¿ESCAPADA O RUPTURA?

Sábado, 8 de junio de 2013

El intercambio de mensajes con Roxby McDuff está siendo más animado que nunca, lleno de planes para el viaje, así que tal vez sólo fueran las dudas que sembró el artículo sobre los toy boys de Ellen Boschup y Roxster esté viviendo el momento y todo vaya bien.

Pero, bueno, será mejor que termine de hacer la maleta o perderé el tren. Uuy, mensaje de Roxster:

<¿Jonesey?>

¿Irá a anularlo todo?

<¿Sí, Roxster?>, he contestado con nerviosismo.

<*Con una rodilla hincada en el suelo.* ¿Quieres casarte conmigo?>

He clavado la mirada en el móvil. ¿Qué era aquello?

<Roxster, ¿tiene esto que ver con la cláusula de la comida del acuerdo prenupcial?>

<Pone que se me servirá un desayuno inglés completo, con huevos, bacón, champiñones y salchichas flambeadas todos los domingos. ¿Te casarás conmigo?>

Pero entonces, oliéndome alguna triquiñuela, he respondido cautelosa:

<La cosa es que, si nos casamos, ¿no dará la impresión de que me estoy volviendo demasiado seria?>

<No sé. Yo sólo pensaba en la comida.>

Domingo, 9 de junio de 2013

Escapadas: 1; polvos: 7; unidades de alcohol: 17; calorías: 15 892; peso: 87 kg (incluido, o así es como me siento, un animal pequeño de 27 kg).

La escapada ha sido una maravilla. Pura ambrosía. Hemos estirado la broma del matrimonio todo el fin de semana. El tiempo ha sido agradable, soleado, y me ha parecido una gozada estar tan lejos del ruido y de las listas de cosas pendientes. Roxster ha estado de lo más alegre y dicharachero. El hotel era minúsculo y se encontraba en un valle escondido, a orillas de un pequeño río. La suite nupcial, que se hallaba en un granero aparte, estaba pintada de blanco y tenía el techo inclinado, vigas de madera vista y ventanas en dos lados (uno de ellos daba directamente al río y, más allá, a una vega).

Al llegar intenté quitarme de la cabeza los recuerdos de la suite nupcial de mi boda de verdad, con Mark, pero me eché a reír cuando Roxster me cogió en brazos para cruzar el umbral —fingiendo que se tambaleaba debido al peso— y me lanzó sobre la cama.

Las ventanas estaban abiertas y sólo se oían el río, los pájaros y las ovejas a lo lejos. Disfrutamos de un sexo suave, adormilado, estupendo, y después dormimos un rato. Luego dimos un paseo a orillas del río y encontramos una pequeña ermita antigua, donde hicimos como que nos casábamos con las vacas como invitadas. Al final acabamos en un pub, donde bebimos demasiada cerveza para aplacar la sed y, para terminar, la regamos con vino. No se habló de romper. Le conté a Roxster que me habían echado de Las hojas y se mostró encantador: dijo que estaban todos locos y que no apreciaban ese don mío tan poco habitual, que lucharía contra ellos con sus fornidos brazos. Luego comimos tanto que después casi no podía moverme. Tenía esa… cosa inmensa en el estómago… era como estar embarazada de una extraña criatura con protuberantes brazos y patas.

Salimos fuera para intentar bajarlo paseando. Había luna llena y de pronto me acordé de Mabel: «Mira, la luna. Me zigue.» Me puse a pensar en Mark y en todas las veces que la luna nos había seguido, y en todos los años durante los que estuve segura, segura de que siempre estaría ahí, y de que no habría sufrimiento en el camino, sólo años de estar juntos extendiéndose ante nosotros.

—¿Te encuentras bien, nena? —preguntó Roxster.

—Tengo la sensación de que me he comido un cervatillo —reí para salir del paso.

—Tengo la sensación de que quiero comerte a ti —aseguró él. Me pasó el brazo por los hombros y todo volvió a ser estupendo. Caminamos un rato a orillas del río, luego nos metimos en una ciénaga y decidimos que estaba demasiado oscuro y demasiado lejos, de modo que volvimos al pub, donde llamamos un taxi.

Cuando volvimos a la habitación, las ventanas estaban abiertas de par en par, la suite olía a flores y el murmullo del río se colaba en su interior. Por desgracia, el cervatillo era tan enorme que lo único que pude hacer fue ponerme el picardías y tumbarme en la cama boca abajo. Tuve la sensación de que en el colchón, debajo de mí, había una hendidura inmensa que acogía al cervatillo. De repente, un perro empezó a ladrar de forma muy estruendosa justo debajo de la ventana. Y no paraba. Entonces el cervatillo se relajó ligera y bochornosamente soltando un enorme pedo.

—¡Jonesey! —exclamó Roxster—. ¿Eso ha sido un pedo?

—Puede que un airecillo pequeño, minúsculo del cervatillo —admití avergonzada.

—¿Un airecillo pequeño? Ha sido más bien como el despegue de un avión. ¡Si hasta ha hecho callar al perro!

Era verdad. Pero entonces el puñetero perro empezó a ladrar otra vez. Era como estar en un barrio de viviendas de protección oficial a las afueras de Leeds.

—Voy a darte algo para que no pienses en ello, nena —dijo Roxster.

Mmmmmm​mmmmm​mmmmm​mmmmm​mmmmm​mmmmm​mmmmm​mmmm.

22.00. Ya de vuelta en Londres. De maravilla. He llegado a las seis sintiéndome como nueva. Al parecer los niños se lo han pasado muy bien, y me he alegrado de volver a verlos. Estoy tan llena de joie de vivre y afabilidad que incluso un domingo por la tarde, con el pánico de los deberes olvidados, ha transcurrido en una jubilosa dicha de chimenea y hogar al estilo de los años cincuenta. ¿Una paternidad fácil y mejor? Echa muchos polvos.

Uuy, un mensaje.

Roxster: <La vida de casados es bastante buena, ¿no crees, tesoro?>

Mmm. Me he olido algo raro. Aún estoy recelosa debido a todo el asunto de la confusión / ataque de pánico.

Yo: <*Pedos.* No me pillarás poniéndome sentimental.>

Roxster: <*Sollozos.*>

Yo: <*Risa socarrona maliciosa.* No me ha gustado nada el fin de semana, en serio.>

Roxster: <¿Ni siquiera una pizquita de nada?>

Yo: <Bueno, puede que un pizca mínima, visible al ojo humano sólo mediante el uso de una lendrera.>

Roxster: <Entonces ¿ha sido la peor salida Jonesey / Roxster de todas?>

Yo: <Si digo que no, ¿sufrirás un ataque de pánico?>

Roxster: <Ahora que estamos casados mis ataques de pánico se han esfumado.>

Yo: <¿Lo ves?>

Roxster: <¿Crees que sería justo añadir en mi CV que me dedico a la filantropía?>

Yo: <¿Por haberte casado conmigo?>

Roxster: <Sí. Podría decir que trabajo para Ayuda al Anciano.>

Yo: <Que te den.>

Roxster: <Ay, Jonesey. Buenas noches, cariño.>

Yo: <Buenas noches, Roxster.>