Capítulo 16

En la periferia de la red informática nidu, Brian esperaba una señal. No esperaba solo.

—Han saltado al espacion, ya sabes —dijo Andrea Hayter-Ross, flotando junto a Brian y sentada en aquella maldita mesa de jardín suya.

—Lo sé —respondió Brian—. Estoy mejorando en esto de «estar en múltiples sitios a la vez».

—Buen chico. Estás progresando en tu curva de aprendizaje de nuevo.

—Gracias, abuelita —dijo Brian.

—Y simpático, además. Tal como me gustan mis muchachos. Y bien, ¿te gusta estar en la cima de la historia?

—No. Odio la espera. Quiero que empiece ya.

—Paciencia, Brian —dijo Hayter-Ross—. No tardará mucho ya. Narf-win-Getag va directamente en su lanzadera hacia la fehenjuni… eso es la corte imperial, ya sabes.

—Lo sé.

—Pues claro que lo sabes. Narf-win-Getag ni siquiera ha dejado a Creek y Robin que eligieran ropa adecuada, de la prisa que tiene. La ropa lo estará esperando en la fehenjuni.

—¿Puedes reprochárselo? —preguntó Brian—. Se ha pasado décadas planeando y conspirando. Ahora piensa que está a menos de una hora de conseguir su premio. Cuando estás preparado para tu futuro, quieres que suceda lo antes posible. Ese tipo es un gilipollas, pero comprendo su punto de vista en este tema.

—Bueno, ambos viviréis en el futuro muy pronto —dijo Hayter-Ross—. Mientras tanto, Brian, siéntate y toma conmigo una taza de té.

—El té no existe, ¿sabes? Y además, lo odio.

—Muchacho tonto —repuso Hayter-Ross, y le sirvió una taza de todas formas—. Ya sé que el té no existe. Y a estas alturas ya deberías saber que el hecho de que yo te ofrezca té no significa que no puedas cambiarlo por lo que quieras cuando te lo bebas.

—Nunca se me había ocurrido.

—Lo sé —dijo Hayter-Ross, acercándole la taza—. Pero vas a tener que acostumbrarte a pensar en las cosas de una manera completamente nueva. Éste es un lugar tan bueno como cualquier otro para empezar.

∗ ∗ ∗

—Guau —dijo Robin Baker, a su pesar—. ¿Has visto alguna vez una sala como ésta?

—Una vez —contestó Creek—. En Jerusalén. La Cúpula de la Roca. Pero ésta es mucho más grande.

Los dos se hallaban en el centro del Gran Salón del Fehen, en sí mismo el corazón del inmenso complejo conocido por fehenjuni, la Sede del fehen. El Gran Salón era del tamaño de un estadio de fútbol, y rematado por una cúpula semiesférica construida de gigantescas placas curvas de joyas reforzadas. Esmeraldas y rubíes, zafiros y turmalina, ópalos y granates se empleaban como vidrieras para formar escenas de la historia y la mitología nidu. Creek no tenía ninguna duda de que Narf-win-Getag retiraría una de las historias representadas en la cúpula para colocar la suya, de modo que resplandeciera con la luz del sol de Nidu. En el centro de la cúpula habían colocado un diamante artificial del tamaño de un bebé elefante, para que el corte de sus facetas proyectara la luz del sol directamente sobre el centro de la sala, en un estrado que solía albergar el trono del fehen, pero que hoy contenía el altar donde Robin Baker derramaría su sangre.

Robin y Creek no estaban solos en el Gran Salón. Ni siquiera eran los únicos humanos: gracias a un acuerdo ya antiguo, dos representantes de LegaCen estaban presentes para seguir el funcionamiento del ordenador durante la ceremonia y para enfocar los proyectores del ordenador, que crearían ciertas imágenes durante la ceremonia. Alrededor de ellos, y de Creek y Robin, los burócratas nidu corrían de un lado a otro, preparando la sala e ignorando a los humanos como cabía esperar de los nidu en la sala más importante de su planeta. Al lado del altar caminaba un sacerdote nidu, repasando mentalmente la ceremonia e intentando no escandalizarse porque una humana fuera a ser sacrificada esta vez… y que no le permitieran sacrificarla por completo.

En cuestión de minutos, las ciclópeas puertas al fondo del salón se abrirían de par en par, permitiendo entrar a los invitados y observadores oficiales. Entre ellos se contaban miembros de alto rango de más de doscientos mundos, y miembros de rango medio del resto, así como representantes de rango bajo de la CC… un reflejo de su posición de Nidu en la jerarquía de mundos de la CC.

Por cuestiones de estatus, el presidente Webster, de la Tierra, tendría que haber sido quien asistiera a la ceremonia. Por desgracia, existía el inconveniente de que coincidía con la visita de Estado largamente planeada de la presidenta de Vhrugy, uno de los mundos más importantes de la CC. Y por eso Webster no podía estar presente. En esas circunstancias, el secretario de Estado Heffer era un sustituto razonable. Había cierta ironía, por tanto, en el hecho de que el súbito empeoramiento de las relaciones entre la Tierra y Nidu hubiera causado que la presidenta de Vhrugy cancelara su visita. Técnicamente, el presidente estaba libre para asistir a la coronación. Desde un punto de vista práctico, sin embargo, su mundo tenía la mirada puesta en los lanzadores de dos bombas cascaplanetas. Y por eso, una vez más, no tenía mucho sentido que estuviera allí.

Poco después de que los invitados terminaran de instalarse, Narf-win-Getag entraría en el Gran Salón, subiría al estrado y realizaría una serie de rituales que anunciarían su intención de ocupar el trono de Nidu. Estos preliminares no se requerían estrictamente para la ascensión al trono, pero eran tradicionales, y daban a la ceremonia un bonito toque.

Después de los preliminares vendrían las partes requeridas, que habían sido creadas por los auf-Getag después de que el clan ascendiera al trono. Muchos clanes que habían ascendido previamente al trono habían cargado sus ceremonias de coronación de tantos actos y detalles que todos, menos los candidatos más atentos, corrían el riesgo de meter la pata y descalificarse a sí mismos y a su clan, lanzando a Nidu, una vez más, a las puertas de la guerra civil.

Al contrario que estos clanes, los auf-Getag optaron por simplificar sus rituales: un escáner del cerebro de la oveja a sacrificar y el subsiguiente sacrificio de sangre, seguido de dos preguntas realizadas por la red informática nidu: «¿Qué clan trae el sacrificio?», y «¿Cuál es la petición del clan del sacrificio?». Las respuestas obligadas para estas preguntas eran, respectivamente: «El clan auf-Getag» y «Dame el control de la red».

Los auf-Getag se sentían cómodos con una ceremonia tan corta y basada tan sólo en la red de ordenadores y en la oveja. Quien controlara la red controlaba todos los aspectos del gobierno nidu. Era todo lo que había que decir al respecto: cuando se asignaba este tipo de poder extremo, era difícil oponerse a él. En cuanto a la oveja, la red de ordenadores podía determinar rápidamente la genética del sacrificio de sangre para asegurarse de que fuera de la raza Sueño del Androide; el escáner cerebral determinaba que el animal estaba vivo y calibraba su capacidad mental.

Esto último era la clave. En un pequeño pero importante detalle, las preguntas formuladas en la ceremonia se hacían técnicamente al animal sacrificado, pero en el caso de que el sacrificio no pudiera responder a las preguntas (que era siempre), éstas podían ser respondidas por un miembro del clan que poseyera legalmente al animal sacrificado.

Funcionaba a la perfección para los auf-Getaf, ya que el animal sacrificado, siendo una oveja, no podía hablar (confirmado por el escáner cerebral), y en cualquier caso moría durante la ceremonia. Las preguntas siempre recaían en un miembro del clan que poseía la oveja. Según la ley nidu, el único clan que podía poseer legalmente las ovejas Sueño del Androide era el clan auf-Getag. Aunque un miembro de otro clan consiguiera una oveja Sueño del Androide viva, las preguntas no podían ser respondidas por el ladrón de la oveja, ya que su clan, de hecho, no era dueño de la oveja.

Este pequeño detalle de la ceremonia de coronación era el secreto más férreamente guardado del clan auf-Getag, conocido solamente por sus miembros de más alto rango. En esta categoría se incluía Hubu-auf-Getag, que asistiría hoy a la ceremonia y que esperaba llevarla a cabo después de que el intento de Narf-win-Getag fracasara. En ese momento esperaba mandar ejecutar a Narf-win-Getag por traición, allí mismo, en las antiguas y carísimas alfombras del Gran Salón, delante del público formado por visitantes de cientos de mundos. Luego se encargaría de los capitanes de los destructores Glar. Y entonces, por pura diversión, diezmaría al clan win-Getag, ejecutando al azar a un miembro de cada diez. Eso sería el fin de cualquier idea de levantamiento por parte de otro clan durante mucho tiempo.

Por muy buen guardado que estuviera el secreto, no se había originado dentro del clan auf-Getag. Más bien, les fue sugerido, junto con un puñado de otras cosas no relacionadas con el funcionamiento y la optimización, por un grupo de consejeros de LegaCen, el contratista que construyó la nueva red de ordenadores nidu. Los auf-Getag, encantados con lo retorcido de la idea y animados por el sólido pacto de no divulgación de LegaCen, lo aceptaron. Ahora, décadas más tarde, no tenían ni idea de que el secreto procedía de fuera de su clan. Los miembros simplemente lo habían olvidado.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó Creek a Robin.

—Tengo ganas de vomitar.

—Ahí tienes un recipiente —dijo Creek, señalando el bebedero en el altar donde correría la sangre de Robin.

—No me tientes —replicó Robin—. Además, esto duele una barbaridad.

Robin alzó la muñeca, donde le habían colocado una pequeña vía médica. En el momento adecuado de la ceremonia abrirían la vía y medio litro de sangre de Robin caería en el bebedero.

—Te garantizo que duele menos que la alternativa.

—Todo esto es tan irreal, Harry. Quiero despertarme en mi cama de mierda en mi pequeño apartamento de mierda y tomar mi desayuno de mierda y luego ir a trabajar y limpiar la mierda de las jaulas de mis roedores.

—Pronto, Robin. ¿Recuerdas todo lo que se supone que tienes que hacer?

—Lo recuerdo —dijo Robin, y volvió a alzar la muñeca—. Algunas partes son más difíciles de olvidar que otras.

—Lo harás bien. Recuerda que yo estaré en primera fila.

—¿Dónde estará Takk? —preguntó Robin. Takk y ella se habían hecho muy amigos durante el viaje a Nidu.

—Estará conmigo.

Robin se echó a reír.

—Mala noticia para todo el que tenga que estar detrás de él.

Las puertas al fondo de la sala se abrieron. El público empezó a entrar.

—Allá vamos —dijo Creek, y se volvió hacia Robin—. Sé fuerte, Robin. Casi se ha terminado.

Robin se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.

—Gracias, Harry. Por todo. Y no importa lo que dijera antes, eres una cita divertida.

—Gracias.

—Sin embargo, la próxima vez, vayamos al cine.

Robin regresó al altar. Creek bajó hacia el público para reunirse con Ben Javna y Jim Heffer.

Los encontró casi al fondo. Javna se acercó y lo agarró por el brazo a modo de saludo. Creek dio un respingo.

—Lo siento, Harry —dijo Javna—. Pero maldición, me alegro de verte vivo, chico. Aunque por tu aspecto, ha estado cerca.

—Gracias, Ben —respondió Creek—. Es bueno estar vivo, cerca o no. —Miró a Heffer, que estaba junto a Javna—. Secretario Heffer.

—Señor Creek —saludó Heffer—. Me alegro de conocerlo por fin. Primer ministro Creek, debería decir. Nos hemos enterado de su ascenso.

—Eso me lo debes —dijo Javna—. Es un buen trabajo.

—Sí, pero mira lo que he tenido que hacer para conseguirlo —contestó Creek.

—Si esta coronación sale mal, no es probable que lo conserve mucho tiempo —dijo Heffer—. Narf-win-Getag ha estado jugando con todo el mundo. Nos ha embaucado a todos. La victoria legal de Ben es lo único que nos ha salido bien. Tengo la impresión de que al final de esta ceremonia, Ben, usted y yo acabaremos camino de un campo de prisioneros de guerra.

—Y sin embargo, ha venido usted hasta aquí —dijo Creek.

—La esperanza es lo último que se pierde —respondió Heffer—. Y todavía no estamos en guerra. Somos diplomáticos, Harry. Tal vez haya otra salida.

—Tal vez —reconoció Creek. Alguien le dio un golpecito a Heffer en el hombro, y el secretario se volvió para saludar y se despidió con un gesto de Creek y Javna.

—¿Bien? —preguntó Javna, después de que Heffer se hubiera marchado—. ¿Qué está pasando?

—¿A qué te refieres?

—Tú estás aquí. Ella está aquí. No te he dicho que dejaras de esconderte todavía, y no eres tan estúpido ni tan lerdo para que te pillen. Así que estás planeando algo. Y he oído decir que estás aquí porque hiciste algún tipo de trato con Narf-win-Getag.

—No es lo que crees.

—Menos mal —dijo Javna—. Porque no tengo ni idea de qué pensar ahora mismo. Espero que en algún momento consigas sacarnos a todos las castañas del fuego. Y tal vez consigas convencer al viejo Narf de que escoja a alguien que no sea demasiado déspota para gobernar la Tierra.

—Conozco a una persona que ya no va a hacerlo —respondió Creek, y le contó a Javna lo de Jean Schroeder.

—Estrangulado por un nidu en la llanura de Pajmhi —dijo Javna cuando Creek terminó—. Puede que haya formas más irónicamente poéticas para que ese cabrón la palmara, pero ahora mismo no se me ocurre ninguna.

Sonaron unas trompetas que indicaron al público que ocupara sus asientos.

—Llegó la hora del dolor —comentó Javna.

—Escucha, Ben —dijo Creek, acercándose—. Va a pasar algo en la ceremonia, algo para lo que no te he preparado. Algo que se remonta a nuestro pasado. No tengo tiempo de contártelo ahora. Lo sabrás cuando lo veas. Cuando suceda, intenta no odiarme demasiado.

Javna miró a Creek.

—Harry, sea lo que sea, si consigue que todos salgamos de ésta con la piel intacta, me vale. No te preocupes. Eres como un hermano para mí. Lo sabes.

—Recuerda esas palabras, Ben. Recuerda que las has dicho.

Takk se acercó a Creek.

—Es hora de ocupar nuestros puestos.

—Santo Dios —dijo Javna, mirando a Takk.

—Hola —saludó el nagch.

—Cuando estemos en el campo de prisioneros, vas a tener unas cuantas historias interesantes que contarme, Harry —dijo Javna—. Eso seguro.

—¿De qué está hablando? —preguntó Takk.

—Te lo contaré luego. Venga, vámonos.

Los dos se abrieron paso entre la multitud hasta sus puestos asignados. Takk creaba una ondulante ola de espacio libre con su corpachón y Creek seguía su estela.

∗ ∗ ∗

Sonaron las trompetas. Las puertas del Gran Salón se abrieron una vez más. Y Narf-win-Getag las atravesó, vistiendo la capa y el manto de su clan.

Narf-win-Getag no apresuró su entrada: caminó despacio y con tranquilidad, directamente por el centro del pasillo creado mediante los cordones de seguridad y los cuatro mil invitados y dignatarios. Narf-win-Getag reconoció a muchos, debido a décadas de trabajo en el núcleo diplomático nidu. Sus ojos buscaron y encontraron a Jim Heffer y Ben Javna: los saludó al pasar y sonrió al recordar que los había engañado como a un par de escolares. Con Schroeder eliminado del mapa, Narf-win-Getag era libre para escoger a un administrador nidu para la Tierra, y estaba considerando vender el cargo al mayor postor. Alguien pagaría generosamente por gobernar un planeta entero, aunque fuera un estercolero como la Tierra.

Al frente de la multitud, Narf-win-Getag divisó a Hubu-auf-Getag a un lado, con una falange de miembros del clan auf-Getag, y a Harry Creek y a Takk al otro. Ni Hubu-auf-Getag ni Harry Creek le parecieron especialmente temerosos en sus expresiones, aunque en el caso de Creek podía deberse simplemente a que Narf-win-Getag, incluso después de todo el tiempo que había pasado en la Tierra, aún tenía problemas con algunas de las expresiones humanas más sutiles. En realidad no importaba. Se encargaría muy pronto de Hubu-auf-Getag y su clan, y en cuanto a Creek, Takk y Robin, ya había tomado medidas para encargarse de esa «nación». Vivirían, pero nunca saldrían de Nidu. A Narf-win-Getag no le parecía especialmente mal violar el acuerdo de cancelar la guerra con Robin: había cumplido con creces los otros tres. Sobre todo, el último.

Narf-win-Getag ascendió al estrado y, como era tradición, recitó diecisiete estrofas del Revinu, el poema épico tradicional de la especie nidu. No importaba qué diecisiete estrofas fueran, simplemente importaba el número, pues cada estrofa representaba a los diecisiete clanes originales de Nidu, uno de los cuales era el win-Getag. Luego siguió la Bendición del Cuchillo, la Oración a los Antepasados del Clan, cubrir con sal el Altar, recitar el Salmo de los Perdonados y finalmente la Segunda Bendición del Cuchillo, que transformaba simbólicamente el arma en un instrumento de paz, un mensaje un poco a lo de convertir «espadas en arados» que, como su equivalente humano, solía olvidarse antes de que se apagara el último eco de las palabras.

Llegó el momento de la ceremonia real, y Narf-win-Getag descubrió que le gustaba la idea de pronunciar las palabras en una ceremonia formulada por el clan auf-Getag: en su boca, sería como repudiar su gobierno y redimir el cargo de fehen. O eso fantaseaba Narf-win-Getag mientras Robin, la mujer oveja, permitía que el sacerdote le colocara torpemente en la cabeza el aparato para hacer el escáner cerebral. Una vez terminado eso, extendió un brazo para permitir que el sacerdote le abriera la vía; su sangre cayó al bebedero y pasó ante los sensores que examinaban su ADN para encontrar los segmentos mágicos que confirmarían su identidad como oveja Sueño del Androide, el tipo adecuado de oveja. El hecho de que él, Narf-win-Getag, la proporcionara cuando el clan auf-Getag no había podido era una grave afrenta, e implicaba un mayor rechazo.

Desde lejanos huecos del Gran Salón destellaron los proyectores, anunciando la aceptación del ADN Sueño del Androide con bengalas y hermosos juegos de luz y color, con la intención de envolver al aspirante a fehen en un halo de beatífica luminiscencia. Todo el altar brillaba como bronce pulido iluminado por el rayo de un faro, aumentando la luz que se filtraba a través del diamante del techo.

A algunos observadores les pareció que la luz se concentraba más en Robin que en Narf-win-Getag, pero era probable que fuera debido a una combinación de la túnica blanca que vestía Robin, junto con alguna confusión por parte de los ordenadores respecto a cuál de las altas criaturas del altar iluminar (el ordenador sabía bien que no debía iluminar al sacerdote). Desde luego, Narf-win-Getag no notó que estuviera compartiendo su luminosidad. Desde respiraderos discretamente ocultos, el olor de la fehensul, la flor de los fehens, se expandió por la sala, su dulzura astringente era la más sagrada palabra en el lenguaje de olores de los nidu.

El espectáculo de luces terminó y la luz se convirtió en una bola que se colocó entre el altar y el público. El sistema de audio entró en marcha e hizo que el sonido surgiera de la bola, un sonido que acabó por convertirse en una voz.

—¿Qué clan trae el sacrificio? —preguntó en un nidu majestuosamente entonado.

Narf-win-Getag dio un paso al frente e inspiró hondo para pronunciar el nombre del clan win-Getag, y así despejar para siempre del aire la vergüenza que el clan auf-Getag había traído al cargo de fehen.

—¡El clan Baker! —declaró una voz fina, aguda, nerviosa, cargada de acento pero en un nidu perfectamente aceptable.

Narf-win-Getag se tragó su declaración y miró a Robin Baker, un poco sorprendido al advertir que ella todavía estaba en el estrado junto a él. Narf-win-Getag se la quedó mirando, decidió que había cambiado de opinión y que decididamente no iba a dejarla vivir después de todo, e inspiró de nuevo para mencionar a su clan.

—¿Cuál es la petición del clan del sacrificio? —preguntó la grave y sonora voz del ordenador.

—¡Dame el control de la red! —declaró Robin Baker, de nuevo en nidu—. ¡Y dale a Brian Javna acceso completo!

∗ ∗ ∗

—Ooops, ése soy yo —dijo Brian, y se levantó de la mesa, dejando su cerveza—. Gracias por la bebida, Andrea.

—No hay de qué —respondió Andrea Hayter-Ross, y lo saludó con la mano—. Vuelve cuando quieras.

Brian se dirigió a una portezuela abierta en la red informática nidu, que le exigió que se identificara.

—Soy Brian Javna. Creo que has oído hablar de mí.

Una parte automática de Brian lo tradujo en algo que la red nidu pudiera comprender, validar, verificar y aceptar. Y entonces, tal como se había solicitado, le dio acceso completo.

Brian fue golpeado por cuarenta trillones de vatios de pura comprensión.

Es difícil de describir para alguien que no sea un ordenador sentiente. Pero imagina que eres una lombriz, y de pronto eres Goethe. Tal cual. Brian experimentó un aumento brutal de conocimiento, poder, intuición, y capacidad que no tenía igual en ningún ser sentiente de ningún lugar ni ningún momento de la historia de la Confederación Común. No tuvo simplemente acceso al sistema de ordenadores nidu, que era, gracias a su dominio orwelliano de los recovecos más diminutos de la vida gubernamental nidu, el sistema informático más complejo jamás diseñado. Se convirtió en el sistema informático nidu, recorriéndolo a la velocidad de la luz y sintiendo alegremente que su poder e información se volvían suyos. No había ninguna palabra para describir lo que Brian estaba sintiendo, así que creó una.

«Inforgasmo».

«Oh, chaval —pensó Brian—. Esto es el tipo de cosa que te matará si lo haces más de una vez». Brian saboreó la sensación durante unos cuantos ciclos más, y entonces hizo lo que había ido a hacer.

Sobrevolando Nidu y la Tierra, los capitanes y las tripulaciones de seis destructores Glar se sorprendieron al descubrir que, de repente, les despojaban del control de sus naves, y que otro ser las dirigía.

Por todo el espacio nidu, todas las naves perdieron sus armas ofensivas y defensivas. Los soldados nidu perdieron el control de sus coches, sus aviones, sus rifles y armas. Los vehículos en uso se detuvieron o aterrizaron a la primera oportunidad segura.

En todos los planetas de la CC donde los nidu tenían embajadas, los funcionarios del cuerpo diplomático golpearon sus ordenadores llenos de frustración cuando las pantallas se quedaron en blanco y los informes, solicitudes y comunicaciones se detuvieron. En el espacio nidu, todo el trabajo gubernamental no relacionado con mantener con vida a la gente se detuvo del mismo modo. Los colegios nidu fueron interrumpidos. Los niños nidu casi estallaron de alegría.

Todo esto sucedió en el tiempo que se tarda en tomar aliento.

—Dios, qué divertido —dijo Brian, y se dispuso a hacer una aparición muy especial.

Desde su puesto de observación fuera del sistema nidu, Andrea Hayter-Ross vio cómo la red tomaba una forma y una configuración que reflejaban a Brian. No había ninguna duda de que era él.

—Me acuerdo de cuando sólo era un IBM —dijo Hayter-Ross, y dio un sorbito a su té.

∗ ∗ ∗

La flor de luz entre el altar y el público se estiró, se retorció, y tomó forma.

—Oh, Dios mío —dijo Ben Javna—. Es Brian.

Brian se volvió hacia Robin y le habló en inglés, lo suficientemente alto para que todo el público lo oyera.

—Está hecho —dijo—. La red informática nidu es tuya y espera tus órdenes. Ahora eres fehen de Nidu, Robin Baker.

El Gran Salón estalló. Por una vez, casi no fue lo bastante grande para contener la conmoción.

∗ ∗ ∗

—Gracias, Brian —dijo Robin en medio del caos—. Encantada de conocerte.

—Igualmente —respondió Brian.

—¿Fehen? —gritó Narf-win-Getag—. ¡Yo soy el fehen!

—No, no lo es —dijo Brian, volviéndose hacia Narf-win-Getag—. Porque yo soy la red de ordenadores nidu y usted, señor, no es mi jefe.

Narf-win-Getag olvidó cualquier apariencia de amabilidad y se abalanzó contra Robin Baker. Desde su lejana posición en el público, Takk intentó inútilmente detenerlo. Pero fue Brian quien bloqueó a Narf-win-Getag: activó el audio direccional del Gran Salón para enviar una descarga de ciento ochenta decibelios directamente contra la cabeza del nidu. Narf-win-Getag cayó al suelo gritando de dolor. Takk llegó al altar, agarró al nidu caído y lo sacó a rastras del estrado. El Gran Salón volvió a rugir.

—Brian —dijo Creek en tono de voz normal, puesto que sabía que Brian podía escucharlo—. Por favor, amplifica mi voz para que todo el mundo pueda oírme.

—Ya estás conectado. —Creek oyó a Brian como si estuviera en su oído—. Pero no cantes. Ya están bastante asustadas.

—Damas y caballeros —dijo Creek, y pudo oír los susurros de su voz al ser transmitida al público en su propio idioma a través del audio direccional—. Por favor, cálmense. Por favor, cálmense. Habrá explicaciones.

Poco a poco, el ruido de la multitud se acalló, y Creek se colocó delante del altar.

—Me llamo Harry Creek. El nagch que pisa a Narf-win-Getag es Takk. La mujer del estrado es Robin Baker. Somos la nación de Robin Baker, reconocida por la Confederación Común. Y ella es ahora fehen de los nidu, según permiten las leyes del propio Nidu.

La multitud volvió a estallar. Harry se dispuso a silenciarlos una vez más.

Hubu-auf-Getag avanzó de entre la falange de los miembros de su clan.

—Yo soy Hubu-auf-Getag, el verdadero fehen de Nidu —dijo en inglés a la multitud y a Creek—. Esta mujer no puede ser fehen de Nidu. Entre otras cosas, porque no es nidu.

—Según sus leyes y los procedimientos de la coronación que su propio clan estableció, no tiene que serlo —respondió Creek—. Su ceremonia de coronación exige solamente una oveja Sueño del Androide. Robin Baker tiene ese ADN.

—Si tiene el ADN Sueño del Androide, entonces según la ley Nidu es propiedad del clan auf-Getag —dijo Hubu-auf-Getag—. Y un miembro de ese clan debe ser fehen.

—En este caso, la ley nidu queda supeditada a la ley de la Confederación Común, que declaró que Robin Baker es una nueva especie de ser sentiente y su propia nación bajo la ley de la Confederación Común —replicó Creek—. Como miembro de la Confederación Común, Nidu está obligado a respetar su soberanía y no puede reclamar ninguna propiedad sobre ella. Usted lo sabe, puesto que fue el litigio de su propio gobierno lo que hizo que la CC legislara a su favor.

—Un litigio cuya idea surgió de Narf-win-Getag —dijo Hubu-auf-Getag, contemplando al embajador caído, a quien Takk pisaba la espalda.

—Que era en ese momento un representante de su gobierno —contestó Creek—. Y lo sigue siendo, supongo.

—Ya no —dijo Robin, y se volvió hacia Narf-win-Getag—. Queda despedido.

—Despido anotado —comentó Brian.

—¡Esto es una invasión! —dijo Hubu-auf-Getag, intentando una nueva táctica—. Ustedes nos han atacado y han tomado el control de nuestra red de manera ilegal.

—No es una invasión —repuso Creek—. Fuimos transportados hasta aquí por un embajador nidu en una nave nidu y participamos por invitación en la ceremonia de coronación.

Narf-win-Getag habló desde el suelo.

—¡Bajo engaños! —jadeó, ya que el pie de Takk limitaba su capacidad pulmonar.

—El embajador se equivoca —dijo Creek—. Cuando una cañonera nidu atacó a una nave civil de las NUT que nos transportaba a la señorita Baker y a mí, los marines nidu que la abordaron dijeron claramente al capitán de la nave que Nidu había declarado la guerra a Robin Baker. Como recientemente me recalcó su embajador, Nidu superaba a la nación de la señorita Baker en una proporción de tres mil millones a uno. Una declaración de guerra a una sola persona (aunque sea una nación en sí misma) parece excesiva. Según las leyes de la Confederación Común, la señorita Baker, como nación soberana, tiene el derecho de defenderse contra un agresor.

Esto último causó murmullos en el público. Hubu-auf-Getag se volvió a mirar y comprendió el estado de ánimo de la sala. Luego se volvió hacia Creek.

—Hablemos usted y yo sin que la multitud nos escuche, por favor —dijo. Creek asintió e hizo que Brian cortara su amplificación. La multitud gimió irritada, pero permaneció en calma.

—Aunque todo lo que dice sea cierto —repuso Hubu-auf-Getag—, está la cuestión de los tres mil millones contra uno. Los nidu no seguirán nunca a una mujer oveja.

Creek sonrió.

—Hubu-auf-Getag, usted más que nadie debe saber que no es necesario tener el amor de las masas, sino solamente la capacidad para controlarlas. Nosotros tenemos el control de la red de ordenadores nidu. Lo que significa que tenemos el control de su gobierno y de sus fuerzas armadas. Hasta que la reconozcan como fehen, no van a poder hacer nada.

Hubu-auf-Getag se inclinó hacia Creek.

—Su clan es pequeño. Si algo le sucediera a su supuesta fehen, sólo quedarían ustedes dos. Un clan motivado (pongamos, por ejemplo, los win-Getag), podría poner fin a su gobierno muy rápidamente.

—Oh, lo siento —dijo Brian, y se proyectó ante Hubu-auf-Getag—. He olvidado presentarme. Soy Brian Javna, y desde que la fehen me dejó entrar en su red, me he convertido en la red. Soy independiente y sentiente, y también soy miembro del clan de Robin Baker. Así que si matan ustedes a Robin y a Harry y a Takk, seguiré quedando yo. Y a mí no me pueden matar.

—No cuente con eso —dijo Hubu-auf-Getag en nidu.

—Dondequiera que vaya, allí estaré —le respondió Brian, también en nidu—. Recuerde eso cuando suba a su próximo vehículo controlado por la red, Hubu-auf-Getag.

—Lo mire como lo mire, Robin Baker tiene una reivindicación legítima al título de fehen —dijo Creek, dejando a un lado las amenazas—. Sus reglas de ascensión al trono lo permitieron. Las acciones de su gobierno lo provocaron. Los planes de su embajador lo pusieron en movimiento. Me temo que es una mala noticia para ustedes.

Hubu-auf-Getag se quedó mirando a Creek.

—¿Le gusta transmitir malas noticias?

—No me gusta. Pero es mi trabajo. Y soy bueno en ello.

—Esto no es justo —dijo Hubu-auf-Getag.

Esa acusación llamó la atención de Robin.

—¿Justo? ¿Justo? —dijo, y se abalanzó hacia Hubu-auf-Getag. Le clavó un dedo en el pecho—. Es completamente justo. Por culpa de ustedes, hay gente que ha pasado las dos últimas semanas intentando matarme o secuestrarme o sacrificarme para poder gobernar este planeta de mierda suyo. Han intentado matar a mis amigos. Están planeando atacar y ocupar mi planeta. Ésta es la única forma de impedirlo. ¿Cree que quiero gobernar su planeta? ¿Cree que me preocupa lo más mínimo lo que hagan ustedes aquí? No podría importarme menos. Todo lo que quiero es irme a casa y regresar a mi vida. Éste es el único modo que conozco de poder hacerlo.

Hubu-auf-Getag se detuvo a considerar sus palabras.

—Tal vez podamos llegar a algún acuerdo —dijo.

—Claro —respondió Robin—. Podemos empezar reconociendo por su parte que soy su fehen. Su clan creó las reglas. Yo las seguí. Soy quien manda aquí. No se moleste en intentar usar ninguno de sus electrodomésticos hasta que esté dispuesto a aceptar eso.

Hubu-auf-Getag rugió y se volvió hacia sus falanges.

—No creo que sus electrodomésticos estén conectados a la red —le dijo Creek a Robin.

—¿Qué más da? Parece que funciona.

A esas alturas, Ben Javna, había logrado situarse en primera fila de la multitud. Creek lo llamó para que se acercara.

—Traigo un mensaje de Heffer, pero primero tienes que decirme algo. Brian…

—Es realmente él, Ben —dijo Creek—. Una parte, al menos. Te lo explicaré más tarde.

—Más te vale.

—¿Qué tiene que decir Heffer?

—Quiere saber si estás dispuesto a llevar esto adelante, o si se trata de algún tipo de enorme timo.

—Oh, vamos en serio.

—Me lo temía —dijo Javna—. En ese caso, Heffer quiere hacer una oferta de alianza con tu amiga Robin. No con Nidu, sino con ella… aunque la reconoceremos como legítima gobernante de Nidu. Y además nos ofrecemos para apoyarla como miembro de la CC.

—Una nación de una sola persona en la CC —dijo Creek—. Y yo que pensaba que esto ya se había vuelto bastante raro.

—Vosotros empezasteis.

—Déjame que transmita tu oferta.

—No querría que fuera de otro modo —dijo Javna. Se volvió a mirar la imagen de Brian, que estaba hablando con Takk—. Cuando esto acabe, ¿crees que puedo hablar con él?

—Me parece que deberías hacerlo. Sé que él quiere hablar contigo.

—Santo Dios, Harry. Todo este tiempo pensé que estabas desperdiciando tu talento. Eres increíble.

—Sólo pretendo complacer —dijo Creek, y se fue a charlar con Robin.

—Las NUT quieren apoyar tu integración en la Confederación Común —le informó.

—¿La mía? ¿Se refieren a mí, personalmente?

Creek asintió.

—Cielos, Harry. Apenas soy capaz de organizarme siendo socia de un gimnasio.

—Estoy seguro de que en este club hay mejores beneficios —dijo Creek.

—Harry, no mentía antes —dijo Robin—. No quiero nada de esto. De verdad que no. Sólo quiero que tú y yo y todos los que conozco estén a salvo. Y quiero irme a casa. Eso es todo lo que quiero. Sácame de aquí, Harry.

Creek alzó la cabeza.

—Aquí viene Hubu-auf-Getag —comentó—. Veamos qué tiene que decir.

—Hipotéticamente —dijo Hubu-auf-Getag—, si aceptamos a Robin Baker como fehen, ¿qué pasaría entonces?

Creek miró a Robin, que asintió.

—Bien, entonces la señorita Baker necesitaría un gobernador —dijo—. Como sabe, ya gobierna su propio país. Cree que sería injusto para sus ciudadanos que repartiera su tiempo.

—Estoy completamente de acuerdo —respondió Hubu-auf-Getag—. Ese gobernador del que habla… ¿Cuáles serían sus poderes?

—Serían como una copia de los poderes de la mismísima fehen.

—Eso es muy interesante.

—Hay algunas limitaciones —dijo Robin.

—¿Limitaciones? —preguntó Hubu-auf-Getag.

—Pequeñas —le aseguró Creek.

—Cítelas.

—No jodan a la Tierra —dijo Robin.

—No conozco esa expresión —le dijo Hubu-auf-Getag a Creek.

—Quiere decir que la Tierra está a partir de ahora y para siempre fuera de todo tipo de maquinaciones y por parte de los nidu.

—Podría estar de acuerdo con eso.

—Y no nos jodan ni a mí ni a mis amigos.

—Igualmente, la venganza contra los miembros de la nación de la señorita Baker por parte de los nidu o cualquiera de sus agentes sería considerada una grave injusticia —dijo Creek.

—Como debe ser —respondió Hubu-auf-Getag—. De hecho, creo que un gobernador sugeriría que un tratado entre nuestras dos naciones sería beneficioso para nuestros intereses mutuos.

—Qué maravilloso —dijo Creek—. Siempre es alentador ver cómo florece la amistad entre las razas.

—¿Algo más? —preguntó Hubu-auf-Getag.

—Una cosa más —dijo Robin, y señaló a Narf-win-Getag, todavía inmovilizado bajo el pie de Takk—. Ése va a la cárcel.

—Creo que podemos hacer algo más —respondió Hubu-auf-Getag—. De hecho, la venganza entre clanes suele ser la norma en casos como éstos.

—No —dijo Robin—. No se mata a nadie, ni se castiga a nadie. Sólo a él, e irá a prisión.

—Sin duda se dará usted cuenta de que no puede haber planeado todo esto él solo.

—Creo que la señorita Baker espera que, al mostrar sensatez, pueda ayudar a que otros clanes no intenten repetir la desgraciada secuencia de acontecimientos que han conducido a esta situación.

—Comprendo su argumento. ¿Algo más?

Robin negó con la cabeza.

—Creo que es todo —dijo Creek.

—Por curiosidad, en este nuevo orden mundial, ¿existe alguna posibilidad de que un gobernador sea ascendido en algún momento?

Creek miró a Robin, que se encogió de hombros.

—Imagino que dependería de la calidad de su gobierno, y del estado de las relaciones con las NUT y la nación de Robin Baker —contestó Creek—. Si esas relaciones se mantienen en términos extremadamente amistosos, ese gobernador podría ser recompensando en diez o doce años.

—Años de la Tierra, no de Nidu —dijo Hubu-auf-Getag.

—Preferiblemente.

—Y hasta entonces, la fehen tendrá, digamos, una mano laxa en el timón del Estado.

—Liviana como una pluma. Casi no se notaría que está ahí.

—¿Y qué hay de la nueva y molesta personalidad de la red informática nidu? —preguntó Hubu-auf-Getag.

—Oh, bueno, eso se queda. Considerémoslo un seguro.

—Pero no se preocupe —intervino Brian—. Se le puede entrenar.

Creek vio que Hubu-auf-Getag era realista: ahora que estaba claro que los movimientos adecuados lo pondrían en el mismo sitio donde esperaba estar antes, con unas cuantas limitaciones menores, estaba dispuesto a subirse al carro.

—Sigue habiendo una dificultad práctica —dijo—. Los nidu somos… obstinados en muchas de nuestras opiniones sobre otras especies.

—Son ustedes racistas —dijo Creek.

Hubu-auf-Getag se irritó un segundo, luego se calmó.

—De acuerdo. Siendo el caso, ayudaría tener una explicación de por qué y cómo esta humana se ha convertido en fehen.

Una voz resonó claramente en el Gran Salón.

—¡Porque es el Cordero Evolucionado!

Todos los que se hallaban en el estrado se volvieron hacia quien había hablado. Era uno de los técnicos informáticos. El segundo técnico se levantó también.

—¿Es qué? —le preguntó Hubu-auf-Getag al técnico. Normalmente, por supuesto, habría hecho azotar al técnico por atreverse a hablar en una ceremonia como ésa. Eso no se podía hacer. Pero había un montón de cosas en la ceremonia de hoy que tampoco se podían hacer.

—Ella es el Cordero Evolucionado —repitió el técnico—. Soy Francis Hamn, obispo de la Iglesia del Cordero Evolucionado. Me acompaña Sam Berlant, también de mi iglesia. Durante décadas, nuestra confesión se ha ocupado de procurar la venida del Cordero Evolucionado, una entidad que combina las mejores cualidades de la humanidad y las cualidades pastorales del cordero. Para ayudarnos en nuestra misión, y para evitar equivocarnos al identificar al Cordero Evolucionado, creamos una prueba crisol, una prueba que sólo quien tenga las cualidades del Cordero Evolucionado sería capaz de superar. Esa prueba, Hubu-auf-Getag, fue la ceremonia de coronación de su clan. Sólo hay dos clases de personas que pueden realizarla: los miembros de su clan, y el Cordero. Y aquí está ella.

—No comprendo —dijo Hubu-auf-Getag—. Ustedes son técnicos informáticos.

—Sí —reconoció Hamn—. Técnicos informáticos que pertenecen a una iglesia. Una iglesia que a través de sus divisiones comerciales proporcionó a su clan la oveja Sueño del Androide y la red de ordenadores que ahora controla su mundo, y a través de la cual se ha mantenido el poder de su clan. Les proporcionamos los medios para gobernar. El coste fue que también era una prueba para un objetivo nuestro: la creación de una entidad profetizada por nuestros fundadores. Mírela, Hubu-auf-Getag: ella es la prueba viviente del objetivo de toda una religión.

Todo el mundo se volvió a mirar a Robin Baker.

—Oh, por el amor de Dios —exclamó Robin Baker—. ¿Cómo puedo ser divina? Me duelen los pies. Tengo gases. Necesito hacer pis.

Hubu-auf-Getag se volvió hacia Francis Hamn.

—Sea como sea, su «prueba» ha causado la pérdida del poder de mi clan.

Creek intervino.

—Al contrario, Hubu-auf-Getag. Otro clan desafió su poder y estuvo a un pelo de hacerse con el trono. Sólo el hecho de quien es y lo que es la señorita Baker, y sus acciones durante la ceremonia, impidieron que eso sucediera.

—Si ella no fuera el Cordero Evolucionado, Narf-win-Getag sería ahora fehen —dijo Hamn—. Y su clan habría sufrido. Gravemente.

—Pero ahora ella es fehen —dijo Hubu-auf-Getag.

—Y está dispuesta a entregarle casi todo sus poderes, Hubu-auf-Getag —intervino Creek—. Si yo fuera usted, le vendería la historia de la «intervención divina» a su clan y sus parientes. La vendería con verdadero afán.

—Necesito consultar con mi clan.

—Naturalmente —concedió Creek.

Hubu-auf-Getag se marchó.

—Me he dado cuenta de que no le ha mencionado a Hubu-auf-Getag que su iglesia ha manipulado los acontecimientos tanto como cualquiera en esta pequeña aventura —le dijo Creek a Hamn.

—Detalles, detalles —contestó Hamn, y miró a Robin—. Y por cierto, hay un pequeño detalle sobre nuestra iglesia que la señorita Baker necesita saber.

—¿Cuál es?

—La Iglesia del Cordero Evolucionado existe para traer al Cordero Evolucionado. El consejo director de nuestra iglesia, que Sam y yo representamos aquí, está de acuerdo por unanimidad: es usted.

—¿Y si no quiero el puesto? —preguntó Robin.

—No es un cargo —dijo Sam Berlant—. Es un estado del ser. Aunque usted no quiera serlo, seguirá siéndolo. Su llegada es increíblemente significativa para nosotros… y para todas las religiones. Es la primera vez en la historia conocida que una religión profetizada ha sido creada intencionadamente. Es usted el mayor milagro religioso en milenios, señorita Baker.

—Magnífico —rezongó Robin.

—Hay compensaciones —dijo Hamn, amablemente—. Nuestra iglesia tiene importantes posesiones materiales, inmobiliarias y comerciales. Son bien administradas por un consejo de gobierno y varios consejos de dirección, pero técnicamente todo se ha llevado en fideicomiso del Cordero Evolucionado, para cuando él o ella llegara.

Robin vaciló un segundo, y entonces alzó la mano como para hacer una pausa en la conversación.

—Así que está diciendo que soy dueña de su Iglesia.

—Bueno, no —dijo Hamn—. Sólo de todos sus activos.

—¿Y son muchos? —preguntó Robin.

—No está mal —concedió Hamn.

—¿Estamos hablando de cuánto? ¿Un millón? ¿Dos millones?

Hamn se volvió a mirar a Sam Berlant.

—Al cierre de los mercados el viernes pasado, ciento setenta y cuatro mil novecientos millones de dólares —dijo Sam.

—Ciento setenta y cuatro mil novecientos millones de dólares —repitió Robin—. Una cifra con nueve ceros detrás.

—Así es.

—Técnicamente, eso la convierte en la persona más rica de la Tierra —dijo Sam Berlant—. La familia Walton tiene más en conjunto, pero son un par de cientos de miembros.

—Siento como si me hubiera tragado una pelota de golf —comentó Robin, y se dispuso a sentarse.

Creek corrió a ayudarla.

—Tranquila, Robin. Ya diriges un planeta. Esto es sólo una pequeña bonificación.

—Harry, ¿tienes la menor idea de lo lejos que hay que estar de la realidad para describir ciento setenta y cuatro mil novecientos millones de dólares como una bonificación?

—Prométeme que me recordarás en Navidad —dijo Creek. Se sentó junto a Robin, que sonrió y le dio una palmadita en el hombro.

Hubu-auf-Getag regresó unos minutos más tarde.

—El clan auf-Getag está preparado para ofrecer su lealtad a la nueva fehen —dijo—. Nuestra influencia es tal que creemos que los otros clanes, incluyendo el win-Getag, nos seguirán.

Robin se levantó.

—Así que harán lo que yo diga.

—Sí —respondió Hubu-auf-Getag.

—De verdad.

—Puede poner a prueba nuestra lealtad como quiera.

—Brian —dijo Robin.

—Sí, fehen.

—¿Quieres informar al secretario Heffer de que la fehen solicita su presencia?

—Inmediatamente —dijo Brian. Jim Heffer llegó dos minutos más tarde.

—Me ha mandado usted llamar, fehen —dijo el secretario Heffer.

—En efecto. Mi buen amigo Hubu-auf-Getag y yo estábamos comentando la desgraciada serie de malentendidos entre Nidu y las NUT. Él y yo hemos acordado que, a la luz de los posibles daños causados entre estas grandes naciones, Nidu podría beneficiarse haciendo un gesto de buena voluntad hacia los pueblos de la Tierra y sus colonias. ¿No es así, Hubu-auf-Getag?

—Absolutamente correcto, fehen —dijo Hubu-auf-Getag.

—Me alegra oír eso —repuso Heffer—. ¿Qué tiene la fehen en mente?

—Oh, yo no. Lo que voy a decir es cosa de Hubu-auf-Getag. Secretario Heffer, ¿no hay dos destructores nidu en órbita terrestre ahora mismo?

—Creo que sí —dijo Heffer.

—He oído decir que son muy bonitos. Lo mejor de la gama y todo eso.

—Son naves excelentes.

—Bien —dijo Robin—. Hubu-auf-Getag quiere que las NUT se los queden. ¿Verdad, Hubu-auf-Getag?

Creek pasó los siguientes segundos preguntándose si una cabeza nidu podía, de hecho, explotar de ira.

—No hay nada que pudiera causarme mayor placer —dijo por fin Hubu-auf-Getag, en un tono que sugería que tenía un calambre en el estómago.

—Una noticia maravillosa —comentó Heffer—. Nuestro secretario de Defensa se sentirá inmensamente complacido. ¿Puedo transmitirle sus saludos, Hubu-auf-Getag?

—Por favor, hágalo —dijo Hubu-auf-Getag, tenso.

—Y, secretario Heffer —dijo Robin—. Puede usted también informar a su gobierno que Hubu-auf-Getag va a ser gobernador de Nidu y sus colonias. Tiene mi autoridad para actuar en mi nombre en todos los asuntos.

—Muy bien, fehen —dijo Heffer—. Mi enhorabuena, gobernador. ¿Habrá una toma de posesión?

Hubu-auf-Getag se volvió hacia Robin Baker.

—Eso debe decidirlo la fehen.

—Bueno, creo que deberíamos —repuso Robin—. ¿Digamos dentro de una hora? Después de todo, ya está aquí todo el mundo.

Robin bajó del estrado y se acercó a Narf-win-Getag, todavía tendido en el suelo.

—Y en cuanto a usted, tío mierda —dijo—. Voy a asegurarme de que tenga el mejor asiento de la sala, para poder ver cómo todo lo que siempre quiso acaba en manos de otro. A ver qué le parece eso.

∗ ∗ ∗

La ceremonia de toma de posesión del gobernador fue muy parecida a la ceremonia de coronación, con la excepción de que en vez de un sacrificio de sangre y un escáner cerebral, Robin Baker simbolizó la transferencia de poderes a Hubu-auf-Getag entregándole una simple fehensul de un ramo que llevaba en las manos. Brian utilizó la impresionante voz del ordenador nidu para anunciar que se había otorgado a Hubu-auf-Getag poder casi total sobre la red informática nidu, y entonces todos en la multitud aplaudieron de la forma adecuada según su especie y salieron a participar en todo tipo de ceremonias y fiestas antes de volver a casa.

Al cabo de un rato sólo quedaron unas pocas personas en el Gran Salón, conversando en parejas: Creek y Jim Heffer, Robin y Takk, Brian y Ben Javna, y Francis Hamn y Sam Belant, que terminaban un diagnóstico final sobre la red nidu.

Creek vio de lejos cómo Brian y Ben estaban sentados (bueno, Ben estaba sentado; Brian se proyectaba en esa postura) y volvían a familiarizarse el uno con el otro. Creek notó que Ben tenía los ojos rojos, pero en ese momento se reía de algo que su hermano le estaba contando.

—Menuda impresión —dijo Heffer—. Perder a un hermano y luego recuperarlo.

—Sí que lo es —respondió Creek—. Me preguntaba cómo se lo tomaría Ben, y si me odiaría por hacerlo. Pero necesitaba la ayuda de Brian. Sin él, nada de esto habría funcionado.

—No se quite méritos, Creek. Sin usted, estaríamos en guerra, y la habríamos perdido. Y su amiga Robin probablemente estaría ya muerta. Usted la salvó a ella y nos salvó a nosotros. No salvó el Universo, pero puede empezar a planear hacerlo para la semana que viene.

Creek sonrió.

—Me voy a tomar la semana que viene libre —dijo—. Y posiblemente, la semana siguiente también. Con su permiso.

—Tómese todo el tiempo que quiera, Creek. Pero dígame que volverá. No sé si necesitamos a más gente como usted. No creo que mi corazón pudiera soportar la tensión. Pero me alegro de tenerlo cerca. —Heffer miró el reloj y se levantó—. Tengo que recoger a Ben. Nos espera la lanzadera. ¿Cómo van a volver ustedes?

—Hamn y Berlant se han ofrecido a llevarnos a casa con el transporte de su corporación —dijo Creek—. Aunque si lo he entendido todo bien, es Robin quien les permite a ellos volver en su transporte.

—No tengan prisa por volver a casa —dijo Heffer, y extendió la mano—. Hagan unas cuantas escalas. Disfruten.

—Ya hemos tenido un crucero esta semana —respondió Creek, estrechándole la mano—. Con uno basta.

Los dos hombres se despidieron y entonces Creek se acercó a Robin y Takk.

—Takk me está hablando de su hogar —informó Robin—. Parece bonito. Lleva fuera dos años.

—Eso es mucho tiempo.

—Lo es —dijo Takk—. Pero me vuelvo a casa ya. He visto suficiente de otros mundos para una buena temporada.

—Amén a eso.

Hamn y Sam Berlant se acercaron.

—Discúlpeme, señorita Baker —dijo Hamn—. Hemos terminado aquí. Estaremos listos para partir dentro de nada. En el viaje de regreso a casa, sé que a Sam le gustaría hablar con usted sobre sus finanzas y sus nuevas responsabilidades con las empresas de nuestra iglesia.

—No esperará que dirija nada, ¿no? Apenas llevo adelante una tienda de animales. Si quieren que dirija su Iglesia, estarán todos en la cola de beneficencia al final de la semana.

—Esperábamos que dejara que la administración de la corporación continuara como hasta ahora —dijo Sam.

—Me parece bien —respondió Robin.

—Pero todavía tenemos que repasar un montón de cosas.

—Supongo que no podrán esperar unas semanas.

—La verdad es que… —empezó a decir Sam, pero Robin levantó una mano.

—El motivo por el que lo pido es que en este momento sólo quiero ser Robin Baker. No la fehen de Nidu, no el Cordero Evolucionado, ni la persona más rica de la Tierra. Ni siquiera mi propia nación. Sólo Robin Baker, que es dueña de una tiendecita de mascotas donde a estas alturas las mascotas se habrán olvidado por completo de quién soy. Sólo Robin Baker, que todo lo que quiere es irse a casa ahora mismo. Eso es todo lo que quiero ser, si no le parece mal. Sólo un poquito. Espero que comprenda.

Sam pareció a punto de negarse, pero Hamn puso una mano en el hombro de Sam.

—La comprendemos perfectamente, Robin. Nos parece bien. Vamos a preparar nuestra marcha. Vendremos a recogerla cuando estemos listos.

—Gracias —dijo Robin. Hamn y Sam Berlant se dieron media vuelta para marcharse.

—Disculpe —dijo Takk—. Dijo usted antes que era Sam Berlant.

—Lo soy.

—Tengo un mensaje para usted.

Takk sacó el libro de profecías de Archie. Sam lo cogió, se lo quedó mirando un momento, y luego miró a Takk.

—Conoció a Archie —dijo Sam.

—Era mi amigo.

Sam le indicó a Takk que los siguiera. Takk así lo hizo, dejando a Creek y Robin solos en el altar del Gran Salón.

—Así que realmente no quieres ser ninguna de las cosas en las que te has convertido —comentó Creek, mientras veían cómo Takk se marchaba con los técnicos—. No todo el mundo consigue ser su propia nación ni un icono religioso ni la mujer más rica que ha existido jamás.

—Ni una oveja —dijo Robin—. No puedes olvidar eso.

Extendió la mano para recoger su ramo de fehensul.

—Ni una oveja —reconoció Creek—. Pero con la excepción de lo de la oveja, la mayoría de la gente saltaría ante la oportunidad de ser las cosas que tú eres.

—¿Tú también?

—No. Me gusta ser yo la mayor parte de las veces. Pero sospecho que no soy como la mayoría de las personas.

—Eso ya lo sé —dijo Robin. Le tendió una flor—. Toma esto, Harry. El pago por mantenerme con vida.

—Ciento setenta y cinco mil millones de dólares y recibo una flor —contestó Creek, aceptándola.

—Es la intención lo que cuenta.

—Gracias —dijo Creek, y se la llevó a la nariz—. Huele bien.

—Sí que huele bien —coincidió Robin—. Te está hablando en el lenguaje de las flores.

—¿Qué dice?

—«No hay ningún sitio como el hogar.»

—Bonito mensaje.

—El mejor.

Creek le acercó la flor a Robin. Ella sonrió, se inclinó, e inhaló profundamente.