Viernes, 7 de diciembre de 2012
Seguidores en Twitter: 602 (he superado la barrera de los 600); palabras del guión escritas: 15 (casi mejor, menuda porquería); invitaciones navideñas (al empezar el día): 1; invitaciones navideñas (al acabar el día): 10; ideas con relación a qué hacer con relación a la repentina plétora de invitaciones en gran medida no aptas para niños pequeños: 0.
09.15. Bien. Propósitos navideños:
VOY A:
NO VOY A:
15.15. Bien. ¡A sus puestos! Les he mandado un correo a todas las personas que conozco —Magda, Talitha, Tom, Jude, los padres de Mark, algunas de las madres del colegio— diciendo: «¿Qué vais a hacer en Navidad?»
16.30. Acabo de volver de recoger a los niños en el colegio. Estaba organizándolo todo cuando Rebecca, la vecina, ha llamado a la puerta. Llevaba unos bombachos de cuadros escoceses, un top escotado con volantes, un pesado cinturón de cuero con cadenas y tachuelas y, en el pelo, un petirrojo en un nido igual que el del escaparate navideño de Graham and Green.
—Hola, ¿os apetece veniros a casa?
Nos hemos puesto todos como locos de contentos. ¡Por fin! Hemos bajado ruidosamente a la cocina tipo Downton Abbey de Rebecca: suelo de madera oscura, techo de vigas vistas, vieja mesa de colegio de madera, fotografías, sombreros, cuadros, una enorme escultura de un oso y cristaleras con solera que se abren a un mundo oculto de caminitos de ladrillo, hierba alta como en pleno campo, una vaca de tamaño natural con una corona en la cabeza, un letrero de motel de contrachapado en el que pone «Hay habitaciones» y lámparas de araña en los árboles.
Hemos pasado una tarde de lo más divertida sentadas a la mesa de la cocina bebiendo vino y metiéndoles a los niños trozos de pizza en la boca mientras las chicas le ponían fulares y vestidos de muñecas al gato de Rebecca y los chicos se cabreaban cuando les pedíamos que dejaran la Xbox.
—¿Es normal que te asuste tanto tu propio hijo como para no poder decirle que deje algo? —planteó Rebecca en un momento dado mientras los miraba distraídamente—. ¡Qué coño, QUE SOLTÉIS DE UNA VEZ LA PUÑETERA XBOX!
No hay nada mejor que una amiga que asegura que sus hijos se portan peor que los tuyos.
Entonces le expliqué toda mi teoría de que sería mejor educar a los hijos si fuésemos como una familia italiana numerosa que cena bajo un árbol mientras los niños juegan. Rebecca me sirvió más vino y me explicó su propia teoría: hay que portarse lo peor posible para que los hijos se rebelen contra ti y acaben saliendo como Saffron, la hija de la serie Absolutamente fabulosas. Hemos planeado cenas informales en la cocina y vacaciones a las que no iríamos nunca: recorrer las islas griegas en ferris, como con una especie de InterRail sólo para ferris, y llevando únicamente —niños incluidos— un cepillo de dientes, un traje de baño y un pareo vaporoso.
Al final, cuando estábamos a punto de marcharnos a las nueve de la noche, Rebecca ha dicho:
—¿Qué vais a hacer en Navidad?
—Nada.
—Veníos con nosotros.
—Nos encantaría —le he asegurado con cierta ligereza.
22.00. ¡Ahhhh! Acabo de comprobar el correo electrónico. He desencadenado una enorme oleada de sentimientos de culpabilidad entre todos mis amigos y conocidos, así que he pasado de no tener nada que hacer en Navidad a una multitud de compromisos imposibles. Ahora se nos ofrecen los siguientes planes:
Tom: llevaremos a los niños con él al mercado navideño de drag queens de Berlín.
Jude: llevaremos a los niños a la casita de protección oficial que su madre tiene en la parte mala de Nottingham y de la que se niega a salir (no preguntéis). Después iremos a cazar urogallos con el padre de Jude (ajá) y sus amigos en el norte de Escocia.
Talitha: llevaremos a los niños a, según sus palabras, «sumarse a un grupo no muy definido de sospechosos blanqueadores de dinero rusos en un barco de lujo repleto de vodka por el mar Negro».
El almirante y Elaine Darcy: por nuestra culpa suspenderán sus Navidades en Barbados y las pasarán con mis hijos desordenando sus colecciones de cerámica y dando una batida en busca de conexión a internet por su inmaculada casa estilo reina Ana en Grafton Underwood.
Daniel: nos vamos con él a un fin de semana romántico en una habitación de una ciudad europea aún por decidir con alguien llamado Helgada.
La madre de Jeremiah, el amigo de Billy: celebraremos Januká con el padre de Jeremiah, la abuela, cuatro tías, diecisiete primos y el rabino en el municipio de Golders Green, aunque ellos pasarán bastante tiempo en la sinagoga.
La madre de Cosmata: iremos a ver a su hijo mayor actuar de extra en el ciclo de El anillo de Wagner, en Berlín.
Mamá y Una: el crucero navideño para mayores de cincuenta de St. Oswald’s House sigue en pie.
No sé, quizá los niños se lo pasarían bien en el mercado navideño de drag queens.
Ay, Dios, ay Dios. Justo cuando me hago amiga de Rebecca demuestro ser una auténtica chiflada.
22.15. Acabo de llamar a Magda.
—Vente con nosotros —me ha dicho con firmeza—. No puedes hacer ninguna de esas cosas con dos niños, y tampoco quedarte en casa pendiente de una vecina a la que acabas de conocer. Vente con nosotros a Gloucestershire. Invitaré a la pareja que vive en la granja de al lado: tiene hijos de la misma edad, y eso es lo único que necesitan los niños. Además, allí no pueden cargarse nada, y todavía conservamos todas las Xbox. No te preocupes por el resto. Tú respóndeles cuanto antes y diles que has encontrado un plan perfecto para los niños. Y a tu madre dile que organizaréis unas Navidades especiales en St. Oswald’s House cuando volváis. Y todo saldrá estupendamente.
Lunes, 31 de diciembre de 2012
La Navidad ha sido estupenda. A mi madre le encantó lo del plan navideño posnavideño y se lo pasó bomba en el crucero; me llamaba por teléfono y parloteaba del chef pastelero —«Pool», con acento francés— y un hombre que siempre se metía en el camarote de los demás. Rebecca pensó que tanto compromiso era una locura y me dijo que, sin lugar a dudas, debíamos ir al mercado de drag queens o al barco lleno de vodka de los blanqueadores de dinero, y que, en caso contrario, ella nos ofrecía vino y comida quemada.
Pasamos unos días de Nochebuena y Navidad de lo más agradable en casa de Magda y Jeremy. Magda me echó un cable en Nochebuena: con los calcetines, con el proceso de envolver los montones de mierdas de plástico que, naturalmente, Santa había acabado por pedir a Amazon y, después, con la disposición de los regalos debajo del árbol. Y de verdad creo que Billy y Mabel lo han disfrutado. En realidad Billy no se acuerda de las Navidades con Mark, y Mabel no pasó ninguna con él. Billy sólo dos, y era tan pequeño… El resto del tiempo hemos estado entrando y saliendo de casa de Rebecca, cruzando la calle con cacharros llenos de comida quemada y quejándonos de los juegos de ordenador. Ella y sus hijos también han estado entrando y saliendo de la nuestra, así que el año que viene será muchísimo mejor.