Hace 10.000 años, la forma física del mundo era muy similar a la que tiene hoy. Los perfiles de los continentes eran, a grandes rasgos, los que conocemos, y las principales barreras y canales de comunicación naturales han sido constantes desde entonces. En comparación con la agitación de los cientos de milenios que precedieron al final del último período glacial, el clima ha sido también, desde esta época, estable; a partir de ahora, el historiador solo ha de tener en cuenta sus fluctuaciones a corto plazo. Ante el mundo se extendía una era (en la que aún vivimos) en que la mayor parte de los cambios iban a deberse al hombre.
La civilización es uno de los grandes factores que aceleran estos cambios. Según un historiador, esta comenzó al menos siete veces, con lo que quiso decir que cabe distinguir al menos siete ocasiones en las que una mezcla determinada de destrezas humanas y hechos naturales se unieron, haciendo posible un nuevo orden de vida basado en la explotación de la naturaleza. Aunque todos estos comienzos ocurrieron en un lapso de 3.000 años aproximadamente —apenas un momento, en comparación con la inmensa escala de la prehistoria—, no fueron simultáneos ni tuvieron idéntico éxito. Muy diferentes entre sí, algunos de ellos siguieron adelante hasta obtener logros duraderos, mientras que otros declinaron o desaparecieron, incluso después de florecimientos espectaculares. Pero todos ellos supusieron un aumento asombroso de la proporción y la escala de los cambios en comparación con cualquiera de los avances obtenidos en épocas anteriores.
Algunas de estas primeras civilizaciones siguen constituyendo auténticos cimientos de nuestro propio mundo. Otras, por el contrario, ejercen actualmente poca o ninguna influencia, salvo quizá en nuestras imaginaciones y emociones cuando contemplamos sus reliquias, que son lo único que nos queda de ellas. Sin embargo, todas juntas determinaron gran parte del mapa cultural del mundo hasta nuestros días gracias al poder de las tradiciones que se derivaron de ellas, aun cuando sus logros en cuanto a ideas, organización social o tecnología hayan caído hace tiempo en el olvido. La fundación de las primeras civilizaciones tuvo lugar aproximadamente entre el 3500 y el 500 a.C., y sirve para establecer la primera de las principales divisiones cronológicas de la historia universal.