Jueves, 18 de abril de 2013
08.00. Bien. La reunión con Greenlight es a las nueve, así que me las he arreglado para que Chloe lleve a los niños al colegio. Después iré yo a buscarlos.
08.10. Sólo tengo que lavarme el pelo y vestirme.
08.15. Desastre: el vestido de seda azul marino está en el tinte y se me ha olvidado pedirle a Chloe que prepare el montón de pimientos rojos y amarillos para mañana. Todavía tengo que lavarme el pelo.
08.45. En el autobús, ya casi he llegado. Me siento bridada como un pollo con el vestido de noche negro, que ha sido la única prenda limpia y apropiada para una reunión que he podido encontrar. Cuando me miré en el espejo de casa, no lo vi mal, porque es tipo corsé, con la parte de arriba de encaje, y lo mantiene todo en su sitio dibujando una silueta tipo reloj de arena mientras se está de pie. Pero me puse encima un blazer a lo Grazia, aunque me estoy cociendo, para crear ese efecto gratamente ecléctico de la hija de Buena suerte, Charlie.
Sin embargo, al mirarme de refilón en un escaparate, me he dado cuenta de que el modelito es demencial. Ahora estoy en el autobús y también he recordado que el hecho de que el vestido sea tipo corsé supone una tortura cuando se está sentado. Los michelines quedan estrujados como si fuesen masa preparada en un robot de cocina. Además, en conjunto confiere cierto aire de dominatriz que es lo último que podría transmitir, pues mi estado mental se vería plasmado con mayor fidelidad por un edredón, una bolsa de agua caliente y Puffle Uno. Para colmo, tengo el pelo como si llevara un extraño cardado cuadrado como el de mi madre y Una, como si llevase sombrero.
Al final ayer por la noche logré encontrar y leer los comentarios de Ambergris Bilk, pero ahora me siento confusa, ya que al parecer Las hojas en su pelo, en el cerebro de Ambergris, se ha trasladado a Estocolmo. ¿Sabrá que George está emperrado en el yate de Hawái por lo de la película para fumados que se cayó? Y ¿pensará George que he intentado convencer a Ambergris de que la acción volviera a situarse en Noruega y que ella lo ha disfrazado de Suecia? Creo que le pediré a Chloe que compre también una botella de Pimm’s, porque, si no, no sé cómo voy a aguantar el día de las competiciones con este frío polar. ¡Uuuy! Mensaje de Roxster.
<¿Cenamos esta noche?>
¿Cenar esta noche? ¿Habíamos dicho que íbamos a cenar esta noche? Ay, mierda, ahora no tengo canguro y… será mejor que vaya a la reunión.
15.00. La reunión ha sido una pesadilla. «Saffron» ha resultado ser la nueva guionista, que, claro está, tiene veintiséis años y acaba de escribir un episodio piloto —una mezcla de Girls, Juego de tronos y The Killing— que la HBO está a punto de «coger» (antes de que «se desmorone», he pensado yo con una esperanza maliciosa y nada budista). Me he sentido como un elefante en la habitación ataviado con un bochornoso vestido de noche con blazer y un sombrero de pelo extraño. Después he pisado sin querer el bolso con la pata de la silla, y, sin saberlo, resulta que aún llevaba en él la máquina de sonidos que le habían dado a Billy en la bolsa de regalos de la fiesta de tambores africanos, y ha dejado escapar un larguísimo eructo. No se ha reído nadie salvo Imogen.
El ataque inicial de Saffron, tras dejar el guión sobre la mesa que tenía delante, ha sido preguntar con afectación:
—Puede que sea yo, pero ¿Hedda Gabler no se escribe con una sola be? ¿Gabler, no Gabbler? Y ¿la obra no es de Ibsen, no de Chéjov?
Mientras todos me miraban y yo farfullaba algo acerca de la ironía antiintelectual, me he sorprendido pensando en lo relajante que sería cenar con Roxster y reírnos de todo. He estado a punto de contestarle diciendo: «No sabía que la cena de esta noche seguía en pie», pero he pensado que sonaba a mosqueo, así que, en cuanto la atención se ha centrado en las teorías nauseabundas de Saffron sobre cómo CARGARSE mi oeuvre, le he mandado un mensaje a escondidas.
<¿Empanada de pollo en mi casa?>
Roxster: <Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm. ¿A eso de las 20.30?>
Me he arrepentido nada más decir «empanada de pollo», ya que no tenía ni empanada de pollo ni lo necesario para hacer empanada de pollo. Además, probablemente tuviera pelos en las piernas, pero no podía comprobarlo, ya que estaba en la reunión. Me sentía demasiado débil, deprimida y desconcertada como para entrar en discusiones sobre Estocolmo versus Hawái, así que únicamente he dicho que quizá fuera buena idea que Saffron escribiese una «primera versión» y a ver qué tal quedaba. Acto seguido George ha tenido que salir corriendo para coger un avión rumbo a Albuquerque.
19.30. Uf. He vuelto a casa corriendo de la reunión y por el camino me las he apañado para comprar un montón de pimientos rojos y verdes, porque no tenían amarillos. Luego he ido a por una empanada de pollo a un deli subido a la parra, y después he conseguido recoger a los niños a tiempo.
En el coche Billy ha dicho:
—¿Mami?
—¿Sí? —he respondido distraídamente mientras esquivaba a un ciclista que acababa de salir y plantarse delante de mí—. El domingo es el día del padre. Hemos hecho tarjetas.
—Nozotroz también —ha apuntado Mabel.
En cuanto he podido, me he hecho a un lado y parado el coche. Me he limpiado la cara con las dos manos y me he frotado los ojos un instante; luego, me he vuelto para mirarlos.
—¿Me enseñáis las tarjetas?
Se han puesto a rebuscar en sus mochilas. La de Mabel era de una familia con un padre, una madre, una niña pequeña y un niño pequeño. La de Billy estaba dentro de un corazón; era un niño pequeño jugando con su padre y ponía: «Papá.»
—¿Podemoz mandárzelaz a papá? —ha preguntado Mabel.
Cuando hemos llegado a casa, he sacado todas las fotos de ellos con Mark que tenía: Billy con un trajecito, igual que el de Mark, de pie, juntos, la misma mirada en la cara, exactamente la misma pose con una mano en el bolsillo del pantalón. Mark con Mabel en brazos de recién nacida, como una muñequita vestida con su pelele. Hemos hablado de papá, y de que estaba segura de que él sabía lo que estábamos haciendo, y de que todavía nos quería. Luego hemos salido a echar las tarjetas al correo.
Mabel ha puesto en la dirección: «Papá. Cielo. Espacio.» Además de sentirme culpable por todo lo demás, me he sentido culpable por traumatizar al cartero.
De vuelta a casa, Billy ha dicho:
—Ojalá tuviéramos una familia normal, como Rebecca.
—Ésa no es una familia normal —he objetado—. Ellos nunca…
—Finn puede usar la Xbox entre semana —ha protestado él.
—¿Podemoz ver a Bob Ezponja? —ha preguntado Mabel.
Estaban muy cansados. Se han quedado dormidos nada más bañarlos.
20.00. Roxster llegará dentro de media hora. Voy a darme un baño a lavarme otra vez el pelo, a maquillarme y a intentar buscar algo apropiado que ponerme para pasar la noche con alguien que puede que esté a punto de romper conmigo o de ofrecerme un anillo de compromiso.
20.10. En la bañera. ¡Ahhh! Teléfono.
20.15. He salido de un salto de la bañera, me he envuelto en una toalla y, al coger el teléfono, he oído la voz grave, poderosa, de George, de Greenlight.
—Vale. Acabamos de aterrizar en Denver. A ver, escucha, hoy ha ido todo bien, pero no queremos que pierdas… Santa Fe.
—¡Pero si es Estocolmo! —le he corregido, y de repente me he dado cuenta de que no había metido la empanada de pollo en el horno.
—Espera, estamos desembarcando… No queremos que pierdas tu voz.
¿De qué estaba hablando? Yo no había perdido la voz. ¿O sí?
—¿Estocolmo? No, voy a Santa Fe.
¿Hablaba conmigo o con la azafata?
—Bueno. Queremos que lo Heddaíces todo.
¿Que «lo Heddaíce todo»? ¿Qué querría decir con eso? Puede que estuviera hablando con el piloto.
—No, lo siento, quería decir Albuquerque.
—¡George! —he chillado—. ¿No se suponía que estabas en la Albufeira?
—¿Qué? ¿QUÉ?
La llamada se ha cortado.
20.20. He bajado corriendo a meter la empanada de pollo en el horno y ha sonado el teléfono fijo.
—Vale. ¿Qué era eso de la Albufeira? —George de nuevo.
—Era una broma —he contestado mientras intentaba abrir la empanada con los dientes—. No puedo concentrarme en lo que dices porque siempre estás en un avión o en algún otro medio de transporte; ¿no podríamos hablar tranquilamente DOS minutos cuando estés parado en un sitio? —le he pedido al tiempo que sujetaba el teléfono con la barbilla, abría el horno con una mano y metía la empanada con la otra—. No puedo TRABAJAR contigo corriendo de un lado para otro. Necesito concentrarme.
De pronto George ha pasado a utilizar una voz ronroneante, sensual, tranquilizadora, que no le había oído nunca.
—Vale, vale. Creemos que eres un genio. Cuando acabe este viaje, estaré todo el tiempo en la oficina, ¿de acuerdo? Sólo tienes que devolverle esa voz especial y que tanto nos gusta a Hedda en todos sus diálogos cuando Saffron haya acabado con ellos. Y tendrás toda mi atención, calmada, para ti sola.
—Vale, sí —he contestado frenética, preguntándome si podría dorar la empanada antes de secarme el pelo.
20.40. Uf. Gracias a Dios que Roxster se retrasa un poco. Todo va como la seda: tengo el pelo normal, la empanada de pollo no sólo está en el horno, sino DORADA con huevo batido para darle un agradable toque personal, como de que he hecho algo. Abajo todo está perfecto e iluminado por velas, y creo que la camisa de seda va bien y no es de zorrón, ya que llevamos meses acostándonos. En cualquier caso, todo lo demás o es demasiado incómodo o está sucio. Dios mío, qué cansada estoy. Creo que voy a tirarme a dormir unos minutos en el sofá.
21.15. ¡Ahhhh! Son las 21.15 y Roxster todavía no ha llegado. ¿Me habré quedado dormida y no habré oído el timbre? Acabo de mandarle un mensaje:
<Me he quedado dormida. ¿No he oído el timbre?>
<Jonesey, lo siento mucho. Al final he tenido que quedarme a comer un curry con los compañeros al salir del trabajo y ahora los autobuses van a paso de tortuga. Creo llegaré dentro de unos diez minutos.>
He mirado el mensaje fijamente, con la cabeza dándome vueltas a mil por hora: ¿un curry? ¿Los autobuses a paso de tortuga? ¿Los compañeros? Roxster nunca dice «compañeros»… Pero ¿y la empanada de pollo? ¿Qué estaba pasando?
21.45. Roxster no ha llegado aún. Le he mandado un mensaje:
<¿Hora de llegada prevista?>
Roxster: <Unos 15 minutos. Lo siento mucho, cariño.>