Thomas clavó la vista en Brenda, impaciente por oír lo que tenía que decir.
—Sabes lo que está en tu cerebro —dijo ella—, así que ¿cuál es nuestra mayor preocupación?
Thomas pensó en ello.
—CRUEL puede seguirnos el rastro o controlarnos.
—Exacto —contestó Brenda.
—¿Y? —la impaciencia le inundaba en su interior.
Ella volvió a sentarse frente a él y se inclinó hacia delante, apoyada en las rodillas mientras se frotaba las manos por el entusiasmo.
—Conozco a un tipo llamado Hans que se mudó a Denver y que es inmune, como nosotros. Es médico. Trabajaba en CRUEL hasta que tuvo una discusión con los de arriba sobre los protocolos que rodeaban los implantes en el cerebro. Pensaba que lo que hacían era demasiado arriesgado, que estaban cruzando una línea roja, siendo inhumanos. CRUEL no quería dejarle marchar, pero consiguió huir.
—Esos tíos tienen que mejorar su seguridad —musitó Thomas.
—Una suerte para nosotros —Brenda esbozó una amplia sonrisa—. Bueno, Hans es un genio; conoce cada mínimo detalle de los implantes que tenéis en la cabeza. Sé que fue a Denver porque me envió un mensaje por el Netblock justo antes de que me mandaran a la Quemadura. Si podemos localizarle, os quitará esas cosas de la cabeza. O al menos las inhabilitará. No estoy segura de cómo funciona, pero si alguien puede hacerlo, ese es él. Lo hará con mucho gusto. Ese hombre odia a CRUEL tanto como nosotros.
Thomas reflexionó unos segundos.
—Y si nos controlan, tenemos un gran problema. Ya lo he visto tres veces.
Alby luchando contra una fuerza invisible en la Hacienda, Gally controlado para usar el cuchillo que acabó clavándose en Chuck y Teresa esforzándose por decirle algo fuera de la choza en la Quemadura. Aquellos tres recuerdos eran de los más perturbadores que tenía.
—Exacto. Podrían manipularte, obligarte a hacer cosas. No pueden ver a través de tus ojos ni oír tu voz ni nada por el estilo, pero tenemos que solucionarlo. Si están lo bastante cerca para tenerte bajo observación y si deciden que merece la pena arriesgarse, lo intentarán. Y es lo último que necesitamos.
Había que arreglar muchas cosas.
—Bueno, por lo visto tenemos bastantes razones para ir a Denver. Ya veremos lo que opinan Minho y Newt cuando se despierten.
Brenda asintió.
—Me parece bien —se puso de pie para acercarse, se inclinó y le dio un beso en la mejilla. A Thomas se le puso la piel de gallina en el pecho y los brazos—. Lo que pasó en los túneles no fue teatro, ¿sabes? —se incorporó y le miró un rato en silencio—. Voy a despertar a Jorge; está durmiendo en las dependencias del capitán.
Se dio la vuelta para marcharse y Thomas se quedó allí sentado, con la esperanza de no haberse sonrojado al recordar lo cerca que estuvo Brenda de él en los túneles de Abajo. Colocó las manos detrás de la cabeza y se recostó en la cama para intentar procesar todo lo que acababa de oír. Por fin tomaban una dirección. Notó que una sonrisa se dibujaba en su rostro, y no fue sólo por el beso.
Minho llamó a su charla «Reunión», en honor a los viejos tiempos.
Cuando terminaron, Thomas tenía un dolor de cabeza tan fuerte que creyó que los ojos se le iban a salir de las órbitas. Minho estuvo haciendo de abogado del diablo en cualquier tema de discusión y por alguna razón le lanzaba todo el rato a Brenda miradas asesinas. Thomas sabía que debían repasar la situación desde todos los ángulos posibles, pero deseaba que Minho dejara en paz a la chica.
Al final, tras una hora de discusión, de avanzar y retroceder y dar mil vueltas, decidieron, por unanimidad, ir a Denver. Planearon aterrizar en un aeropuerto privado con la historia de que eran inmunes que buscaban trabajo en el transporte del gobierno. Por suerte, el iceberg no estaba marcado. Por lo visto, CRUEL no revelaba su identidad cuando salía al mundo real. Les harían pruebas y les calificarían de inmunes al Destello, lo que les permitiría acceder a la ciudad como Dios manda. Todos excepto Newt, que, como estaba infectado, tendría que quedarse en el iceberg hasta que ingeniaran algo.
Comieron rápido y luego Jorge fue a pilotar la nave. Dijo que había descansado bien y quería que el resto se echara un rato porque tardarían unas horas en llegar a la ciudad. Después de aquello, quién sabía cuánto tardarían en encontrar un lugar donde pasar la noche.
Lo único que quería Thomas era estar solo, así que utilizó su dolor de cabeza como excusa. Encontró una silla que se reclinaba un poco en un rincón apartado y se acurrucó de espaldas al espacio abierto que había detrás de él. Se envolvió en una manta y se sintió más cómodo que en mucho tiempo. Y aunque estaba asustado por lo que le esperaba, también le embargaba una sensación de paz. Quizás estaban por fin cerca de romper el vínculo con CRUEL para siempre.
Pensó en su huida y en todo lo que había pasado. Cuanto más lo meditaba, más dudaba que aquello hubiera estado orquestado por CRUEL. Se habían improvisado demasiadas cosas y los guardias habían luchado con uñas y dientes para mantenerlos allí.
Al final, Morfeo le apartó de aquellos pensamientos y soñó.
Tiene tan sólo doce años, está sentado en una silla de cara a un hombre al que parece no gustarle estar allí. Se encuentran en un cuarto con una ventana de observación.
—Thomas —comienza a decir el hombre—, últimamente has estado un poco… distante. Necesito que te centres. Teresa y tú os estáis desenvolviendo muy bien con la telepatía y todo progresa según los cálculos. Ha llegado el momento de reorientarse.
Thomas siente vergüenza y vergüenza de estar avergonzado. Le confunde, le hace desear echar a correr de vuelta a su dormitorio. El hombre lo nota.
—No saldremos de esta habitación hasta que esté satisfecho con tus obligaciones —las palabras son como una sentencia de muerte dictada por un juez implacable—. Responderás a mis preguntas, y será mejor que denotes sinceridad, ¿entiendes?
Thomas asiente.
—¿Por qué estamos aquí? —pregunta el hombre.
—Por el Destello.
—Quiero más que eso. Elabora la respuesta.
Thomas hace una pausa. Desde hace poco, experimenta una sensación de rebeldía; pero sabe que, en cuanto diga todo lo que quiere oír aquel hombre, se desvanecerá. Volverá a hacer lo que le pidan y a asumir lo que han preparado para él.
—Vamos —insiste el hombre.
Thomas lo suelta enseguida, palabra por palabra, como lo memorizó hace mucho tiempo:
—Las erupciones solares azotaron la Tierra; la seguridad de muchos edificios gubernamentales se vio comprometida. Un virus fabricado por el hombre, diseñado para guerras bacteriológicas, se filtró de un centro militar para el control de enfermedades. Ese virus infectó a la mayoría de la población y se extendió rápidamente. Se conoce como el Destello. Los gobiernos supervivientes centraron todos sus recursos en CRUEL, que se dedicaba a buscar a los mejores y más brillantes inmunes a la enfermedad. Iniciaron un plan para estimular y trazar los patrones cerebrales de todas las emociones humanas conocidas, con objeto de estudiar cómo funcionamos pese a tener el Destello arraigado en el cerebro. La investigación llevará a…
Sigue, no se detiene; inspira y espira con palabras que odia.
El Thomas que duerme gira y se aleja hacia la oscuridad.