Lunes, 20 de mayo de 2013
Estrellas de cine conocidas: 1; escapadas planeadas: 1; fiestas a las que voy a ir próximamente con Roxster: 1; número de veces que me he subido a un cochazo: 2; cumplidos de la estrella de cine: 5; calorías consumidas con la estrella de cine: 5476; calorías consumidas por la estrella de cine: 3.
14.30. Las cosas no podrían ir mejor. Están a punto de pasarme a recoger en un «coche» para ir al Savoy a conocer a Ambergris. Me he probado varias versiones del look famosa-en-aeropuerto con vaqueros pitillo / fular / camiseta abotonada hasta arriba, pero al final me he decidido por el vestido de seda azul marino, aunque empieza a estar un poco sobado. Talitha me ha ayudado a pedir algunos vestidos para su fiesta en Net-a-Porter, y me he hecho con uno muy bonito de J. Crew no muy caro.
Y dentro de tres semanas Roxster y yo nos vamos de escapada. ¡Una escapada! Los dos solos, desde el sábado por la tarde hasta el domingo. Estoy como loca. Llevo cinco años sin hacer una escapada. Pero bueno, tengo que ponerme con las notas para la reunión.
17.30. En el coche de vuelta de la reunión. En un principio, cuando ha llegado Ambergris, me he sentido decepcionada, ya que esperaba verla entrar con unos pitillo, camisa abotonada hasta arriba, blazer, fular bohemio vaporoso y un bolso enorme carísimo. Así yo podría ver cómo se hacía y el resto del mundo nos miraría y admiraría a las dos. Pero apenas la he reconocido cuando ha entrado sigilosamente en el reservado vestida con unos pantalones de chándal y una sudadera grises y tocada con una gorra de béisbol.
Hemos arrancado con una especie de prólogo amistoso —al que empiezo a acostumbrarme con las mujeres de la industria del cine— en el que Ambergris me ha felicitado por mi estilismo; el hecho de que no fuese más que el vestido de seda azul marino ha parecido resultarle irrelevante. He pensado que yo también debía decir algo bueno de su chándal.
—Qué look más… deportivo —he dicho con efusividad justo cuando llegaba una merienda absolutamente enorme en un expositor de tres pisos. Ambergris ha cogido un diminuto sándwich de salmón ahumado y ha estado jugueteando con él durante el resto de la conversación. Entretanto, yo me he zampado toda la capa inferior de sándwiches, tres scones con mermelada y nata batida, una selección de tartaletas y pastelitos en miniatura y las dos copas de champán gratis.
Ambergris ha manifestado su respeto y asombro por mi guión, y apoyando una mano en la mía me ha dicho:
—Me siento halagada.
Con los ánimos renovados al pensar que mi voz iba a escucharse de verdad, he pasado a decir cosas buenas de Dougie: les he quitado importancia a las preocupaciones que a todas luces Ambergris compartía con Damian e Imogen acerca de que lo necesitaba «con desesperación» y de que, a decir verdad, no había hecho nada de lo que nadie hubiera oído hablar.
—Dougie entiende realmente mi voz —he asegurado tiñendo de afecto reverencial la palabra «Dougie»—. Deberías reunirte con él, en serio.
(Ahora yo también comparto su jerga.)
Hemos quedado en que Ambergris se reuniría con Dougie y, en un abrir y cerrar de ojos, a ella le ha llegado la hora de irse. Creo que ya somos íntimas amigas. Y también creo que estoy a punto de vomitar por haberme zampado una merienda para dos entera más las dos copas de champán.
17.45. Acabo de llamar a Greenlight —¡desde el coche!— para presumir del éxito de la reunión y me he enterado de que Ambergris ya había llamado —¡desde su coche!— para decir lo inteligente y empática que cree que soy.