Capítulo 19

Poco después de que oscureciera, Thomas oyó gritar a una chica.

Al principio, no sabía lo que estaba oyendo o si eran imaginaciones suyas. Con las fuertes pisadas secas, el roce de los fardos y los susurros de las conversaciones entre dificultosos resuellos, costaba saber de qué se trataba. Pero lo que había empezado siendo casi un zumbido dentro de su cabeza, pronto se hizo inconfundible. En alguna parte, delante de ellos, tal vez de camino a la ciudad pero más cerca, los gritos de una chica rasgaron la noche.

Los demás estaba claro que también los habían oído, puesto que no tardaron en dejar de correr. En cuanto todos hubieron recuperado el aliento, fue más fácil oír aquel sonido perturbador.

Era casi como un gato, un gato herido que gemía. El tipo de ruido que le pone a uno los pelos de punta y le induce a taparse los oídos con las manos y rezar para que cese. Había algo antinatural, algo que dejaba a Thomas helado por dentro y por fuera. La oscuridad tan sólo añadía más miedo. Fuera quien fuera la causante, no estaba aún muy cerca, pero sus ensordecedores alaridos rebotaban como ecos vivientes que intentaran sofocar sus atroces sonidos en la tierra hasta su silencio definitivo en este mundo.

—¿Sabéis a lo que me recuerda? —preguntó Minho entre susurros, con una voz que denotaba miedo.

Thomas lo sabía:

—Ben. Alby. Yo, supongo. Los gritos después de la picadura del lacerador, ¿no?

—Has dado en el clavo.

—No, no, no —protestó Fritanga—. No me digáis que van a tener a esos mamones también aquí fuera. ¡No puede ser!

Newt respondió a medio metro a la izquierda de Thomas y Aris:

—No creo. ¿Recordáis lo húmeda y pegajosa que era su piel? Se convertirían en una gran bola de polvo si rodaran por este terreno.

—Bueno —dijo Thomas—, si CRUEL puede crear laceradores, también puede inventar un montón de otros monstruos, quizás aún peores. Odio decirlo, pero aquel tipo con aspecto de rata dijo que las cosas al final se pondrían difíciles.

—Una vez más, Thomas vuelve a dar un discurso de ánimo —anunció Fritanga. Intentaba parecer jovial, pero el comentario sonó malicioso.

—Tan sólo digo las cosas como son.

Fritanga se enfurruñó.

—Lo sé. Ahora sí que la situación es un asco.

—¿Y qué hacemos? —inquirió Thomas.

—Creo que deberíamos descansar —contestó Minho—, llenarnos las panzas y beber. Después deberíamos aguantar lo máximo posible mientras el sol aún esté oculto. A lo mejor podríamos dormir un par de horas antes de que amanezca.

—¿Y qué hay del grito psicótico de la mujer de ahí fuera? —preguntó Fritanga.

—Parece que está muy ocupada con sus propios problemas.

Por algún motivo, aquella afirmación aterrorizó a Thomas. Tal vez a los demás también, porque nadie dijo ni una palabra mientras se quitaban los fardos de sus hombros, se sentaban y empezaban a comer.

—Macho, ojalá se callara.

Era la quinta vez que Aris decía aquello mientras corrían en la negrura de la más oscura de las noches. La pobre chica, en algún sitio de ahí fuera, que cada vez estaba más cerca, seguía con aquellos agudos chillidos funestos.

La comida fue sombría y tranquila. La conversación se desvió a lo que había dicho el Hombre Rata sobre las Variables, lo de que sus reacciones ante ellas eran todo lo que importaba. Sobre crear un «programa», sobre encontrar unos modelos en la «zona letal». Nadie tenía respuestas, claro, tan sólo especulaciones sin sentido. Era extraño, pensó Thomas. Ahora sabían que les estaban analizando, que tenían que pasar las pruebas de CRUEL. En cierta manera, era como si tuvieran que actuar de modo diferente por eso y, aun así, seguían avanzando, luchando, sobreviviendo hasta poder obtener la cura prometida. Y eso era lo que continuarían haciendo, Thomas estaba seguro.

Sus piernas y articulaciones habían tardado un rato en aflojarse cuando Minho volvió a poner en marcha a todo el grupo. En lo alto, la luna era una rodaja que apenas daba más luz que las estrellas; pero no hacía falta ver demasiado para correr por un terreno llano y árido. Además, a menos que fuera producto de su imaginación, ya estaban llegando a las luces de la ciudad. Ahora veía que parpadeaban, lo que significaba que seguramente fueran hogueras. Y tenía sentido, puesto que las probabilidades de tener electricidad en una tierra yerma eran más bien escasas.

No sabía cuándo había pasado con exactitud, pero de repente el conjunto de edificios hacia el que corrían pareció estar mucho más cerca. Y había muchos más de los que él o los demás habían pensado. También eran más altos, más anchos. Se extendían y organizaban en filas, a la vieja usanza. Por lo que sabían, aquel lugar pudo ser en el pasado una ciudad importante, devastada por lo que fuese que había ocurrido en aquella zona. ¿Las erupciones solares podían ocasionar tanto daño? ¿O lo había provocado otra cosa durante el periodo posterior?

Thomas empezaba a pensar que no llegarían a los primeros edificios hasta algún momento del día siguiente.

Aunque en aquel momento no les hacía falta taparse con las sábanas, Aris seguía corriendo a su lado y a Thomas le apetecía hablar:

—Cuéntame algo más de tu rollo en el Laberinto.

La respiración de Aris era regular; parecía estar en tan buena forma como Thomas.

—¿Mi rollo en el Laberinto? ¿Qué se supone que significa eso?

—Nunca llegaste a darnos detalles. ¿Cómo fue para ti? ¿Cuánto tiempo estuviste? ¿Cómo saliste?

Aris contestó por encima del suave crujido de las pisadas sobre el suelo del desierto:

—He hablado con algunos amigos tuyos y parece que todo ha sido muy parecido a vuestra experiencia. Salvo… que había chicas en vez de chicos. Algunas llevaban allí unos dos años, el resto apareció de una en una, una vez al mes. Entonces llegó Rachel y, al día siguiente, yo, en coma. Apenas me acuerdo de nada, tan sólo de aquellos últimos días locos después de que por fin me despertara.

Continuó explicando lo sucedido y la mayoría era igual que lo que habían vivido Thomas y los clarianos. Era extrañísimo, casi imposible de creer. Aris salió del coma, dijo algo sobre el Final, los muros dejaron de cerrarse por la noche, la Caja dejó de llegar, averiguaron que el Laberinto tenía un código y así hasta que escaparon. Terminó casi igual que la terrible experiencia de los clarianos, excepto por la chica de su grupo que murió. Si eran tan fuertes como Teresa, a Thomas no le sorprendía lo más mínimo.

Al final, cuando Aris y su grupo llegaron a la última cámara, una chica llamada Beth —que había desaparecido el día anterior, igual que Gally— mató a Rachel, justo antes de que entraran los rescatadores y les llevaran enseguida al gimnasio que Aris había mencionado antes. Después, los rescatadores se lo llevaron donde los clarianos finalmente le descubrieron, en la que había sido la habitación de Teresa.

Si es que eso era lo que había sucedido en realidad. ¿Quién sabía cómo funcionaban las cosas después de ver lo que podía pasar en el Precipicio y en el Trans Plano que les había llevado al túnel? Por no mencionar las ventanas tapiadas y el cambio de nombre en la puerta de Aris.

Todo eso le daba un gran dolor de cabeza.

Al intentar pensar en el Grupo B e imaginar sus papeles, se le retorcieron las ideas: a Aris y a él básicamente les habían cambiado y Aris era, en realidad, el homólogo de Teresa. El hecho de que hubieran matado a Chuck en vez de a él… que esa fuera la única diferencia importante entre los paralelismos… ¿Aquel montaje pretendía instigar ciertos conflictos o provocar reacciones para los estudios de CRUEL?

—Es todo muy raro, ¿eh? —dijo Aris después de dejar que Thomas digiriera la historia durante un rato.

—No sé qué palabra es la correcta. Pero alucino con que ambos grupos hayan pasado por estos experimentos paralelos… o controles, pruebas o lo que sea. Bueno, si están analizando nuestras reacciones, supongo que tiene sentido que las circunstancias sean similares. Aunque es extraño.

Justo cuando Thomas dejó de hablar, la chica soltó un alarido a lo lejos aún más alto que sus gritos de dolor habituales, y Thomas sintió un nuevo torrente de pavor.

—Creo que lo sé —dijo Aris tan bajito que Thomas no estaba seguro de si le había oído bien.

—¿Eh?

—Creo que sé por qué eran dos grupos. Por qué hay dos grupos.

Thomas le miró; a duras penas distinguió la sorprendente expresión de calma en su rostro.

—¿Ah, sí? ¿Por qué?

Aris aún no parecía cansado.

—Bueno, en realidad se me han ocurrido dos ideas. Una es que creo que esta gente (CRUEL, sean quienes sean) está intentando seleccionar a los mejores de ambos grupos para utilizarnos de alguna manera. Quizás incluso quieran que nos reproduzcamos o algo parecido.

—¿Qué? —Thomas estaba tan sorprendido que casi se olvidó de los gritos. No podía creer que alguien estuviera tan enfermo—. ¿Que nos reproduzcamos? ¡Vamos!

—Después de atravesar el Laberinto y de ver lo que ocurrió en aquel túnel, ¿crees que es poco probable? ¡Venga ya!

—Bien —Thomas tuvo que admitir que el muchacho tenía razón—. Vale, ¿y cuál es tu otra teoría? —mientras lo preguntaba, pudo sentir el cansancio provocado por la carrera; tenía la garganta como si alguien le hubiera echado un vaso de arena por el gaznate.

—Pues más bien lo contrario —respondió Aris—. En vez de querer supervivientes de los dos grupos, que sólo quieran que un grupo llegue al final. Así que están eliminando a chicos y chicas, o a un grupo entero. Sea como sea, es la única explicación que se me ocurre.

Thomas reflexionó durante un rato sobre lo que Aris había dicho antes de responder:

—Pero ¿qué hay de lo que dijo el Hombre Rata? ¿Que están analizando nuestras reacciones, construyendo algún tipo de programa? Quizá sea un experimento. Quizá no planeen que ninguno de nosotros sobreviva. Quizás estén estudiando nuestros cerebros, nuestras reacciones, nuestros genes y todo lo demás. Cuando todo termine, estaremos muertos y ellos tendrán un montón de informes que leer.

—Mmm —gruñó Aris mientras lo consideraba—. Puede. Sigo intentando averiguar por qué tienen un miembro del sexo opuesto en cada grupo.

—Tal vez para ver qué tipo de peleas o problemas causaría. Es una especie de situación única para estudiar las reacciones de las personas —Thomas casi quería reírse—. Me encanta cuando hablamos de esto. Es como si estuviéramos decidiendo cuándo tenemos que parar a hacer clonc.

Aris se echó a reír, una risita seca que logró que Thomas se sintiera mejor; de hecho, hizo que le gustara más el nuevo chico.

—Macho, no digas eso. Hace al menos una hora que debería haber ido al baño.

Esta vez le tocó a Thomas reírse y, justo después, como si hubiera oído a Aris pidiéndolo, Minho les gritó a todos que se detuvieran.

—Descanso para ir al baño —dijo con las manos en las caderas mientras recuperaba el aliento—. Enterrad vuestra clonc y no lo hagáis demasiado cerca. Descansaremos quince minutos y luego andaremos un rato. Pingajos, sé que no podéis mantener el ritmo de corredores como yo o Thomas.

Thomas dejó de prestar atención —no necesitaba instrucciones sobre cómo hacer sus necesidades— y se dio la vuelta para ver dónde habían parado. Respiró hondo y, cuando se relajó, sus ojos captaron algo. Había una sombra oscura a unos cien metros delante de ellos, pero no directamente en el camino de su viaje. Un cuadrado de oscuridad en contraste con el débil resplandor de la ciudad que había más allá. Resaltaba con tal claridad que no podía creer que no lo hubiera notado antes.

—¡Eh! —gritó mientras lo señalaba—. Ahí parece que hay un pequeño edificio, a tan sólo unos minutos de distancia, a la derecha. ¿Lo veis, tíos?

—Sí, lo veo —respondió Minho, que caminó hasta colocarse a su lado—. Me pregunto qué será.

Antes de que Thomas pudiera contestar, sucedieron dos cosas casi simultáneamente: primero, los gritos angustiosos de la chica misteriosa cesaron, se cortaron como si alguien hubiera cerrado una puerta. Entonces, de detrás del edificio que tenían delante, salió la figura de una chica de cabellos largos que caían como seda negra de su cabeza envuelta en sombras.