[1] Esta antítesis constituye también el fondo de las explicaciones, fundamentales desde el punto de vista arqueológico, con las que ALOIS RIEGL (Stilfragen, 1893) se opone a la teoría de Semper sobre el origen del arte a partir del espíritu de la técnica. Para GOTTFRIED SEMPER (Der Stil in den technischen und tektonischen Künsten, 1860) el arte no es más que un producto secundario de la artesanía y la síntesis de las formas decorativas que resultan de la naturaleza del material, del procedimiento de trabajarlo y de la finalidad utilitaria del objeto que se pretende producir. Riegl acentúa, por el contrario, que todo arte, incluso el decorativo, tiene un origen naturalista e imitativo, y que las formas estilizadas geométricamente no se encuentran en los comienzos de la historia del arte, sino que son un fenómeno relativamente tardío, creación de una sensibilidad artística ya muy refinada. Como resultado de sus investigaciones, Riegl contrapone a la teoría mecánica y materialista de Semper, que él califica como “traspaso del darwinismo a un campo de la vida del espíritu”, su doctrina informada por la “idea de la creación artística”, según la cual las formas artísticas no siguen simplemente los dictados de la materia y de los instrumentos, sino que son encontradas y alcanzadas precisamente en la lucha de la “intención artística” finalista (Kunstwollen) contra estas realidades materiales. Al explicar la dialéctica de lo espiritual y lo material, del contenido de expresión y del medio de expresión, de la voluntad y del soporte de esta voluntad, Riegl introduce una idea metódica de importancia decisiva para toda la teoría del arte; con ella, si no invalida la teoría de Semper, la completa de un modo esencial.
La pertenencia a uno u otro de estos dos campos divididos por su visión del mundo se manifiesta por todas partes en el pensamiento arqueológico de los diversos investigadores. ALEXANDER CONZE (Zur Geschichte der Anfänge griechischer Kunst. “Actas de la Acad. de Viena”, 1870, 1873; “Actas de la Acad. de Berlin”, 1896; Ursprung der bildenden Kunst, 1897), JULIUS LANCE (Darstellungen des Menschen in der alteren griechischen Kunst, 1899). EMMANUEL LÖWY (Die Naturwiedergabe in der älteren griechischen Kunst, 1900), WILHELM WUNDT (Elemente der Völkerpsychologie, 1912) y KARL LAMPRECHT (Bericht über den Berliner Kongress für Aesthetik und allgemeine Kunstwissenschaft, 1913) se inclinan todos, como conservadores académicos, a poner en relación la esencia y el comienzo del arte con los principios de la ornamentación geométrica y de la funcionalidad de la artesanía. Y cuando, como Löwy, o como Conze en su última época, admiten la prioridad del naturalismo, procuran limitar la importancia de esta concesión intentando mostrar que los más importantes rasgos estilísticos del arte llamado “arcaico” (frontalidad, falta de perspectiva y de espacialidad, renuncia a la formación de grupos y a la integración de los elementos figurativos) se encuentran también en los monumentos del naturalismo primitivo. ERNST GROSSE (Die Anfänge der Kunst, 1894), SALOMON REINACH (Répertoire de l’art quaternaire, 1913; La sculpiure en Europe, en “L’Anthropologie” V-VII, 1894-1896), HENRY BREUIL (La Caverne d’Altamira, 1906; L’âge des peintures d’Altamira, en “Revue Préhistorique”, 1906, I, pp. 237-249) y sus partidarios G. H. LUQUET (Les origines de l’art figuré, en “Jahrbuch f. prähist. u. ethnogr. Kunst”, 1926, páginas 1 ss.; L’Art primitif, 1930; Le réalisme dans l’art paléolithique, en “L’Anthropologie”, 1923, XXXIII, pp. 17-48), HUGO OBERMAIER (El hombre fósil, 1916; Urgeschichte der Menschheit, 1931; Altamira, 1929), HERBERT KÜHN (Kunst und Kultur der Vorzeit Europas, 1929; Die Kunst der Primitiven, 1923), v. GORDON CHILDE (Man makes Himself, 1936) reconocen, por el contrario, sin ninguna prevención la primacía del arte naturalista y subrayan precisamente en él su falta de “arcaísmo”, su tendencia hacia la absoluta naturalidad y vivacidad. <<
[2] En una situación dificilísima se encuentra ADAMA VAN SCHELTEMA (Die Kunst unserer Vorzeit, 1936), que por sus opiniones pertenece a los más atrasados arqueólogos, pero que por sus conocimientos es uno de los más competentes. <<
[3] E. B. TYLOR: Primitive Culture, 1913, I, p. 424. <<
[4] LÉVY-BRUHL: Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, 1910, pág. 42.. <<
[5] WALTER BENJAMIN: L’oeuvre d’art à l’époque de sa reproduction mécanisée, en “Zeitschr. f. Sozialforsch.” 1936, V, p. 45.. <<
[6] Para la explicación del arte paleolítico como magia, confrontar H. OBERMAIER en Reallexikon der Vorgcschichte, 1926, VII, página 145, y Altamira, pp. 19-20; H. OBERMAIER-H. KÜHN: Bushman Art. 1930, p. 57; H. KÜHN: Kunst und Kultur der Vorzeit, páginas 457-75; M. c. BURKITT; Prehistory, pp. 309-13.. <<
[7] ALFRED VIERKANDT: Die Anfänge der Kunst, en “Globus”, 1907; K. BETH: Religion und Magie, 2.ª ed., 1927. <<
[8] G. H. LUQUET: Les origines de l’art figuré, en “Ipek”, 1926. <<
[9] CARL SCHUCHHARDT: Alteuropa, 1926, p. 62. <<
[10] V. GORDON CHILDE: Man Makes Himself, p. 80. <<
[11] KARL BÜCHER: Die Entstehung der Volkswirtschaft, I, 1919, página 27. <<
[12] La contraposición entre la imagen mágica y la imagen animista del mundo en relación con el arte la ha tratado extensamente HERBERT KÜHN en su Kunst und Kultur der Vorzeit, 1929. <<
[13] H. HÖRNES-O. MENCHIN: Urgeschichte der bildenden Kunst in Europa, 3.a edición, 1925, p. 90. <<
[14] V. GORDON CHILDE: op. cit, p. 109. <<
[15] HENRI BREUIL: Stylisation des dessins à l’âge du renne, en “L’Anthropologie”, 1906, VIII, pp. 125 ss. Cf, M. C. BURKITT: The Old Stone Age, pp. 170-73. <<
[16] HEINRICH SCHURTZ: Die Anfänge des Landbesitzes, en “Zeitschr. f. Sozialwiss.”, III, 1900. <<
[17] Cf. H. OBERMAIER-H. KÜHN: Bushman Art, 1930; H. KÜHN: Die Kunst der Primitiven, 1923; HERBEKT READ: Art and Society, 1936; I. ADAM: Primitive Art, 1940. <<
[18] WILHELM HAUSENSTEIN: Bild und Gcmeinschaft, 1920; apareció primero bajo el título de Versuch einer Soziologie der bildenden Kunst, en “Arch. f. Sozialwis. u. Socialpolit.”, vol. 36. 1913. <<
[19] Cf. FR. M. HEICHELHEIM: Wirtschaftsgeschichte des Altertums, 1938, pp. 23-24. <<
[20] H. OBERMAIER: Urgeschichte der Menschheit, 1931, p. 209; M. C. BURKITT: The Old Stone Age, pp. 215-16. <<
[21] HÖRNES-MENCHIN: op. cit., p. 574. <<
[22] Ibid., p. 108. <<
[23] Ibid., p. 40. <<
[24] FR. M. HEICHELHEIM: op. cit., pp. 82-83. <<
[25] HÖRNES-MENGHIN: op. cit., p. 580. <<