Martes, 7 de mayo de 2013
61,5 kg (no, no, no, qué desastre); modelos apropiados para el verano: 0; modelos apropiados para el mundo moderno: 1 (el vestido de seda azul marino).
09.31. ¡Ha llegado el verano! Al final ha salido el sol, los árboles están en flor y todo es estupendo. Pero ¡no, no! La parte superior de mis brazos no está lista.
09.32. Además estoy experimentando una familiar sensación de pánico respecto a que debo sacarle el mayor partido, pues puede que sea el último y único día soleado del año. Y, además, ¿qué hay de la inminente temporada veraniega, cuando todo el mundo irá a los festivales con un look festivalero elegante y casual, a lo Kate Moss, o a Ascot, vestido como Kate Middleton y luciendo un tocado? Yo no tengo ningún evento veraniego al que asistir, ni tocados.
09.33. Uy, menos mal. Ha empezado a llover otra vez.
Miércoles, 8 de mayo de 2013
09.30. Llevar al colegio a los niños se ha convertido en un obstáculo de estilismo insalvable. Estamos en esos días confusos antes de que el verano coja confianza, durante los que uno sigue saliendo a la calle o con ropa de lana de invierno —en cuyo caso el día sale soleado y con veintiséis grados— o con un vestido veraniego ligero —y entonces empieza a granizar, con lo cual te quedas completamente helada y encima te das cuenta de que la laca de uñas de los pies da asco—. Tengo que centrarme en la ropa y en arreglarme. Y en escribir.
Jueves, 9 de mayo de 2013
19.00. ¡Ahhh! He estado viendo Buena suerte, Charlie con Mabel en el canal Disney y me he dado cuenta de que la madre de Buena suerte, Charlie lleva exactamente la misma ropa que me he estado poniendo yo todo el invierno, a excepción del vestido de seda azul marino: vaqueros negros con botas por fuera, o pantalones de chándal negros ceñidos y de pata ancha cuando está en casa; una camiseta blanca escotada y encima un jersey con el cuello a pico negro, gris o de cualquier otro color neutro. ¿Se ha convertido lo que yo pensaba que era mi estilo monocromo y ligeramente arriesgado en el equivalente a ojos de Mabel de los dos piezas en plan arreglado pero informal que solían llevar mi madre y Una? Puede que intente ser más ecléctica, como la hija adolescente de Buena suerte, Charlie.
Lunes, 13 de mayo de 2013
Minutos pasados en páginas web de moda: 242; minutos pasados viendo noticias en Yahoo: 27; minutos pasados discutiendo con el señor Wallaker: 12; minutos pasados escuchando a Jude: 32; minutos pasados con la tabla de deberes: 52; minutos pasados haciendo cualquier tipo de trabajo: 0.
09.30. Bien. Ahora tengo que ponerme seriamente a escribir. Pero antes les echaré un vistazo a las páginas de River Island, Zara, Mango, etc., para sacar ideas de cara a modernizar los modelitos del verano.
12.30. ¡Muy bien! ¡A trabajar! Pero antes le echaré un vistazo a la inexplorada bandeja de entrada.
12.45. Uuy, noticia de Yahoo: «Biel decepciona con un traje de chaqueta y pantalón de todo menos sexy.» Bah, ¿es que ahora se juzga a las mujeres por lo sexy o no sexy de sus trajes de chaqueta? Sumamente relevante para la actualización de Hedda. Imprescindible leer.
13.00. Echando humo. Porque, sinceramente, los únicos modelos de conducta que tienen las mujeres hoy en día son… esas CHICAS DE ALFOMBRA ROJA que se limitan a hacer acto de presencia en las fiestas luciendo ropa prestada y a posar para las fotos que aparecen en Grazia; después se vuelven a casa para meterse en la cama hasta la hora de comer y de conseguir más ropa gratis. No es que Jessica Biel sea una chica de alfombra roja, porque es actriz. Pero aun así.
13.15. Ojalá fuese una chica de alfombra roja.
14.15. Puede que salga a comprarme la revista Grazia para no decepcionar con un conjunto de todo menos sexy a lo madre de Buena suerte, Charlie. Que no es que la madre de Buena suerte, Charlie sea de todo menos sexy, claro.
15.00. Acabo de volver del quiosco con la nueva revista Grazia. Soy consciente de que todo mi estilo está pasado de moda y es un desastre. Tengo que ponerme vaqueros pitillo, bailarinas y una camisa abotonada hasta arriba. Y un blazer para ir a buscar a los niños al colegio, más un bolso y unas gafas de sol enormes, como una famosa en el aeropuerto. ¡Ahhh! Es hora de ir a buscar a Billy y a Mabel.
17.00. De vuelta a casa. Billy ha salido del colegio con cara de estar traumatizado.
—He quedado el segundo empezando por abajo en el examen de ortografía.
—¿Qué examen de ortografía? —Lo he mirado pasmada mientras los otros niños bajaban en tropel por la escalera.
—Ha sido un suspenso de campeonato —ha anunciado con tristeza—. Hasta Ethekiel Koutznestov lo ha hecho mejor que yo.
Me ha invadido una terrible sensación de fracaso. Lo de los deberes me resulta absolutamente incomprensible, con un montón de papelitos sin sentido, dibujos de dioses indios armados hasta los dientes y recetas de tostadas a medio colorear en distintos libros.
El señor Pitlochry-Howard, el tutor de la clase de Billy, un hombre nervioso y con gafas, ha corrido a nuestro encuentro.
—No debes preocuparte por el examen de ortografía —ha afirmado nerviosamente. El señor Wallaker se ha acercado para pegar la oreja—. Billy es un muchacho muy inteligente, sólo necesita…
—Necesita más organización en casa —ha apuntado el profesor de educación física.
—Bueno, verá, señor Wallaker —ha replicado el señor Pitlochry-Howard un tanto ruborizado—, es que Billy lo ha pasado muy…
—Sí, ya sé lo que le sucedió al padre de Billy —lo ha interrumpido el señor Wallaker en voz baja.
—Así que hemos de ser indulgentes. Todo irá bien, señora Darcy. No tiene por qué preocuparse —me ha asegurado el señor Pitlochry-Howard. Y, acto seguido se ha marchado dejándome con el señor Wallaker, al que he dedicado una mirada asesina.
—Billy necesita disciplina y estructura —ha afirmado—. Eso es lo que lo ayudará.
—Tiene disciplina, descuide. Y ya le impone usted bastante disciplina de la suya en el campo de deportes. Y en clase de ajedrez.
—¿A eso lo llama disciplina? Espere a que vaya al internado.
—¿Al internado? —he repetido, y me he acordado de que Mark me hizo prometer que no les haría a los niños lo mismo que le hicieron a él—. Billy no irá a ningún internado.
—¿Qué tienen de malo? Mis hijos van a un internado. Hace que se esfuercen al máximo, les enseña a tener valor, coraje…
—¿Y cuando las cosas van mal? ¿Qué tal si hay alguien que los escuche cuando no ganan? ¿Qué hay de la diversión, qué hay del amor y los abrazos?
—¿Los abrazos? —ha repetido incrédulo—. ¿Los abrazos?
—Sí —he contestado—. Son niños, no máquinas de productividad. Necesitan aprender a salir adelante cuando las cosas no van bien.
—Supervíselo cuando hace los deberes. Es más importante que ir a la peluquería.
—Que sepa usted —le he dicho irguiéndome cuanto he podido— que soy una mujer trabajadora y estoy escribiendo una versión actualizada de Hedda Gabbler, de Antón Chéjov, que dentro de poco será llevada al cine. Vamos, Billy. —Y lo he empujado hacia la verja del colegio mientras musitaba—: Por favor, el señor Wallaker es un maleducado y un tirano.
—Pues a mí me cae bien —ha objetado Billy, horrorizado.
—¿Señora Darcy?
Me he vuelto hecha una furia.
—¿Hedda Gabbler, ha dicho?
—Sí —he afirmado orgullosa.
—¿De Antón Chéjov?
—Sí.
—Pues yo diría que es de Henrik Ibsen. Y también creo que se escribe, y de hecho se pronuncia, con una sola be.
18.00. Joder. Acabo de poner en Google «Hedda Gabbler» y ES de Henrik Ibsen y se escribe con una sola be, pero «Hedda Gabbler, de Antón Chéjov», está ya en la primera página del guión de todo el mundo. No importa. Si en Greenlight nadie se ha dado cuenta, no tiene sentido decírselo ahora. Siempre puedo fingir que era ironía inteligente.
21.15. La mesa de la cocina está repleta de tablas. Éstas son las tablas:
TABLA UNO: DÍA EN QUE SE PONEN LOS DEBERES
Por ejemplo: lunes, problemas matemáticos y sufijos, para el martes por la mañana. Martes, colorear dios indio y evaluar pretecnología: pan, ratones, etc.
TABLA DOS: DÍA DE ENTREGA DE DEBERES
TABLA TRES
Tabla posiblemente redundante, intento de incorporar elementos de las Tablas Uno y Dos utilizando distintos colores.
TABLA CUATRO: QUÉ DEBERES DEBERÍAN HACERSE IDEALMENTE QUÉ DÍA
Por ejemplo: lunes, dibujar y colorear el «árbol genealógico» de la familia de sufijos «-ic». Colorear brazos del dios indio.
Uuy, timbre.
23.00. Era Jude, estaba traumatizada, hecha polvo, y ha bajado la escalera tambaleándose.
—Quiere que le pida que chupe cosas —me ha dicho desanimada al tiempo que se dejaba caer sobre el sofá, con el teléfono en la mano y mirando enfermizamente al frente.
Es evidente que he tenido que dejarlo todo para escucharla. Resulta que Amantedelsnow, con el que las cosas iban bastante bien desde hacía ya tres semanas, le había desvelado de pronto que le iba la humillación sexual.
—Bueno, no pasa nada —le he asegurado para consolarla mientras dibujaba una delicada espiral en la espuma de su capuchino ristretto descafeinado de Nespresso, sintiéndome, como siempre que utilizaba mi nueva y navideña cafetera Nespresso, un poco como una camarera barcelonesa—. Podrías pedirle que te chupe… ¡a ti! —he propuesto al tiempo que le daba aquella preciosidad de café.
—No. Quiere que le diga cosas como: «Chúpame la suela de los zapatos», «Chupa la taza del váter.» Vamos, que de higiénico nada.
—Podrías ponerlo a hacer cosas útiles, como tareas de la casa. Quizá no la taza del váter, pero sí lavar los platos —he dicho esforzándome por anteponer la gravedad de su situación a mis sentimientos heridos, pues no había elogiado, o al menos comentado, el dibujo de la espuma del capuchino.
—No pienso ponerlo a chuparme los platos.
—Podría chuparlos para quitarles lo gordo y después ya meterlos en el lavavajillas, ¿no?
—Bridget: quiere que lo humille sexualmente, no fregar los platos.
Quería animarla a toda costa, sobre todo porque a mí ahora las cosas me van bien.
—¿No hay nada humillante que pudiera gustarte? —le he preguntado como si estuviera convenciendo a Mabel de que fuera a una fiesta infantil—. ¿Como… vendarle los ojos?
—No, dice que no le va el rollo «Cincuenta sombras». Tiene que ser… Bueno, algo que haga que se sienta asqueroso. Como cuando me dijo que quería que le dijera que tenía un pene enano. Si es que no es normal.
—No —he tenido que admitir—. La verdad es que muy normal no es.
—¿Por qué ha tenido que cagarla? Ahora todo el mundo se conoce por internet. Que resulte que está como una cabra es tan tópico…
Enfadada, ha lanzado el iPhone contra la mesa, le ha dado al capuchino y ha echado a perder por completo el dibujo que le había hecho en la espuma.
—Lo de ahí fuera es un zoo —ha afirmado Jude mirando enfermizamente a la nada.