GUIONISTA

Lunes, 14 de enero de 2013

Seguidores en Twitter: 793 (soy la heroína de los tuits de borrachera); tuits: 17; actos sociales desastrosos a los que he accedido a ir: 1 (o puede que 3, todos en uno); palabras del guión escritas: 0.

10.00. Bien, tengo que ponerme a trabajar.

10.05. Quizá eche una ojeada a las noticias.

10.15. Uuuy. Me encanta el nuevo corte de pelo de Michelle Obama con flequillo. ¿Y si me dejo flequillo? También estoy encantada con el segundo mandato de Obama, claro.

10.20. Lo cierto es que empieza a dar la impresión de que hay gente capaz en los puestos de poder: Obama, ese nuevo arzobispo de Canterbury que antes tenía un trabajo serio y denuncia la codicia de los bancos, y Guillermo y Kate. Bien, a trabajar. Uuuy, ¡teléfono!

11.00. Era Talitha.

—Cari, ¿has terminado el guión?

—Sí —le he mentido—. Bueno, casi.

La verdad es que con todo el jaleo de Cazadoradecuero, y lo de estudiarme los libros de ligoteo, y después lo de Twitter, Las hojas en su pelo se han quedado un poco para dar en grana. Uy, aunque, ¿pueden darse las hojas en grana? Igual los sicomoros…

—¿Bridget? ¿Sigues ahí? ¿Va cobrando forma?

—Sí —he vuelto a mentir.

—Pues entonces envíamelo. Sergei está cerrando algunos «tratos» con la industria del cine y creo que podría utilizarlo para conseguirte un representante.

—Gracias —le he contestado emocionada.

—¿Me lo envías hoy?

—Esto… sí. Dame un par de días, ¿quieres?

—Vale —ha contestado—. Pero ponte a ello, ¿eh? Entre tuit y tuit a los toy boys. Recuerda que no podemos permitir que Twitter se convierta en una obsesión.

11.15. Bien. Es absolutamente fundamental no tuitear hoy, sino terminar el guión. Sólo tengo que ocuparme del final. Bueno, y de la parte central. Y decidir el principio. Quizá me meta un segundo en Twitter para ver si @_Roxster ha vuelto a tuitear. ¡Ahhh! Teléfono.

—Ah, hola, cariño.

Mi madre.

—Te llamaba sólo para comentarte lo del pase de diapositivas del crucero y el evento Fuera Cascos del próximo sábado. Fue estupendo lo de la Navidad después de la Navidad en Chats y pensaba que…

He tratado de resistir la tentación de mandar inmediatamente un tuit gracioso sobre la conversación con mi madre acerca del crucero en mitad de la misma. Es evidente que mi madre nunca se metería en Twitter.

—¡Bridget!

—Sí, mamá —he contestado al tiempo que intentaba apartarme de Twitter.

—Ah, entonces ¿vas a venir?

—Eh… —he balbuceado—. ¿Te importaría repetírmelo?

Mi madre ha lanzado un suspiro.

—¡Hay una fiesta Fuera Cascos por la finalización de las nuevas casas! Todos los establecimientos St. Oswald’s lo hacen cuando terminan una construcción nueva: todos nos ponemos un casco y luego lo lanzamos al aire.

—Y ¿cuándo decías que era?

—El sábado que viene. Vendrás, cariño, porque a Mavis vendrán a verla Julie y Michael y todos los nietos.

—Entonces ¿puedo llevar a los niños?

Se ha producido una breve pausa.

—Sí, claro, cariño, ésa es la idea, pero…

—Pero ¿qué?

—Nada, nada, cariño. ¿Te asegurarás de que Mabel se pone el vestido que le envié?

Yo también he lanzado un suspiro. Por mucho que intente convencer a Mabel de que se ponga leotardos con pantalones cortos y botas de motorista como los niños estilosos de H&M o los exagerados vestiditos de fiesta de mi madre, ella tiene sus propias ideas respecto a lo que quiere ponerse, que suele ser una especie de cruce entre Hamish y Disney: una camiseta brillante, mallas y una falda de volantes por los tobillos. Me siento como si fuese de una generación completamente distinta que no entiende cómo se visten los jóvenes.

—¡Bridget! —ha exclamado mi madre, quizá exasperada, cosa comprensible—. Tienes que venir, cariño, da igual lo mal que se porten.

—¡No se portan mal!

—Bueno, los otros nietos son mayores, porque como tú los tuviste tan tarde… Y claro, estando sola con ellos cuesta más…

—No sé si voy a poder el sábado.

—Todo el mundo estará con sus nietos y a mí me resulta muy duro estar sola.

—Vale. Bueno, mamá, tengo que dejarte…

—¿Te he contado el lío que tenemos? —ha empezado, como hace siempre que digo que tengo que irme—. Hay un hombre que se cuela en todas las habitaciones. ¿Kenneth Garside? Siempre anda metiéndose en la cama de todas las mujeres.

—¿Te gusta Kenneth Garside, mamá? —le he preguntado inocentemente.

—Vamos, no seas tonta, cariño. A mi edad una ya no quiere hombres. Sólo buscan que los cuiden.

Es interesante, lo de la edad a la que hombres y mujeres se gustan más:

Veintena. Las mujeres tienen la sartén por el mango, porque prácticamente todo el mundo quiere tirárselas, así que acumulan mucho poder. Y los tíos de veintitantos están completamente salidos, pero todavía no han hecho carrera.

Treintena. Los hombres tienen la sartén por el mango sin lugar a dudas. La treintena es la peor época de ligoteo para una mujer: todo se ve cada vez más lastrado por el tictac de un reloj biológicamente injusto: un reloj que, esperemos, no tardará en transformarse, gracias al perfeccionamiento de la congelación de óvulos a lo Jude, en un reloj digital silencioso en el que no será necesario poner la alarma. Entretanto, los hombres lo presienten como el tiburón que huele la sangre, y además siguen perfeccionando sus carreras al mismo tiempo, con lo cual la balanza se inclina cada vez más a su favor hasta la…

Cuarentena. De esto no estoy segura, porque pasé la mayor parte del tiempo con Mark… Puede que las cosas se igualen, más o menos, ¿no? Cuando se elimina a los hijos de la ecuación. O quizá los hombres piensen que llevan ventaja porque creen que les gustan mujeres más jóvenes y creen que a las mujeres de su misma edad les gustan ellos. Pero lo cierto es que en el fondo a las mujeres también les gustan los hombres más jóvenes. Y a los hombres más jóvenes les gustan las mujeres mayores, porque resulta grato que no los vean como el sostén de la familia y ya no piensen en tener hijos.

Cincuentena. Solía ser la edad de «la mujer invisible» de Germaine Greer, tildada de pasto de comedia inviable y postmenopáusico. Pero ahora, con la combinación de la escuela de reinvención de Talitha y Kim Cattrall, Julianne y Demi Moore, etc., ¡todo está empezando a cambiar!

Sesentena. El equilibrio cambia por completo, puesto que los hombres se dan cuenta de que ya no van a llegar más lejos en su carrera y de que en realidad nunca han hecho amistades como las mujeres, sino que sólo hablan de golf y cosas por el estilo. Y las mujeres se saben cuidar mejor: no hay más que ver a Helen Mirren y a Joanna Lumley.

Setentena. Sin lugar a dudas, las mujeres tienen la sartén por el mango, y todavía van arregladitas, y tienen una casa acogedora, y saben cocinar y…

—Bridget, ¿sigues ahí?

La conclusión es que he accedido a llevar a los niños a la celebración Fuera Cascos de las nuevas casas y al pase de diapositivas del crucero, seguidos de un té familiar en Chats. Y ni siquiera me he puesto todavía con el guión.

Martes, 15 de enero de 2013

23.55. Me he pasado toda la noche y todo el día de hoy escribiendo, escribiendo y escribiendo, y acabo de enviarle a Talitha Las hojas en su pelo.

Miércoles, 16 de enero de 2013

61 kg (mal: demasiado tiempo con el culo en la silla); pero, representantes: ¡1!

11.00. ¡Acaba de llamarme el representante! Por desgracia tenía la boca llena de queso rallado, pero ha dado lo mismo, ya que no parecía imprescindible hablar.

—Llamo de parte de Brian Katzenberg —ha dicho la asistente.

—Bueno —ha intervenido Brian Katzenberg—. Ambos conocemos a Sergei, y sé que Sergei quiere que lance este guión.

—¿Lo has leído? —le he preguntado nerviosa—. ¿Te gusta?

—Creo que es fascinante, y voy a hacérselo llegar a la gente adecuada inmediatamente. Puedes decírselo a Sergei ya mismo, y ha sido un placer conocerte.

—Gracias —he dicho balbuciendo.

—Entonces ¿se lo dirás a Sergei?

—¡Sí! —he afirmado—. ¡Desde luego!

11.05. Acabo de llamar a Talitha para darle las gracias.

—¿Se lo dirás a Sergei? —le he insistido—. Brian parecía muy empeñado en que se lo contara inmediatamente.

—Por Dios, claro que se lo diré a Sergei. A saber qué coño pasará. Pero, cari, estoy muy orgullosa de ti por haberlo terminado.