado contra el temible Douglas.
El 27 de febrero de 1860 Lincoln dio una charla en la Cooper Union de la ciudad de Nueva York ante el público más importante que se había reunido nunca para oírlo. Hizo todo lo posible para no despertar la ira de nadie. Se manifestó contra la «soberanía ilegal», contra la expansión de la esclavitud, pero también contra los extremos de algunos antiesclavistas y se pronunció en contra de llevar el enfrentamiento entre las partes de la nación hasta el punto de que se rompiese la Unión.
En conjunto, fue un discurso magistral, que impresionó a su público sin enemistarlo con nadie. Gustó a los republicanos del Este, y Lincoln volvió a Illinois dispuesto a presentarse como candidato a la presidencia.
Mientras tanto, aunque las nubes de la esclavitud que ahora se cernían sobre la nación eran negras como el carbón y amenazaban con el rayo, Estados Unidos seguía creciendo extraordinariamente.
En 1860 la población era de 31.443.321, una vez y media la de Gran Bretaña y dos quintos de la población de la enorme Rusia. Los inmigrantes seguían afluyendo a Estados Unidos. En la década anterior, más de cuatrocientos mil habían llegado de Gran Bretaña y más de novecientos mil de Irlanda. Había cuatro millones de extranjeros en los Estados Unidos, casi todos ellos en los Estados libres.
En 1856, Gail Borden (nacido en Norwich, Nueva York, el 9 de noviembre de 1801) patentó un proceso para elaborar leche condensada, un producto fácilmente transportable, que no se echaba a perder y pronto sería usado en las fuerzas armadas. También en 1856 se organizó la Western Union Telegraph Company.
En 1858 se comenzó en Nueva York la catedral de San Patricio, el primer edificio católico de la nación. El mismo año, George Mortimer Pullman (nacido en Chautauqua County, Nueva York, el 3 de marzo de 1831) inventó un coche-cama, algo sumamente útil en una nación cuyos ferrocarriles tenían una extensión que se acercaba a los cincuenta mil kilómetros; algunos viajes duraban varios días.
Nuevas máquinas agrícolas se inventaban casi cada mes, mientras se hacían nuevos descubrimientos de oro en California. En la primavera de 1859 se descubrió en Nevada el filón de Comstock —el primer gran depósito de plata hallado en Estados Unidos—, lo cual provocó otra avalancha al Oeste.
El 27 de agosto de 1859, Edmoin Laurentine Drake (nacido en Greenville, Nueva York, el 29 de marzo de 1819) fue el primero en hacer excavaciones en busca de petróleo, cerca de Titusville, a unos ciento treinta kilómetros al norte de Pittsburgh. Éste fue el comienzo de la moderna industria del petróleo. En 1860, Estados Unidos extraía quinientos mil barriles de petróleo al año. Pero el principal uso del petróleo en aquellos días era como fuente de queroseno para lámparas.
La elección decisiva
El 23 de abril de 1860, la Convención Nacional Demócrata se reunió en Charleston, Carolina del Sur, una elección de lugar poco afortunada, pues la colocó en el corazón y el alma de los sentimientos secesionistas. Los hombres de los Estados esclavistas, al sentir el apoyo de la población circundante, no podían por menos de ser inflexibles.
Stephen Douglas había trabajado duramente para presentarse como el candidato natural de los demócratas; apoyó la «soberanía ilegal», abogó por el acatamiento a las decisiones del Tribunal Supremo, defendió la Ley del Esclavo Fugitivo y hasta aprobó la adquisición de Cuba.
Pero los extremistas de los Estados esclavistas ya no querían saber nada de Douglas. Su apoyo a la decisión sobre Dred Scott no era total, en vista de su «Doctrina de Freeport», y se había puesto contra la Constitución de Lecompton cuando llegó el momento decisivo.
Los ciudadanos de los Estados esclavistas pusieron a prueba a Douglas exigiendo que la plataforma incluyese un punto por el cual el gobierno federal debía proteger categóricamente la esclavitud en los territorios, en vez de ser un arbitro imparcial. No querían que los habitantes de un territorio tuviesen esclavos ilegalmente, como Douglas había dicho que podían hacerlo en su Doctrina de Freeport. Querían más Buchanans que impusiesen más Constituciones de Lecompton.
Los adeptos de Douglas no podían aceptar ese punto adicional, por lo que los delegados de ocho Estados esclavistas abandonaron la convención. Los restantes delegados trataron de hallar una mayoría de dos tercios para Douglas (o para cualquiera) y no pudieron. El 3 de mayo, después de cincuenta y siete votaciones inútiles, la convención se suspendió en una profunda depresión.
El 18 de junio de 1860 la convención se reunió nuevamente en el sitio más habitual de Baltimore. Después de nuevos abandonos de Estados esclavistas, Douglas finalmente fue elegido candidato. Se hizo un intento de hacer aparecer como nacional la candidatura buscando a un ciudadano de los Estados esclavistas como candidato a la vicepresidencia. El primero elegido, de Alabama, renunció, y finalmente la convención acordó elegir a Herschel Vespasian Johnson (nacido en Burke County, Georgia, el 18 de septiembre de 1812), quien había sido gobernador de Georgia de 1853 a 1857.
Los delegados de los Estados esclavistas que habían abandonado la convención de Charleston se reunieron separadamente en Richmond, Virginia, el 11 de junio, y luego en Baltimore el 28 de junio. Como candidato a presidente eligieron a Breckenridge, de Kentucky, que a la sazón era vicepresidente bajo Buchanan. Buscaron a alguien de un Estado libre como candidato a vicepresidente y eligieron al senador Joseph Lane, de Oregón (nacido en Buncombe County, Carolina del Norte, el 14 de diciembre de 1801), que había sido oficial en la Guerra Mexicana y había luchado con particular distinción en Buena Vista. Pero Lañe en realidad fue un residente en los Estados esclavistas durante la mayor parte de su vida.
Entre tanto, el 9 de mayo de 1860, los restos de quienes no eran demócratas ni republicanos, sino que se consideraban whigs o no-sé-nada, se reunieron en Baltimore y adoptaron el nombre de Partido de la Unión Constitucional. Para candidato a presidente eligieron al senador John Bell, de Tennessee (nacido cerca de Nashville, Tennessee, el 15 de febrero de 1797), quien, aunque era un gran propietario de esclavos, era también un vigoroso partidario de la Unión y muy moderado en sus ideas. Como candidato a vicepresidente eligieron a Edward Everett, de Massachusetts (nacido en Dorchester, Massachusetts, el 11 de abril de 1794). Everett había sucedido a Webster como secretario de Estado bajo Fillmore; había estado en el Senado durante un año, pero se vio obligado a renunciar porque era demasiado suave en la cuestión de la esclavitud para la antiesclavista Massachusetts.
Quedaba el Partido Republicano, que rompió el precedente realizando su convención en lo que por entonces era el Lejano Oeste, Chicago, el 16 de mayo de 1860. Seward era la principal personalidad del Partido, pero se había hecho de muchos enemigos y su posición con respecto a la esclavitud era suficientemente extremista como para hacerle perder los votos de los moderados. La elección de Chicago favoreció al republicano de Illinois Abraham Lincoln; se pensó que era el más moderado y menos ofensivo de los dos. Su discurso en la Cooper Union, fresco en la mente de muchos hombres del Este, había parecido sensato y frío.
Así, aunque Seward estuvo a la cabeza de los candidatos en las dos primeras votaciones, Lincoln obtuvo la mayoría en la tercera, convirtiéndose en el segundo candidato del partido para la presidencia. Las convenciones de los otros tres partidos habían elegido a un miembro de los Estados libres para la presidencia y a otro de los Estados esclavistas para la vicepresidencia o a la inversa, pero el Partido Republicano no pudo alcanzar tal equilibrio. En ninguna pudo hallarse a un hombre de los Estados esclavistas que quisiera presentarse como republicano. La candidatura a la vicepresidencia recayó en el senador Hannibal Hamlin, de Maine (nacido en Paris Hill, Maine, el 27 de agosto de 1809), quien era aún más radicalmente antiesclavista que Lincoln.
La plataforma del Partido Republicano incluía muchos otros temas, además del de la esclavitud, pues los republicanos pensaban con razón que no debían constituir un partido de un solo tema. Apoyaban las mejoras internas y la extensión de los ferrocarriles, estimulaban la inmigración y proponían aranceles más elevados, además de las habituales medidas antiesclavistas.
En la campaña siguiente, sólo Lincoln tenía probabilidades claras de ganar, pues lo que era habitualmente el voto demócrata estaba dividido en tres sectores.
Para impedir tal victoria republicana, varios Estados esclavistas anunciaron que se separarían si Lincoln ganaba las elecciones. La estrategia consistía en disuadir a la mayor cantidad de gente posible a que votase por él, de modo que nadie obtuviese la mayoría en el colegio electoral. Esto obligaría a efectuar la elección por la Cámara de Representantes, la cual, aunque republicana, muy probablemente terminaría por llegar a un compromiso y elegir a Douglas. En tal caso, la crisis podía ser pospuesta por cuatro años más.
Indudablemente, también, muchos extremistas de los Estados esclavistas, cansados de las postergaciones que sólo empeoraban la situación, esperaban que Lincoln ganase.
El 6 de noviembre de 1860 se realizaron las elecciones y, sin duda, ningún candidato recibió la mayoría del voto popular. Lincoln obtuvo 1.866.000 votos, más que cualquier otro, pero sólo el 40 por 100 de los votos. Douglas, con 1.382.000, obtuvo el 30 por 100. Seguía Breckenridge, con 848.000 (el 18 por 100), y luego Bell, con 593.000 (el 12 por 100), resultado sorprendentemente respetable, lo cual indicaba que muchos ciudadanos de los Estados esclavistas no deseaban llegar a extremos.
Los quince Estados esclavistas practicantes no dieron votos republicanos y sus votos se dividieron entre los tres candidatos antirrepublicanos. Los votos relativamente escasos de Breckenridge estuvieron suficientemente concentrados en los diversos Estados esclavistas como para ganar en no menos de once de ellos, para un colegio electoral de 72. Bell ganó en tres (Virginia, Kentucky y Tennessee) de 39 votos electorales. El pobre Douglas ganó en el restante Estado esclavista (Missouri), más tres votos electorales de Nueva Jersey, con un total de 12.
Pero Lincoln ganó en los dieciocho Estados libres (menos tres de los votos electorales de Nueva Jersey), con un total de 180 votos electorales. Era una clara mayoría electoral: 180 para Lincoln contra 123 de toda la oposición sumada.
Aunque sólo se hubiese presentado Douglas y los votos populares para Breckenridge y Bell se hubiesen sumado a los suyos, aunque hubiese obtenido una mayoría del 60 por 100, tantos de los votos habrían provenido de los Estados esclavistas que Lincoln habría triunfado en quince de los Estados libres y habría ganado las elecciones por 169 votos electorales contra 134.
Lincoln, pues, era claramente el vencedor.
Secesión
Los Estados esclavistas ahora tenían que decidirse. Se trataba de ofrecer resistencia ahora o, quizá, callar para siempre. La crisis era seria.
Medio siglo antes habían perdido la Cámara de Representantes ante los cada vez más populosos Estados libres. Habían perdido el Senado ante los Estados libres con el Compromiso de 1850. Ahora habían perdido la presidencia; y esto significaba que perderían también el Tribunal Supremo, pues era seguro que el nuevo presidente antiesclavista sólo nombraría jueces antiesclavistas cuando se presentase la ocasión.
Para algunos, quizá las elecciones no habían sido tan desastrosas. A fin de cuentas, Lincoln había nacido en un Estado esclavista y se había declarado a favor de la adaptación regional y contra la intervención con respecto a la esclavitud en los Estados en que ya estaba establecida. Pero se oponía inflexiblemente a que la esclavitud se siguiera expandiendo.
La forma de las elecciones habían puesto en claro para los Estados esclavistas que en la Unión, tal como se hallaba constituida por entonces, sólo serían votados en lo sucesivo presidentes antiesclavistas. Puesto que el número de Estados libres seguía aumentando y como la población de los Estados libres seguía dejando atrás a la de los Estados esclavistas, esa situación sólo se afianzaría con el tiempo. Los Estados esclavistas estarían condenados a la posición de una perpetua minoría sujeta al constante ataque de la creciente agitación antiesclavista efectuada por la arrogante mayoría de los Estados libres.
A los ciudadanos de Carolina del Sur, en particular, les parecía que había llegado el momento de la secesión. Recordaron el anterior interludio secesionista de la época de Andrew Jackson como un período heroico. Habían esperado un cuarto de siglo desde entonces y no esperarían más. No tenía sentido esperar a la investidura ni esperar para ver qué haría Lincoln. Había llegado el momento y debía ser aprovechado.
El gobernador Gist, de Carolina del Sur, había dicho que emprendería la acción inmediatamente si Lincoln era elegido, y lo hizo. Tan pronto como llegaron noticias de la victoria republicana, se convocó una convención del Estado para considerar la secesión. El 17 de diciembre de 1860 se reunió la convención en la capital del Estado, Columbia, y parecía haber pocas dudas sobre lo que decidirían hacer los 170 delegados.
Mientras tanto, Buchanan era aún presidente, y lo seguiría siendo hasta el 4 de marzo. Fue entonces cuando su incapacidad se mostró en su forma más siniestra; y fue por entonces cuando ese período de cuatro meses entre las elecciones y la investidura fue más peligroso.
En esta crisis, Buchanan fue absolutamente incapaz de tomar medidas vigorosas y enérgicas. (¡Lo que la nación se habría ahorrado si en ese momento hubiera estado Andrew Jackson en la presidencia un solo mes!). El 3 de diciembre de 1860, en su mensaje anual al Congreso, dijo que ningún Estado tenía derecho a separarse, pero tampoco el gobierno federal tenía poder alguno para impedir la secesión. Esta estúpida actitud fue una invitación abierta a los Estados esclavistas a que se separasen, en la seguridad de que Buchanan no haría nada para impedirlo.
Sin duda, se levantaron voces en los Estados esclavistas contra la secesión. Una de ellas fue la del congresista Alexander Hamilton Stephens, de Georgia (nacido en Taliaferro County, Georgia, el 11 de febrero de 1812). Fue siempre un moderado, y uno de los pocos ciudadanos importantes de los Estados esclavistas que se opusieron a la guerra con México. Stephens suplicó a los Estados esclavistas que permaneciesen dentro de la Unión. Otro vigoroso antisecesionista de los Estados esclavistas fue el viejo Sam Houston, de Texas, quien, a los sesenta y siete años, era nuevamente gobernador del Estado, después de estar trece años en el Senado.
El más importante de los movimientos contra la secesión en los Estados esclavistas fue el iniciado por el senador John Jordán Crittenden, de Kentucky (nacido cerca de Versailles, Kentucky, el 10 de septiembre de 1787). La vida de Crittenden había comenzado justamente una semana antes de que la Constitución fuese completada y firmada, y ahora luchó desesperadamente para salvar la Unión que esta Constitución había creado.
El 18 de diciembre de 1860 propuso lo que se llamó el «Compromiso de Crittenden», en un intento de detener a Carolina del Sur antes de que fuese demasiado lejos.
Crittenden siempre había sustentado una posición tibia hacia la esclavitud. Se había opuesto a la Guerra Mexicana y a la Ley sobre Kansas y Nebraska, y había apoyado a Bell en las elecciones recientes. Ahora sugirió que la vieja línea de 36° 30’ del Compromiso de Missouri fuese revivida y extendida a la frontera californiana, asegurando así a los Estados esclavistas miembros adicionales, y que los Estados libres garantizasen que la esclavitud no sería alterada en ningún Estado en el que estuviese establecida. También propuso un compromiso sobre la Ley del Esclavo Fugitivo por el cual, si los esclavos fugitivos no eran devueltos, el gobierno federal daría una compensación monetaria a los propietarios, es decir, en esencia, un sistema para comprar la libertad de los esclavos.
Los congresistas de los Estados que habían votado por Bell apoyaron el Compromiso de Crittenden, pero Lincoln hizo saber que no podía aceptar ningún compromiso que permitiese la extensión de la esclavitud a nuevos Estados, y los republicanos lo apoyaron en esto. La Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, votaron contra el compromiso el 14 de enero de 1861, por 113 votos contra 80, y luego el Senado lo rechazó por un voto. El Compromiso de Crittenden había fracasado.
Pero aunque los republicanos hubiesen aceptado el Compromiso desde el comienzo, era dudoso que se hubiese podido detener a Carolina del Sur. Todo el Estado estaba poseído por una exaltación que no cedería ante la razón. El 20 de diciembre de 1860, dos días después de ser propuesto el compromiso, la convención de Carolina del Sur, por decisión unánime, declaró disueltos los lazos que la unían a los Estados restantes. Se había separado de la Unión.
Los ciudadanos de Carolina del Sur tampoco temían las consecuencias. Podría parecer temerario que un Estado se enfrentase con la Unión, pero Carolina del Sur no esperaba estar sola. Aunque los otros Estados esclavistas no se separasen inmediatamente, ciertamente lo harían si Estados Unidos hacía algún intento de enviar ejércitos a través del territorio de los Estados esclavistas para someter a Carolina del Sur.
Y si los Estados esclavistas se separaban todos juntos y se mantenían unidos, los extremistas creían muy discutible que lo que restase de la Unión se atreviese a ir a la guerra.
Los quince Estados esclavistas tenían una superficie total de 2.320.000 kilómetros cuadrados, y los 18 Estados libres de 2.140.000. Más aún, los Estados esclavistas formaban un sólido bloque, mientras que los Estados libres de California y Oregón, que abarcaban un tercio de la superficie total de los Estados libres, estaban separados del resto por más de mil seiscientos kilómetros de desiertos escasamente poblados e infestados de indios.
Sin duda, los Estados libres eran más populosos y tenían una base industrial más fuerte, pero esto no tenía importancia para los extremistas de los Estados esclavistas. Aún no se había librado ninguna gran guerra en la era industrial, y la influencia de la nueva economía sobre los asuntos militares era desconocida.
Lo que esos extremistas veían era que la población rural de los Estados esclavistas estaba habituada a la vida al aire libre, a los caballos y las armas; tenían buenos generales, soldados que luchaban con fiereza y los más osados jinetes del mundo. Frente a ellos, ¿qué podían presentar los Estados libres como no fuesen tenderos y obreros fabriles? Además, los Estados esclavistas estaban seguros de que Gran Bretaña y Francia acudirían en su ayuda por el algodón que estas naciones necesitaban para sus fábricas.
La confianza de Carolina del Sur en los otros Estados esclavistas pronto pareció justificada. Varios de ellos rápidamente emprendieron la acción al recibir las noticias de la secesión de Carolina del Sur.
El 9 de enero de 1861, una convención estatal convocada por Mississippi votó la secesión por 84 a 15; al día siguiente, una convención de Florida votó la secesión por 62 a 7; un día después, una convención de Alabama votó la secesión por 61 a 39. El 19 de enero fue el turno de Georgia, que la votó por 208 a 89; el 26 de enero, Luisiana la votó por 113 a 17, y el 1 de febrero Texas, por 166 a 7.
En el lapso de seis semanas, siete de los Estados esclavistas se habían separado de la Unión. Quedaban cinco semanas para la investidura de Lincoln, y Buchanan, que aún era el presidente, estaba paralizado y no hacía nada.
En ninguno de esos Estados, dicho sea de paso, se sometió a votación popular el asunto de la secesión antes de tomar la decisión. Sólo en uno, Texas, se llamó a una votación después de la decisión. Allí, el gobernador Houston defendió valientemente el mantenimiento de la Unión. La votación, efectuada el 23 de febrero de 1861, con cuarenta y seis mil electores, dio un resultado de tres a uno a favor de la secesión. Houston se negó a aceptar el resultado y a admitir la nueva situación, por lo que fue depuesto y pasó los años últimos de su vida en el retiro.
Indudablemente, una votación popular, considerando el ardor y los sentimientos de la época, habría dado un resultado vigorosamente favorable a la secesión en cada uno de los siete Estados. Pero el hecho de que no se sacase ventaja de tal votación parecería indicar que la aristocracia esclavista sentía un automático desprecio por los principios democráticos. No se le ocurrió, al parecer, que tal votación era necesaria, aunque tal medida indudablemente habría fortalecido su causa.
Los Estados Confederados de América
Buchanan fue tan pusilánime en oponerse en los detalles a la secesión como lo había sido en enfrentarse con su declaración. En todos los Estados separados había fuertes y arsenales dispersos de la Unión, bajo el mando de oficiales del ejército de la Unión. Los Estados separados se adueñaron de estos puestos que se hallaban dentro de sus fronteras en rápida sucesión, con escasa o ninguna resistencia de los militares y sin despertar al letárgico Buchanan, quien al parecer temía que cualquier acción enérgica empujase a la secesión a los ocho Estados esclavistas que aún permanecían en la Unión.
Sólo un fuerte se resistió: Fort Sumter, en Carolina del Sur (así llamado en homenaje a Thomas Sumter, nacido en Virginia, quien comandó las tropas de Carolina del Sur durante la Guerra Revolucionaria). El 26 de diciembre de 1860, seis días después de la secesión de Carolina del Sur, el comandante Roben Anderson (nacido cerca de Louisville, Kentucky, el 14 de junio de 1805), al no hallar respuesta sus pedidos de refuerzos, sondeó correctamente la situación y concentró a sus hombres en una isla fortificada del puerto de Charleston que era fácil de defender y, con apoyo adecuado, podía ser mantenida indefinidamente. Pero la isla se hallaba bien en el interior del puerto; ciudadanos de Carolina del Sur resueltos podían impedir la entrada de refuerzos si colocaban apropiadamente la artillería.
Carolina del Sur pidió a Anderson la rendición de Fort Sumter, pero Anderson se negó justamente a hacerlo sin órdenes. Entonces los hombres de Carolina del Sur enviaron comisionados a Washington para transmitir su exigencia al presidente. Buchanan convino en recibir a los emisarios y discutir la cuestión, pero logró hallar el coraje necesario para negarse a sacar las tropas del fuerte.
El 9 de enero de 1861 Buchanan ordenó a un barco mercante desarmado, el Star of the West, llevar refuerzos y provisiones a Fort Sumter. El hecho de que fuese un barco mercante desarmado, y no un barco de guerra, tenía la finalidad de evitar provocar a los ciudadanos de Carolina del Sur.
Pero eso no sirvió de nada. Los cañones de los de Carolina del Sur dispararon sobre el barco que se aproximaba; no pudo entrar en el puerto y tuvo que retornar a Nueva York. Éste fue el fin del intento de Buchanan de hacer algo, pero dejó a las fuerzas federales de Fort Sumter ante la perspectiva de tener que rendirse por hambre.
Aunque los siete Estados que se habían separado en teoría habían reafirmado su derecho a ser naciones soberanas e independientes, no intentaron llevar su existencia independientemente unos de otros. Era claro que no podían realmente estar seguros de si actuaban de acuerdo con sus propias afirmaciones, y así, después de abandonar una unión de Estados, procedieron a crear otra más de su gusto.
El 4 de febrero de 1861 delegados de los siete Estados separados se reunieron en Montgomery, la capital de Alabama, y allí procedieron a elaborar una constitución para los «Estados Confederados de América». (Los Estados sólo estaban «confederados», lo cual implicaba una asociación voluntaria de miembros iguales, y no «unidos», que suponía una fusión y una pérdida de soberanía.)
Sólo necesitaron cuatro días para elaborar la nueva constitución, pues no era una gran tarea. En general, se adoptó la Constitución de los Estados Unidos con unas pocas diferencias importantes. Los Estados se reservaban una parte mayor de derechos y el gobierno central era significativamente más débil, pues era incapaz, por ejemplo, de aprobar aranceles protectores o de asignar fondos a mejoras internas. No había tribunal supremo y la legislatura estaba formada por una sola cámara. El presidente recibía un solo mandato de seis años y no podía ser reelegido. Los miembros del gabinete podían participar en la legislatura. Extrañamente, no se otorgó a los nuevos Estados ningún derecho a separarse del nuevo gobierno.
Naturalmente, la Constitución Confederada mencionaba específicamente la esclavitud (lo que la Constitución americana no hacía) y garantizaba cuidadosamente la permanencia de la institución. Sin embargo, también prohibía el comercio de esclavos con África, en vista de la decisión británica de suprimirlo; los Estados Confederados sabían que dependerían de la ayuda británica para su supervivencia.
El 8 de febrero fue anunciada la constitución, que había sido adoptada en un debate secreto. Al día siguiente, la convención, que se convirtió en el Congreso Confederado hasta que se realizasen elecciones formales, eligió a Jefferson Davis, de Mississippi, como presidente de los Estados Confederados y a Alexander Hamilton Stephens como vicepresidente. El 18 de febrero ambos fueron investidos en Montgomery.
Pero en esos primeros días de 1861 el movimiento secesionista tuvo algunos reveses. El 9 de febrero, en el Estado esclavista de Tennessee, se hizo un referéndum público para establecer si debía convocarse una convención para considerar la secesión, y el resultado fue de 68.000 votos negativos contra 59.000 a favor. El 13 de febrero se reunió una convención en Richmond, Virginia, y también allí la secesión fue rechazada.
Estados Unidos hasta ganó un nuevo Estado, Kansas. Después del rechazo de la Constitución de Lecompton, el péndulo se había inclinado cada vez más a favor de los colonos de los Estados libres. El 4 de octubre de 1860 se sometió a votación una constitución creando un Estado libre (elaborada en una convención reunida en Wyandotte, ciudad situada inmediatamente del otro lado del río con respecto a la ciudad de Kansas, en Missouri) y fue aprobada por 10.400 votos contra 5.500. Al retirarse del Congreso muchos miembros de los Estados esclavistas a causa de la secesión, ya no hubo ningún problema en aceptar a Kansas como Estado libre. El 29 de enero de 1861 Kansas fue oficialmente admitido en la Unión, bajo la constitución de Wyandotte, como trigesimocuarto Estado y decimonoveno Estado libre.
Durante la primavera de 1861, los Estados Confederados permanecieron confiados. Hasta había razones para pensar que no habría guerra. Ciertamente, no había razón para que los Estados Confederados fuesen a la guerra; ya tenían lo que deseaban, la independencia. Si iba a haber guerra, ello dependía de la iniciativa de Estados Unidos.
Y si había guerra, los Estados Confederados podían permanecer a la defensiva y luchar meramente para lograr un empate. A fin de cuentas, no buscaban conquistas; sólo querían que se les dejase en paz. En cambio, la Unión, para ganar, tenía que invadir y ocupar un vasto territorio y someter a una población hostil.
Muchos, en la Unión, comprendieron esto y previeron el desequilibrio del esfuerzo que se necesitaría. Algunos abolicionistas idealistas eran renuentes a derramar la sangre que costaría hacer volver a los Estados separados e instaron a que se les dejase marchar en paz. Algunos hasta pensaron que la secesión era un alivio. Otros pensaban que la secesión era el preludio a un desmembramiento general de la nación. Así, el alcalde de la ciudad de Nueva York, Fernando Wood (nacido en Filadelfia, Pensilvania, el 14 de junio de 1812), sugirió el 6 de enero de 1861 que, en caso de guerra, la ciudad de Nueva York se separaría y se declararía neutral.
En los Estados esclavistas que aún no se habían separado, muchos pensaban que era una oportunidad para imponer un compromiso que pusiese fin a la inseguridad de los Estados esclavistas de una vez por todas. La Unión, consciente de que no podía obligar a volver a los Estados separados, tendría que atraérselos aceptando tal compromiso.
Una convención patrocinada por Virginia se reunió en Washington el 4 de febrero de 1861 para elaborar el compromiso. El ex presidente Tyler, ahora en sus setenta y un años, presidió una asamblea de 133 delegados de veintiún Estados, que se reunieron a puertas cerradas y, en dos semanas, prepararon siete enmiendas constitucionales destinadas a satisfacer a los Estados esclavistas.
La enmienda fundamental era que el Congreso jamás podría intervenir en un Estado con respecto al problema de la esclavitud. Más aún, el país nunca podría modificar esta condición mediante ulteriores enmiendas a la Constitución. Estas diversas enmiendas fueron rápidamente aprobadas por un Congreso acosado, y parecía haber considerables probabilidades de que los Estados aceptarían esas enmiendas y que los Estados esclavistas tendrían una garantía de hierro.
Pero el plan no tuvo éxito. Ahora que los Estados Confederados eran independientes y tenían su propio gobierno, no estaban dispuestos a escuchar zalamerías: no se reincorporarían a la Unión en ninguna condición, sino sólo por la violencia manifiesta.
Pero los Estados secesionistas subestimaron a la Unión y la devoción de su pueblo. Sobre todo, subestimaron la calma resolución de Abraham Lincoln. Éste estaba dispuesto a darles todo lo que quisieran, siempre que no hubiese una ulterior extensión de la esclavitud a otras partes; pero no les permitiría en absoluto abandonar la Unión. Habría violencia.