¿ACOSTARSE O NO ACOSTARSE?

Miércoles, 30 de enero de 2013

Pros de acostarme con Roxster: 12; contras de acostarme con Roxster: 3; porcentaje de tiempo pasado decidiendo si acostarme o no con Roxster, preparándome para la posibilidad de acostarme con Roxster e imaginando que me acuesto con Roxster en comparación con el tiempo real que pasaría acostándome con Roxster: 585%.

21.30. Acabo de llamar a Tom.

—PUES CLARO QUE TIENES QUE ACOSTARTE CON ÉL —me ha dicho—. Tienes que acabar con esa virginidad recuperada, o se convertirá en un obstáculo cada vez mayor. Talitha dice que es un buen tío. Y, además, no puedes desaprovechar la oportunidad. ¿Cuántas veces tienes la casa para ti sola?

He llamado a Talitha para ver qué opinaba.

—¿Qué te dije de acostarte con alguien demasiado pronto?

—Dijiste «antes de sentirte preparada», no «demasiado pronto» —le he recordado, y después he repetido el argumento de Tom y he añadido para reforzar mi postura—: Llevamos semanas mandándonos mensajes. Es un poco como en la época de Jane Austen, cuando se tiraban meses y meses escribiéndose cartas y después, como de repente, se casaban, ¿no?

—Bridget. Acostarte en la segunda cita con un chico de veintinueve años al que has conocido en Twitter no es precisamente «como en la época de Jane Austen».

—Pero fuiste tú la que dijo: «tiene que echar un polvo.»

—Sí, vale, lo sé. Y Roxster parece un tío de primera. Escucha tu instinto, cari. Pero ten cuidado, mantente en contacto y usa condón.

—¡Condones! ¡No pienso acostarme con él! ¿Qué se supone que hay que hacer cuando estás desnuda?

—Picardías, cari.

—Picardías… ¿Estás diciendo que lo engañe? ¿Cómo?

—No, eso no. Vete a La Perla. No, no vayas a La Perla, allí todo cuesta un ojo de la cara. Vete a Intimissimi o La Senza y cómprate un par de picardías cortitos y negros muy sexis. Creo que la última vez que lo hiciste se llamaban combinaciones. O quizá uno negro y otro blanco. Con un picardías puedes lucir los brazos, las piernas y el escote, que siempre es lo último que se pierde, y mantener la zona centro (que tal vez sea mejor mantener tapada) tapada, ¿de acuerdo?

Jueves, 31 de enero de 2013

10.00. Acabo de abrir el correo.

De: Brian Katzenberg

Asunto: Tu guión

10.01. ¡¡Sí!! ¡Han aceptado el guión!

10.02. Ah.

De: Brian Katzenberg

Asunto: Tu guión

Hemos recibido un par de respuestas a tu guión. Pasan. Los temas son fascinantes, pero echan en falta más toques de comedia romántica. Seguiré probando.

10.05. Le he mandado un correo falsamente alegre diciendo:

Gracias, Brian. Crucemos los dedos.

Pero ahora estoy sumida en la desesperación. Soy una guionista fracasada. Voy a salir a comprarme ropa interior.

Mediodía. Acabo de volver de comprarme unos picardías, aunque no me voy a acostar con Roxster. Evidentemente.

14.00. Acabo de volver de hacerme la cera en las piernas y las ingles. Aunque no voy acostarme con él. Evidentemente.

En el salón de belleza, Chardonnay me ha dicho que tenía que hacerme la brasileña porque ahora mismo es lo que esperan los hombres jóvenes, y me ha sugerido que comprara un bono de tratamientos con láser.

—Pero —he objetado—, ¿y si la brasileña deja de estar de moda y lo suyo vuelve a ser tener un buen felpudo como el que se gastan las francesas?

Al oír aquello, Chardonnay me ha revelado que ella se lo ha depilado entero con láser, así que es como una niña. Pero, según confiesa, ahora está preocupada: ¿y si se acuesta con alguien al que no le gusta la brasileña? Admite que ha barajado la idea de ponerse esa loción que hace que a los calvos vuelva a crecerles el pelo.

15.15. Con un dolor espantoso. Opté por una especie de brasileña modificada conocida como «la pista de aterrizaje». Después de esto es imposible que vuelva a acostarme con alguien, pero no pasa nada, porque no voy a acostarme con él. Obviamente.

Viernes, 1 de febrero de 2013

9.30. Me he metido de extranjis en Boots para comprar condones después de dejar a los niños en el colegio, dado que no podía hacerlo con los niños al lado. (Aunque, por otra parte, la presencia de Mabel y Billy podría haber sugerido que comprar condones era señal de una actitud responsable con respecto a la superpoblación mundial, y no de un comportamiento disoluto.)

Cuando esperaba en la caja, he tenido la sensación de que alguien miraba mi cesta. He alzado la vista y he descubierto al señor Wallaker en la caja de al lado, en aquel momento mirando al frente de manera implacable, aunque resultaba obvio que había visto los condones, lo delataba la sonrisilla.

Le he echado cara y me he puesto a mirar también al frente mientras decía:

—Vaya un mal tiempo que hace para el partido de rugby, ¿no?

—Ah, pues no sé. A veces es bastante divertido jugar en el barro —ha replicado al tiempo que sacaba su compra con mirada risueña—. Que disfrute del fin de semana.

Puf. Maldito señor Wallaker. De todas formas, ¿qué coño estaba haciendo en la tienda a las nueve y media de una mañana entre semana? ¿No tendría que estar en el colegio organizando uno de sus alzamientos militares? Probablemente también estuviera comprando condones. Condones de colores.

Camino de casa ha empezado a asustarme lo de dejar a los niños con Daniel, así que lo he llamado.

—Jones, Jones, Jones, Jones, Jones. A ver, ¿qué es lo que estás insinuando? Los angelitos serán objeto de los mejores cuidados, casi hasta el punto de la exageración. Voy a llevarlos al cine —ha asegurado con solemnidad.

—¿A qué película? —le he preguntado inquieta.

—La noche más oscura.

—¿Qué?

—Es lo que nosotros, los humanos, llamamos irónicamente una «broma», Jones. Tengo entradas para ¡Rompe Ralph! O, al menos, en breve debería tener entradas para ¡Rompe Ralph!, ahora que me has recordado tan magnífica ocasión. Y después los llevaré a comer a un buen restaurante, como un McDonald’s, y luego les leeré clásicos infantiles hasta que se queden dormidos ronroneando. Y si me mandas un cepillo del pelo, lo utilizaré para darles en el culo si se portan mal. Pero dime, ¿a QUIÉN te estás tirando?

En ese preciso instante me ha llegado un mensaje de Roxster.

<¿Te gustaría ver una peli esta noche? ¿Qué te parece Los Miserables?>

¿¿UNA PELÍCULA?? He entrado en barrena. ¿¿¿LOS MISERABLES??? ¿Es que no SABE que me estoy metiendo en todo este berenjenal para que podamos acostarnos? ¿Picardías, e ingles, y condones, y Daniel, y pensar en las maletas de los niños? Tras recordarme a mí misma las «Reglas del ligoteo», he respirado hondo unas cuantas veces para tranquilizarme y he contestado: <Me parece genial. ¿Es una comedia romántica?>

<¿Te estás equivocando con Les Masturbables, la famosa farsa anglofrancesa sobre el sexo durante la Revolución?>

Y los mensajes han continuado con un tono cada vez más subido.

17.00. Ingentes preparativos para que los niños pasen la noche en casa de Daniel: coger a Saliva, varios conejitos, Horsio, Mario, Puffles Uno, Dos y Tres, conejitos Sylvanian, pijamas, cepillos y pasta de dientes, pinturas y libros para colorear / de puzles, un estuche lleno de DVD por si Daniel se quedara sin cosas que hacer, libros apropiados para evitar que les lea algo del Penthouse Forum cuando se vayan a la cama, listado de números de teléfono de emergencia, un botiquín completo con su manual y, fundamental, un cepillo del pelo.

Daniel se ha presentado en un Mercedes con la capota bajada. He tenido que morderme la lengua para no pedirle que la subiera. ¿No es peligroso, digo yo, llevar a los niños por ahí con la capota bajada? ¿Y si se cae un tablón de madera de un camión y les da en la cabeza? ¿O si pasan por debajo de un puente en una autopista y alguien les tira un bloque de cemento?

—¿Y si subimos la capota? —le ha dicho Daniel a Billy al verme la cara, pero Billy ha protestado:

—¡Nooooooo!

—Espera, voy a quitar… estas… —ha comentado Daniel como si tal cosa al tiempo que cogía unas revistas del asiento delantero. La de encima tenía un gran titular sobre una foto muy rara: «LESBIANAS LATINAS TE LAVAN EL COCHE»—. Algún día aprenderé —ha asegurado alegremente mientras se subía al coche y acomodaba a Billy en el asiento delantero—. Muy bien, yo le doy al freno y tú a los botones.

Los niños, nerviosos, completamente ajenos a su alucinada madre, han chillado entusiasmados cuando la capota ha empezado a subir. Hasta que Mabel ha puesto cara de preocupación de repente y ha dicho:

—Tío Daniel, ze te ha olvidado ponernoz el cinturón.

Cuando he logrado convencer a Daniel de que sentara a Billy detrás y de que todos se pusieran el cinturón de seguridad, les he dicho adiós con la mano mientras los tres salían zumbando sin volver la cabeza.

Y la casa se ha quedado vacía. He sacado de mi habitación todos los peluches y los dinosaurios de plástico. Y los bochornosos libros de autoayuda. Después he empezado a desinfantilizar el salón, pero me he dado por vencida, es una empresa demasiado colosal, y además no voy a acostarme con él. Después he llenado la bañera de agua caliente, le he añadido potingues dulzones y he puesto música tratando de recordarme que lo más importante era: a) estar tranquila, pero con ganas de mambo (lo cual no suponía ningún problema); y b) presentarme en el sitio adecuado a la hora adecuada.