Acto II

Escena I

Londres. El palacio[49].

Entran el REY EDUARDO enfermo, la REINA ISABEL, DORSET, RIVERS, HASTINGS, BUCKINGHAM, GREY y otros.

REY EDUARDO: Bien; así… Hoy no he perdido el día… ¡Pares, continuad esta estrecha unión! De un instante a otro espero una embajada de mi Redentor, para redimirme de este mundo; y en mayor paz partirá mi espíritu al Cielo después de haber restablecido la paz de mis amigos sobre la tierra. ¡Rivers y Hastings, daos la mano sin oculto encono, jurándoos amistad!

RIVERS: El Cielo me es testigo de que mi alma queda purgada de odio y de envidia, y sello con mi mano la lealtad de mi corazón.

HASTINGS: ¡Así sea dichoso como juro sinceramente lo mismo!

REY EDUARDO: Tened cuidado de no fingir ante vuestro rey, no sea que Aquel que es supremo Rey de reyes confunda vuestra oculta falsía y os condene a perecer el uno a manos del otro.

HASTINGS: ¡Así sea afortunado como juro un leal afecto!

RIVERS: ¡Y yo como amo a Hastings con todo mi corazón!

REY EDUARDO: Señora, no seáis vos misma una excepción de esto…, ni vuestro hijo Dorset…, ni vos, Buckingham. Habéis sido adversarios entre sí. Esposa, estimad a lord Hastings, dadle a besar vuestra mano, y, en lo que realicéis, proceded con franqueza.

REINA ISABEL: Hela aquí, Hastings… Nunca más recordaré nuestros pasados resentimientos. ¡Por mi felicidad y la de los míos!

REY EDUARDO: ¡Dorset, abrazadle!… ¡Hastings, amad al marqués!

DORSET: Protesto aquí que este intercambio de afectos será inviolable por parte mía.

HASTINGS: Igual juro yo. (Abraza a DORSET).

REY EDUARDO: Ahora, noble Buckingham, sella esta alianza con tus brazos a los deudos de mi esposa, y hacedme todos felices con vuestra unión.

BUCKINGHAM: ¡Si alguna vez Buckingham vuelve a su rencor contra Vuestra Gracia(A la REINA.) y no os rinde a vos ni a los vuestros las solicitudes y deberes que le conciernen, que Dios me castigue con el odio de aquellos de donde espero más amor! ¡Que cuando más necesite poner un amigo a prueba, y más seguro esté de que es amigo, le halle falso, pérfido, traidor y lleno de reservas contra mí! Esto es lo que pido al Cielo cuando se enfríe mi amor por vos o por los vuestros.(Abrazando a RIVERS, etc).

REY EDUARDO: Tu juramento, noble Buckingham, es un grato cordial para mi enfermo corazón. Ahora nos falta aquí nuestro hermano Gloucester, para coronar el período bendito de esta paz.

BUCKINGHAM: Y, en buena hora, aquí llega el noble duque.

Entra GLOUCESTER.

GLOUCESTER: ¡Dios guarde a mis soberanos, rey y reina; y felices días, ilustres pares!

REY EDUARDO: Felices son, en efecto, por lo bien que hemos empleado el día. Gloucester, hemos hecho obra de caridad, trocando en paz la enemistad y en bello amor el odio entre estos pares, irritados por incesantes resentimientos.

GLOUCESTER: Labor bendita, mi soberano señor… Si hay alguno en esta noble asamblea que por un falso informe o sospecha injusta me crea su enemigo; si involuntariamente o en un momento de arrebato he cometido alguna acción que ofenda a los aquí presentes deseo reconciliarme a su amistad. ¡El ser enemigo es para mí la muerte! Odio esto, y deseo el amor de todos los hombres de bien. Comienzo por Vos, señora, y os pido una paz sincera, que pagaré con mi perpetuo servicio. A vos también mi noble primo Buckingham[50], si ha podido existir entre nosotros alguna disensión. A vos y a vos, lord Rivers y de Dorset…, que, sin razón, me habéis fruncido el ceño… A vos, lord Woodeville, y a vos, lord Scales…, duquesa, condes, lores caballeros; a todos de veras: no conozco inglés viviente con quien tenga en mi alma una jota más de lucha que por el niño que nazca esta noche. ¡Doy gracias a Dios por mi humildad!

REINA ISABEL: De hoy en adelante, este día será consagrado como de fiesta. Quiera Dios que desaparezcan todas nuestras discordias. Mi soberano señor, suplico a Vuestra Majestad que otorgue su gracia a nuestro hermano Clarence.

GLOUCESTER: ¡Cómo, señora! ¿Os he brindado amor para esto, para ser escarnecido en presencia del rey? ¿Quién no sabe que el pobre duque ha muerto?(Todos se quedan estupefactos). ¡Le injuriáis insultando su cadáver!

REY EDUARDO: ¿Quién no sabe que ha muerto? ¿Quién sabe que lo sea?

REINA ISABEL: ¡Cielos poderosos! ¿Qué mundo es este?

BUCKINGHAM: Lord Dorset, ¿estoy tan pálido, como los demás?

DORSET: ¡Sí, mi querido milord! ¡Y ninguno hay presente cuyas rojas mejillas no hayan perdido su color!

REY EDUARDO: ¿Que ha muerto Clarence? ¡Pues si la orden fue revocada!

GLOUCESTER: Pero él, infeliz, murió por vuestra primera orden[51], que debió de llevar un alado Mercurio. La contraorden se confió, sin duda, a un mensajero lisiado, que llegó a tiempo de verle enterrar. ¡Quiera Dios que alguno menos noble y leal, más cercano en pensamientos sanguinarios que en sangre, y aún no exento de sospechas, no tenga peor fin que el desgraciado Clarence!

Entra STANLEY.

STANLEY: ¡Una gracia, mi soberano, por todos mis servicios!

REY EDUARDO: ¡Silencio, te ruego! ¡Mi alma está llena de dolor!

STANLEY: ¡No me levantaré sin que Vuestra Majestad me oiga!

REY EDUARDO: Entonces di pronto lo que deseas.

STANLEY: Soberano, la perdida existencia de un sirviente mío, que ha dado muerte a un gentilhombre pendenciero que hace poco entró a las órdenes del duque de Norfolk.

REY EDUARDO: ¿Ha pronunciado mi lengua la sentencia de muerte de mi hermano, y se quiere que esta misma lengua perdone a un siervo? ¡Mi hermano no había matado a nadie! ¡Su crimen fue pensar, y, no obstante, su castigo ha sido la muerte feroz! ¿Quién intercedió por él? ¿Quién, en mi desesperación, se puso de hinojos y me invitó a que reflexionara? ¿Quién me habló de fraternidad? ¿Quién de amor? ¿Quién me recordó cuando el pobre, abandonó al fiero Warwick para combatir por mí? ¿Quién me recordó que en los campos de Tewksbury, cuando Oxford me había derribado, él me salvó la vida y dijo: ¡Querido hermano, vive y sé rey!? ¿Quién me recordó cuando, tendidos ambos en tierra, casi muertos de frío, él me envolvió en sus ropas y se expuso, todo desnudo y débil, a la inclemencia de la noche glacial? ¡Todo esto había desaparecido criminalmente de mi memoria por mi furia desesperada, y ninguno de vosotros tuvo la caridad de recordármelo! Pero cuando uno de vuestros palafreneros o de vuestros lacayos ha cometido un asesinato en la embriaguez y desfigurado la preciosa imagen de nuestro Redentor, heos aquí correr a mis plantas con ¡Perdón, perdón! Y yo, injustamente también, debo concedéroslo… Mas por mi hermano nadie quiso hablar; ni yo mismo, ¡ingrato!, pedí por el pobre de mi alma. Los más altaneros de todos vosotros erais sus obligados en vida ¡Y ninguno de vosotros quiso interceder por esa vida! ¡Oh Dios, temo que tu justicia caiga sobre mí, sobre vosotros, sobre los míos y sobre los vuestros por esta acción! Ven, Hastings, ayúdame a ir a mi cámara. ¡Ah! ¡Pobre Clarence!…

Salen el REY, la REINA, HASTINGS, RIVERS, DORSET y GREY.

GLOUCESTER: ¡Este es el fruto de la precipitación!… ¿No habéis notado cómo todos esos culpables parientes de la reina palidecieron al escuchar la muerte de Clarence? ¡Oh! ¡La solicitaron hasta delante del rey! ¡Dios la vengará! Venid, lores. ¿Vamos a consolar al rey con nuestra compañía?

BUCKINGHAM: Seguimos a Vuestra Gracia.

Salen.