Jueves, 18 de abril de 2013
11.40. Roxster acaba de irse, porque los niños llegarán con Daniel dentro de veinte minutos. No he podido resistirme a poner el Mad About the Boy de Dinah Washington y a lanzarme a bailotear como embobada por la cocina. Me siento feliz y estupendamente, como si ya no tuviese problemas. No paro de dar vueltas recogiendo cosas y dejándolas en su sitio otra vez, igual que si estuviera ida. Es como si me hubiera dado un baño de algo, de sol, o… de leche. Bueno, de leche no. A mi cabeza vuelven una y otra vez momentos de ayer por la noche: Roxster tumbado en la cama y mirándome cuando salí del cuarto de baño con el picardías. Quitándome el picardías. Diciendo que estaba mejor sin el picardías. Yo contemplando el bello rostro de Roxster sobre mí, absorto en lo que estábamos haciendo, y la ligera separación entre sus incisivos. Luego, de pronto, la muy adulta convulsión de la embestida, la sorpresa y la emoción inesperadas después de sentir durante tanto, tanto tiempo toda su plenitud dentro de mí. Una breve pausa para saborearlo y después empezar a movernos y recordar el éxtasis que pueden generar dos cuerpos juntos. Es increíble lo que pueden hacer los cuerpos. Y, luego, cuando me corrí, demasiado pronto, Roxster mirándome a la cara con expresión de excitación e incredulidad, y a continuación notar que empezaba a partirse de risa.
—¿Qué? —inquirí.
—Nada, sólo me preguntaba cuánto iba a durar esto.
Roxster cogiéndome los pies por debajo del edredón, tirando de pronto de ellos para desplazarme hasta la parte baja de la cama y estallando en carcajadas. Y después volver a empezar en el extremo de la cama.
Yo intentando fingir que no estaba teniendo un orgasmo por si volvía a reírse de mí.
Por último, horas y horas después, acariciándole el tupido pelo oscuro mientras descansaba un instante con la cabeza apoyada en la almohada, fijándome en cada detalle de sus rasgos perfectos, las exquisitas líneas, la frente, la nariz, la mandíbula, los labios. Por Dios, la diversión, la cercanía, el éxtasis de ser acariciada después de tanto tiempo por alguien tan guapo, tan joven y tan bueno en ello. Descansar la cabeza en su pecho y hablar en la oscuridad, y después Roxster cogiéndome el labio superior y el inferior y sujetándolos mientras decía «Chisss», y yo intentando explicar a través de sus dedos «S que do quiedo dejad de hablad». Y Roxster susurrándome dulcemente, como si yo fuese una niña o una lunática, «No es que dejemos de hablar, es más bien guardar algo para por la mañana».
Y luego… ¡Mierda! El timbre.
He abierto la puerta, radiante. Los niños estaban desatados —el pelo alborotado, la cara sucia—, pero felices. Daniel me ha mirado y me ha dicho: «Jones, debe de haber sido una noche muy, pero que muy buena. Te has quitado veinticinco años de encima. ¿Y si te sientas en mis rodillas y me cuentas rápidamente los detalles, con cuidado y precisión, mientras ellos ven Bob Esponja Pantalones Cuadrados?»
Domingo, 3 de febrero de 2013
21.15. El resto del fin de semana ha sido increíble. Los niños han estado contentos porque yo también lo he estado. Hemos salido a escalar árboles y a la vuelta hemos visto «Tienes talento». Roxster me ha mandado un mensaje a las dos de la tarde diciéndome que había sido estupendo, a excepción del vómito que se había encontrado en la manga de la chaqueta. Y yo le he contestado que había sido estupendo a excepción de la que había liado en las sábanas. Y ambos hemos reconocido que nuestra edad mental no es muy elevada, y llevamos desde entonces demostrándolo en forma de mensajes.
Soy muy afortunada por haber disfrutado de una noche así a estas alturas de mi vida, con alguien tan joven y guapo. Me siento muy agradecida.
21.30. Por Dios. De repente, por algún motivo, he recordado una frase de la película El último rey de Escocia, una que dice: «Prefiero acostarme con mujeres casadas. Son muy agradecidas.» Creo que la pronunciaba Idi Amin.