IX
En otoño de 1935, un día que estaba en la ribera del Río de los Dragones cortando el césped, Madre fue violada por un grupo de cuatro soldados armados que huían tras sufrir una derrota militar.
Cuando todo acabó, Madre miró el río y decidió tirarse y ahogarse. Pero cuando estaba a punto de ponerse a caminar al encuentro con la muerte, vio el reflejo del hermoso cielo azul de Gaomi del Noreste sobre el agua clara. Una brisa fresca alivió la sensación de humillación que le había nacido en el pecho, así que metió las manos en el río y se echó agua en la cara para lavarse el sudor y las lágrimas, se acomodó un poco la ropa y volvió caminando hasta su casa.
A comienzos del verano del año siguiente, ocho años después del nacimiento de su hija anterior, Madre dio a luz a la séptima, Qiudi. El nacimiento de otra niña más hizo que su suegra se desesperara. Caminando a tropezones, cogió una botella de uno de los aparadores de su dormitorio y dio unos tragos gigantescos de un fuerte licor antes de sumirse en terribles lamentos. Madre también estaba muy decepcionada y en el momento en que miraba con disgusto la cara arrugada de su hija recién nacida, su único pensamiento fue: Señor del Cielo, ¿por qué eres tan miserable? Lo único que tenías que hacer era añadir un poquito más de arcilla a esta criatura y habría salido varón.
Entonces su marido entró en la habitación hecho una furia, apartó la manta a un lado y retrocedió, tambaleándose. Lo primero que hizo cuando se recuperó de la impresión fue buscar, detrás de la puerta, el palo que se usaba para golpear la ropa después de lavarla, y darle a su mujer en la cabeza. La sangre salpicó la pared y el hombrecillo, enloquecido, se dio la vuelta y salió de la casa corriendo. Cogió de la fragua un par de tenazas al rojo vivo, volvió corriendo a la habitación de su esposa y le hizo una marca en la zona interior de uno de los muslos.
Un humor amarillo que olía a carne quemada llenó la habitación al instante. Con un estremecimiento de dolor, Madre se cayó de la cama y se hizo una bola en el suelo, con todo el cuerpo crispado.
Cuando Gran Zarpa Yu se enteró de que habían marcado a Lu Xuan’er como al ganado, fue a toda prisa hasta la casa de la familia Shangguan con un rifle de caza y, sin decir ni una palabra, lo apuntó al pecho de Shangguan Lü y apretó el gatillo. El rifle falló. Mientras preparaba el arma para efectuar un segundo disparo, Shangguan Lü había corrido al interior de la casa, cerrando tras ella con un portazo. Con rabia creciente, disparó contra la puerta cerrada, haciendo un agujero en ella y provocándole un chillido de miedo a Shangguan Lü, al otro lado.
Entonces, Gran Zarpa Yu empezó a aporrear la puerta con la culata de su rifle, respirando fuertemente pero sin decir nada. Su cuerpo fornido se movía hacia adelante y hacia atrás. Parecía un oso. Las hijas de Madre se arremolinaron atemorizadas en la habitación de al lado mirando lo que pasaba en el patio.
El marido y el suegro de Madre, uno con un martillo de acero y el otro con las tenazas, se acercaron a Gran Zarpa prudentemente. Shouxi fue el primero que actuó, atacando a Gran Zarpa por la espalda con sus tenazas. Gran Zarpa se dio la vuelta y le soltó un rugido a su contrincante. A Shouxi se le cayeron las tenazas de las manos, y él habría salido corriendo si no fuera porque las piernas le temblaban como si fueran de goma. Intentó, forzadamente, sonreír.
—¡Te voy a matar, hijo de perra! —tronó Gran Zarpa dándole a Shouxi un golpe con su rifle que lo tiró al suelo.
Le dio tan fuerte que el arma se partió en dos. El padre de Shouxi se acercó rápidamente a Gran Zarpa con su martillo, pero falló completamente el golpe y casi pierde el equilibrio con el impulso. Gran Zarpa le ayudó dándole un golpe en el hombro y lo envió al suelo, donde quedó, despatarrado, junto a su hijo. Gran Zarpa se puso a golpear a los dos hombres alternativamente y después cogió el martillo, lo levantó por encima de su cabeza y dijo: «¡Ahora voy a abrirte esa cabeza de melón, hijo de perra!», en el mismo momento en que Madre salía cojeando al patio.
—Tío —le gritó—, esto es un asunto familiar. No necesito tu ayuda.
Dejando caer el martillo, Gran Zarpa, con una expresión de dolor en el rostro, miró a su sobrina, que estaba ahí de pie como un árbol que se ha secado.
—Xuan’er —le dijo—, todo lo que tú has sufrido…
—Cuando dejé el hogar de los Yu —dijo Madre—, me convertí en miembro de la familia Shangguan, y si eso me mata o me mantiene viva no es problema tuyo.
La incursión de Gran Zarpa Yu sirvió para rebajarla arrogancia de la familia Shangguan. Al darse cuenta de cómo había maltratado a su nuera, Shangguan Lü empezó a darle un trato más humano. Shangguan Shouxi, que se había librado de morir por muy poco, también empezó a mirar a su esposa de otra manera, y a someterla a menos abusos.
Mientras tanto, la carne quemada de Madre comenzó a pudrirse y a oler. Esta vez, pensó, no voy a sobrevivir, por lo que se mudó a la habitación lateral.
Una mañana, temprano, la campana de la iglesia la sacó de su duermevela. A pesar de que la campana tañía todos los días, en aquel momento parecía estar hablándole a ella, con ese hipnótico sonido de bronce que excitaba su alma y la elevaba y hacía que se estremeciera su corazón. ¿Por qué no he oído este sonido antes? ¿Qué era lo que me tapaba las orejas? Cuando meditaba sobre este cambio, el dolor que sufría en todo el cuerpo empezó a abandonarla lentamente.
Nada interrumpió su pensamiento hasta que unas ratas se le subieron encima y empezaron a mordisquearle la carne putrefacta. La vieja mula que la había traído desde la casa de su tía le echó una mirada melancólica, consolándola, inspirándola y dándole valor.
Madre se levantó con la ayuda de un bastón y arrastró su cuerpo putrefacto hasta el camino, avanzando de manera vacilante, paso a paso, y logró subir hasta la puerta de la iglesia.
Era domingo. El Pastor Malory estaba de pie en el púlpito polvoriento, con la Biblia en la mano, entonando un fragmento de San Mateo para un puñado de ancianas con el pelo canoso.
«Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó en abandonarla en secreto. Pero mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”».
Este fragmento hizo brotar las lágrimas de los ojos de Madre, y esas lágrimas cayeron sobre el cuello de su camisa. Tiró el bastón a un lado y se hincó de rodillas. Mirando a la cara del estropeado Cristo de madera que había sobre una cruz de hierro, le dijo sollozando:
—Señor, he llegado muy tarde a Ti…
Las ancianas se quedaron mirando a Shangguan Lu sin entender nada. El hedor de su carne putrefacta las atufaba.
El Pastor Malory dejó su Biblia y se bajó de la plataforma en la que estaba para levantar a Xuan’er, que se había quedado arrodillada. Unas lágrimas cristalinas asomaron a sus ojos azules y amables.
—Pequeña hermana —le dijo—, he estado esperándote mucho tiempo.
A comienzos del verano de 1938, en una arboleda poblada de acacias, en algún remoto rincón de la Aldea de la Loma Arenosa, el Pastor Malory se arrodilló con reverencia ante Madre, cuyas heridas ya se habían empezado a curar, y le acarició el cuerpo delicadamente con sus manos temblorosas y enrojecidas. Le temblaban los labios, que estaban ligeramente húmedos, y sus ojos de un azul límpido se podían confundir con pedazos del profundo cielo azul del concejo de Gaomi del Noreste, que se filtraba por los huecos que dejaban las acacias en flor.
—Pequeña hermana —le dijo, tartamudeando—, mi amada compañera… mi pequeña paloma… mi mujer ideal, tus muslos brillan tanto como el jade más hermoso, esculpidos por un artista magistral, tu ombligo es como una copa perfectamente redonda y llena de un combinado embriagador… tu cintura es como un haz de trigo atado con una cinta de lilas… tus pechos son como dos cervatillos mellizos, como el fruto flexible de las palmeras. Tu nariz es fragante como una manzana, tu boca huele como el mejor de los licores. Mi amor, eres hermosa, eres una pura delicia. ¡Me haces feliz hasta el delirio!
Disfrutando de las palabras de aprobación y del amable aprecio del Pastor Malory, Madre se sentía ligera como una pluma de ganso flotando en los cielos azules de Gaomi del Noreste y en los ojos azules del Pastor Malory mientras el sutil aroma de los capullos rojos y blancos de las acacias pasaba sobre ella como si fuera una ola.