Acto III

Escena I

Londres. Una calle.

Toques de clarín. Entran el PRÍNCIPE DE GALES, GLOUCESTER, BUCKINGHAM, el CARDENAL BOUCHIER y otros.

BUCKINGHAM: ¡Bienvenido, amable príncipe, a Londres, vuestra cámara real!

GLOUCESTER: ¡Bien llegado, querido sobrino, soberano de mis pensamientos! La fatiga del viaje os ha puesto melancólico.

PRÍNCIPE: No, tío, sino que las contrariedades del viaje me han entristecido, enojado y cansado. Quisiera ver aquí más tíos que me recibieran.

GLOUCESTER: Tierno príncipe, la inocente pureza de vuestros años no ha penetrado todavía en los engaños del mundo. No podéis juzgar al hombre sino por su apariencia, que, bien lo sabe Dios, rara vez o nunca está de acuerdo con el corazón. Esos tíos que echáis de menos eran peligrosos. Vuestra gracia se dejaba coger en la miel de sus palabras; pero no recibía el veneno de sus corazones. ¡Dios os libre de ellos y de tan falsos amigos!

PRÍNCIPE: ¡Dios me guarde de falsos amigos! Pero ellos no lo eran.

GLOUCESTER: Milord, el corregidor de Londres se dirige a saludaros.

Entran el LORD CORREGIDOR y su séquito.

CORREGIDOR: ¡Dios bendiga a Vuestra Gracia, otorgándole salud y días venturosos!

PRÍNCIPE: Gracias, buen milord… Y gracias a todos…

Salen el CORREGIDOR, etcétera.

Creí que mi madre y mi hermano York acudirían presurosos a nuestro encuentro. ¡Pues anda, qué perezoso es Hastings, que no viene a decirnos si vendrán o no!

Entra HASTINGS.

BUCKINGHAM: Y en buena hora, pues aquí llega, todo sudoroso, el lord.

PRÍNCIPE: ¡Bien venido, milord! Qué, ¿vendrá nuestra madre?

HASTINGS: Ignoro por qué motivo, pues sólo Dios lo sabe, y no yo, la reina vuestra madre y vuestro hermano York se han acogido en el santuario. El tierno príncipe hubiera querido venir conmigo a recibir a Vuestra Gracia, pero su madre se ha opuesto.

BUCKINGHAM: ¡Vaya, pues! ¡Qué indiscreto y torpe camino por su parte! Lord Cardenal, ¿se dignará Vuestra Gracia persuadir a la reina a que envíe inmediatamente al duque de York a saludar a su augusto hermano? Si se niega, lord Hastings, seguid al cardenal y arrebatadlo a la fuerza de los celosos brazos de su madre.

HASTINGS: Milord de Buckingham, si mi pobre elocuencia puede obtener de su madre al duque de York, esperadle aquí un momento; pero si se obstina en resistirse a mis amorosas instancias ¡el Dios del Cielo no permita que nosotros violemos jamás el santo privilegio del bendito santuario! ¡Ni por toda la tierra me haría culpable de tan enorme pecado!

BUCKINGHAM: Sois, milord, de una irrazonable obstinación, excesivamente ceremonioso y muy apegado a las tradiciones. Considerando la cosa no sino con la grosera moral de este siglo, no profanáis el santuario al apoderaros del duque de York. El beneficio de asilo solamente se concede a quienes por sus acciones lo hagan imprescindible y a los que tienen juicio suficiente para reclamarlo. El príncipe no tiene por qué reclamarlo ni necesitar de él; y, además, en mi opinión, no puede obtenerlo. Por consiguiente, haciéndole salir de donde no debe estar, no quebrantáis cédula ni privilegio. He oído hablar con frecuencia de santuarios para los hombres; pero nunca, hasta ahora, de santuario para los niños.

CARDENAL: Por esta vez, milord, me habéis convencido. Vamos; lord Hastings, ¿queréis acompañarme?

HASTINGS: ¡Os sigo, milord!

PRÍNCIPE: ¡Queridos lores, sed lo más diligentes que podáis!

Salen el CARDENAL y HASTINGS.

Decidme, tío Gloucester: si viene nuestro hermano, ¿dónde nos alojaremos hasta el día de nuestra coronación?

GLOUCESTER: Donde mejor convenga a vuestra real persona. Si me es permitido aconsejaros, Vuestra Alteza, debe reposar un día o dos en la Torre. Después, donde os plazca o creamos más conveniente para vuestra salud y distracción.

PRÍNCIPE: La Torre es el lugar que menos me gusta de todos… ¿Fue Julio César quién la construyó, milord?

GLOUCESTER: Fue quien la comenzó, mi gracioso señor; las edades siguientes la terminaron.

PRÍNCIPE: ¿Es un hecho histórico, o sólo una leyenda que nos han trasmitido las generaciones?

BUCKINGHAM: Un hecho histórico, mi gracioso señor.

PRÍNCIPE: Pero suponed, milord, que no estuviese registrado; a mi parecer, estas verdades debieran vivir de edad en edad, como herencia trasmitida a todas las generaciones, hasta la consumación de los siglos.

GLOUCESTER: (Aparte). ¡Tan joven y tan discreto! Dicen que nunca alcanzan larga vida.

PRÍNCIPE: ¿Qué decís, tío?

GLOUCESTER: Decía que la fama vive mucho tiempo sin el auxilio de los caracteres.(Aparte). Así, como el tradicional Vicio Iniquidad, moralizo con palabras de doble sentido.

PRÍNCIPE: El tal Julio César fue un varón famoso. Su valor ilustró a su generación; su genio eternizó su valor. La muerte no pudo conquistar a este conquistador, pues aún vive por su gloria, aunque no por su vida… Tengo que comunicaros un proyecto, primo Buckingham.

BUCKINGHAM: ¿Cuál, mi gracioso señor?

PRÍNCIPE: Como viva hasta ser hombre, he de reclamar nuestros antiguos derechos sobre Francia, o morir soldado como he vivido rey.

GLOUCESTER:(Aparte). Los cortos estíos tienen ordinariamente una precoz primavera.

Entran YORK, HASTINGS y el CARDENAL.

BUCKINGHAM: ¡He aquí, en buena hora, llegar al duque de York!

PRÍNCIPE: ¡Ricardo de York! ¿Cómo está nuestro noble hermano?

YORK: Bien, mi respetable señor; ya puedo llamaros así.

PRÍNCIPE: Sí, hermano, y con sentimiento, tanto de nuestra parte como de la vuestra. Demasiado pronto murió el que ostentaba este título, que, por su muerte, ha perdido bastante de su majestad.

GLOUCESTER: ¿Cómo sigue nuestro sobrino el noble lord de York?

YORK: Bien, gracias, amable tío. ¡Oh milord! Vos habéis dicho que la mala hierba crece pronto. El príncipe, mi hermano, me aventaja en talla.

GLOUCESTER: Es verdad, milord.

YORK: ¿Y es, por tanto, el malo?

GLOUCESTER: ¡Oh mi bello sobrino! Yo no he dicho eso.

YORK: Entonces es que le estáis más obligado que a mí.

GLOUCESTER: El puede mandarme, como soberano; pero vos tenéis poder sobre mí como pariente.

YORK: Os ruego, tío, que me deis esa daga.

GLOUCESTER: ¿Mi daga, sobrinito? Con todo mi corazón.

PRÍNCIPE: ¿Pedís limosna, hermano?

YORK: A mi excelente tío, que sé que es generoso, y no siendo más que una bagatela, no le importará dármela.

GLOUCESTER: Yo os haría un regalo mejor que ese, sobrino.

YORK: ¿Un regalo mejor? ¡Oh! Añadid a ello la espada.

GLOUCESTER: Sí, hermoso sobrino, si fuera lo bastante ligera.

YORK: ¡Oh! Veo que no socorréis sino con presentes ligeros. En las demandas de peso diréis al mendicante: no.

GLOUCESTER: Es demasiado pesada para que la lleve Vuestra Gracia.

YORK: No me pesará que sea pesada cuando la pese.

GLOUCESTER: ¡Cómo! ¿Queréis poseer mi acero, pequeño lord?

YORK: Quisiera poder daros las gracias por lo que me habéis llamado.

GLOUCESTER: ¿El qué?

YORK: Pequeño.

PRÍNCIPE: Milord de York será siempre burlón de genio. Vuestra Gracia sabrá conllevarlo.

YORK: Decís conllevarlo; no, llevarlo. Tío, mi hermano se burla de vos y de mí. Porque soy tan pequeño como un mono, piensa que vos debéis llevarme a cuestas.

BUCKINGHAM: ¡Con qué finura y prontitud de ingenio razona! Para mitigar la burla que lanza sobre su tío, se ridiculiza hábil y graciosamente a sí propio. ¡Tan malicioso y tan joven, es admirable!

GLOUCESTER: Milord, ¿os place seguir adelante? Yo mismo y mi querido primo Buckingham iremos a ver a vuestra madre, para aconsejarle que se reúna con vos en la Torre y os dé la bienvenida.

YORK: ¡Cómo, milord! ¿Queréis ir a la Torre?

PRÍNCIPE: Milord Protector juzga que es necesario.

YORK: Yo no dormiría tranquilo en la Torre.

GLOUCESTER: ¿Por qué? ¿A quién tendríais miedo?

YORK: ¡Pardiez! Al espectro irritado de mi tío Clarence. Mi abuela me ha dicho que fue asesinado allí.

PRÍNCIPE: Yo no temo a los tíos muertos.

GLOUCESTER: Ni a los vivos, creo yo.

PRÍNCIPE: Si algunos viven, espero no necesitar tenerlos; pero vamos, milord, y con el corazón apenado pensando en ellos, dirijámonos a la Torre.

Salen el PRÍNCIPE, YORK, HASTINGS, el CARDENAL y acompañamiento.

BUCKINGHAM: ¿Pensáis, milord, que ese parlanchín de York no haya sido instigado por su sutil madre para burlarse de vos y ultrajaros tan inconvenientemente?

GLOUCESTER: No lo dudo, no lo dudo. ¡Oh! Es un muchacho charlatán, atrevido, vivo, ingenioso, precoz y dispuesto. ¡Su madre de pies a cabeza!

BUCKINGHAM: Bien; dejemos eso. Acércate, Catesby. Te has comprometido tan seriamente a ejecutar lo que intentamos como a guardar secretamente nuestros planes. Conoces nuestras urgentes razones, expuestas mientras caminábamos. ¿Qué opinas? ¿No sería empresa fácil hacer entrar en nuestro proyecto a lord William Hastings, para el instalamiento de este noble duque en el trono real de esta famosa isla?

CATESBY: Ama tanto al príncipe, en recuerdo de su padre, que no intentará nada contra él.

BUCKINGHAM: Y Stanley, ¿qué te parece, rehusará?

CATESBY: Stanley procederá en todo como procede Hastings.

BUCKINGHAM: Bien; entonces atengámonos a esto: vas tú, amable Catesby, y, como si se tratara de una cosa sin importancia, sondeas a lord Hastings para saber con qué ojos miraría nuestro proyecto, e invítale a que vaya mañana a la Torre para asistir a la coronación. Si lo hallas propicio a tratar con nosotros, anímale y dile nuestras razones; si, por el contrario, adopta una actitud fría, de plomo, de hielo, mal dispuesto, sé así tú también, corta la conversación y ven a instruirnos de sus tendencias. Para mañana reunimos dos consejos separados, donde te reservaremos los más altos cargos.

GLOUCESTER: Presenta a lord William mis respetos. Dile, Catesby, que el antiguo partido de sus fieros adversarios verterá mañana su sangre en el castillo de Pomfret, y en señal de alegría por esta buena nueva recomiéndale de mi parte, milord, que dé a mistress Shore[63] dulce beso de más.

BUCKINGHAM: Ve, querido Catesby; ejecuta hábilmente tu comisión.

CATESBY: Mis queridos lores, lo mejor que pueda.

GLOUCESTER: ¿Tendremos noticias vuestras antes de acostarnos, Catesby?

CATESBY: Las tendréis, milord.

GLOUCESTER: En Crosby-Place nos encontraréis a ambos.

Sale CATESBY.

BUCKINGHAM: Ahora milord, ¿qué haremos si advertimos que lord Hastings no se presta a nuestro complots?

GLOUCESTER: Cortarle la cabeza… algo dispondremos. Y mira, cuando sea rey, reclámame el condado de Hereford y todos los bienes muebles de que estaba en posesión el rey mi hermano.

BUCKINGHAM: Reclamaré esa promesa de manos de Vuestra Gracia.

GLOUCESTER: Y cuenta que será cumplida con satisfacción… Vamos, cenemos temprano a fin de que podamos digerir nuestros proyectos en alguna forma.

Salen.