En aquel momento, Thomas lo vio todo claro. Había un fanatismo en Vince que no había advertido hasta ahora. Y también estaba la manera en que el Brazo Derecho les había tratado a él y sus amigos en la furgoneta tras llevárselos como rehenes al bajar del iceberg. Por otro lado, ¿por qué tenían todos esos explosivos en vez de armas convencionales? No tenía sentido, a menos que su objetivo fuera destruir en vez de tomar el mando. El Brazo Derecho y él no compartían las mismas ideas. Quizá pensaban que sus motivos eran puros, pero Thomas empezaba a darse cuenta de que la organización tenía un propósito más oscuro.
Tenía que ir con cuidado. Lo único que importaba en aquel momento era salvar a sus amigos y encontrar y liberar a los demás que habían sido capturados.
La voz de la mujer interrumpió sus pensamientos:
—Le estás dando muchas vueltas al coco.
—Sí…, perdona. ¿Cuándo creéis que van a accionar los explosivos?
—Muy pronto, supongo. Llevan horas colocándolos. Quieren detonarlos al mismo tiempo, aunque me temo que no somos tan expertos.
—¿Qué hay de la gente que está dentro? ¿Qué pasa con los que hemos venido a rescatar?
Ambos se miraron y se encogieron de hombros.
—Vince espera sacar a todo el mundo.
—¿Espera? ¿Y eso qué significa?
—Que tiene la esperanza.
—Tengo que hablar con él.
Lo que quería en realidad era encontrar a Minho y Brenda. Con el Brazo Derecho o no, sabía lo que tenían que hacer: llegar al Laberinto y sacar a todo el mundo de allí por el Trans Plano.
La mujer señaló el agujero en el lateral del edificio.
—Justo ahí hay una zona que casi tienen controlada; seguramente le encontrarás allí. Aunque ten cuidado: CRUEL tiene guardias escondidos por todas partes. Y son unos cabrones con mala leche.
—Gracias por el aviso.
Thomas se dio la vuelta, impaciente por entrar. El agujero surgía imponente ante él y una polvorienta oscuridad le aguardaba. Ya no había alarmas ni luces rojas. Dio un paso al frente.
Al principio, no veía ni oía nada. Caminaba en silencio, con cuidado, por lo que pudiera haber en cada giro. Las luces eran más intensas conforme se alejaba, y por fin vio una puerta al final del pasillo que estaba entreabierta. Corrió hasta ella y, al asomarse, se encontró con una sala grande con mesas esparcidas por el suelo, de lado, como escudos. Varias personas estaban agachadas detrás de ellos.
La gente vigilaba unas enormes puertas dobles al otro lado de la habitación y nadie advirtió su presencia mientras se apretaba contra el marco de la puerta, ocultando la mayor parte de su cuerpo con el propósito de que no le vieran los de dentro. Inclinó la cabeza para echar mejor un vistazo. Localizó a Vince y a Gally detrás de aquellas mesas, pero no reconocía a nadie más. En el extremo izquierdo de la sala había un pequeño despacho, dentro del que, según dedujo, se apiñaban unas nueve o diez personas como mínimo. Se esforzó por ver, pero no pudo distinguir las caras.
—¡Eh! —susurró tan fuerte como se atrevió—. ¡Eh, Gally!
El chico se volvió inmediatamente, pero tuvo que mirar unos segundos a su alrededor hasta que le vio. Gally entrecerró los ojos, como si pensara que su vista le estaba engañando.
Thomas le saludó con la mano para asegurarse de que le veía y Gally le hizo señas de que se acercara. Él volvió a mirar a su alrededor para comprobar que era seguro; después se agachó, corrió hacia la mesa y se tiró al suelo junto a su némesis. Tenía tantas preguntas que no sabía por dónde empezar.
—¿Qué ha pasado? —quiso saber Gally—. ¿Qué te hicieron?
Vince les lanzó una mirada, pero no dijo nada. Thomas no sabía qué contestar.
—Hicieron… unas cuantas pruebas. Mira, he descubierto dónde tienen a los inmunes. No podéis volar este sitio por los aires hasta que no los saquemos.
—Pues ve a buscarlos —dijo Vince—. Aquí tenemos una buena liada y no voy a desaprovechar la oportunidad.
—¡Tú trajiste a algunos de ellos!
Thomas miró a Gally en busca de apoyo, pero sólo obtuvo un encogimiento de hombros. Estaba solo.
—¿Dónde están Brenda, Minho y los demás? —preguntó.
Gally señaló con la cabeza hacia la habitación anexa.
—Esos están ahí dentro. Dijeron que no harían nada hasta que volvieras.
De pronto, Thomas sintió lástima por el chico lleno de cicatrices que tenía al lado.
—Ven conmigo, Gally. Dejemos que estos tipos hagan lo que quieran, pero ven a ayudarnos. ¿No te hubiera gustado que alguien hiciera lo mismo por nosotros cuando estábamos en el Laberinto?
Vince se volvió hacia ellos.
—Ni se te ocurra —espetó—. Thomas, ya sabías cuáles eran nuestros objetivos al entrar aquí. Si nos abandonas ahora, te consideraré un renegado. Serás un objetivo.
Thomas siguió concentrado en Gally. Vio una tristeza en los ojos del muchacho que le rompió el corazón. Y también vio algo que no había visto antes: confianza. Auténtica confianza.
—Ven con nosotros —repitió.
Su viejo enemigo esbozó una sonrisa y contestó lo inesperado:
—Vale.
Thomas no esperó a que Vince reaccionara; cogió a Gally del brazo y se apartaron de la mesa a toda velocidad. Luego corrieron hasta el despacho y se metieron dentro.
Minho fue el primero que se acercó a él para darle un enorme abrazo mientras Gally observaba, violento, en un rincón. Estaban todos allí: Minho, Brenda, Jorge, Teresa, incluso Aris. Thomas estuvo a punto de marearse por el rápido intercambio de abrazos y palabras de alivio y bienvenida. Le emocionó especialmente ver a Brenda y permaneció con ella más rato que con los demás. Pero, aunque se sentía muy bien, sabía que no tenía tiempo para aquello.
Se apartó.
—No puedo explicároslo todo ahora mismo. Tenemos que ir a buscar a los inmunes que CRUEL se llevó y encontrar una puerta trasera que, según me han dicho, es un Trans Plano. Y tenemos que darnos prisa antes de que el Brazo Derecho vuele este sitio por los aires.
—¿Dónde están los inmunes? —inquirió Brenda.
—Sí, ¿de qué te has enterado? —añadió Minho.
Thomas jamás se habría imaginado que diría lo que dijo a continuación:
—Necesitamos volver al Laberinto.