por Abner Shimony
Capítulo 4

SOBRE MENTALIDAD, MECÁNICA CUÁNTICA Y LA ACTUALIZACIÓN DE PONTENCIALIDADES

Lo que más admiro en el trabajo de Roger Penrose es el espíritu de sus investigaciones: la combinación de dominio técnico, valentía y determinación para dirigirse al corazón de la cuestión. Penrose sigue la gran máxima de Hubert: «Wir müssen wissen, wir werden wissen»[4.1]. Con respecto al programa de su investigación, coincido con él en tres tesis básicas. Primera, la mentalidad puede tratarse científicamente. Segunda, las ideas de la mecánica cuántica son importantes para comprender el conjunto mente-cuerpo. Tercera, el problema mecanocuántico de la actualización de las potencialidades es un genuino problema físico que no puede resolverse sin modificar el formalismo cuántico. Soy escéptico, sin embargo, con respecto a muchos detalles de la elaboración que hace Roger de estas tres tesis y espero que mis críticas le estimulen para realizar mejoras.

4.1. La posición de la mentalidad en la Naturaleza

Aproximadamente una cuarta parte de los capítulos 1, 2 y 3, y casi la mitad de su libro Las sombras de la mente (en lo sucesivo lo abreviaré por Sombras) están dedicadas a establecer el carácter no-algorítmico de la capacidad matemática humana. La recensión que hizo Hilary Putnam de Sombras afirmaba que hay algunas lagunas en el argumento: Roger olvida la posibilidad de un programa para una máquina de Turing que simule capacidad matemática humana pero que no sea demostrablemente válido, y la posibilidad de que un programa semejante fuera tan complejo que, en la práctica, una mente humana no pudiera entenderlo.

A mí no me convence la respuesta de Roger a Putnam[4.2], pero, por otra parte, no tengo un conocimiento suficiente sobre la teoría de la demostración para pronunciarme con fiabilidad. Creo, no obstante, que este punto es tangencial al interés central de Roger, y que es un alpinista que ha tratado de escalar la montaña equivocada. Su tesis central, a saber, que hay algo en los actos mentales que no puede ser alcanzado por ningún computador artificial, no depende de que sea establecido el carácter no algorítmico de las operaciones matemáticas humanas.

De hecho, como un apéndice a su extenso argumento gödeliano, Roger presenta (Sombras, págs. 56-57) la tesis de «la habitación china» de John Searle según la cual una computación correcta, realizada por un autómata, no constituye un acto de comprensión. El núcleo del argumento es que un sujeto humano podría ser entrenado para comportarse como un autómata siguiendo en su conducta instrucciones presentadas acústicamente en chino, incluso si el sujeto no entiende el chino y sabe que éste es el caso. Un sujeto que lleve a cabo correctamente una computación siguiendo estas instrucciones puede comparar directamente la experiencia normal de computar por comprensión y la experiencia anormal de computar como un autómata. La verdad matemática establecida por la computación en cuestión quizá sea enteramente trivial y, en cualquier caso, la diferencia entre computar mecánicamente y comprender es intuitivamente evidente.

Lo que Searle, con el apoyo de Roger, ha defendido con respecto a la comprensión matemática se aplica también a otros aspectos de la experiencia consciente: a las cualidades sensoriales, a las sensaciones de dolor y de placer, a los sentimientos de volición, a la intencionalidad (que es la experiencia referida a objetos, conceptos o proposiciones), etc. Dentro de la filosofía general del fisicalismo hay varias estrategias para dar cuenta de estos fenómenos.[4.3]

En las teorías de dos-aspectos, dichas experiencias se consideran como aspectos de estados cerebrales concretos; otras teorías identifican una experiencia mental con una clase de estados cerebrales, siendo la clase tan sutil que no puede darse una caracterización física explícita de ella, lo que impide la reducción explícita de un concepto mental a conceptos físicos; las teorías funcionalistas identifican las experiencias mentales con programas formales que pueden ser ejecutados, en principio, por muchos sistemas físicos diferentes incluso si, como cuestión de hecho contingente, son ejecutados por una red de neuronas.

Un argumento fisicalista recurrente, resaltado particularmente por las teorías de dos aspectos, pero utilizado también por otras variedades de fisicalismo, es que una entidad caracterizada por un conjunto de propiedades puede ser idéntica a una entidad caracterizada por otro conjunto de propiedades completamente diferente. Las caracterizaciones pueden involucrar diferentes modalidades sensoriales, o una puede ser sensorial y la otra microfísica. El argumento procede entonces sugiriendo que la identidad de un estado mental y un estado cerebral (o una clase de estados cerebrales o un programa) es un ejemplo de esta lógica de la identidad general.

Creo que existe un profundo error en este razonamiento. Cuando un objeto caracterizado por una modalidad sensorial es identificado con un objeto caracterizado por otra modalidad, hay una referencia tácita a dos cadenas causales, de las cuales, ambas tienen un término común en un único objeto y otro término común en el teatro de la consciencia del perceptor, pero con diferentes lazos causales intermedios en el entorno, y en los aparatos sensorial y cognitivo del perceptor. Cuando un estado cerebral y un estado de consciencia son identificados, según la versión de dos aspectos del fisicalismo, no hay dificultad en reconocer un objeto común como término: es, de hecho, el estado cerebral, puesto que el fisicalismo está comprometido con la primacía ontológica de la descripción física. Pero el otro término, el teatro de la consciencia del perceptor, está ausente. O quizá deberíamos decir que hay una equivocación general en la teoría de los dos aspectos, puesto que supone tácitamente un teatro común como lugar de combinación y comparación del aspecto físico y el mental; pero, por otra parte, si el fisicalismo es correcto, no existe un estado independiente para este teatro.

Un argumento afín en contra del fisicalismo descansa en un principio filosófico que yo llamo el principio fenomenológico (pero sería bienvenido un nombre mejor, si existe o pudiera ser sugerido en la literatura): esto es, cualquiera que sea la ontología que reconoce una filosofía coherente, dicha ontología debe bastar para explicar las apariencias.

Una consecuencia de este principio es que el fisicalismo es incoherente. Una ontología fisicalista puede postular, y normalmente lo hace, una jerarquía ontológica, cuyo nivel fundamental consiste típicamente en partículas elementales o campos, y cuyos niveles superiores consisten en compuestos formados a partir de las entidades elementales. Estos compuestos pueden ser caracterizados de modos diferentes: las caracterizaciones de grano fino describen el microestado en detalle; las caracterizaciones de grano grueso suman, promedian o integran las descripciones de grano fino; las caracterizaciones relacionales dependen de conexiones causales entre los sistemas compuestos de interés y los instrumentos o los perceptores.

¿Dónde encajan las apariencias sensoriales en esta concepción de la naturaleza? No encajan en las caracterizaciones de grano fino, a menos que se introduzcan subrepticiamente propiedades mentales en la física fundamental, contrariamente al programa del fisicalismo. No encajan en la descripción de grano grueso sin algo similar a la teoría de los dos aspectos, cuya debilidad se ha señalado en el párrafo precedente; y no encajan en las caracterizaciones relacionales a menos que el objeto esté causalmente conectado con un sujeto sensible. En resumen, las apariencias sensoriales no tienen cabida en una ontología fisicalista.

Estos dos argumentos contra el fisicalismo son simples pero robustos. Es difícil ver cómo podrían ser rebatidos y cómo podría considerarse la mente como ontológicamente derivada, si no fuera por varias consideraciones de peso. La primera es que no hay la más mínima evidencia de la existencia de mentalidad aparte de los sistemas nerviosos altamente desarrollados. Como dice Roger: «Si la mente es algo completamente externo al cuerpo físico, resulta difícil ver por qué tantos de sus atributos pueden asociarse muy estrechamente con propiedades de un cerebro físico» (Sombras, pág. 371). La segunda es el inmenso conjunto de evidencias de que las estructuras neuronales son productos de la evolución a partir de organismos primitivos privados de tales estructuras y, de hecho, si el programa de la evolución prebiótica es correcto, la genealogía puede extenderse más atrás hasta las moléculas inorgánicas y los átomos. La tercera consideración es que la física fundamental no atribuye propiedades mentales a estos constituyentes inorgánicos.

La Filosofía del organismo de A.N. Whitehead[4.4] (que tenía un antecedente en la monadología de Leibniz) tiene una ontología mentalista que toma en cuenta estas tres consideraciones precedentes, pero con matizaciones sutiles. Sus entidades últimas son ocasiones reales, que no son entidades persistentes sino cuantos espacio-temporales, dotados cada uno de ellos —normalmente con un nivel muy bajo— de características mentalistas como experiencia, inmediatez subjetiva y apetito.

Los significados de estos conceptos se derivan de la mentalidad de alto nivel que conocemos por introspección, pero están enormemente extrapolados a partir de esta base familiar. Una partícula física elemental, que Whitehead concibe como una cadena temporal de ocasiones, puede ser caracterizada sin muchas pérdidas con los conceptos de la física ordinaria, porque su experiencia es oscura, monótona y repetitiva; pero de todas formas hay cierta pérdida: «La noción de energía física, que está en la base de la física, debe concebirse entonces como una abstracción a partir de la energía compleja, emocional y con propósito, inherente a la forma subjetiva de la síntesis final en la que cada ocasión se completa en sí misma».

Solo la evolución de asociaciones de ocasiones altamente organizadas permite que la mentalidad primitiva llegue a ser intensa, coherente y completamente consciente: «los funcionamientos de la materia inorgánica permanecen intactos entre los funcionamientos de la materia viva. Parece que, en cuerpos que son obviamente vivos, se ha conseguido una coordinación que hace que destaquen algunas funciones inherentes en las ocasiones definitivas»[4.5]

El nombre de Whitehead no aparece en el índice de Sombras y su única aparición en La nueva mente del emperador[4.6] se refiere a los Principia Mathematica de Whitehead y Russell. No conozco las razones del olvido de Roger, pero puedo plantear algunas objeciones mías con las que él podría estar de acuerdo.

Whitehead ofrece su ontología mentalista como un remedio para la bifurcación de la naturaleza en el mundo mecánico de la física y en la mente de la consciencia de alto nivel. El bajo nivel de protomentalidad que él atribuye a todas las ocasiones pretende cubrir este enorme hueco. Pero, ¿no hay una bifurcación comparable entre la protomentalidad de las partículas elementales y la experiencia de alto nivel de los seres humanos? Y, ¿hay alguna evidencia directa para la protomentalidad de bajo nivel? ¿La hubiera postulado alguien excepto para establecer continuidad entre el Universo primitivo y el Universo actual habitado por organismos conscientes? Y, si no hay otra razón que esta, ¿no sería una equivocación el morfema «mental» en la palabra «protomental»? ¿No se convierte la filosofía entera del organismo en un truco semántico para tomar un problema y rebautizarlo como una solución? Además, ¿no constituye el concepto de ocasiones reales como entidades concretas definitivas del Universo un tipo de atomismo, más rico que el de Demócrito y Gassendi, pero, en cualquier caso, inconsistente con el carácter holístico de la mente que revela nuestra experiencia de alto nivel?

En la sección siguiente sugiero que estas objeciones pueden responderse en cierta medida elaborando un whiteheadianismo modernizado, que utiliza algunos conceptos extraídos de la mecánica cuántica[4.7]

4.2. La importancia de las ideas de la teoría cuántica para el problema mente-cuerpo

El concepto más radical de la teoría cuántica es que un estado completo de un sistema —es decir, uno que especifica el sistema al máximo— no se agota en un catálogo de propiedades reales del sistema sino que debe incluir potencialidades. La idea de potencialidad está implícita en el principio de superposición. Si se especifican una propiedad A de un sistema cuántico y un vector estado Φ (que suponemos por conveniencia de norma unidad), entonces Φ puede expresarse en la forma ∑iciui,donde cada ui es un vector de estado de norma unidad que representa un estado en el que A tiene un valor definido ai, y donde cada ci es un número complejo tal que la suma de |ci|2 es igual a la unidad. Entonces Φ es una superposición de los ui con pesos apropiados y, a menos que la suma contenga solo un único término, el valor de A en el estado representado por Φ no está definido.

Si el estado cuántico se interpreta de forma realista, como una representación del sistema tal como es, más que como un compendio de nuestro conocimiento acerca de él, y si la descripción cuántica es completa, no susceptible de ser completada por variables ocultas, entonces esta indefinición es objetiva. Además, si el sistema interacciona con su entorno de forma tal que A se hace definido, por ejemplo, por medio de una medida, entonces el resultado es una cuestión de azar objetivo, y las probabilidades |ci|2 de los diversos resultados posibles son probabilidades objetivas. Estas características de indefinición objetiva, azar objetivo y probabilidad objetiva, se resumen caracterizando el estado cuántico como una red de potencialidades.

El segundo concepto radical de la teoría cuántica es el de enmarañamiento (entanglement). Si ui son vectores de estado de norma unidad que representan estados del sistema I, en los que cierta propiedad A tiene valores distintos en estos estados, y vi son vectores de estado del sistema II, en los que una propiedad B tiene valores distintos, entonces existe un vector de estado x = ∑iciuivi (donde los |ci|2 suman la unidad) del sistema compuesto I + II con características peculiares. Ni I ni II por separado están en un estado cuántico puro. En particular, I no es una superposición de los ui y II no es una superposición de los vi, pues tales superposiciones omiten el modo en que están correlacionados los ui y los vi.

El estado X es un tipo de estado holístico, llamado enmarañado. La teoría cuántica tiene así un modo de composición que no encuentra análogo en la física clásica. Si ocurre un proceso por el que A se hace actual, por ejemplo, tomando el valor ai, entonces B será también automáticamente actualizado y tendrá el valor bi. El enmarañamiento entraña así que las potencialidades de I y II son actualizadas simultáneamente.

El whiteheadianismo modernizado al que yo me refería crípticamente al final de la sección 4.1 incorpora los conceptos de potencialidad y enmarañamiento de forma esencial. La potencialidad es el instrumento con el que puede salvarse la embarazosa bifurcación en la oscura protomentalidad y la consciencia de alto nivel. Incluso un organismo complejo con un cerebro altamente desarrollado puede hacerse inconsciente. La transición entre consciencia e inconsciencia no tiene por qué ser interpretada como un cambio de estado ontológico, sino como un cambio de estado, y las propiedades pueden pasar de la definición a la indefinición, y a la inversa.

En el caso de un sistema simple, como un electrón, uno no puede imaginar nada más que una transición desde una completa indefinición de experiencia a un mínimo atisbo. Pero, en esta unión entra en juego el segundo concepto, el enmarañamiento. En efecto, para un sistema de muchos cuerpos en estados enmarañados hay un espacio mucho más rico de propiedades observables que para una única partícula, y los espectros de los observables colectivos son mucho más amplios que los de las partículas componentes. El enmarañamiento de sistemas elementales, cada uno de ellos con un estrecho abanico de atributos mentales, puede generar, concebiblemente, un abanico más amplio que cubre todo el camino que va desde la inconsciencia hasta la consciencia de alto nivel.

¿Cómo se compara este whiteheadianismo modernizado con la aplicación que hace Roger de las ideas cuánticas al problema mente-cuerpo? En el capítulo 7 de Sombras, y en los capítulos 2 y 3, Roger hace un uso esencial de las dos grandes ideas de potencialidad y enmarañamiento. La potencialidad es invocada en su conjetura de que las computaciones cuánticas son ejecutadas por un sistema de neuronas, donde cada rama de una superposición realiza un cálculo independiente de los realizados en otras ramas (Sombras, págs. 375-376).

El enmarañamiento (al que Roger se refiere normalmente como «coherencia») es invocado en varias fases para dar cuenta de la realización de estos cálculos: se supone que los microtúbulos en las paredes de las células juegan un papel organizador en el funcionamiento de las neuronas, y, para este propósito, se postula un estado enmarañado de un microtúbulo (Sombras, págs. 388-389); se supone luego que los microtúbulos de una misma neurona están en un estado enmarañado; y, finalmente, hay un supuesto estado enmarañado de un gran número de neuronas. Es necesario el enmarañamiento a gran escala porque: «la unidad de una sola mente puede aparecer, en una descripción semejante, solo si existe alguna forma de coherencia cuántica que abarca, al menos, una parte apreciable del cerebro entero» (Sombras, pág. 394).

Roger sostiene que su propuesta es plausible a la vista de los fenómenos de superconductividad y superfluidez, especialmente de superconductividad a alta temperatura, y de los cálculos de Frohlich de que el enmarañamiento a gran escala es posible en sistemas biológicos a temperatura corporal (Sombras, págs. 388-389). Una idea cuántica adicional en el tratamiento de la mente por parte de Penrose está sacada, no de la teoría cuántica vigente, sino de la teoría cuántica que él prevé en el futuro y que será discutida en la sección 4.3. Esta idea es la reducción objetiva (abreviado RO) de una superposición, en la cual se selecciona un valor real de un observable A, entre un intervalo inicialmente grande de valores posibles. Que tal actualización es indispensable para una teoría de la mente es algo que parece exigido por los fenómenos indudables de los pensamientos y las sensaciones definidas en nuestra experiencia consciente. Es necesario incluso si existe algo tal como la computación cuántica, puesto que al final del procesamiento paralelo en las diferentes ramas de una superposición debe leerse un resultado (Sombras, pág. 376). Finalmente, Roger conjetura que no proporcionará los aspectos no computables de la actividad mental.

Desde un punto de vista whiteheadiano modernizado, lo que está ausente —inadvertida o deliberadamente— en la teoría de Roger de la mente es la idea de mentalidad como algo ontológicamente fundamental en el Universo. La explicación de Roger suena sospechosamente parecida a una versión cuántica del fisicalismo. En las versiones del fisicalismo mencionadas en la sección 4.1, las propiedades mentales eran tratadas como propiedades estructurales de estados cerebrales o como programas para realizar cálculos en conjuntos neuronales. Roger suministra nuevos ingredientes para el programa de explicar físicamente la mentalidad —a saber, coherencia cuántica a gran escala y una supuesta modificación de la dinámica cuántica para explicar la reducción de las superposiciones—. Pero esta sofisticación no debilita el sencillo, aunque robusto, argumento contra el fisicalismo ofrecido en la sección 4.2.

Las apariencias de nuestra vida mental no tienen lugar en una ontología fisicalista, y un fisicalismo gobernado por reglas cuánticas sigue siendo fisicalismo. La filosofía del organismo de Whitehead, por el contrario, es radicalmente no fisicalista, puesto que atribuye propiedades mentalísticas a las entidades más primitivas del Universo, enriqueciendo conjeturalmente de este modo su descripción física. La versión modernizada de whiteheadianismo que propuse provisionalmente no utiliza la teoría cuántica como un sucedáneo del estado ontológico fundamental de la mentalidad, sino como un instrumento intelectual para explicar la inmensa gama de manifestaciones de mentalidad en el mundo, desde la total depresión de la mentalidad intrínseca hasta la ampliación de alto orden de la misma.

El contraste puede expresarse de otra forma. La teoría cuántica es una herramienta, que despliega conceptos tales como estado, observable, superposición, probabilidad de transición y enmarañamiento. Los físicos han aplicado con éxito esta herramienta a dos ontologías muy diferentes: la ontología de partículas, en la mecánica cuántica no relativista estándar de electrones, átomos, moléculas y cristales; y la ontología de campos, en electrodinámica cuántica, cromodinámica cuántica y teoría cuántica de campos en general.

Es concebible que la teoría cuántica pueda aplicarse a ontologías completamente diferentes, tales como una ontología de mentes, una ontología dualista o una ontología de entidades dotadas de protomentalidad. Las aplicaciones fisicalistas usuales de la teoría cuántica han sido maravillosamente fértiles en la explicación de los fenómenos observables de sistemas compuestos, incluyendo sistemas macroscópicos, en términos microscópicos. Me parece que Roger está tratando de hacer algo similar al explicar los fenómenos mentales en una ontología fisicalista mediante un empleo delicado de conceptos cuánticos. El whiteheadianismo modernizado, por el contrario, aplica el marco de la teoría cuántica a una ontología que es ab initio mentalista. Por supuesto, el whiteheadianismo modernizado es embrionario, impresionista, y carece de predicciones y confirmaciones experimentales que le pudieran dar sus credenciales como teoría prometedora. Pero tiene la gran virtud de reconocer la inderivabilidad de la mentalidad, que está ausente en todas las variedades de fisicalismo. Puede ser que yo haya leído u oído mal a Roger, y que, de hecho, él sea más whiteheadiano de lo que yo haya advertido. Si esto es así o no, que hiciera explícita la cuestión clarificaría mucho su postura.

Si una versión modernizada de Whitehead, o cualquier teoría cuántica de la mente, va a alcanzar madurez y solidaridad científica, tendrá que prestar mucha atención a los fenómenos psicológicos. Existen algunos fenómenos que tienen un cierto sabor cuántico: por ejemplo, el paso de la visión periférica a la visión focal; el paso de la consciencia a la inconsciencia; la penetración de la mente a través del cuerpo; la intencionalidad; las anomalías en la localización temporal de los sucesos mentales; y las refundiciones y ambigüedades del simbolismo freudiano. Varios libros importantes sobre la relación entre la mente y la teoría cuántica, en particular los de Lockwood[4.8] y Stapp[4.9], han examinado fenómenos mentales que tienen un sabor cuántico. El propio Roger discute algunos de estos fenómenos, por ejemplo los experimentos de Kornhuber y Libet sobre los aspectos de temporización activa y pasiva de la consciencia (Sombras, págs. 407-408).

Una seria aplicación de la teoría cuántica a la mente debe considerar también las estructuras matemáticas del espacio de estados y el conjunto de observables. Estas no son suministradas por el marco cuántico. En el caso de la mecánica cuántica no relativista estándar y de la teoría cuántica de campos, estas estructuras están determinadas de varias formas: por consideraciones de representación de grupos espacio-temporales, por heurística basada en mecánica clásica y en teoría clásica de campos y, por supuesto, por el experimento. Uno de los grandes artículos de Schrödinger sobre mecánica ondulatoria de 1926 presenta una analogía maravillosamente fructífera: la óptica geométrica es a la óptica ondulatoria lo que la mecánica de partículas es a una hipotética mecánica ondulatoria. ¿No podría ser heurísticamente valioso considerar una nueva analogía: la física clásica es a la física cuántica lo que la psicología clásica es a una hipotética psicología cuántica? Por supuesto, una de las dificultades para explotar esta analogía es que la estructura de la psicología clásica es mucho peor conocida y está quizá menos definida intrínsecamente que la estructura de la mecánica clásica.

He aquí una sugerencia adicional. Posiblemente, los conceptos cuánticos puedan ser aplicados a la psicología, pero no con tanta estructura geométrica como en física cuántica. Incluso si hay algo semejante a un espacio de estados mentales, ¿podemos suponer que este espacio tendrá la estructura de un espacio de Hilbert proyectivo? En particular, ¿habrá un producto interno definido entre dos estados mentales que determine la probabilidad de transición entre uno y otro? ¿No podría darse el caso de que exista una estructura más débil en la Naturaleza, aunque sea una estructura de tipo cuántico? Hay artículos muy interesantes de Mielnik[4.10] que sugieren que un concepto cuántico mínimo es la expresabilidad de un estado mezcla como combinación convexa de estados puros en más de una forma, mientras que en la mecánica estadística clásica un estado mezcla puede expresarse de forma unívoca en términos de estados puros. Una especulación más es que la fenomenología de los colores puede construirse como un ejemplo de la idea de Mielnik —por ejemplo, muchas formas diferentes de componer blanco perceptual a partir de una mezcla de luz coloreada—.

4.3. El problema de la actualización de las potencialidades

En el capítulo 2, Roger clasificó el problema de la actualización de las potencialidades (también llamado problema de la reducción del paquete de ondas y problema de la medida) como un misterio x, un misterio que no puede resolverse sin un cambio radical de la propia teoría y no un misterio que puede ser exorcizado por hábito. Estoy completamente de acuerdo. Si la teoría cuántica describe objetivamente un sistema físico, entonces hay observables del sistema que están objetivamente indefinidos en un estado especificado pero que se hacen definidos cuando se realiza una medida. Pero la dinámica lineal de la teoría cuántica impide la actualización por medio de la medida.

Una consecuencia de la linealidad es que el estado final del sistema compuesto por el aparato de medida más el objeto es una superposición de términos en los que el observable «puntero» del aparato tiene valores diferentes. Yo comparto el escepticismo de Roger sobre todos los intentos de interpretar este misterio, por ejemplo, mediante las interpretaciones de los muchos universos, decoherencia, variables ocultas, etc. En una u otra fase en un proceso de medida, la evolución unitaria del estado cuántico deja de ser válida y ocurre una actualización. Pero, ¿en qué fase? Existen muchas posibilidades.

La fase puede ser física, y ocurrir cuando un sistema macroscópico se enmaraña con un objeto microscópico, o cuando la métrica espacio-temporal se enmaraña con un sistema material; o puede ser mental, y desarrollarse en la psique del observador. Roger opta por la hipótesis de que la actualización es un proceso físico, debido a la inestabilidad de una superposición de dos o más estados de la métrica espacio-temporal; cuanto mayor es la diferencia de energía entre los estados superpuestos, menor es el tiempo de vida de la superposición (Sombras, págs. 359-367).

Sin embargo, la conjunción de esta conjetura con la determinación de Roger de explicar experiencias reales en la consciencia impone algunas serias restricciones. Él necesita la superposición de estados cerebrales, como se indicó antes, para dar cuenta de la globalidad de la mente, pero monstruosidades tales como la superposición de ver un destello rojo y ver un destello verde deben, o bien no ocurrir en absoluto, o bien ser tan transitorias que difícilmente inciden en la consciencia.

Roger argumenta —provisionalmente y en esbozo— que las diferencias de energía en los estados cerebrales correspondientes a tales percepciones distintas son suficientemente grandes para dar un tiempo de vida corto de la superposición. Sin embargo, él admite en varios pasajes (Sombras, págs. 363-364, 419, 420, 440) que está tratando de realizar un difícil paseo por la cuerda floja, pues debe mantener suficiente coherencia para explicar la globalidad de la mente y suficiente ruptura de coherencia para explicar los sucesos conscientes definidos. El cómo podría ser robusto en la operación diaria un cerebro/mente que actúa según las líneas esbozadas por Roger es realmente algo muy misterioso.

Los recursos de la familia de modificaciones de la dinámica cuántica con objeto de explicar objetivamente la actualización de potencialidades no han sido todavía completamente explorados, ni por Roger ni por la comunidad de investigadores. Mencionaré brevemente dos caminos que encuentro atractivos. El modelo de reducción espontánea, de Ghirardi-Rimini-Weber y otros, es mencionado y convincentemente criticado por Penrose (Sombras, pág. 365), pero puede haber variantes de esta dinámica que escapen a sus críticas. Un segundo camino, que él no menciona, es la posibilidad de una regla de superselección en la naturaleza que impida la superposición de distintos isómeros o conformaciones de macromoléculas.

La motivación para esta conjetura es la consideración de que las macromoléculas actúan típicamente a modo de interruptores en la célula, activando o desactivando procesos de acuerdo con la conformación molecular. Si dos conformaciones distintas estuvieran superpuestas, tendríamos un análogo celular al gato de Schrödinger —un proceso en un limbo entre la ocurrencia y la no ocurrencia—. Si la naturaleza obedeciera a una regla de superselección que prohíbe tales superposiciones se evitarían las dificultades, pero la razón sería misteriosa: ¿por qué la naturaleza prohibe superposiciones de estados de conformación de moléculas complejas cuando los permite para las sencillas?, ¿dónde está la línea divisoria? Sin embargo, una superselección semejante podría explicar todas las actualizaciones de potencialidades de las que tenemos buena evidencia, y puede tener la preciosa propiedad de ser comprobable por espectroscopia molecular[4.11]

Finalmente, vale la pena apuntar que, desde un punto de vista whiteheadiano, la hipótesis de que la actualización de potencialidades se logra por la psique del perceptor no es tan ridícula, antropocéntrica, mística y acientífica como normalmente se considera. Según Whitehead, algo parecido a la mentalidad permea toda la naturaleza, pero la mentalidad de alto nivel es contingente en la evolución de complejos de ocasiones especialmente hospitalarios. La capacidad para que un sistema actualice potencialidades, modificando con ello la mecánica lineal de la mecánica cuántica, puede estar omnipresente en la naturaleza, pero solamente no es despreciable en sistemas con mentalidad de alto nivel. Yo matizaría esta expresión de tolerancia, sin embargo, diciendo que la atribución a la psique del poder de reducir superposiciones debería tomarse en serio solo si sus implicaciones para un amplio abanico de fenómenos psicológicos son cuidadosamente desarrolladas, pues solo entonces habría una posibilidad de someter las hipótesis a la prueba experimental controlada.