EL ARTE DE LA CONCENTRACIÓN

Viernes, 19 de abril de 2013

60 kg; calorías: 3482 (mal); número de veces que he mirado a ver si Roxster tenía piojos: 3; número de piojos encontrados en Roxster: 0; número de insectos encontrados en la comida de Roxster: 27; número de insectos encontrados en casa: 85, plaga (malo); mensajes a Roxster: 2; mensajes de Roxster: 0; correos electrónicos en cadena de padres del colegio: 36; minutos pasados leyendo el correo electrónico: 62; minutos pasados obsesionándome con Roxster: 360; minutos pasados pensando en prepararme para la reunión con la productora: 20; minutos pasados preparándome para la reunión con la productora: 0.

10.30. Bien. Me voy a poner en serio con la presentación del guión, que es una actualización de la famosa tragedia noruega Hedda Gabbler, de Anton Chéjov, sólo que ambientada en Queen’s Park. Estudié Hedda Gabbler para los exámenes finales de Literatura Inglesa en la Universidad de Bangor, en los que, por desgracia, no saqué muy buena nota. Pero quizá éste sea el momento de resarcirme.

10.32. Tengo que concentrarme como sea.

11.00. Acabo de hacer café y de comerme los restos del desayuno de los niños; luego he estado mirando a las musarañas, recordando cosas de la visita de Roxster de ayer por la noche: se presentó a las 23.15, impresionante con unos vaqueros y un jersey oscuro, los ojos brillantes, risueño, con una empanada de carne de Waitrose, dos botes de alubias y un bizcocho de jengibre.

Mmm… La cara que pone cuando lo tengo encima, la barba de dos días sobre la hermosa mandíbula, la ligera separación entre los incisivos —que sólo se ve desde abajo—, esos fornidos hombros desnudos. Despertar adormilada en mitad de la noche y notar que Roxster me besa suavemente el hombro, el cuello, la mejilla, los labios, sentir su erección en el muslo. Por Dios, es tan guapo y besa tan bien, y es tan bueno… Mmm… mmm… Bien, debo pensar en las cuestiones feministas, prefeministas y antifeministas de… Pero, por Dios. Es tan increíble, me hace sentir tan maravillosamente bien que es como si estuviera en una burbuja de felicidad. Bueno, tengo que ponerme las pilas.

11.15. De pronto he empezado a partirme de risa al recordar la pomposa conversación que mantuvimos mientras lo hacíamos ayer por la noche.

—Madre mía, la tienes tan dura.

—La tengo dura porque me gustas, nena.

—Está tan dura…

—Tú me la pones dura, nena.

Entonces, vete tú a saber por qué, me dejé llevar y le dije con la voz entrecortada:

—Tú sí que me la pones dura.

—¿Qué? —dijo Roxster, y soltó una carcajada. Nos entró un ataque de risa y tuvimos que empezar otra vez desde el principio.

Muy propio de su carácter alegre, Roxster no pareció preocupado por lo de los piojos, aunque acordamos que, para tener sexo responsable, primero nos pasaríamos la lendrera el uno al otro. Roxster estuvo muy divertido, me estudiaba el pelo y fingía encontrar y comerse los piojos mientras de vez en cuando me daba besos en la nuca. Cuando me tocó a mí pasarle la lendrera, sin embargo, no quise llamar la atención sobre mi edad poniéndome las gafas de leer, así que terminé peinándole cuidadosamente la preciosa mata de pelo sin ver nada de nada. Por suerte, Roxster parecía tener demasiadas ganas de acabar cuanto antes y meterse en la habitación como para percatarse de mi ceguera. Y probablemente no tuviera nada, por la testosterona. Claro que seguro que no es normal ser demasiado presumida como para ponerse las gafas de leer antes de pasarle la lendrera a tu ligue.

11.45. Vale. El guión. A ver, Hedda Gabbler guarda mucha relación con la mujer moderna, ya que va del peligro que supone intentar vivir dependiendo de los hombres. ¿Por qué no me ha mandado Roxster ningún mensaje aún? Espero que no sea por lo de los bichos.

Roxster y yo hemos podido desayunar juntos hoy, algo que no es habitual, porque Chloe, la niñera, ha ido a llevar a los niños al colegio. Chloe, que trabaja para mí desde justo después de que pasara aquello, es como la versión mejorada de mí misma: más joven, más delgada, más alta, con mejor carácter, mejor cuidando de los niños y con un novio con la edad adecuada llamado Graham. Aun así, creo que es mejor que Roxster no conozca ni a Chloe ni a los niños tan pronto, así que normalmente se queda en la habitación hasta que todos se han ido al colegio.

Al cabo de un rato, Roxster estaba feliz y contento comiéndose su primer tazón de muesli cuando de repente ha escupido en la mesa lo que tenía en la boca. Evidentemente, estoy acostumbrada a ver esta clase de cosas, pero no en Roxster, claro. Entonces me ha enseñado el tazón: en el muesli había bichitos saltando, revoloteando y ahogándose en la leche.

—¿Son piojos? —he preguntado horrorizada.

—No —me ha contestado enigmático—. Gorgojos.

Por desgracia, he reaccionado con otro ataque de risa floja.

—¿Tú sabes lo que es meterse una cucharada de insectos en la boca? —ha dicho—. Podría haberme muerto. Peor aún, podrían haber muerto ellos.

Luego, cuando ha volcado el tazón en el cubo de reciclaje de lo orgánico, ha exclamado:

—¡Hormigas!

Había una pulcra hilera de hormigas que salía de la puerta del sótano y llegaba hasta el cubo de reciclaje de lo orgánico. Cuando ha intentado apartar la cortina para librarse de ellas, una pequeña nube de polillas ha salido revoloteando.

—¡Buahhh! Esto es como las Nueve Plagas de Egipto —ha exclamado.

Y aunque se ha echado a reír y me ha dado un beso muy sexy en el vestíbulo, no ha comentado nada sobre el inminente fin de semana. Me da que algo va mal, aunque sólo sea por la ofensa conjunta a sus tres grandes amores: los insectos, la comida y el reciclaje.

Mediodía. ¡Ahhh! Ya son las doce y no he preparado ninguna de mis ideas.

12.05. Y Roxster sigue sin mandarme un mensaje. ¿Y si se lo mando yo a él? Está claro que, según el manual, el caballero debería escribir primero a la dama cuando ha habido sexo, pero puede que todo el protocolo social se venga abajo cuando hay una plaga de insectos por medio.

12.10. Bien. Hedda Gabbler.

12.15. Le acabo de escribir:

<Siento mucho lo de las Nueve Plagas de Egipto y la risa. Haré que fumiguen toda la casa y a sus ocupantes para tu próxima visita. ¿Estás bien?>

12.20. Vale. Estupendo. Hedda Gabbler. Roxster no ha contestado.

12.30. Roxster sigue sin contestar. Esto no es propio de él.

Puede que compruebe el correo. A veces Roxster cambia de medio electrónico sólo para fardar.

La bandeja de entrada está saturada no sólo por Ocado, Asos, Snappy Snaps, chalets de veraneo en los Cotswolds, enlaces de vídeos divertidos de YouTube, ofertas de Viagra mexicana, reservar el día para la fiesta de crea-tu-propio-oso de Cosmata, sino también por una avalancha de correos en cadena de los padres por lo de los zapatos desaparecidos de Atticus.

De: Nicolette Martinez

Asunto: Zapatos de Atticus

Atticus volvió a casa con un zapato de Luigi, pero el otro ni es suyo ni tiene ningún nombre marcado. Agradecería la devolución de los dos zapatos de Atticus; ambos llevan su nombre claramente escrito.

12.35. He decidido unirme a los correos del grupo por solidaridad y para no pensar en el trabajo.

De: Bridget Madredebilly

Asunto: Re: Zapatos de Atticus

Sólo para aclararme: ¿Atticus y Luigi volvieron a casa después de natación con un solo zapato cada uno?

12.40. Jeje, he desencadenado toda una serie de correos de respuesta graciosos: bromas sobre niños que llegan a casa sin pantalones, bragas, etc.

De: Bridget Madredebilly

Asunto: Oreja de Billy

Anoche Billy volvió a casa de jugar al fútbol con una sola oreja. ¿Tiene alguien la otra? Su nombre estaba CLARÍSIMAMENTE escrito y agradecería que me fuera devuelta cuanto antes.

12.45. Jiji.

De: Nicolette Martinez

Asunto: Re: Oreja de Billy

Por lo visto algunos padres piensan que el hecho de que los niños se preocupen por sus cosas y los padres escriban su nombre en ellas con claridad es para tomárselo a broma. Lo cierto es que es importante para que después sean individuos independientes. Puede que si fueran los zapatos de su hijo los que se hubieran perdido tendrían una opinión distinta.

12.50. No, no, no, no. He ofendido a la Madre por Antonomasia y probablemente haya escandalizado al resto. Voy a mandar un correo pidiéndoles disculpas a todos.

De: Bridget Madredebilly

Asunto: Zapatos de Atticus, orejas de Billy, etc.

Lo siento, Nicorette. Estaba intentando escribir y me aburría, sólo era una broma. Soy lo peor.

12.55. ¡Ahhhh!

De: Nicolette Martinez

Asunto: Bridget Jones

Bridget, es posible que el que hayas escrito mal mi nombre no sea más que un lapsus linguae; creo que todos sabemos que andas a vueltas con tus recaídas en el tabaco. Si ha sido intencionado, resulta ofensivo y grosero. Quizá debamos hablar de todo esto con el coordinador del colegio.

NicoLette

¡Mierda! ¡La he llamado Nicorette! Pero, bueno, no te obsesiones más con esto. Ahora déjalo y concéntrate.

13.47. Esto es ridículo. Estoy COMPLETAMENTE bloqueada.

13.48. Todas las madres me odian y Roxster no ha contestado.

13.52. De bajón, tirada en la mesa de la cocina.

13.53. Mira, nada de pasarse al lado oscuro. Grazina, la mujer de la limpieza, llegará de un momento a otro y no puede verme así. Le dejaré una nota: tenemos una plaga de insectos y me he ido a Starbucks.

14.16. Estoy en Starbucks con un panini de jamón y queso. Bien.

15.16. Grupos enormes de madres pijas con carritos de bebé han tomado por asalto la cafetería y hablan a gritos de sus maridos.

15.17. Hay demasiado ruido. Odio a la gente que habla por teléfono en las cafeterías. Uy, teléfono, ¡puede que sea Roxster!

15.30. Era Jude, que a todas luces estaba en una reunión, y me ha hablado en voz baja y a escondidas:

—Bridget, Richard el Despreciable está completamente loco por Isabella.

—¿Quién es Isabella? —susurré yo también.

—La chica que nos inventamos en PlentyofFish. Richard el Despreciable está empeñado en quedar con ella mañana.

—Pero esa chica no existe.

—Exactamente. Ella soy yo. Ha quedado en que me verá… la verá, quiero decir, en el Shadow Lounge, y ella va a darle plantón.

—Genial —musité mientras Jude decía con tono autoritario: «Bueno, pues pon una orden condicionada de dos millones de yenes a ciento veinticinco y espera a los beneficios trimestrales.»

A continuación susurró:

—Y, al mismo tiempo, el tío al que conocí en DatingSingleDoctors, la página de contactos de médicos solteros, va a quedar conmigo, con mi yo real, a dos manzanas de allí, en el Soho Hotel.

—Qué bien —respondí confusa.

—Lo sé. Bueno, tengoquedejarteadiós.

Espero que el tío de la página de médicos no resulte ser una invención de Richard el Despreciable.

15.40. Roxster todavía no me ha mandado ningún mensaje. No puedo concentrarme. Me voy a casa.

16.00. Cuando he llegado a casa, me he encontrado con un olor tremendamente acre a señora mayor. Grazina ha seguido diligentemente las instrucciones que le había garabateado y ha tirado toda la comida a la basura. Lo ha lavado, limpiado y rociado todo, y colocado bolas de naftalina en y detrás de todas las entradas o salidas imaginables del suelo, las paredes, las puertas o los muebles. Tardaré todo el fin de semana, y posiblemente el resto de mi vida, en encontrar todas las bolas de naftalina y acabar con ellas. Ninguna polilla podría sobrevivir a esto, y tampoco, y esto es vital, ningún toy boy. Pero es probable que eso sea irrelevante, porque SIGO SIN TENER NOTICIAS SUYAS.

16.15. ¡Aaah! Se oyen los golpes, el estruendo y las voces que anuncian que todo el mundo ha llegado a casa. Es viernes por la tarde, es hora de que Chloe se marche y yo aún no tengo ordenadas las ideas.

16.16. ¿Por qué no contesta Roxster? Y eso que el último mensaje que le he mandado era una pregunta. ¿O no? Voy a leer el último mensaje que le he enviado:

<Siento mucho lo de las Nueve Plagas de Egipto y la risa. Haré que fumiguen toda la casa y a sus ocupantes para tu próxima visita. ¿Estás bien?>

Me he quedado hecha polvo. No era sólo una pregunta, un mensaje que acababa con una pregunta, sino la innegablemente presuntuosa presunción de que volvería a ver a Roxster.

18.00. Me he ido a la planta de abajo para intentar que Billy y Mabel no me vean de bajón (por suerte, como es fin de semana, estaban respectivamente embobados con Plantas contra zombis y Un chihuahua en Beverly Hills 2) y, de paso, calentar unos espaguetis a la boloñesa (en realidad espaguetis con queso sin espaguetis, porque Grazina había tirado toda la pasta). Por fin, cuando hemos acabado de cenar, no sé por qué meter los platos en el lavavajillas ha hecho que me viniera abajo y he enviado a Roxster un mensaje falsamente alegre diciendo: <¡Ya es fin de semanaaaaa!>

Luego me ha entrado un ataque de angustia tan malo que, para que no se enterasen, he tenido que dejar que Billy siguiera matando plantas con zombis como un poseso y Mabel viendo Un chihuahua en Beverly Hills 2 por séptima vez. Me he dado cuenta de que era una forma de criarlos irresponsable y relajada, pero he llegado a la conclusión de que no era tan horrible como los daños emocionales que sufrirían si supieran que su madre está de bajón por culpa de alguien cuya edad se acerca más a… ¡Ahhhh! ¿De verdad la edad de Roxster se acerca más a la de Mabel que a la mía? No, pero creo que puede que sí esté más cerca de la de Billy. Por Dios. ¿En qué estoy pensando? No me extraña que ya no me escriba.

21.15. Todavía no me ha escrito. Por fin puedo caer sin reparos en el pozo de la tristeza, la inseguridad, el desvalimiento emocional, etc. Lo que tiene salir con un hombre más joven es que te hace sentir como si hubieras hecho retroceder el tiempo milagrosamente. A veces, cuando estamos sentados en el cuarto de baño y miro al espejo y nos veo, no puedo creerme que sea yo, haciendo esto, con Roxster, a mi edad. Pero, ahora que se ha acabado, he reventado como una burbuja. ¿Estoy utilizando todo este asunto para bloquear la angustia existencial que me provoca envejecer y el miedo a que tal vez me dé un derrame cerebral? ¿Qué sería de Billy y Mabel?

Era peor cuando los niños eran pequeños. Siempre tenía miedo de morirme de repente por la noche, o de caerme por la escalera, porque nadie vendría y ellos se quedarían solos y acabarían comiéndome. Claro que, como señalaba Jude: «Siempre es mejor que morir sola y que te devore un pastor alemán.»

21.30. No debo olvidar lo que dice en El zen y el arte de amar: «Cuando viene, nos alegramos; cuando se va, lo dejamos ir.» Además, cuando los estudiantes de zen se sientan en el cojín, traban amistad con la soledad, que no es lo mismo que sentirse solo. La soledad es fugacidad, y el hecho de que la gente a la que queremos entra en nuestra vida y se vuelve a marchar, lo cual no es más que parte de la existencia humana, o puede que eso sea sentirse solo, y la soledad sea… Todavía no me ha contestado.

23.00. No puedo dormir.

23.15. Ay, Mark. Mark. Sé que ya pasé por todo esto del «llamará o no llamará» cuando estábamos saliendo, antes de que nos casáramos. Pero incluso entonces era distinto. Lo conocía muy bien, lo conocía desde que correteaba desnuda por el jardín de la casa de sus padres.

Solía mantener conversaciones conmigo mientras dormía. Ahí era cuando me enteraba de lo que sentía de verdad.

«¿Mark? —Aquella cara morena, atractiva, apoyada en la almohada—. ¿Eres bueno?»

Suspiraba de dormido, con expresión triste, avergonzada, sacudía la cabeza.

«¿Te quiere tu mamá?»

Muy triste, intentando ahora decir que no en sueños. Mark Darcy, el gran y poderoso abogado defensor de los derechos humanos… y por dentro el niñito herido al que metieron en un internado a los siete años.

«¿Te quiero yo?», le preguntaba. Y entonces él sonreía dormido, feliz, orgulloso, asentía, me atraía hacia él y me abrazaba.

Nos conocíamos de arriba abajo, de adelante atrás. Mark era un caballero y yo confiaba ciegamente en él, así que salía al mundo desde aquel lugar seguro. Era como explorar las aterradoras profundidades oceánicas desde la seguridad de nuestro pequeño submarino. Y ahora… todo es terrorífico y ya no volverá a haber seguridad que valga.

23.55. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué me metí en esto? ¿Por qué no me quedé como estaba? Triste, sola, sin trabajo, sin sexo, pero al menos madre y fiel al… fiel al padre de mis hijos.