RUIDO DE CAPARAZONES QUE SE AGRIETAN

Jueves, 18 de abril de 2013

61,5 kg; número de kilos que peso más que Miranda: 20,5.

09.15. Bien. Ahora ya estoy acostumbrada a esto. Sé lo que tengo que hacer. No nos revolcamos en el fango. No permitimos que los hombres nos hagan sentir que somos una mierda. No pensamos que todo el mundo tiene una vida perfecta menos nosotros —excepto la puñetera Miranda—. Nos concentramos en nuestro gran árbol interior y vamos a clase de yoga.

13.00. ¡Ostras! He empezado la clase de yoga, pero me he dado cuenta de que había vuelto a beber demasiada cola light. Baste con decir que no lo he pasado muy bien haciendo la paloma.

Así que he decidido que sería mejor meterme en la clase de al lado, meditación, de la que podría afirmarse que es un poco tirar el dinero, porque cuesta quince libras y lo único que hemos hecho ha sido sentarnos con las piernas cruzadas e intentar poner la mente en blanco. Me he sorprendido echando un vistazo a la habitación, mientras pensaba en el señor Wallaker y en Miranda, y a punto he estado de tirarme un pedo del susto.

Al principio no lo he reconocido, pero allí, sentado en una esterilla púrpura, con ropa gris holgada, los ojos cerrados, las palmas de las manos hacia arriba y apoyadas en las rodillas, estaba nada menos que George el de Greenlight. Al menos estaba bastante segura de que era él, aunque no a ciencia cierta. Luego he visto las gafotas y el iPhone junto a la esterilla púrpura y he sabido sin lugar a dudas que se trataba de él.

A la salida, no tenía claro si saludarlo o no, pero entonces he pensado que durante la última hora habíamos estado comunicándonos a cierto nivel, aunque fuera subliminal, de manera que le he dicho:

—¿George? —Se ha puesto las gafas y me ha mirado con suspicacia, como si fuera a endilgarle un guión allí mismo—. Soy yo —he continuado—. ¿Te acuerdas? ¿Las hojas en su pelo?

—¿Cómo? Ah, ya. ¡Hombre!

—No sabía que te iba la meditación.

—Pues sí. Lo del cine se ha acabado. Todas las películas se hacen en estudio. No se respeta el arte. No tiene sentido. Es algo vacío. Un nido de víboras. Iba a darme un ataque. Estaba a punto de… un momento. —George ha consultado el iPhone—. Lo siento. Cojo un avión dentro de nada. Me voy tres meses a un ashram en Lahore. Me alegro de haberte visto.

—Perdona —me he atrevido a decirle. Él se ha dado la vuelta, parecía impaciente—. ¿Estás seguro de que el ashram no está en Le Touquet?

Se ha reído; probablemente hasta entonces no se hubiera acordado de quién era yo. Nos hemos dado un abrazo bastante preocupante y él me ha dicho «Namasté» con voz grave, de productor de cine, y expresión irónica, y luego ha salido disparado, aún mirando el iPhone. Y me he dado cuenta, pese a todo, de que a decir verdad George el de Greenlight me cae muy bien.

Martes, 26 de noviembre de 2013

61 kg; número de kilos que peso más que Miranda: 20 (mejor); calorías: 4826; paninis de jamón y queso: 2; pizzas: 1,5; tarrinas de yogur helado de Häagen-Dazs: 2; unidades de alcohol: 6 (muy mal comportamiento).

09.00. Acabo de dejar a los niños en el colegio. Me siento gorda. Puede que vaya a por un panini de jamón y queso.

10.30. De repente, en la cola, me he dado cuenta de que Nicolette-doña-Perfecta se encontraba allí, esperando su bebida caliente. Llevaba un chaquetón blanco de piel sintética, gafas de sol y un bolsón inmenso. Parecía Kate Moss a la llegada de una gala, sólo que eran las nueve de la mañana. Me he sentido tentada de salir pitando, pero ya llevaba un buen rato esperando, así que en el momento en que Nicolette ha vuelto la cabeza y me ha visto la he saludado alegremente:

—Hola.

En lugar del saludo glacial que me esperaba, Nicolette se me ha quedado mirando con un vaso de papel en una mano.

—Tengo un bolso nuevo. De Hermès —me ha dicho al tiempo que sostenía el bolso en alto. Luego han empezado a temblarle los hombros.

—Capuchino​descafeinado​ventibajo​encalorías​quédate​lavuelta —he soltado de un tirón al tiempo que le daba a la camarera un billete de cinco libras y pensaba «Si a Nicolette le da un ataque de nervios ahora, se acabó. Está más que claro: todo el mundo, a diestro y siniestro, es un caos de caparazones agrietados».

—Vamos abajo —le he propuesto a Nicolette dándole unas torpes palmaditas en la espalda. Afortunadamente, abajo no había nadie más.

—Tengo un bolso nuevo —ha repetido—. Y éste es el ticket. —He clavado la vista en el papel con cara inexpresiva—. Me lo ha comprado mi marido, en el aeropuerto de Frankfurt.

—Qué detalle. Es muy bonito. —Mentira. El bolso era demencial. No tenía ni pies ni cabeza: hebillas, y tiras, y colgajos disparatados por todas partes.

—Mira el ticket —ha dicho mientras lo señalaba—. Es de dos bolsos.

Lo he mirado sorprendida. En efecto, al parecer era de dos bolsos. Pero ¿y qué?

—Será un error —he aventurado—. Llama y que te devuelvan el dinero.

Ella ha sacudido la cabeza.

—Sé quién es la otra. La he llamado. Llevan juntos ocho meses. Le ha comprado el mismo bolso. —El rostro se le ha demudado—. Fue un regalo. Y le compró el mismo a ella.

Al llegar a casa he mirado el correo:

De: Nicolette Martinez

Asunto: El puto concierto del colegio

Sólo quiero que sepáis que me importa una puta mierda quién lleve las empanadas de carne o el ponche este año, y que podéis presentaros cuando os dé la PUTA gana, porque me importa una PUTA MIERDA.

Nicorette.

Los necesito.

Creo que voy a llamar a Nicolette.

23.00. Acabamos de pasar una tarde estupenda en casa con Nicolette y sus hijos, los tres chicos jugando desatados a Roblox y Mabel viendo Bob Esponja Pantalones Cuadrados mientras tomábamos vino, pizza, queso, cola light, Red Bulls, botones de chocolate de Cadbury’s, bombones Rolo y Häagen-Dazs. Nicolette le ha echado un vistazo a OkCupid y ha gritado:

—¡Capullos! ¡Tarados inmaduros!

En medio de todo el jaleo se ha presentado Tom, un poco beodo, y nos ha informado de un nuevo estudio: «Demuestra que la calidad de las relaciones de una persona es el indicador más importante de su salud emocional a largo plazo, no tanto la relación con “la media naranja”, dado que la medida de la felicidad no es tu marido o tu novio, sino la calidad de las otras relaciones que tienes. Bueno, sólo quería decírtelo, y ahora me voy, que he quedado con Arkis.»

Ahora Nicolette está dormida en mi cama y tengo a los cuatro niños apelotonados en las literas.

¿Veis? Los hombres no hacen ninguna falta.