—¿Qué pasa? —preguntó Newt mientras miraba a Thomas y Aris—. ¿Por qué os estáis mirando como si acabarais de enamoraros?
—Él también puede hacerlo —respondió Thomas sin quitarle los ojos de encima al chico nuevo, al tiempo que veía a los demás de reojo. Aquella última afirmación de Aris le había aterrorizado; si habían matado a su compañera telepática…
—¿Qué es lo que hace? —preguntó Fritanga.
—¿Tú qué crees? —dijo Minho—. Es un bicho raro como Thomas. Pueden hablar en sus cabezas.
Newt fulminó a Thomas con la mirada.
—¿En serio?
Thomas asintió y estuvo a punto de volver a hablar a Aris en su mente, pero lo dijo en voz alta en el último segundo:
—¿Quién la mató? ¿Qué pasó?
—¿Quién ha matado a quién? —preguntó Minho—. No hagáis más vuestra clonc vudú mientras estemos por aquí.
Thomas, a quien empezaban a llorarle los ojos, dejó por fin de mirar a Aris para centrarse en Minho.
—Tenía a alguien con quien hacía esto, igual que yo antes. Digo… ahora. Pero me ha dicho que la mataron. Quiero saber quién es esa gente.
Aris había bajado la cabeza y sus ojos miraban cerca de donde estaba Thomas sentado.
—La verdad es que no sé quiénes son. Es demasiado confuso. No sé diferenciar a los buenos de los malos. Pero creo que de algún modo hicieron que aquella chica, Beth… apuñalara a… mi amiga. Se llamaba Rachel. Está muerta, tío. Está muerta.
Se cubrió la cara con ambas manos.
Thomas sintió un pinchazo casi doloroso de confusión. Todo apuntaba a que Aris venía de otra versión del Laberinto, montado en el mismo formato, salvo por la proporción de chicas con respecto a los chicos. Eso convertiría a Aris en su versión de Teresa. Y esa Beth parecía ser su versión de Gally, quien mató a Chuck. Con un cuchillo. ¿Significa eso que se suponía que Gally tenía que haber matado a Thomas?
Pero ¿por qué estaba Aris allí ahora? ¿Y dónde estaba Teresa? Cuando las cosas parecían casi encajar en su mente, se desbarataron de nuevo.
—Bueno, ¿cómo has acabado con nosotros? —preguntó Newt—. ¿Dónde están todas esas chicas de las que no dejas de hablar? ¿Cuántas escaparon contigo? ¿Os trajeron aquí a todos o sólo a ti?
Thomas no pudo evitar compadecerse de Aris al ver que le interrogaban con todas aquellas preguntas después de lo que le había sucedido. Si fuera al revés, si Thomas hubiera visto cómo mataban a Teresa… Ver cómo moría Chuck ya había sido bastante malo.
«¿Bastante malo? —pensó—. ¿O ver morir a Chuck fue peor?».
Thomas quería gritar. En aquel momento, el mundo entero apestaba.
Aris al final levantó la cabeza y se secó un par de lágrimas de las mejillas. Lo hizo sin la más mínima señal de vergüenza y Thomas de repente supo que le gustaba aquel chaval.
—Mira —dijo el chico—, estoy tan confundido como todos los demás. Sobrevivimos unos treinta, nos llevaron a aquel gimnasio, nos dieron de comer y nos lavamos. Luego me trajeron aquí ayer por la noche y me dijeron que tenía que estar separado de ellas porque soy un chico. Eso es todo. Entonces aparecisteis vosotros, palos.
—¿Palos? —repitió Minho.
Aris negó con la cabeza.
—Da igual. Ni siquiera sé lo que significa. Era una palabra que usaban cuando llegué allí.
Minho intercambió una mirada con Thomas, medio sonriendo. Al parecer ambos grupos habían inventado su propio vocabulario.
—¡Eh! —exclamó uno de los clarianos al que Thomas apenas conocía. Estaba apoyado en la pared detrás de Aris y le señaló—. ¿Qué llevas en ese lado de tu cuello? Algo negro, justo debajo de donde empieza tu camisa.
Aris intentó bajar la vista, pero no podía torcer el cuello para ver esa parte de su cuerpo.
¿Qué?
Al darse la vuelta, Thomas vio una mancha oscura justo encima del escote de su pijama. Parecía una línea gruesa, que se extendía desde su clavícula hasta la espalda. Y estaba partida, como si trazara caracteres.
—Ven, déjame echarle un vistazo —se ofreció Newt.
Se levantó de la cama para acercarse y su cojera, por algo sucedido en el pasado que nunca le reveló a Thomas, se notó más de lo habitual. Extendió los brazos y tiró de la camisa de Aris hacia abajo para ver mejor la extraña marca.
—Es un tatuaje —dijo Newt con los ojos entrecerrados porque no se podía creer lo que estaba viendo.
—¿Qué dice? —preguntó Minho, aunque ya se había levantado de la cama y se acercaba para verlo con sus propios ojos.
Al no responder Newt de inmediato, la curiosidad obligó a Thomas a ponerse de pie, y pronto estuvo junto a Minho, inclinado hacia delante para ver el tatuaje. Lo que vio allí escrito en letra de imprenta hizo que le diera un vuelco el corazón:
Propiedad de CRUEL. Grupo B, Sujeto B-1.
El compañero.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Minho.
—¿Qué pone? —preguntó Aris mientras se tocaba la piel del cuello y de los hombros y se tiraba del cuello de la camisa—. ¡Juro que no estaba ahí ayer por la noche!
Newt le repitió las palabras y luego dijo:
—¿Propiedad de CRUEL? Creía que habíamos escapado de ellos. O que tú también habías escapado. Lo que sea.
Se dio la vuelta, visiblemente frustrado, y volvió a sentarse en su cama.
—¿Y por qué te llamarían «el compañero»? —dijo Minho, que aún tenía la vista clavada en el tatuaje.
Aris negó con la cabeza.
—No tengo ni idea. Y eso no estaba ahí anoche. Me duché y me miré en el espejo. Lo hubiera visto. Y alguien seguro que lo habría notado cuando estaba en el Laberinto.
—¿Me estás diciendo que te hicieron el tatuaje en mitad de la noche? —exclamó Minho—. ¿Sin que te dieras cuenta? Venga ya, tío.
—¡Te lo juro! —insistió Aris.
Después se levantó y fue al baño, probablemente para intentar ver las palabras con sus propios ojos.
—No creo una fuca palabra de lo que dice —le susurró Minho a Thomas cuando volvió a su asiento.
Entonces, justo cuando se inclinaba para volver a dejarse caer sobre el colchón, su camisa se movió lo suficiente para revelar una gruesa línea negra en su cuello.
—¡Vaya! —dijo Thomas, que por un segundo se quedó demasiado aturdido para moverse.
—¿Qué? —preguntó Minho y miró a Thomas como si le acabara de salir una tercera oreja en la frente.
—Tu… tu cuello —por fin dijo Thomas—. ¡Tú también lo tienes!
—¿De qué coño estás hablando? —se alarmó Minho, que se estiró la camisa, con la cara arrugada, para tratar de ver algo que su vista no podía alcanzar.
Thomas se acercó a Minho, le quitó las manos de encima y retiró el cuello de la camisa.
—¡Hostia… está ahí! Es lo mismo, salvo por…
Thomas leyó las palabras para sus adentros:
Propiedad de CRUEL. Grupo A, Sujeto A-7.
El líder.
—¿Qué, tío? —le gritó Minho.
Casi todos los clarianos se habían agrupado muy pegados entre sí detrás de Thomas y se esforzaban por conseguir ver algo. Thomas enseguida leyó en voz alta las palabras tatuadas, sorprendido de hacerlo sin atrancarse.
—Me estás tomando el pelo, ¿no? —dijo Minho y se levantó. Se abrió camino entre la multitud de chicos y siguió a Aris hasta el lavabo.
Y entonces se desató la histeria. Thomas notó cómo le estiraban de la camisa y él bajó la de otros. Todos empezaron a hablar de todos los demás.
—En todos pone Grupo A.
—Propiedad de CRUEL, como en él.
—Tú eres el Sujeto A-13.
—El Sujeto A-19.
—A-3.
—A-10.
Thomas fue pasando despacio, en círculo, aturdido, mientras observaba cómo los clarianos se descubrían los tatuajes unos a otros. La mayoría no tenía designaciones adicionales como Aris y Minho, tan sólo la línea sobre la propiedad. Newt iba de chico en chico, buscándose a sí mismo, con el rostro impertérrito como si estuviera concentrándose en memorizar los nombres y los números. Entonces, por accidente, los dos se quedaron mirándose.
—¿Qué dice el mío? —preguntó Newt.
Thomas apartó el cuello de su camisa y se asomó para leer las palabras grabadas en su piel.
—Eres el Sujeto A-5 y te llaman el Pegamento.
Newt le miró, sobresaltado.
—¿El Pegamento?
Thomas le soltó la camisa y retrocedió un paso.
—Sí. Probablemente porque eres un poco como un pegamento y nos mantienes a todos unidos. No sé. Lee el mío.
—Ya lo he hecho…
Thomas advirtió la extraña expresión de Newt. Duda. O terror. Como si no quisiera decirle lo que ponía en su tatuaje.
—¿Y bien?
—Eres el Sujeto A-2 —respondió Newt y luego bajó la mirada.
—¿Y? —insistió Thomas.
Newt vaciló y después contestó sin mirarle:
—No te llama nada. Tan sólo dice… «Debe matarlo el Grupo B».