VI

Tercer Maestro Fan, borracho como un caballero, entró mascullando en la casa de los Shangguan.

—Los japoneses se acercan. Qué mala sincronización con vuestra burra. Pero ¿qué puedo decir yo, ya que fue mi caballo el que la preñó? El que le pone el cascabel al gato debe ser el que se lo quite. Shangguan Shouxi, veo que tienes suficientes agallas como para sacar esto adelante. ¡Ay, mierda, qué agallas tienes! Si estoy aquí es sólo por tu madre. Ella y yo… ja, ja… ella hizo un rascador de cascos para mis caballos…

Shangguan Shouxi, con el rostro cubierto de sudor, siguió a Tercer Maestro Fan hasta la puerta.

—¡Fan Tres! —gritó Shangguan Lü—. ¡Cabrón, el dios local aparece muy pocas veces!

Fingiendo estar sobrio, Tercer Maestro Fan anunció: «Fan Tres ha llegado». Pero la visión de la burra echada en el suelo hizo que pasara de estar completamente borracho a medio sobrio.

—¡Dios mío, mirad eso! ¿Por qué no me habéis mandado llamar antes?

Tiró al suelo las alforjas de cuero que llevaba, se agachó para acariciar las orejas de la burra y le dio unos golpecitos en la tripa.

Después dio una vuelta alrededor de la parte trasera del animal y tiró con fuerza de la pata que salía del canal del parto. Levantándose, movió la cabeza tristemente y dijo:

—He llegado demasiado tarde, es una causa perdida. El año pasado, cuando tu hijo me trajo la burra para que se apareara, le dije que era demasiado flaca y débil y que deberíais cruzarla con uno de su especie. Pero él insistió en que la cubriera un caballo. Ese caballo mío es un semental japonés de pura raza. Uno de sus cascos es más grande que la cabeza de vuestra burra, y cuando la montó, casi se parte bajo su peso. Como un gallo y un gorrión. Pero es un buen semental, así que cerró los ojos y se la folló. ¡Si hubiera sido otro caballo, joder! Mirad, la cría no va a salir. Vuestra burra no está hecha para tener mulas. Sólo sirve para producir burros, esta burra esmirriada…

—¿Ya has terminado, Fan Tres? —Shangguan Lü interrumpió su monólogo, enfadada.

—He terminado, sí, he dicho lo que quería decir. —Cogió su bolsa de cuero, se la echó al hombro y, volviendo a pasar de medio sobrio a completamente borracho, avanzó tambaleándose hacia la puerta.

Shangguan Lü lo cogió del brazo.

—¿Te vas? —le dijo.

Fan Tres sonrió de una manera desagradable.

—Vieja cuñada —le dijo—, ¿es que no has oído al mayordomo de la Casa Solariega de la Felicidad? La aldea está casi desierta. ¿Quién es más importante, la burra o yo?

—Tres, tienes miedo de que no te dé lo que te mereces, ¿verdad? Bueno, tendrás dos botellas de buen licor y una enorme cabeza de cerdo. Y no te olvides de que, en esta familia, lo que yo prometo se cumple.

Fan Tres echó un rápido vistazo al padre y al hijo.

—Soy muy consciente de eso —dijo sonriendo—. Eres probablemente la única mujer mayor de todo el país que trabaja de verdad como herrero. La fuerza de esa espalda que tienes…

Una extraña sonrisa hizo que se le contrajera la cara.

—¡Por el culo de tu madre! —Shangguan Lü maldijo dándole un golpe en la espalda—. No te vayas, Tres. No estamos hablando de una, sino de dos vidas. Ese semental es tu hijo, por lo que esta burra es tu nuera y la mula que hay en su tripa es tu nieta. Haz lo que puedas. Si la mula vive, te lo agradeceré y te recompensaré. Si se muere, maldeciré mi propio destino miserable, no a ti.

—Has convertido a estos cuadrúpedos en mi familia —dijo Fan Tres tristemente—, así que ¿qué puedo decir? Veré si puedo traer a esta burra moribunda de vuelta a la tierra de los vivos.

—Muy bien. ¿Por qué hacer caso a los delirios de ese loco de Sima? ¿Qué podrían querer los japoneses de una aldea pacífica y aislada como la nuestra? Además, al hacer esto, estás acumulando virtudes, y los espíritus siempre se mantienen alejados de los virtuosos.

Fan Tres abrió su bolsa y sacó una botella llena de un líquido verde y viscoso.

—Este es un tónico secreto, que ha ido pasando, en mi familia, de generación en generación. Funciona de una forma milagrosa en los partos de nalgas y en otras irregularidades obstétricas en los animales. Si esto no lo consigue, ni siquiera el Mono mágico podría traer a ese animal al mundo. Señor —instó a Shangguan Shouxi—, venga aquí y écheme una mano.

—Lo haré yo —dijo Shangguan Lü—. Él es un bobo inútil.

Fan Tres dijo:

—La gallina Shangguan acusa al gallo de no poner huevos.

—Si tienes que insultar a alguien, Tercer Hermano Menor —dijo Shangguan Fulu—, hazlo en mi cara, y no te escondas por ahí.

—¿Estás enfadado? —preguntó Fan Tres.

—Este no es momento para discutir —dijo Shangguan Lü—. ¿Qué tengo que hacer?

—Levanta la cabeza de la burra —dijo él—. Voy a darle el tónico.

Shangguan Lü separó las piernas, reunió fuerzas y cogió la cabeza de la burra. El animal se agitó; por los agujeros de su nariz salía aire espasmódicamente.

—¡Más arriba! —dijo Fan Tres.

Ella hizo un esfuerzo para levantarla aún más; de su nariz ahora también salía el aire en espasmos.

—Vosotros dos, ¿estáis muertos o vivos? —protestó Fan Tres.

Los dos hombres Shangguan se apresuraron a ayudar y casi tropiezan con las patas de la burra. Shangguan Lü hizo girar los ojos; Fan Tres sacudió la cabeza. Al final consiguieron levantar lo suficiente la cabeza de la burra, que echó hacia atrás los labios y enseñó los dientes. Fan Tres introdujo en la boca del animal un embudo hecho con un cuerno de buey y vació en su interior el contenido de la botella.

—Esto funcionará —dijo Fan—. Ya podéis bajarle la cabeza.

Mientras Shangguan Lü intentaba recobrar el aliento, Fan Tres sacó su pipa, la llenó y se puso a fumar en cuclillas. Dos columnas de humo blanco salieron rápidamente por su nariz.

—Los japoneses han tomado la capital del condado y han asesinado al gobernador, Zhang Weihan, y han violado a todas las mujeres de su familia.

—¿Eso te lo han dicho los Simas? —le preguntó Shangguan Lü.

—No, me lo dijo mi hermano de sangre. Vive cerca de la Puerta Este, en la capital.

—La verdad nunca llega a más de diez li[1] de distancia —dijo Shangguan Lü.

—Sima Ku se ha llevado a los sirvientes de la familia para prenderle fuego al puente —dijo Shangguan Shouxi—. Eso es más que un rumor.

Shangguan Lü miró enfadada a su hijo.

—Nunca te he oído decir una frase optimista ni adecuada, pero no te cansas de propagar las tonterías y los rumores. Mírate, eres un hombre, has tenido un montón de hijos y no se puede saber si eso que llevas sobre los hombros es una cabeza o una calabaza vacía. ¿A ninguno de vosotros se os ha ocurrido pensar que los japoneses tienen madres y padres, como todo el mundo? No tienen nada en contra de nosotros, así que ¿qué deberíamos hacer? ¿Salir huyendo? ¿Creéis que se puede correr más rápido que una bala? ¿Escondernos? ¿Hasta cuándo?

Como respuesta a sus reproches, los hombres Shangguan no podían hacer nada más que agachar la cabeza y morderse la lengua. Pero Fan Tres sacudió la ceniza de su pipa e intentó salvar la situación.

—A largo plazo, nuestra hermana ve las cosas con más claridad que nosotros. Me siento mucho mejor después de lo que nos ha dicho. Tiene razón. ¿Dónde podríamos ir? ¿Dónde nos esconderíamos? Yo quizá sea capaz de correr y de esconderme, pero ¿qué hago con mi burro y mi semental? Son como un par de montañas. ¿Dónde se puede esconder una montaña? Uno puede esconderse un día, pero nunca logrará que no lo descubran al cabo de medio mes. Por el culo de su madre, digo yo. Saquemos a ese bebé de mula de ahí y luego ya pensaremos en lo que vamos a hacer.

—¡Esa es una buena actitud! —dijo Shangguan Lü, contenta.

Fan se quitó la chaqueta, se ciñó el cinturón y se aclaró la garganta, como un maestro de artes marciales que está a punto de enfrentarse a su oponente. Shangguan Lü asintió con aprobación.

—Eso es lo que a mí me gusta ver, Tres. Un hombre deja como legado su buen nombre, un ganso salvaje deja como legado su graznido. Si traes a esa mula al mundo, te daré una botella extra de licor y tocaré el tambor para cantarte alabanzas.

—Eso es una estupidez —dijo Fan—. De todos modos, ¿a quién se le ocurrió cubrir a vuestra burra con mi semental? Eso se llama sembrar y cosechar. —Dio la vuelta alrededor de la burra, tiró de la pata de la mula y murmuró—: Burra, mi pequeña nuera, estás ante la puerta del infierno y vas a tener que esforzarte para escapar. Mi reputación está a tu servicio. Caballeros —dijo, dándole unos golpecitos a la burra en la cabeza—, traed una cuerda y un buen palo. No puede hacerlo ahí tirada. Tenemos que conseguir que se ponga de pie.

Los hombres Shangguan miraron a Shangguan Lü, quien les dijo:

—Haced lo que os ha dicho.

Cuando el padre y el hijo lo hubieron hecho, Fan pasó la cuerda bajo la burra, justo por donde estaban sus patas delanteras, después hizo un nudo y le pidió a Shangguan Fulu que pasara el palo a través del agujero que formaba la cuerda.

—Ponte ahí —le ordenó a Shangguan Shouxi—. Agáchate y levanta el palo y apóyatelo en los hombros.

Los hombres Shangguan empezaron a levantar el palo, que se les clavaba duramente en los hombros.

—Eso es —dijo Fan—. Vale, no hay prisa. Levantaos cuando os lo diga, y más vale que tengáis buenos hombros. Sólo tenéis una oportunidad. Este animal no puede aguantar muchos más sufrimientos. Cuñada, tu sitio es detrás de la burra. Lo que tienes que hacer es evitar que la cría se caiga al suelo.

Dio la vuelta hasta colocarse en la parte trasera del animal, y allí se frotó las manos, cogió la lámpara de la piedra de molino, se roció las palmas de las manos con aceite y volvió a frotárselas y después les sopló encima. Cuando intentó meter una de las manos por el canal del parto, la pequeña pata se agitó salvajemente. Para entonces, ya tenía todo el brazo dentro de la burra, hasta el hombro, y su mejilla estaba en contacto con el casco violeta de la mula. Shangguan Lü no podía apartar los ojos de él, y le temblaban los labios.

—Vale, caballeros —dijo Fan con voz apagada—. Cuando cuente hasta tres, levantadla con toda vuestra fuerza. Es cuestión de vida o muerte, así que no dejéis que se me caiga encima, ¿de acuerdo?

Tenía la barbilla apoyada en el trasero del animal; parecía que intentaba atrapar algo con la mano en sus profundidades.

—¡Uno… dos… y tres!

Con un fuerte gruñido, los hombres Shangguan hicieron una demostración de valor poco habitual en ellos, y se tambalearon bajo su carga. Imitando el esfuerzo que se hacía a su alrededor, la burra se dio la vuelta, estiró las patas delanteras y levantó la cabeza. Sus patas traseras se movieron y se doblaron debajo de ella. Fan Tres rodó con la burra, hasta que estuvo casi boca abajo en el suelo. Su cabeza desapareció de la vista de los demás, pero sus gritos continuaban: «¡Levantadla! ¡Seguid levantándola!». Los dos hombres estaban empleando todas sus fuerzas y Shangguan Lü se deslizó bajo la burra y con la espalda empezó a presionarle la tripa. Con un fuerte rebuzno, se apoyó sobre sus patas y se puso de pie, y en ese momento algo grande y viscoso resbaló por el canal del parto y salió al exterior junto a una gran cantidad de sangre y un líquido pegajoso, que cayó directamente sobre los brazos de Fan Tres y de ahí se fue al suelo.

Fan limpió rápidamente el líquido de la boca de la pequeña mula, cortó el cordón umbilical con su cuchillo y anudó el trocito restante, y después llevó al animal a un lugar de la estancia en el que el suelo no estaba sucio, y ahí le limpió todo el cuerpo con unos harapos. Con los ojos llenos de lágrimas, Shangguan Lü murmuraba una y otra vez:

—Gracias al Cielo y la Tierra, y a Fan Tres.

La cría de mula logró ponerse de pie un momento, pero no mantuvo el equilibrio y pronto cayó de nuevo al suelo. Su piel era suave como el satén, y su boca tenía el color rojo violáceo de un pétalo de rosa. Fan Tres la ayudó a levantarse de nuevo.

—Buena chica —le dijo—. De tal palo tal astilla. El caballo es mi hijo y tú, pequeña, tú eres mi nieta. Cuñada, tráeme un poco de arroz aguado para mi hija burra, que ha vuelto de entre los muertos.