Nota del traductor de la edición en inglés

Para el lector chino La República del vino pega fuerte, como los licores incoloros que se destilan en la provincia natal de Mo Yan, Shandong, entre los que destaca el Maotai. Hay pocas obras chinas contemporáneas que hayan tratado y satirizado la estructura política de la China post Mao o la obsesión por la comida con la inteligencia y la crudeza de esta explosiva novela; ninguna de ellas ofrece una estructura narrativa tan ingeniosa. Al igual que la mayoría de las novelas de Mo Yan, La República del vino se consideró demasiado subversiva y sólo se pudo publicar en China tras una edición taiwanesa que apareció en 1992. Posteriormente se incluyó en una compilación de todas sus obras bajo el nuevo título de La República de las bebidas (Mingding guo), que continúa estremeciendo a algunos y horrorizando a otros.

En esta novela el mismo Mo Yan, convertido en personaje, le escribe cartas a Li Yidou y le dice que «desde hace mucho tiempo quiere escribir una novela sobre el licor». Bien, pues aquí está, bajo el título lacónico pero revelador de Jiu guo, cuyo significado literal es «país del alcohol» (El término genérico «jiu» hace referencia a todas las bebidas alcohólicas existentes y se tiene que especificar, describir o indicar el tipo exacto de vino o licor). La mayoría de lo que se bebe en La República del vino es un licor fuerte de 120 grados hecho de sorgo y otros cereales.

Más allá de la preocupación de los personajes por la comida, la bebida, el sexo, el tono satírico, las pinceladas fantásticas y el marco narrativo tan imaginativo, Mo Yan añade juegos de palabras, una prosa de una gran variedad estilística, alusiones —clásicas y modernas, políticas y literarias, elegantes y escatológicas— y localismos de Shandong. Sería en vano tratar de explicar todos ellos, sobre todo porque un lector que no sea chino no los puede entender. No hace falta conocer la cultura china para darse cuenta de que sería muy poco probable que un destacado investigador fuera a ninguna parte en un camión, ya fuera de Liberalización o no. Puede que algunos lectores conozcan las costumbres chinas y sepan la respuesta a la, por ejemplo, pregunta de la camionera: «¿Sabes por qué la carretera está en tan mal estado?». Para quien lo desconozca, los locales se aseguran de que esté llena de baches para poder recoger los trozos de carbón que se caen de los camiones al salir de la mina.

He tratado en todo lo posible de ser fiel al texto de Mo Yan, no del todo coherente. Sólo espero que la historia y el entretenimiento compensen cualquier pérdida del original.