I

Corría el vigésimo sexto año del reinado Guangxu del Gran Qing, de la dinastía Manchú, el año 1900 del calendario occidental.

Mi abuelo materno, Lu Wuluan, se dedicaba a las artes marciales; apenas dejaba huellas cuando caminaba. Como líder de los Lanzas Rojas, su trabajo era entrenar y armar a las tropas y construir búnkeres y trincheras para resguardarse de los ataques de las tropas enemigas. Pero tras varios meses de vana espera, la vigilancia de las fuerzas locales se había relajado, y durante la brumosa séptima mañana del octavo mes lunar, las fuerzas alemanas, bajo el liderazgo del Magistrado del Condado Ji Guifen, rodearon la aldea de Nido Arenoso, en el concejo de Gaomi del Noreste. Cuando ese día de lucha hubo concluido, cerca de cuatrocientos soldados de la resistencia de Nido Arenoso yacían muertos. Ahí estaba incluido mi abuelo, que fue asesinado por los soldados alemanes después de que clavara su lanza en el vientre de uno de los enemigos, y su esposa, que había escondido a su hija, Xuan’er, en un gran contenedor de harina antes de colgarse de una viga para conservar su castidad. Mi madre, que ahora era huérfana, cumplía ese día sus primeros seis meses de vida.

Al día siguiente, mi tía y mi tío encontraron a mi madre en el contenedor de harina, casi sin vida, con el cuerpo cubierto de harina. Tras limpiarle la boca y la nariz y darle unas palmadas en la espalda, mi tía, aliviada, escuchó a su pequeña sobrina toser y empezar a llorar.

Cuando Lu Xuan’er cumplió cinco años, su tía se hizo con unas cintas de bambú, un mazo de madera y un trozo de tela blanca y gruesa.