El dorso de la puerta que habían cerrado emitía un brillo verde y convertía la habitación en una terrible y escalofriante prisión. Habría llorado a mares, moqueado y gimoteado como un bebé si no le hubiera dolido tanto la cabeza. El dolor le perforaba el cráneo y tenía los ojos como si estuvieran hirviendo en lava. Pero incluso entonces, y tras pasar por todo aquello, el dolor aún más terrible de perder a Teresa le consumía. No podía quedarse allí llorando.
Perdió la noción del tiempo mientras estuvo allí tumbado. Era como si quienquiera que fuese el que estaba detrás de aquello quisiera darle la oportunidad de reflexionar sobre lo sucedido mientras esperaba el final. Sobre que el mensaje de Teresa de que confiara en ella había terminado siendo un truco cruel que tan sólo aumentaba su falsa traición.
Pasó una hora. Quizá dos o tres. Quizá sólo treinta minutos. No tenía ni idea.
Y entonces empezó el silbido.
La luz débil de la puerta resplandeciente reveló una niebla que salía de los agujeros que salpicaban las paredes metálicas delante de él. Giró la cabeza, lo que le provocó una nueva oleada de dolor en el cráneo, y vio que todas las aberturas expulsaban chorros similares de niebla. Y silbaban como un nido de víboras venenosas retorciéndose.
«¿Y ya está?», pensó.
¿Después de todo por lo que había pasado, después de todos los misterios, las luchas y los breves instantes de esperanza, iban a matarle con algún tipo de gas venenoso? Ridículo, eso era. Ridículo. Se había enfrentado a los laceradores y a los raros, había sobrevivido a un disparo y una infección. CRUEL. ¡Ellos eran los que le habían salvado! ¿Y ahora iban a matarle con un gas?
Se sentó y gritó por el dolor que le provocó. Miró a su alrededor para buscar algo que le permitiera…
Estaba cansado. Muy cansado.
Algo en su pecho iba mal. Se encontraba mal.
El gas.
Cansado. Herido. El cuerpo agotado.
Respiró el gas.
No pudo evitarlo.
Tan… cansado…
Dentro de él. Algo iba mal.
Teresa. ¿Por qué tenía que acabar así?
Cansado…
En algún lugar del límite de su conciencia, supo cuándo su cabeza golpeó contra el suelo.
Traición.
Tan…
Cansado…