—¿Es realmente necesario?
—Sí —afirmó Alba.
—No —negó a su vez Lucas, furioso.
—Es la tradición —insistió mi amiga por décima vez—. Pensaba que después del numerito de hace unos meses habías superado el pánico escénico.
Desde mi espectacular declaración habían pasado cinco meses, aunque todavía se hablaba de ello en la facultad. Lucas y yo no habíamos vuelto a separarnos desde entonces. Su adoración por mí había crecido con el paso de los días, y mi amor por él no volvió a tambalearse por el miedo ni las dudas. Pero si algo no había cambiado era el afán protector de Lucas.
—Es tu cumpleaños, Ari —me recordó Alba—. Será divertido.
—Sí, divertido para ellos —le recriminó Lucas, señalando a los chicos repartidos por el salón de su casa.
Contuve las carcajadas al ver su expresión malhumorada. Tomé su cara entre mis manos para obligarlo a mirarme.
—¿Estás celoso, Lucas? —Negó con la cabeza—. Bien, porque a la mayoría de las chicas de esta fiesta no les hace falta que te subas a una mesa para desearte, y yo puedo vivir con eso.
—Me da igual a quién deseen las demás. Me importa a quién deseas tú.
En realidad, yo sabía que Lucas no estaba enfadado, ni siquiera molesto. Pero le encantaba oírme repetir cuánto lo quería.
—Soy tuya, Lucas. Te amo y te deseo a ti. Solo a ti.
Ronroneó con satisfacción mientras me acariciaba el cuello con la nariz.
—¿No os iréis a poner tontos ahora, verdad? —exclamó mi amiga al ver que habíamos dejado de prestarle atención.
Me tragué las ganas que tenía de llevarme a Lucas a la habitación y me separé de él.
—Está bien. Cumpliré la tradición si Lucas lo hace conmigo. Me refiero a bailar —les aclaré. Ambos tenían tendencia a jugar con las palabras.
Mi amiga sonrió complacida por la proposición y se sacó el móvil del bolsillo.
—Necesito un documento gráfico de esto.
La ignoré y me giré hacia Lucas.
—Dime que bailarás conmigo —le rogué, a sabiendas de que usando esa frase sería incapaz de negarse.
El rostro de Lucas se transformó por completo. Aferró mi cintura para acercarme a él y me acomodó contra su pecho.
—Siempre, Ari. Bailaré contigo siempre.