No habría conseguido pasar de los primeros capítulos de esta novela sin el apoyo enérgico y constante de Tamar Cole, Susan Bolotin, Ben Cheever y Michael Vincent Miller. Y no habría conseguido revisarla sin la amabilidad y comprensión de Donna Redel. Los escritores habitualmente dan las gracias a sus agentes y editores por ayudarlos. Eso parece prudente y obvio. No obstante, Un matrimonio feliz no habría llegado a publicarse, con lo que tampoco me habría hecho sentir orgulloso, de no ser por Lynn Nesbit y Nan Graham. Ambos fueron mucho más allá de su habitual y ampliamente reconocida excelencia en su trabajo, ayudándome en aspectos vitales. Es imposible exagerar el valor de la meticulosa corrección de Nan. También ha sido una permanente ayuda en cada fase de la edición y publicación el atento y meticuloso Paul Whitlatch. Por último, las informaciones médicas fueron supervisadas por Kent Spekowitz, magnífico médico y elegante escritor. Naturalmente, todos los errores son míos.