Sábado, 20 de abril de 2013
Mensajes de Roxster: 0; número de veces que he mirado a ver si había algún mensaje de Roxster: 4567; piojos encontrados en Billy: 6; piojos encontrados en Mabel: 0; piojos encontrados en mí: 0; minutos pasados pensando en Mark, su pérdida, la tristeza, la muerte, la vida sin Mark, intentar volver a ser una mujer, Cazadoradecuero, citas desastrosas, la educación de los hijos y todo el año pasado: 395; ideas para la reunión del lunes con Greenlight Productions para hablar del guión: 0; minutos de sueño: 0.
05.00. Pero no fue sólo aquella noche. Roxster y yo hicimos buenas migas, así que una semana se convirtió en dos, y luego seis, y ahora ya son once semanas y un día.
La cosa es que, aunque en teoría la práctica era difícil con Roxster, también ha sido sorprendentemente fácil. La práctica era complicada porque Roxster vive con tres chicos de su misma edad, así que era evidente que allí no podíamos ir para que me metiera en una situación tipo Beavis and Butthead intentando lidiar con sábanas tiesas y una pila llena de platos mientras fingía ser una amiga de la familia de la madre de Roxster que había ido a visitarlo y dormía en su cama con sus sábanas tiesas.
Al mismo tiempo, yo no quería presentarle a los niños demasiado pronto, y desde luego no quería que me pillaran en la cama con él. Pero —gracias a la aldabilla en la puerta del dormitorio— lo solucionamos. Y fue maravilloso. Ha sido maravilloso. Es maravilloso tener una vida adulta independiente y quedar en bares y restaurantes pequeños, e ir al cine, y pasear por el parque, y disfrutar de un sexo increíble, y tener a alguien que cuidaba de mí. Aunque no ha llegado a conocerlos, los niños han formado parte de nuestro diálogo y de los mensajes que constituían la crónica en directo de nuestras vidas: lo que estábamos haciendo, lo que estábamos comiendo, a qué hora los había dejado en el colegio, lo que había hecho esta vez el jefe de Roxster y aún más información sobre lo que estaba comiendo Roxster.
Al volver la vista atrás, creo que he estado casi delirando, ebria de sexo constantemente, en una nube de felicidad. Y ahora son las cinco de la mañana de un sábado, llevo toda la noche despierta pensando en todas esas cosas, los niños estarán en pie dentro de una hora, tengo la reunión con la productora el lunes y no he preparado nada, es probable que tenga piojos y sigo sin tener ningún mensaje de Roxster.
22.00. Sigo sin tener noticias suyas, otra vez de bajón. He dejado mensajes de voz y he escrito mensajes a Jude, a Tom y a Talitha, pero al parecer no hay nadie. Jude ha salido con su ligue de PlentyOfDance o de la página de médicos y ha dejado plantado a Richard el Despreciable con una chica imaginaria. Uy, teléfono.
Era Talitha, acudiendo al rescate. Se ha negado a escuchar mis lloros del tipo: «Es porque soy de mediana edad» y me ha dicho: «Bobadas, cari.» Además me ha recordado que en Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus pone que los hombres, tengan la edad que tengan, a veces necesitan retirarse a su caverna.
«Además, cari —ha añadido—, lo viste el jueves por la noche. No puedes esperar acostarte con el pobre muchacho un día sí y otro no.»
Luego, nada más meterme en la cama, me ha entrado un mensaje. Me he lanzado a por el móvil esperanzada.
Era Talitha otra vez:
<Y deja de comerte la cabeza. Se trata de capear el temporal de las relaciones. Recuerda todo lo que has aprendido. Eres un marinero experto en el arte del ligoteo, y te prometo que saldrás airosa de esta leve tempestad.>
Domingo, 21 de abril de 2013
61,5 kg (ay, no, esto tiene que parar); calorías: 2850 (ídem, pero es culpa de Roxster); minutos pasados jugando con los niños: 452; minutos pasados preocupándome por Roxster mientras jugaba con los niños: 452 (espero que los servicios sociales no estén leyendo esto).
15.00. Sigo sin recibir ningún mensaje de sexo. De texto, quería decir. Pero hoy me siento mucho más tranquila respecto a lo de Roxster. Calmada, budista, casi como el Dalái Lama. Cuando viene, nos alegramos; cuando se va, lo dejamos ir.
15.05. ¡QUE LE DEN A ROXSTER! ¡QUE LE DEN! Causar esta muerte por mensajes así, de repente, después de toda esa, de esa INTIMIDAD… es inhumano. De todas formas no me gustaba. Sólo… sólo lo estaba… UTILIZANDO POR EL SEXO… como a un, como a un JUGUETE. Y MENOS MAL que los niños no lo han conocido, porque ahora que todo ha terminado, al menos a ellos no les afectará. Pero ¿dónde voy a encontrar a alguien con quien me lleve así de bien y que sea tan divertido, y dulce, y guapo, y…?
—¿Mami? —me ha interrumpido Billy—. ¿Cuántos elementos hay?
—Cuatro —he contestado alegremente tras volver a la realidad del turbulento domingo por la tarde en la cocina—. Aire, fuego y madera. Y, esto…
—MADERA no. La madera no es un elemento.
Uy. De pronto me he dado cuenta de que lo de la madera ha salido de un libro sobre diseño elemental que leí —cuando fantaseaba con reconvertir la casa en un zendo budista— en el que ponía que en el hogar tenía que haber agua, madera, tierra y fuego. Bueno, por lo menos con este último, ¡cero problemas!
—Hay cinco elementos.
—¡Desde luego que no! —he exclamado indignada—. Son cuatro.
—No. Hay cinco elementos —ha insistido Billy—. Aire, tierra, agua, fuego y tecnología. Cinco.
—La tecnología no es un elemento.
—¡Sí que lo es!
—¡No lo es!
—Sí. Lo dice la Wii, en Skylanders: aire, tierra, agua, fuego y tecnología.
Lo he mirado horrorizada. ¿Así que ahora la tecnología es otro elemento? ¿Se trata de eso? La tecnología es el quinto elemento y mi generación sencillamente no lo entiende, igual que los incas se olvidaron por completo de inventar la rueda. O puede que la inventaran los incas y fueran los aztecas a quienes no se les ocurrió la idea.
—¿Billy? —le he preguntado—. ¿Quién inventó la rueda? ¿Fueron los incas o los aztecas?
—¡Mamiiiii! Se inventó en Asia en el año 8000 a. J.C. —ha contestado sin levantar la vista. No sé cómo se las había apañado para ponerse con el iPod sin que me diera cuenta.
—¿¿¿¿¿Qué estás HACIENDO????? —le he espetado—. Ya has tenido tu tiempo. No te toca otra vez hasta las cuatro.
—Pero no he estado jugando los cuarenta y cinco minutos a Skylanders. Sólo he jugado treinta y siete porque se estaba cargando, y tú DIJISTE que me descontarías el tiempo cuando fuera al servicio.
Me he agarrado el pelo y me he tirado de él, procurando no pensar en las liendres. Es que no sé qué hacer con la tecnología. Entre semana se la tengo prohibida, y durante el fin de semana se la permito un máximo de dos horas y media, con intervalos de no más de cuarenta y cinco minutos seguidos y al menos una hora entre uno y otro, pero al final todo se convierte en un complicado algoritmo de terminar niveles, y cargar, e ir al servicio, y jugar a magos cibernéticos con alguno de los vecinos de enfrente, y a mí es que me vuelve LOCA, porque los convierte en criaturas ausentes, y yo podría seguir perfectamente en la CAMA mientras…
—Billy —le he dicho con mi mejor voz de buzón de voz—, ya has tenido tu tiempo. ¿Te importaría darme el iPad? El iPod, digo.
—Esto no es un iPod.
—Que me lo des —he repetido mirando como Medusa el malvado chisme negro y plano.
—Es un Kindle.
—He dicho que BASTA DE PANTALLAS.
—Mami, es tu Kindle. Es un libro. —Me he quedado sorprendida, confusa. Era tecnológico, y negro, y plano, y por consiguiente malvado, pero…—. Estoy leyendo James y el melocotón gigante, de Roald Dahl. —… También era un libro.
—Bien —he respondido alegremente, intentando recuperar mi dignidad—. ¿Alguien quiere picar algo?
—Mami —ha dicho Billy—, qué tonta eres.
—Vale, lo sientooooo —me he disculpado como una adolescente enfurruñada. Y lo he cogido y lo he abrazado quizá con demasiada vehemencia.
De pronto me ha llegado un mensaje. Me he abalanzado sobre el teléfono. ¡Roxster! ¡Era Roxster!
<Jonesey, siento mucho haber estado out. Me dejé el móvil en la mesa de la cocina cuando me fui a Cardiff el viernes y no tengo tu número en ninguna otra parte. He estado mandándote tuits y correos como una mala bestia. ¿Es que se te han metido las hormigas en el ordenador?>
Ay, Dios. Es verdad. Roxster me había dicho que se iba a Cardiff a ver el rugby este fin de semana. Por eso quería quedar conmigo el jueves, que fue cuando me enteré de que Billy tenía piojos. Lo del rugby en Cardiff era este fin de semana.
Hemos mantenido un fantástico intercambio de mensajes que ha culminado en:
<¿Y si me paso esta noche y echamos un polvo de reconciliación? Aunque la verdad es que no echamos un polvo de ruptura. Pero eso podríamos hacerlo después.>
Voy a decirle que no. Mañana tengo la reunión y es muy importante estar preparada, descansada y fresca, y ésa es la clase de supermadre profesional y con las prioridades claras que soy. Cuando los niños se queden dormidos prepararé mis ideas para la «superreunión».
23.55. Mmmmn. No hay nada como echar un polvo de reconciliación para perdonar a tu toy boy por irse a ver el rugby y olvidarse el teléfono.