Querido Hermano Mayor Yidou,
He recibido y leído tu relato y tu carta. Después de leer «Nidos de golondrina» un desfile de recuerdos me ha venido a la mente. Cuando era niño, mi abuelo me dijo que la gente rica se daba grandes banquetes de platos poco habituales como pezuñas de camello, patas de oso, sesos de mono, nidos de golondrina y cosas por el estilo. Una vez vi un camello y no me cabe ninguna duda de que sus pezuñas grandes y carnosas deben de estar muy ricas, aunque nunca he tenido la suerte de probar una. Una vez, de pequeño, comí una pezuña de caballo que mi hermano cortó a escondidas de un caballo muerto que se encontró y la trajo a casa desde su brigada de producción[12]. Por supuesto que nosotros no teníamos un chef famoso para prepararla, por lo que mi madre simplemente la hirvió en agua con algo de sal. No tenía mucha carne, así que me llené con el caldo. Aun así, dejó un sabor inolvidable, uno que siempre recuerdo con mi hermano cuando pasamos juntos año nuevo, como si ese sabor delicioso siguiera en mi boca. Eso fue en 1960, al principio de la hambruna, por lo que puede que sea por eso que ha permanecido en mí durante tanto tiempo. Y en cuanto a la pata de oso hace un par de años un empresario me invitó a cenar a su casa y cuando trajo el último plato a la mesa, que era una fuente con unas cosas negras llenas de grumos, dijo con mucha solemnidad: «Esto es pata de oso traída especialmente desde Heilongjiang». Emocionado, cogí un trozo con los palillos, me lo metí en la boca y lo saboreé lentamente. Era pegajoso y blando, no particularmente aromático ni particularmente sabroso, parecían tendones de la pata de cerdo. Pero en cualquier caso dije cosas muy buenas sobre el plato a mi anfitrión, que cogió un trozo, lo probó y dijo: «No se ha hinchado lo que debería». Criticó al chef por no ser capaz de estar a la altura. Estaba demasiado avergonzado para preguntarle qué quería decir con «no se ha hinchado».
Un tiempo después le pregunté a un amigo que trabajaba en un restaurante de Beijing qué significaba «hincharse». Me dijo que lo que yo había comido era pata de oso deshidratada, que se tenía que haber hinchado primero. Por otra parte me comentó que la pata de oso fresca no lo necesita, pero sigue siendo muy difícil de preparar. «Si consigues pata de oso —me dijo mi amigo—, tienes que cavar un hoyo en la tierra, luego meter la pata dentro, cubrirlo de piedra caliza, verter agua templada hasta que la pata se haya ablandado lo suficiente para partirla. Esa es la única manera de que se desprendan las cerdas de la pata lo bastante para que las puedas arrancar». Dijo que preparar pata de oso requiere paciencia, ya que cuanto más suave mejor sabe. Me dijo que si la quieres cenar tienes que empezar a cocinarla al amanecer. Requiere mucho esfuerzo.
Recuerdo que mi abuelo también me dijo que dado que los osos dejan de comer en invierno, se chupan las patas para calmar las punzadas de hambre y es por eso por lo que son tan valiosas. Pero yo tengo mis dudas al respecto. En cuanto a los sesos de mono solía pensar que sólo eran eso, sesos de mono. Pero entonces alguien me dijo que era una especie de hongo que crece en los árboles. Eso es algo que no he comido nunca aunque lo que sí he tomado son pastillas de hongos de cabeza de mono[13] para mis problemas de estómago. No hace mucho conocí a un tipo de una compañía farmacéutica en un tren y me dijo que no había manera de que pudiera reunir la cantidad suficiente de sesos de mono para cubrir su demanda, así que simplemente lo mezclaría con hongo «oreja de madera» o con champiñones deshidratados. Eso me sorprendió mucho, dado que nunca imaginé que hasta adulteraran las medicinas. Si adulteran las medicinas ¿qué podemos esperar que no esté adulterado? De lo último que quiero hablar es de esos nidos de golondrina. Nunca he visto uno y nunca los he probado. En la novela Sueño en el pabellón rojo[14], cada vez que Lin Daiyu se pone mala del estómago bebe sopa de nido de golondrina, lo que quiere decir que es muy buena y que no está al alcance de la mayoría de la gente. Pero nunca me podía imaginar que fuera así de cara. Muchos de nosotros podríamos trabajar media vida y seguir sin poder pagar un par de nidos de golondrina. Y después de leer tu relato es algo que no quiero probar, en parte porque es caro, pero sobre todo porque encierra mucha crueldad. No soy uno de esos hipócritas «golondrinistas», pero me estremece pensar en el esfuerzo y sufrimiento de todas esas golondrinas doradas cuando hacen los nidos con su propia saliva. Pienso casi lo mismo que tu mujer. Dudo de que los nidos de golondrina sean tan místicos como dice tu suegra. Los nidos de golondrina son populares en Hong Kong, pero si miras a la gente que camina por las calles de esta ciudad verás que la mayoría son bajitos y esqueléticos. En Shandong, donde comemos tartas de batatas y cebollas verdes, no tendrás problema en ver a gente alta y, aunque no todas las mujeres son de una belleza sin igual no te costará encontrar una hermosa. Debería resultar obvio que el valor nutritivo de esos nidos ni se aproxima al de las batatas cocidas. Gastar esa cantidad de dinero en comer algo tan asqueroso me parece totalmente estúpido. La crueldad de destrozar el hogar de una golondrina para coger uno de sus nidos sobrepasa la estupidez. En estos últimos años me he dado cuenta, y más desde que he empezado a leer tus relatos, de que la gente china se ha roto la cabeza con el fin de lograr nuevos platos de comida exóticos. No hace falta decir que la mayoría de la gente que tiene los medios para mimar a sus paladares, no necesita gastar su propio dinero para hacerlo porque siempre conocen a alguien que les invite, mientras que la gente corriente llena sus estómagos con lo primero que tiene a mano. Vivimos en una época de montañas de viandas y océanos de agua potable y los burócratas mezquinos de tus relatos son más arrogantes que Liu Wencai, que sólo cenaba patas palmeadas de pato. Más tarde esto se volvió algo común. No hace muchos años la gente todavía escribía artículos o hacía viñetas de políticos satirizando esta tendencia culinaria, pero ya no se ven más.
Pero volvamos al tema que interesa. A mi parecer «Nidos de golondrina» sigue siendo muy político, y si yo fuera tú vaciaría mi cuerpo de cualquier vestigio de pasión política y lo reescribiría. La recolecta de nidos ancestrales de golondrina y esta vieja profesión en vías de extinción, repleta de misterios y leyenda, puede llegar a ser una gran historia. Para enfatizarla céntrate en el misterio y en las leyendas.
Mi superior ha aceptado más o menos dejarme ir a visitar la Tierra del vino y los licores. Pero no puedo ir hasta que no termine el borrador de mi novela. He tomado nota de la fecha del Primer Festival Anual del Licor del mono y para entonces lo habré acabado.
Te he mandado tu manuscrito por correo urgente. Hazme saber cuando lo hayas recibido.
Deseándote mucho éxito con tu escritura,
Mo Yan