La campiña de Bosworth.
Entran el REY RICARDO y tropas; el DUQUE DE NORFOLK, el CONDE DE SURREY y otros.
REY RICARDO: ¡Que levanten aquí nuestra tienda, en este campo de Bosworth! Milord de Surrey, ¿qué miráis así, tan triste?
SURREY: Mi corazón está diez veces más alegre que mis miradas.
REY RICARDO: ¡Milord de Norfolk!
NORFOLK: Aquí me tenéis, muy gracioso soberano.
REY RICARDO: ¡Norfolk, habrá golpes! ¡Ah! ¿No los tendremos?
NORFOLK: Los tendremos y los daremos, mi amado señor.
REY RICARDO: ¡Arriba con mi tienda! (Algunos soldados comienzan a levantar la tienda del rey). Aquí dormiré esta noche. Pero ¿y mañana, dónde? ¡Bien! ¡Poco importa!… ¿Quién ha contado el número de los traidores?
NORFOLK: A seis o siete mil hombres ascienden sus fuerzas.
REY RICARDO: ¡Y qué! ¡Nuestro ejército es tres veces mayor! Además, el nombre del rey es un baluarte inexpugnable, de que carecen nuestros adversarios. ¡Arriba con la tienda!… ¡Venid nobles caballeros; inspeccionemos las ventajas del campo! Llamad a algunos de pericia segura. No descuidemos la disciplina; procedamos sin dilación, pues señores, mañana será un día de prueba. (Salen).
Entran, por otro lado del campo, RICHMOND y otros Lores. Algunos Soldados levantan la tienda de RICHMOND.
RICHMOND: El sol, fatigado, se ha puesto entre arreboles de oro, y por la estela brillante de su flamígero carro, augura para mañana un espléndido día. ¡Sir William Brandon, vos llevaréis mi estandarte! Traedme tinta y papel a mi tienda… Trazaré la forma y plan de batalla, designaré a cada jefe su puesto especial y distribuiré en justas proporciones nuestro pequeño ejército. ¡Milord de Oxford, sir Walter Brandon y vos, sir Walter Herbert, quedaos conmigo! El conde de Pembroke conservará su regimiento. Buen capitán Blount, dadle en nombre mío las buenas noches; decidle al conde que a las dos de la mañana deseo verle en mi tienda. ¡Hacedme todavía un favor, querido capitán! ¿Sabéis dónde está el cuartel de lord Stanley?
BLOUNT: A no ser que haya confundido sus colores (lo que estoy seguro que no) su regimiento debe de acampar a una media milla al sur del poderoso ejército real.
RICHMOND: Si fuera posible, sin peligro, amable Blount, darle de mi parte las buenas noches y entregarle en mi nombre esta interesantísima nota…
BLOUNT: ¡Aún con riesgo de mi vida, milord, lo intentaré! Y ahora, que Dios os conceda esta noche un sueño tranquilo.
RICHMOND: ¡Buenas noches, buen capitán Blount! Venid caballeros; pongámonos de acuerdo para las operaciones de mañana. ¡A mi tienda, que el viento es áspero y frío! (Penetran en la tienda).
Entran en su tienda el REY RICARDO, NORFOLK, RATCLIFF y CATESBY.
REY RICARDO: ¿Qué hora es?
CATESBY: La de cenar, milord; son las nueve.
REY RICARDO: ¡No quiero cenar esta noche! Dadme tinta y papel. Qué, ¿está mi visera más holgada que antes y habéis puesto en mi tienda toda mi armadura?
CATESBY: Sí, mi soberano; todo está listo.
REY RICARDO: ¡Buen Norfolk, retírate a tu puesto! ¡Vigila cuidadosamente! ¡Escoge centinelas de confianza!
NORFOLK: ¡Voy, milord!
REY RICARDO: ¡Levántate mañana con la alondra, querido Norfolk!
NORFOLK: ¡Contad con ello, milord! (Sale).
REY RICARDO: ¡Ratcliff!
RATCLIFF: ¿Milord?
REY RICARDO: ¡Envía un persevante de armas al regimiento de Stanley a decirle que acuda con sus tropas antes de salir el sol, si no quiere que su hijo George caiga al insondable abismo de la eterna noche! ¡Llenadme un vaso de vino!… ¡Traedme una luz!… (A CATESBY). ¡Ensilla mi blanco Surrey para la batalla de mañana!… Cuida de que la madera de mi lanza sea sólida y no pese demasiado… ¡Ratcliff!
RATCLIFF: ¿Milord?
REY RICARDO: ¿Has visto al melancólico lord Northumberland?
RATCLIFF: ¡Thomas, el conde de Surrey y él iban, a la hora de acostarse las gallinas, de pelotón en pelotón recorriendo el ejército y animando a los soldados!
REY RICARDO: Bien; estoy satisfecho… ¡Dame un vaso de vino!… ¡No tengo ya la vivacidad de espíritu ni la alegría de alma que tuve en otro tiempo!… Ponle ahí… ¿Hay preparado papel y tinta?
RATCLIFF: Sí, milord.
REY RICARDO: Recomienda a mi centinela que vigile. ¡Déjame! ¡Ratcliff! ¡A eso de la medianoche vuelve a mi tienda y ayúdame a armarme!… ¡Déjame, te digo! (El REY RICARDO se retira a su tienda. Salen RATCLIFF y CATESBY. Ábrese la tienda de RICHMOND, y aparecen él y sus oficiales).
Entra Stanley.
STANLEY: ¡Asíentense suerte y victoria sobre su yelmo!
RICHMOND: ¡Te deseo, noble padrastro, toda la felicidad que pueda dar a tu persona la oscura noche! ¿Cómo está nuestra noble madre?
STANLEY: Estoy encargado, por delegación, de bendecirte en su nombre y comunicarte que continuamente ruega por la prosperidad de Richmond. ¡Pero basta ya! ¡Las horas se deslizan silenciosas, y las sombras luminosas rompen hacia el Oriente! Para abreviar, pues el tiempo nos lo ordena, ten preparado tu ejército al amanecer, y confía tu suerte al arbitrio de los sangrientos golpes y miradas mortales de la guerra. Yo, tan pronto como pueda (pues no puedo hacer cuanto deseara), elegiré la ocasión más favorable y te ayudaré en el dudoso choque de las armas. Pero no puedo ponerme muy abiertamente de tu parte, por miedo de que, al ser visto, tu hermano, el tierno George, sea ejecutado a los ojos de su padre. ¡Adiós! ¡El tiempo y el peligro cortan las ceremoniosas expresiones de amor y el amplio intercambio de las dulces frases, tan gratas, entre amigos largo tiempo separados! ¡Dios nos conceda esparcimiento para estos ritos de amor! ¡Una vez más, adiós!… ¡Valentía y éxito completo!
RICHMOND: ¡Queridos lores, conducidle al cuartel! Voy a intentar, a pesar de mis turbados pensamientos, reposar un tanto, no sea que mañana, cuando suba en alas de la victoria, pese sobre mí un sueño de plomo. ¡Por última vez, buenas noches, amables lores y caballeros! (Salen los Lores, etc., con STANLEY). ¡Oh Tú, a quien yo considero mi capitán! ¡Dirige a mis soldados una mirada favorable! ¡Pon en sus manos los hierros centelleantes de tu cólera, para que puedan aplastar con la pesadez de sus golpes las usurpadoras cimeras de nuestros adversarios! ¡Haznos los ministros de tu castigo, para que podamos glorificarte en la victoria! ¡A Ti encomiendo mi alma inquieta, antes de correr las ventanas de mis ojos! ¡Duerma o vele!, ¡oh!, ¡sé siempre mi defensor! (Se duerme).
Aparece entre las dos tiendas el ESPECTRO DEL PRÍNCIPE EDUARDO, hijo de ENRIQUE VI.
ESPECTRO: (Al REY RICARDO). ¡Mañana pesaré con fuerza abrumadora sobre tu alma! ¡Medita como me apuñalaste en la flor de mi edad en Tewksbury! ¡Por tanto desespérate y muere! (A RICHMOND). ¡Sé venturoso, Richmond! ¡Las irritadas almas de los príncipes degollados luchan en tu favor! La estirpe del rey Enrique, Richmond, viene a alentarte.
Aparece el ESPECTRO DEL REY ENRIQUE VI.
ESPECTRO: (Al REY RICARDO). ¡Cuando yo era mortal, mi ungido cuerpo fue atravesado por ti con saña mortífera! ¡Medita en la Torre y en mí! ¡Desespérate y muere! (A Richmond). ¡Virtuoso y santo, sé tú el vencedor! ¡Enrique Sexto, que te profetizó que serías rey, viene a confortarte en tu sueño! ¡Vive y triunfa!
Aparece el ESPECTRO de CLARENCE.
ESPECTRO: (Al REY RICARDO). ¡Mañana pesaré con fuerza abrumadora sobre tu alma! ¡Yo, el que fue ahogado en un vino nauseabundo, pobre Clarence, por tu perfidia entregado a la muerte! ¡Medita en mí mañana, durante el combate, y que tu espada caiga inerte! ¡Desespérate y muere! (A RICHMOND). ¡Vástago de la casa de Lancaster! ¡Los ultrajados herederos de York ruegan por ti! ¡Que los ángeles buenos protejan tus tropas! ¡Vive y triunfa!
Aparecen los ESPECTROS de RIVERS, GREY y VAUGHAN.
ESPECTRO DE RIVERS: (Al REY RICARDO). ¡Mañana pesaré con fuerza abrumadora sobre tu alma! ¡Yo soy Rivers, el que murió en Pomfret! ¡Desespérate y muere!
ESPECTRO DE GREY: (Al REY RICARDO). ¡Medita en Grey, y que tu alma se desespere!
VAUGHAN: (Al REY RICARDO). ¡Medita en Vaughan, y, llena de terror por tus crímenes, caiga tu lanza! ¡Desespérate y muere!
LOS TRES ESPECTROS: (A RICHMOND). ¡Despierta y medita que nuestras desgracias harán sucumbir al corazón de Ricardo!…
Aparece el ESPECTRO de HASTINGS.
ESPECTRO: (Al REY RICARDO). ¡Sanguinario y criminal! ¡Despierta del crimen y termina tus días en batalla sangrienta! ¡Medita en lord Hastings! ¡Así, desespérate y muere! (A RICHMOND). ¡Alma no turbada y tranquila! ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Ármate, lucha y vence para salvar a la hermosa Inglaterra!
Aparecen los ESPECTROS de los dos jóvenes PRÍNCIPES.
ESPECTROS: (Al REY RICARDO). ¡Sueña en tus sobrinos estrangulados en la Torre! ¡Que pensemos en tu corazón, Ricardo, con la pesadez del plomo, para conducirte a la ruina, a la infamia y a la muerte! ¡Las almas de tus sobrinos te desean que te desesperes y mueras! (A RICHMOND). ¡Duerme, Richmond, duerme tranquilo, y que sea alegre tu despertar! ¡Los ángeles buenos te protejan contra los ataques del jabalí! ¡Vive y engendra una raza dichosa de reyes! ¡Los desgraciados hijos de Eduardo te desean el triunfo!
Aparece el ESPECTRO de la REINA ANA.
ESPECTRO: (Al REY RICARDO.)). ¡Ricardo, tu esposa, tu infortunada esposa Ana, que nunca durmió una hora tranquila contigo, viene ahora a colmar tu sueño con perturbaciones! ¡Medita en mí mañana, durante el combate, y que tu espada caiga inerte! ¡Desespérate y muere! (A RICHMOND). ¡Tú, alma apacible, duerme en apacible sueño! ¡Reposa en el éxito y en la feliz victoria! ¡La esposa de tu enemigo ruega por ti!
Aparece el ESPECTRO de BUCKINGHAM.
ESPECTRO: (Al REY RICARDO). ¡El primero fui en elevarte a la corona y el último en sentir tu tiranía! ¡Oh!… ¡Acuérdate de Buckingham durante la batalla, y muere en el terror por tus culpas! ¡Sigue soñando en acciones sangrientas y de muerte! ¡Desespérate delirando! ¡Entrega, desesperándote, tu último suspiro! (A RICHMOND). ¡Perecí en la esperanza antes que pudiera prestarte la ayuda! Pero anima tu corazón y no desmayes. ¡Dios y los ángeles buenos luchan al lado de Richmond, y caiga Ricardo de la altura de su orgullo! (Los espectros se desvanecen. El REY RICARDO sale de su sueño).
REY RICARDO: ¡Dadme otro caballo!… ¡Vendadme las heridas!… ¡Jesús, tened piedad de mí!… ¡Calla! No era más que un sueño. ¡Oh cobarde conciencia, cómo me afliges!… ¡La luz despide resplandores azulencos!… ¡Es la hora de la medianoche mortal! ¡Un sudor frío empapa mis temblorosas carnes! ¡Cómo! ¿Tengo miedo de mí mismo?… Aquí no hay nadie… Ricardo ama a Ricardo… Eso es; yo soy yo… ¿Hay aquí algún asesino? No… ¡Sí!… ¡Yo!… ¡Huyamos, pues!… ¡Cómo! ¿De mí mismo? ¡Valiente razón!… ¿Por qué?… ¡De miedo a la venganza! ¡Cómo! ¿De mí mismo sobre mí mismo? ¡Ay! ¡Yo me amo! ¿Por qué causa? ¿Por el escaso bien que me hecho a mí mismo? ¡Oh! ¡No! ¡Ay de mí!… ¡Más bien debía odiarme por las infames acciones que he cometido! ¡Soy un miserable! Pero miento; eso no es verdad… ¡Loco, habla bien de ti! ¡Loco, no te adules! ¡Mi conciencia tiene millares de lenguas, y cada lengua repite su historia particular, y cada historia me condena como un miserable! ¡El perjurio, el perjurio en más alto grado! ¡El asesinato, el horrendo asesinato, hasta el más feroz extremo! Todos los crímenes diversos, todos cometidos bajo todas las formas, acuden a acusarme, gritando todos: ¡Culpable! ¡Culpable!… ¡Me desesperaré! ¡No hay criatura humana que me ame! ¡Y si muero, ningún alma tendrá piedad de mí!… Y ¿por qué había de tenerla? ¡Si yo mismo no he tenido piedad de mí! ¡Me ha parecido que los espíritus de todos los que he asesinado entraban en mi tienda y cada uno amenazaba en la cabeza de Ricardo la venganza de mañana!
Entra RATCLIFF.
RATCLIFF: ¡Milord!
REY RICARDO: ¡Voto va! ¿Quién está ahí?
RATCLIFF: Ratcliff, milord; soy yo. El gallo temprano de la aldea ha saludado dos veces a la aurora. Nuestros amigos están ya en pie y se abrochan su armadura.
REY RICARDO: ¡Oh Ratcliff! ¡He tenido un sueño horrible!… ¿Qué crees tú? ¿Nos serán fieles nuestros amigos?
RATCLIFF: Sin duda alguna, milord.
REY RICARDO: Ratcliff, temo, temo…
RATCLIFF: De nada, milord; no os dejéis asustar por bromas.
REY RICARDO: ¡Por San Pablo Apóstol! ¡Las sombras de esta noche han aterrado más el alma de Ricardo que pudieran hacerlo diez mil soldados en carne y hueso, armados a toda prueba y conducidos por ese imbécil Richmond!… Aún no está cercano el día ¡Vamos, venid conmigo! Voy a rondar por nuestras tiendas, haciendo el papel de los que escuchan tras las puertas, para oír si hay alguien que me traiciona. (Salen RICARDO y RATCLIFF. RICHMOND despierta).
Entran OXFORD y otros.
LORES: ¡Buenos días, Richmond!
RICHMOND: Os pido perdón, lores, y a vosotros, vigilantes caballeros, por haberme hallado desperezándome todavía.
LORES: ¿Habéis dormido, milord?
RICHMOND: ¡He tenido el más dulce sueño y los más halagadores ensueños que jamás se hayan cernido sobre una frente soñolienta, desde el instante de vuestra partida, milores! Me pareció ver que las almas de cuantos asesinó Ricardo venían a mi tienda y me gritaban: ¡Salve! ¡Victoria! ¡Os aseguro que mi corazón se hincha de regocijo bajo el recuerdo de un sueño tan grato! ¿Qué hora será de la madrugada, lores?
LORES: Sobre las cuatro.
RICHMOND: Pues, entonces, a armarse y tomar la dirección… (Avanzando hacia las tropas). La ocasión y la urgencia del tiempo no me permiten, queridos compatriotas, añadir nada a lo que os he dicho. Acordaos sólo de esto: Dios y la justicia de nuestra causa combaten a nuestro lado. Las oraciones de los benditos santos y las de las almas irritadas marcharán delante de nosotros como elevados baluartes. Excepto Ricardo, aquellos contra quienes vamos a combatir desean nuestra victoria más que la de aquel a quien acompañan. Porque ¿quién los conduce? Sinceramente, señores, un sanguinario tirano y un homicida, que, elevado por la sangre, por la sangre ha de sostenerse; pues no ha reparado en medios para conseguir sus fines y fue asesino de los mismos por cuyos medios se elevó; una piedra impura y vil, convertida en preciosa gracias al brillo de la silla de Inglaterra, en la cual se ha engarzado ilegítimamente; un hombre que ha sido siempre enemigo de Dios. ¡Así, puesto que vais a combatir contra un enemigo de Dios, Dios, en su justicia, os protegerá como a soldados suyos! ¡Si os cuesta sudores derribar al tirano, muerto el tirano dormiréis en paz! ¡Si combatís contra los enemigos de vuestra patria, la prosperidad de vuestra patria será el salario de vuestros esfuerzos! ¡Si combatís por la salvaguardia de vuestras mujeres, vuestras mujeres os recibirán en son de vencedores! ¡Si libráis a vuestros hijos del acero tiránico, los hijos de vuestros hijos os recompensarán en vuestra vejez! ¡Así, en nombre de Dios y de todos sus derechos, desplegad vuestros estandartes y desenvainad valerosamente vuestras espadas! Por lo que a mí respecta, el tributo de mi atrevida empresa será mi frío cadáver sobre la fría cara de la tierra. Pero si venzo, el más humilde de vosotros recogerá su parte del fruto de mi victoria. ¡Suenen tambores y trompetas resuelta y alegremente! ¡Dios y San Jorge! ¡Richmond y victoria! (Salen).
Vuelven a entrar el REY RICARDO, RATCLIFF, acompañamiento y tropas.
REY RICARDO: ¿Qué decía Northumberland con referencia a Richmond?
RATCLIFF: Que nunca conoció el oficio de las armas.
REY RICARDO: Y decía la verdad. Y Surrey, ¿qué dijo entonces?
RATCLIFF: Sonrió, exclamando: Tanto mejor para nuestros planes.
REY RICARDO: Estaba en lo cierto, y así es verdaderamente (Suena un reloj). Contad que hora da… ¡Traedme un calendario! ¿Quién ha visto hoy el sol?
RATCLIFF: Yo no, milord.
REY RICARDO: Entonces es que desdeña el brillar, pues, según el libro, hace una hora debía haber embellecido el Oriente: ¡Será un día de luto para alguno!… ¡Ratcliff!
RATCLIFF: ¡Milord!
REY RICARDO: ¡El sol no quiere dejarse ver hoy! ¡El sol frunce el ceño y enneblina a nuestras tropas! ¡Quisiera que esas lágrimas de rocío procedieran de la tierra! ¡Sin sol hoy! Pero ¿y qué me importa a mí más que a Richmond? Pues los mismos cielos que me miran a mí con enojo le miran igualmente a él.
Entra NORFOLK.
NORFOLK: ¡A las armas, a las armas, milord! ¡El enemigo cubre la llanura!
REY RICARDO: ¡Vamos! ¡Pronto! ¡Pronto!… ¡Enjaezad mi caballo! ¡Que llamen a lord Stanley, que acuda con sus tropas! Conduciré a mis soldados a la llanura y ordenaré de este modo el plan de batalla: mi vanguardia se desplegará sobre toda la línea, componiéndose, en número igual, de infantes y jinetes. Nuestros arqueros se colocarán en el centro. Juan, duque de Norfolk, y Thomas, conde de Surrey, tomarán el mando de la infantería y la caballería. En tal disposición, los seguiremos nosotros con el grueso del ejército, cuyo apoyo en ambas alas se reforzará con lo más escogido de nuestros caballeros. ¡Esto y, además, San Jorge!… ¿Qué te parece, Norfolk?
NORFOLK: ¡Excelente plan, belicoso soberano! Esta mañana he encontrado esto en mi tienda. (Entregándole un rollo de papeles).
REY RICARDO: (Leyendo.)) Juanillo Norfolk: no seas tan audaz, pues Ricardete, tu amo, está traicionado y vendido. ¡Invenciones del adversario!… ¡Vamos, señores, cada cual a su puesto! ¡Que no turben nuestro ánimo sueños pueriles, pues la conciencia es una palabra para uso de cobardes, inventada en principio para sujetar a los fuertes! ¡El ímpetu de nuestros brazos sea nuestra conciencia; nuestras espadas, la ley! ¡Adelante! ¡Lancémonos bravamente unidos en la mezcla! ¡Si no al Cielo, de la mano todos al infierno!…(A los soldados). ¿Qué os diré más de lo que os he dicho? ¡Recordad a quiénes vais a hacer frente! ¡Un racimo de vagabundos, bribones y desterrados, la hez de Bretaña, y el bajo paisanaje inmundo, vómito de su contagiado país, que espera desembarazarse de ellos en aventuras desesperadas de segura destrucción! ¡Dormíais tranquilos y quieren privaros del descanso! ¡Poseíais tierras y vivíais felices con bellas esposas! ¡Quieren arrebataros las unas y deshonrar a las otras! Y ¿quién es el que los conduce sino un mozo despreciable, nutrido largo tiempo en Bretaña, a costa de nuestra madre? ¡Una sopa de leche, que en su vida ha juzgado del frío más que al sentir bajo sus zapatos la nieve! ¡Echemos a latigazos a esos bandidos más allá del mar! ¡Barramos a esos presuntuosos harapos venidos de Francia, a esos hambrientos mendigos desahuciados de la vida, que, sin el sueño insensato de tan loca empresa, ellos mismos, por falta de medios, se hubieran ahorcado y muerto como simples ratas! ¡Si hemos de ser vencidos, que sea por hombres, y no por esos bastardos bretones, a quienes nuestros padres batieron, zurraron y humillaron en su propio país; y, como es hecho notorio, les hicieron los herederos de la vergüenza! ¿Y habían de apoderarse de nuestras tierras? ¿Acostarse con nuestras mujeres? ¿Raptar a nuestras hijas?… ¡Escuchad!… ¡Oigo sus tambores!… (Escúchanse tambores a lo lejos.) ¡Al combate, hidalgos de Inglaterra! ¡Al combate, bravos milicianos! ¡Tirad, arqueros! ¡Apuntad vuestras flechas a la cabeza! ¡Hundid la espuela en los flancos de vuestros caballos y galopad entre la sangre! ¡Que retumbe de espanto la bóveda celeste con los destellos de vuestras lanzas!
Entra un MENSAJERO.
¿Qué dice lord Stanley?
MENSAJERO: ¡Milord, se niega a venir!
REY RICARDO: ¡Fuera con la cabeza de su hijo George!
NORFOLK: ¡Milord, el enemigo ha atravesado el pantano! ¡Esperad a después de la batalla para que pueda morir George Stanley!
REY RICARDO: ¡Un millar de corazones laten en mi pecho! ¡Adelante vuestras banderas! ¡Al enemigo! ¡Que nuestro antiguo grito de guerra! ¡Por el gran San Jorge!, ¡nos inspire con la cólera de los dragones ígneos! ¡A ellos! ¡La victoria se cierne en nuestros penachos!
Salen.