INUTILIDAD MANIFIESTA PARA EL LIGOTEO

Domingo, 16 de septiembre de 2012

60 kg (sensaciones que llenan).

—¡No! —exclamó Talitha, sentada en mi salón con Tom, Jude y yo—. No está «bien».

—¿Por qué? —inquirí mirando el mensaje sorprendida.

—«Me encantó verte el miércoles. ¡A ver si quedamos pronto!» —leyó Tom en voz alta, y después resopló.

—A ver, punto uno: es evidente que estás borracha —señaló Jude tras alzar un instante la vista de OKCupid.

—Punto dos: es de las once y media de la noche —continuó Tom—. Punto tres: ya le dijiste que te gustaría volver a verlo, así que pareces desesperada.

—Punto cuatro: utilizaste exclamaciones —volvió a intervenir Jude con sequedad.

—Y no es auténtico desde el punto de vista emocional —espetó Tom—. Tiene el tufillo excesivamente efusivo, falsamente despreocupado, de la colegiala que ha convencido a la capitana del equipo de baloncesto para que se siente a comer a su lado e intenta obligarla a que sean amigas mientras trata de que parezca lo más natural del mundo.

—Y no ha respondido —añadió Jude.

—¿Lo he estropeado todo?

—Dejémoslo en que es la ingenuidad de un conejito recién nacido entre una manada de coyotes voraces —contestó Tom.

Casi de inmediato, me llegó un mensaje:

<¿Cómo te organizas con la canguro? ¿Mejor que con la ortografía? ¿Qué te parece el próximo sábado por la noche?>

Los miré con la misma expresión que un manifestante contra la guerra de Iraq tras enterarse de que no había armas de destrucción masiva. Después subí flotando a una nube —no bioquímica— de exaltación.

—«¿Cómo te organizas con la canguro?» —repetí bailoteando—. Es taaan CONSIDERADO.

—Está intentando bajarte las bragas —soltó Jude.

—No te quedes como un pasmarote —dijo Tom entusiasmado—. Contéstale.

Pensé un instante y escribí:

<El sábado por la noche es perfecto, sólo necesito comprar una cuerda fuerte para atar a los niños.>

<Yo prefiero la cinta americana.> Ésa fue su respuesta inmediata.

—Es gracioso —aprobó Tom—. Y con un toquecito de sadomaso. Lo cual está muy bien.

Nos miramos los unos a los otros con cara de felicidad. El triunfo de uno era el triunfo de todos.

—Vamos a abrir otra botella —anunció Jude mientras se dirigía a la nevera con su mono enterizo y suelto y sus calcetines grandes y amorosos. De camino, se paró a besarme en la cabeza—. Bien hecho, gente, bien hecho.