Capítulo 3

Thomas se quedó sin palabras. A pesar de todas las mentiras que le habían contado, sabía que lo que acababa de oír era cierto. Al contrastarlo con sus recientes experiencias, tenía demasiado sentido. Tanto él como probablemente los demás clarianos y todos los del Grupo B eran inmunes al Destello. Por eso les habían elegido para las Pruebas. Todo lo que les habían hecho —las crueles trampas, los engaños, los monstruos con los que se habían topado— formaba parte de un experimento elaborado, que de algún modo llevaba a CRUEL a encontrar una cura.

Todo encajaba. Y no sólo eso: aquella revelación le despertaba los recuerdos. Le resultaba familiar.

—Veo que me crees —dijo al final el Hombre Rata, rompiendo un largo silencio—. En cuanto descubrimos que había gente como tú, con el virus arraigado, pero que aun así no mostraban síntomas, buscamos a los mejores y más brillantes entre vosotros. Así nació CRUEL. Por supuesto, algunos en tu grupo de prueba no son inmunes y se les eligió como sujetos de control. Cuando se pone en marcha un experimento, se necesita un grupo de control, Thomas. Mantiene todos los datos en contexto.

La última parte hizo que a Thomas le diera un vuelco el corazón.

—¿Quién no es…? —no le salía la pregunta. Estaba demasiado asustado para oír la respuesta.

—¿Quién no es inmune? —preguntó el Hombre Rata, con las cejas enarcadas—. Oh, creo que ellos deberían descubrirlo antes que tú, ¿no? Pero lo primero es lo primero. Hueles a cadáver de una semana. Te llevaré a las duchas y te daré ropa limpia.

Al decir eso, cogió su carpeta y se volvió hacia la puerta. Estaba a punto de salir cuando la mente de Thomas reaccionó.

—¡Espera! —gritó.

El visitante se dio la vuelta.

¿Sí?

—En la Quemadura, ¿por qué nos hicisteis creer que había una cura en el refugio seguro?

El Hombre Rata se encogió de hombros.

—No creo que fuera una mentira. Al completar las Pruebas, al llegar al refugio seguro, nos ayudasteis a recopilar más datos. Y gracias a eso habrá una cura. Al final. Para todos.

—¿Y por qué me cuentas a mí todo esto? ¿Por qué ahora? ¿Por qué me habéis encerrado aquí cuatro semanas? —Thomas señaló a su alrededor, al techo y las paredes acolchadas, al patético váter en el rincón. Sus escasos recuerdos no eran lo bastante sólidos para que las cosas tan raras que le habían hecho tuviesen sentido—. ¿Por qué le mentisteis a Teresa sobre que yo estaba loco y era violento, y me retuvisteis aquí todo este tiempo? ¿Cuál es el motivo?

—Las Variables —respondió el Hombre Rata—. Todo lo que te hemos hecho ha sido calculado con detenimiento por nuestros psicólogos y médicos. Se ha llevado a cabo para simular reacciones en la zona letal, donde el Destello hace estragos. Para estudiar los patrones de diferentes emociones, reacciones y pensamientos. Teníamos que ver cómo funcionan dentro de los límites del virus que está en tu interior. Hemos estado intentando entender por qué en ti no hay un efecto debilitante. Todo atañe a los patrones de la zona letal, Thomas. Seguimos tus reacciones cognitivas y psicológicas para crear el programa de una cura potencial. Fue sólo por la cura.

—¿Qué es la zona letal? —preguntó él. Intentaba recordar, pero seguía con la mente en blanco—. Dímelo e iré contigo.

—¡Vaya, Thomas! —exclamó el hombre—. Me sorprende que tras el picotazo del lacerador no hayas recordado al menos eso. La zona letal es tu cerebro. Es donde se establece el virus y arraiga. Cuanto más infectada está la zona letal, más paranoico y violento es el comportamiento del infectado. CRUEL está usando tu cerebro y el de otros tantos para ayudarnos a solucionar el problema. Por si no te acuerdas, nuestra organización describe su objetivo en su mismo nombre: Catástrofe Radical, Unidad de Experimentos Letales —sonaba satisfecho de sí mismo, casi contento—. Bueno, venga, vamos a limpiarte. Y para que lo sepas, nos están vigilando. Si intentas cualquier cosa, atente a las consecuencias.

Thomas se sentó e intentó procesar lo que acababa de oír. Una vez más, todo parecía verdad, tenía sentido. Encajaba con los recuerdos que había recuperado en las últimas semanas. Y aun así, su desconfianza en el Hombre Rata y CRUEL no dejaba de cuestionar las cosas.

Al final se puso de pie, dejando que su mente repasara las nuevas revelaciones, con la esperanza de que se organizaran solas en pilas para poder analizarlas más tarde. Sin mediar más palabra, cruzó la habitación, siguió al Hombre Rata hasta la puerta y abandonó su celda de paredes blancas.

Nada destacaba en el edificio donde se hallaba. Un largo pasillo, un suelo enlosado, paredes beige con fotografías de la naturaleza enmarcadas —olas rompiendo en la playa, un colibrí volando junto a una flor roja, lluvia y niebla nublando un bosque—. Unos fluorescentes zumbaban sobre sus cabezas. El Hombre Rata giró varias veces y por fin se detuvieron delante de una puerta. La abrió y le hizo una señal a Thomas para que entrara. Era un lavabo grande con taquillas y duchas. Una de las taquillas estaba abierta y mostraba ropa limpia y un par de zapatos. Hasta un reloj de pulsera.

—Tienes unos treinta minutos —dijo el Hombre Rata—. Cuando termines, quédate ahí sentado. Vendré a por ti. Luego te reunirás con tus amigos.

Por alguna razón, al oír la palabra «amigos», Teresa saltó a su mente. Intentó llamarla otra vez con sus pensamientos, pero seguía sin recibir nada. A pesar de que cada vez sentía más desagrado hacia ella, el vacío que había dejado al marcharse flotaba como una burbuja irrompible en su interior. Ella era un vínculo con su pasado; sabía que tiempo atrás fue su mejor amiga. Era una de las pocas cosas en el mundo de las que estaba seguro, y ello lo hacía aún más difícil de sobrellevar.

El Hombre Rata se despidió con un gesto de la cabeza.

—Nos vemos en media hora —dijo. Después abrió la puerta y la cerró tras de sí, dejándole solo una vez más.

Thomas no tenía ningún plan, aparte de encontrar a sus amigos, pero al menos estaba un paso más cerca de conseguirlo. Y aunque no albergaba la menor idea de qué podía esperar, al menos había salido de aquella habitación. Por fin. De momento, se daría una ducha caliente. Tendría la oportunidad de frotar hasta quitarse la mugre. Nunca nada le había sonado mejor. Dejó escurrir sus preocupaciones, se quitó la ropa asquerosa y se puso manos a la obra para volver a parecer una persona.