VI
Se trataba de un joven muy delgado, con la nariz aguileña y los ojos de buitre, que deambulaba por las calles y los alrededores tocando una campana de bronce y repitiendo: «Mi abuelo era médico en la corte y mi padre tenía una farmacia, pero yo no tengo ni un centavo y sufro una profunda pena, por lo que debo ir de un lado para otro con mi campana».
Un día, volviendo de los campos con un saco de césped cargado a la espalda, Madre lo vio. Estaba empleando unas pinzas para extraer unos pequeños «gusanos dentales» de color blanco de la boca de un hombre. Cuando llegó a casa le contó a su suegra, que tenía un fuerte dolor de muelas, lo que había visto.
Después de llevar al médico a la casa, Madre le sostuvo la lámpara mientras él hurgaba con el dedo, buscando la muela dolorida de Shangguan Lü.
—Señora —le dijo—. Su problema es lo que llamamos «diente de fuego», no «gusanos dentales».
Entonces le clavó a Shangguan Lü unas agujas de plata en la mano y en la mejilla, y después buscó a su espalda y sacó unos talcos medicinales de un bolso que traía y se los introdujo a Shangguan Lü en la boca. En cuanto lo hizo, el dolor desapareció.
Habiendo concluido el tratamiento, solicitó que lo instalaran, para pasar la noche, en la habitación del lado este de la casa familiar. A la mañana siguiente les ofreció un dólar de plata a cambio de que le dejaran usar la habitación para recibir y atender pacientes. Ya que le había curado su dolor de muelas, y como además les estaba ofreciendo un brillante dólar de plata, la abuela le dio acomodo muy contenta.
El hombre vivió en el hogar de los Shangguan durante tres meses, pagando por el alquiler de la habitación y la comida el primero de cada mes. Era como un miembro más de la familia.
Un día, Shangguan Lü le preguntó si tenía alguna clase de droga para la fertilidad. Él dijo que sí, y le escribió una receta a Madre que consistía en comerse diez huevos de gallina fritos en aceite de sésamo y miel.
—A mí también me gustaría probar un poco —dijo Shangguan Shouxi.
Un día, Madre, que sentía una cierta atracción por el misterioso médico, se deslizó en su dormitorio y le confesó que su marido era estéril.
—Esos gusanos dentales —le confesó él a ella—, estaban en mi pequeña caja metálica desde el principio.
En cuanto estuvo seguro de que Madre estaba embarazada, le pareció que había llegado el momento de ponerse en camino. Pero antes de irse no sólo le dio a Shangguan Lü todo el dinero que había ganado curando a los pacientes en su casa, sino que además la nombró formalmente su madre adoptiva.