En cuanto pasamos, la característica claridad gris del otro lado me deslumbra, cierro los ojos sobresaltado y tropiezo con algo. Me caigo, escapándosele a Violet mi muñeca de entre los dedos. Mi cara se sumerge en algo caliente y apestoso. Me apoyo en ello, con la piel de rostro y manos abrasada de calor. Es el cuerpo chamuscado de un marciano. Me incorporo mirando alrededor. Todo son cadáveres y llamas casi sofocadas por el suelo.
—¡La nave se va! —exclama Hardy, mirando al cielo.
Alzo la vista a tiempo de ver las puntas de las raíces de la acrópolis del cielo hundiéndose en la espesura oscura de la tormenta. La lluvia torrencial empieza a caer sobre todos nosotros, liberada.
—¡Es Jones! ¡Dice que va a cerrar el portal! —exclama Violet, sujetándose la oreja—. ¡Jones, eh, Jones, yo…!
Me abalanzo sobre ella y le quito el auricular con tal violencia que casi me llevo su oreja y todo. «¡Ayyy…!» hace, mientras me aprieto el comunicador contra el oído, sin encontrar la forma en que se ajusta.
—¡Jones! —le llamo, esperando que pueda oírme, manoseando con ambas manos el aparato, las pistolas abandonadas no sé en qué momento.
—¡Nass…! —le oigo decir con voz ahogada, a lo que sigue un breve crepitar de estática.
—¡Jones! ¡Yo también te quiero! ¡¿Me oyes?! ¡TE QUIERO! —aúllo desesperadamente, sintiéndome culpable.
—El portal se ha cerrado, señor Pulois —me informa la voz neutra de Avatar.
Me aparto el auricular del oído, y lo miro rencoroso, insultado. Lo estrello contra el suelo, donde se hace añicos. Levanto la vista por última vez. Las gruesas gotas de la lluvia me limpian la sangre y las nuevas lágrimas.
—Sí que es para tanto, Jones… —susurro entre dientes.
FIN
14 de enero, 2010