SUPERMADRE

Lunes, 22 de abril

59 kg (perdidos gracias al sexo); polvos: 5; minutos pasados preparando ideas para la reunión: 0; ideas de cosas que decir en la reunión: 0 (ay, Dios).

11.30. Recepción de la productora cinematográfica.

Ay, Dios. ¿En qué estaba pensando para pasarme toda la noche dándole al sexo? La historia de hacer las paces / romper acabó poniéndonos tan cachondos a Roxster y a mí que ninguno de los dos podía dormir.

A decir verdad, estaba colgando cabeza abajo de un lado de la cama mientras Roxster me sujetaba las dos piernas en el aire y me embestía cuando de pronto…

—¡Mamiiiii!

El pomo de la puerta empezó a moverse.

Ay, Dios, qué difícil fue parar.

—¡Mamiiiii!

Roxster se apartó, alarmado, así que fui a parar al suelo de espaldas…

—Mami, ¿qué ha sido ese golpe?

—Nada, no es nada, cariño —gorjeé cabeza abajo—. Voy corriendooooooo.

Y al oírlo, Roxster dijo en voz baja:

—Desde luego, yo estoy a punto.

Intenté darme la vuelta de una manera nada apropiada para una señorita: con el culo en pompa, de manera que Roxster soltó una risita mientras me subía a la cama y susurraba:

—Por favor, nada de pedos.

—Mamiiii, ¿dónde estás? ¿Por qué está cerrada la puerta?

Me lancé sobre la cama intentando estirarme el picardías al tiempo que Roxster se escondía por el otro lado. Levanté la aldabilla, abrí un poco la puerta, salí deprisa y cerré.

—No pasa nada, Billy, mami está aquí y todo va bien. ¿Qué ocurre?

—Mami —dijo Billy mirándome con cara rara—, ¿por qué llevas las tetitas fuera?

Después de llevarlos al colegio, la mañana ha sido una auténtica pesadilla. He intentado resolver con Chloe la compleja matriz de recogidas, y piojos, y quedadas de los niños; después peinarme (posiblemente llenando el cuarto de baño de liendres al comienzo de su ciclo temprano), y finalmente buscar el vestido de seda azul marino en el fondo del armario —al que ha habido que quitarle una mancha de chocolate y pasarle la plancha—. Y ahora estoy aquí, esperando a que empiece la reunión de la película, y no traigo nada pensado.

Las oficinas dan verdadero miedo. El área de recepción es como una galería de arte. El mostrador de recepción es como una enorme bañera de cemento exenta, y hay un hombre tumbado boca abajo en el suelo… ¿tal vez otro guionista en ciernes cuya «reunión preliminar» ha salido mal?

12.05. Uy, es una escultura, o quizá más bien una «instalación».

12.07. Tranquila y serena. Tranquila y serena. Todo va bien. Sólo tengo que recordarme lo que dice el guión.

12.10. Puede que gane el BAFTA al mejor guión adaptado. «Me gustaría darles las gracias a Talitha, a Sergei, a Billy, a Mabel, a Roxster… Pero basta de hablar de ellos. Nací hace treinta y cinco años…»

12.12. A ver, para. Tengo que ordenarme las ideas. Lo importante es que esta versión actualizada es una tragedia feminista. El hilo narrativo principal es que Hedda, en lugar de ser independiente como Jude, se decide por un profesor aburrido y poco atractivo que estira el presupuesto para comprar una casa en Queen’s Park. Hedda, desilusionada con la luna de miel intelectual en Florencia —porque en realidad ella quería ir a Ibiza— y desilusionada con la birria de sexo —porque en realidad quería casarse con su amante, un tío bueno alcohólico—, descubre al volver que también se siente desilusionada con la sombría y húmeda casa de Queen’s Park y acaba pegándose un tiro y… ¡Ahhh!

17.00. Me sacó de mi ensimismamiento una chica alta y de pelo oscuro vestida por completo de negro. Tras ella había un joven más bajo, con el pelo corto en un lado de la cabeza y largo en el otro. Ambos esbozaban una sonrisa excesiva, como si yo ya hubiese metido la pata en algo y ellos intentaran hacer que me sintiera mejor antes de matarme y dejarme como al hombre del suelo.

—Hola, soy Imogen, y éste es Damian.

Hubo un instante de silencio incómodo cuando nos apretujamos en el ascensor de acero inoxidable mirándonos, dedicándonos sonrisas maniacas y preguntándonos qué podíamos decir.

—Bonito ascensor —solté.

A lo que Imogen respondió:

—Sí, ¿no?

Y las puertas se abrieron para dar paso directamente a una espectacular sala de juntas con vistas a los tejados de Londres.

—¿Te apetece tomar algo? —preguntó Imogen al tiempo que señalaba un aparador bajo que exhibía todo un despliegue de aguas de marca, coca-cola light, café, galletas de chocolate, barritas energéticas, galletas de avena, un recipiente con fruta y bombones Celebrations, y, extrañamente para aquella hora, cruasanes.

Justo cuando me estaba sirviendo un café con un cruasán para crear una grata sensación de superdesayuno, se abrió la puerta y entró un hombre alto e imponente que lucía unas gafas negras grandes y una camisa impecablemente planchada. Parecía muy ocupado e importante.

—Lo siento —se disculpó con voz grave sin mirar a nadie—. Multiconferencia. Muy bien. ¿Dónde estamos?

—Bridget, éste es George, el director de Greenlight Productions —dijo Imogen, justo cuando mi bolso dejó escapar un ruidoso graznido de pato. Oh, Dios. Estaba claro que Billy había cambiado el aviso de los mensajes.

—Lo siento —reí alegremente—. Ya lo apago.

Y me puse a hurgar entre los trocitos de queso que tenía en el bolso para encontrar el teléfono. Pero la cosa era que el graznido no anunciaba la entrada de un mensaje, sino que era una alarma, así que siguió sonando, y mi bolso estaba tan lleno de porquerías que era incapaz de dar con el móvil. Todo el mundo me miraba.

—Bueno… —dijo George cuando conseguí sacar el teléfono, quitarle un poco de plátano hecho papilla y apagarlo. Señaló la silla que tenía al lado y continuó—: Bueno… nos gusta tu guión.

—Qué bien —repuse, y, disimuladamente, me coloqué el teléfono en vibración sobre la rodilla por si Roxster… bueno, Chloe, o el colegio, me mandaba un mensaje.

—Tiene algunas cosas muy buenas —apuntó Imogen.

—Gracias —repliqué radiante—. He apuntado algunas ideas para comentarlas y…

El teléfono vibró. Era Chloe:

<La madre de Cosmata dice que Mabel puede ir a jugar a su casa porque Cosmata y Thelonius también tienen piojos, pero la madre de Atticus dice que mejor que Billy no vaya, que no quiere piojos. Además Billy ha vomitado en el colegio y quieren que alguien vaya a por él, pero yo no puedo y la madre de Cosmata no quiere gérmenes en su casa, así que no puedo llevar a Billy cuando vaya a recoger a Mabel a casa de Cosmata.>

La cabeza me daba vueltas con el cúmulo de nombres de niños que parecían declinaciones y verbos en latín —Cosmo, Cosmas, Cosmata, Theo, Thea, Thelonius, Atticarse— y el terrible dilema de la recogida / vomitona. Me pregunté qué hacían las supermadres en situaciones similares.

—Básicamente, pensamos que el tono y la actualización de la historia de Hedda son excelentes —comentó Imogen.

—El personaje de Hedda —corrigió George lacónicamente.

Imogen se ruborizó un poco. Por lo visto se lo había tomado como si fuera una especie de reproche. Luego continuó:

—Creemos que la idea de una mujer insatisfecha con su suerte y dividida entre un buen marido y un botarate indómito, creativo…

—Exacto, exacto —tercié, y el teléfono volvió a vibrar—. Me refiero a que, aunque eso sucedió hace mucho tiempo, las mujeres siguen tomando las mismas decisiones. Y creo que Queen’s Park tiene exactamente la clase de…

Miré a escondidas el mensaje: ¡Roxster! <¿Qué llevas puesto y qué tal va la reunión con la productora?>

—Bien, bien, lo que estamos pensando es… ambientarla en Hawái —interrumpió George.

—¿HAWÁI? —pregunté.

—Sí.

Consciente de que aquélla podía ser una encrucijada importante, reuní todo mi valor y añadí:

—Aunque se supone que es más noruega. Un poco como en noviembre, todo sombrío y triste, en una casa oscura y deprimente de Queen’s Park.

—Podría ser Kauai —propuso Imogen en tono alentador—. Allí llueve continuamente.

—Así que en lugar de estar en una casa oscura y deprimente está…

—¡En un yate! —exclamó Imogen—. Queremos incorporar cierto toque del glamur de los años sesenta y setenta.

—Como La pantera rosa —apuntó Damian.

—¿Quieres decir que va a ser una peli de dibujos animados? —pregunté mientras escribía con disimulo bajo la mesa: <Vestido de seda azul marino. Pesadilla.>

—No, no, como La pantera rosa original, con David Niven y Peter Sellers, ¿sabes? —aclaró Imogen.

—Pero ¿no estaba ambientada en París y Gstaad?

—Bueno, sí, pero lo que buscamos es el ambiente. La atmósfera —afirmó Imogen.

—¿Un yate en Hawái con aires de París y Gstaad? —inquirí.

—Donde llueve —precisó Imogen.

—Cielos oscuros, muy oscuros, y nublados —añadió Damian.

Me entró el bajón. A ver, se suponía que todo debía ser decepcionante y casposo. Pero, ojo, como dice Brian, mi representante: si eres guionista, mejor que no des el coñazo.

El móvil vibró otra vez. Roxster.

<ByADO. ¿El vestido de seda azul marino por el que metí la cabeza la semana pasada?>

—Bueno… —dijo George—. Hedda es Kate Hudson.

—Bien, bien —asentí mientras apuntaba «Kate Hudson» en las Notas del iPhone y escribía deprisa <¿ByADO?>. Y todo ello intentando no pensar en la cabeza de Roxster metida por mi vestido.

—El marido aburrido es Leonardo DiCaprio, y el ex alcohólico ¿es…?

—Heath Ledger —apuntó en el acto Damian.

—Pero si está muerto —objetó Imogen justo cuando Roxster contestaba:

<Beso y Abrazo De Oso.>

—Ya, ya, ya, ya, ya —repuso Damian—. No Heath Ledger, pero sí alguien parecido a Heath Ledger, sólo que…

—¿No esté muerto? —terminó Imogen mirando a Damian con frialdad—. ¿Colin Farrell?

—Sí —dijo George—. Lo veo. Veo a Colin Farrell. Si sigue por el buen camino, que creo que sí. Y ¿qué hay de la otra chica?

—La amiga, esa con la que Hedda Gabbler fue al colegio, ¿no? —precisó Imogen.

El teléfono vibró:

<Billy ya no vomita así que puedo ir a buscarlo antes, pero de todas formas la madre de Cosmata sigue sin querer que se acerque a la casa. ¿Puedo dejarlo en el coche?>

—Alicia Silverstone —propuso Damian—. Debería ser como en Clueless.

—No —respondió George.

—No —repitió Damian en desacuerdo consigo mismo.

—¿Sabéis que? —George parecía pensativo—. Hedda podría tirar más a alguien del tipo de Cameron Diaz. ¿Y Bradley Cooper para el marido aburrido?

—Mmm. Sí —opiné—. Pero ¿Bradley Cooper no es demasiado sex…?

—Jude Law en Anna Karenina —propuso Imogen con una sonrisa de complicidad—. O elegir un reparto de mayor edad y que George Clooney haga un papel atípico.

Daba la sensación de que estábamos en un extraño mundo crepuscular en el que nos dedicábamos a barajar nombres de gente tremendamente famosa que no tendría el más mínimo interés en estar en él. ¿Por qué pensaría la madre de Cosmata que los piojos y los gérmenes podían saltar de la acera a su puerta? Y ¿por qué querría George Clooney aparecer en una adaptación moderna de Hedda Gabbler ambientada en un yate en Hawái, con un papel atípico y escrita por mí?

—¿Y si ella no muere? —aventuró George, y se puso de pie y empezó a dar vueltas—. Porque muere, ¿no? En la novela.

—En la obra de teatro —lo corrigió Imogen.

—Pero es que ése es el quid de la cuestión —aseguré.

—Ya, pero ¿y si es una comedia romántica?

—No es una comedia romántica, es una tragedia —le espeté, y lamenté en el acto mi atrevimiento.

El teléfono vibró de nuevo: Chloe:

<En la calle de Cosmata no se puede aparcar. Y su madre se niega a dar la vuelta a la esquina por el bebé.>

—Se pega un tiro —señaló Imogen.

—¿Se pega un tiro? ¿Se pega un tiro? —repitió George—. ¿Quién hace eso?

—No puedes decir «¿Quién hace eso?» de alguien que se pega un tiro —estaba diciendo Imogen.

—Eso es exactamente lo que dicen. En la obra original —la interrumpí mientras trataba de no enfadarme con la madre de Cosmata—. «Santo cielo, la gente no hace esa clase de cosas.»

Se hizo el silencio. Supe que había metido la pata hasta el fondo.

Imogen me estaba fulminando con la mirada. Tenía que dejar de mirar los mensajes y CONCENTRARME. Era evidente que me hallaba en medio de una lucha de poder tremendamente compleja y que no acababa de entender, así que habría que abandonar a su suerte a un niño o a otro y olvidar durante un rato la comunicación con Roxster. Imogen me había apoyado en lo de que no podía cuestionarse que la gente se pegara un tiro o no —porque es evidente que a veces se hace, y no sólo en las obras de teatro—, pero luego yo, en lugar de apoyarla en su apoyo, había apoyado a George al decir que su opinión contaba con el apoyo de…

—A ver, estoy de acuerdo contigo, Imogen —puntualicé—. La gente se pega tiros a todas horas. Bueno, no a todas horas, pero sí a veces. Y si no fíjate en, en… —Miré a mi alrededor como una loca en busca de inspiración, deseando poder teclear en Google: «Celebridades modernas que se pegaron un tiro.» En vez de eso, le escribí deprisa a Chloe:

<Cómprale a Billy una mascarilla.>

—Bien —dijo George tras sentarse de nuevo, con un tono serio e importante—. Bueno. Te daremos un par de días. Nada de que Kate Hudson se pegue un tiro. Es una comedia. Lo que nos gusta es la comedia.

Miré a George horrorizada. Las hojas en su pelo no es una comedia. Es una tragedia. ¿Acaso, sin darme cuenta, lo que pretendía que fuese una tragedia me había salido cómico? El hecho de que Hedda Gabbler se pegue un tiro es fundamental. Pero, como dijo Brian: en la industria cinematográfica, la integridad artística ha de ir unida al pragmatismo y… ¡Otro mensaje de Roxster!

<Sugiéreles que hagan Piojos, una peli de animación a lo Pixar.>

La verdad es que no era una mala idea. De repente, el concepto de La pantera rosa que habían mencionado antes unido a la sugerencia de Roxster, Piojos, hizo que se me encendiera la bombilla.

—¿Qué os parece Tom y Jerry? —solté. George, que había abierto la puerta para marcharse, frenó en seco y volvió la cabeza—. Me refiero a que Tom y Jerry es una comedia, pero tanto a Tom como a Jerry les pasan cosas terribles. Bueno, más a Tom (lo espachurran, se electrocuta), y sin embargo…

—Nunca muere —dijo Imogen sonriéndome.

—¿Quieres decir que la chica resucita? —preguntó George.

—Una mezcla de Como locos… a por el oro, y Urgencias, y La pasión de Cristo —aseveró Damian entusiasmado, y añadió deprisa—: pero sin la polémica judía.

—Prueba, envíanos la nueva versión antes del jueves y a ver qué tal queda —pidió George con su voz grave—. Bien, tengo que irme. Una multiconferencia.

Entró un mensaje. Roxster.

<¿Hay comida en la reunión?>

Después de despedirnos, eufóricos —«Has estado increíble ahí dentro. Me encanta tu vestido»—, e intercambiar abrazos mientras intentaba mantener la cabeza extrañamente ladeada por lo de los piojos (porque ¿y si se lanzaban al desigual pelo de Damian?), me senté en recepción y me puse a leer los últimos mensajes:

Chloe: <Billy está bien. Así que le pediré a la madre de Cosmata que recoja a Mabel, luego recogeré a Billy y lo llevaré a recoger a Mabel, ¿vale?>

Roxster: <Acabo de salir de la oficina para darme una ducha fría que me tranquilice: por lo de la comida, ya sabes, no por lo de la fantasía del vestido y la reunión. ¿Me dices qué había de comer?>

En lugar de procesar la reunión, llamar a Brian para hablar con él para que hablara con ellos para que me dieran más tiempo y después ir corriendo a casa a ver cómo se encontraba Billy y plantearme seriamente decirle a Chloe que tiene que tomar decisiones por su cuenta si estoy en reuniones importantes, le envié a Roxster un listado completo de la comida que había en la reunión, añadiendo:

<Dudo que metieras la cabeza por mi vestido.>