El Rey de los Cerdos se entera de cosas y escucha palabras agradables
—TÍO, o debería decir Hermano, Cabeza Grande Lan Qiansui —me dijo empleando el acento de un rufián de Pekín—, de aquí en adelante recordaremos juntos aquel glorioso final de otoño y el día más glorioso de aquel glorioso final de otoño. Las hojas del albaricoquero estaban teñidas de rojo como el cinabrio bajo un cielo sin nubes cuando, por primera y última vez en la historia del condado de Gaomi, como apoyo del programa de crianza de cerdos, se celebró una conferencia sobre el terreno en la Granja de Cerdos del Jardín del Albaricoque de la Aldea de Ximen. Se organizó un espectáculo lleno de actividades, un evento al que el periódico de la provincia dedicó un espacio considerable. Los líderes del condado y de la comuna que estaban asociados a esta conferencia sobre el terreno fueron ascendidos a su paso y en las crónicas históricas de la zona se escribió una página gloriosa para la aldea de Ximen.
En la planificación de la conferencia sobre el terreno, los miembros de la Brigada de Producción, bajo el liderazgo de Hong Taiyue, la dirección de Jinlong y el asesoramiento de Guo Baohu, vicepresidente del Comité Revolucionario de la Comuna, trabajaron día y noche durante una semana. Felizmente, los campos estaban en barbecho, no había ninguna cosecha que recoger, así que no interfirió en el trabajo de las granjas de la aldea, pero no habría importado aunque hubiera sucedido durante la época más atareada de la temporada, ya que primero estaba la política y luego la producción. Criar cerdos era una empresa política y la política era lo único que contaba. Todo lo demás tenía que cederle el paso.
Las noticias de la inminente congregación trajeron un aire de fiesta a la aldea. El secretario del Partido Hong Taiyue anunció la buena nueva por un altavoz y la excitación que se percibía en su voz hizo que los aldeanos salieran de sus casas, aunque ya habían pasado las nueve de la noche, y La Internacional ya se había interpretado a través de esos mismos altavoces. Normalmente, a esa hora, los miembros de la comuna solían estar en la cama, incluyendo a los recién casados de la familia Wang que vivían en el extremo occidental de la aldea y que en ese momento estarían teniendo sexo. Pero las buenas noticias excitaron a los aldeanos e introdujeron un cambio en sus vidas. Sin embargo, ¿por qué no me has preguntado cómo un cerdo que vivía en una pocilga situada en las profundidades de un huerto de albaricoqueros podía saber qué estaba pasando en la aldea? Pues bien, confieso que por entonces tenía la costumbre de saltar la pared por la noche para echar un vistazo a las demás cochiqueras y coquetear con las marranas jóvenes que llegaron del monte Yimeng; y también para darme un paseo por la aldea, así que tenía acceso a todos sus secretos.
Los miembros de la comuna desfilaron arriba y abajo por las calles luciendo antorchas en las manos y sonrisas en los rostros. ¿Por qué estaban tan felices? Porque la aldea obtendría suculentos beneficios por convertirse en un modelo a seguir. La procesión finalizó en el recinto de la brigada, donde el pueblo esperaba la llegada del secretario del Partido y de otros dirigentes. Hong Taiyue, con una chaqueta sobre los hombros, se quedó de pie a la luz de una linterna de gas y dijo:
—Camaradas miembros de la comuna, celebrar en nuestra aldea una conferencia sobre el terreno a nivel del condado sobre la crianza de cerdos demuestra el afecto que el Partido siente hacia nosotros y, al mismo tiempo, es una buena prueba de nuestra capacidad. Debemos hacer el máximo esfuerzo por planificar este acontecimiento y tenemos que aprovechar el viento de Levante que trae consigo para elevar nuestra crianza de cerdos a nuevas cotas. En la actualidad sólo contamos con un millar de cabezas, pero debemos aumentar esa cifra a las cinco mil, a las diez mil, y luego, cuando alcancemos los veinte mil cerdos, viajaremos a la capital para informar de ello al Presidente Mao.
El pueblo no tenía ganas de marcharse a casa después de que hubiera hablado el secretario del Partido, especialmente los hombres y mujeres más jóvenes, que siempre estaban buscando la forma de liberar toda la energía que tenían contenida. Estaban excitados, dispuestos a subirse a los árboles y a descender a los pozos, a cometer asesinatos y a provocar incendios, a luchar contra los imperialistas, los revisionistas y los reaccionarios hasta la muerte.
¡Aquella noche no era para dormir! Los cuatro hermanos Sun entraron precipitadamente en la oficina sin el permiso del secretario del Partido y cogieron los címbalos y los tambores de la mesa, donde estaban acumulando polvo desde hacía mucho tiempo. Mo Yan, que siempre quería formar parte de todo y no hacía más que molestar a todas horas, ya que era una persona que no se avergonzaba con facilidad y a la que no le importaba nada, lideró el grupo con el tambor a su espalda. Después de eso, los demás jóvenes se cubrieron con banderas de la Revolución Cultural y todo ese grupo formó una ruidosa y colorida procesión que avanzó de este a oeste, luego giró y retrocedió de oeste a este, provocando tanto miedo en los cuervos que colgaban del cielo que salieron volando y emitían fuertes graznidos. La procesión finalizó en el centro de la granja de cerdos. Un poco al oeste de mi pocilga y al norte de las doscientas pocilgas que albergaban a los cerdos procedentes del monte Yimeng, en el mismo punto en el que el rufián salvaje Diao Xiaosan se había emborrachado, Mo Yan, de forma imprudente, por no decir arriesgada, encendió una hoguera con las ramas de albaricoqueros que habían sobrado de la construcción de las pocilgas. Mientras las llamas ascendían hacia el cielo y creaban un sonido parecido al de los vendavales, el aroma característico que desprenden los árboles frutales al arder se extendió por todo el recinto. Hong Taiyue estuvo a punto de dar su merecido a Mo Yan, pero cuando vio la excitación en los rostros de los más jóvenes, que bailaban alrededor del fuego y cantaban a pleno pulmón, cambió de opinión y se unió a ellos. El pueblo lo celebraba con bullicio y los cerdos estaban estúpidamente asustados. Cuando Mo Yan prendió el fuego, las llamas emitieron un brillo cegador sobre su rostro, dándole la apariencia de un demonio recién pintado en el templo. Aunque yo no había sido nombrado formalmente el Rey de los Cerdos, mi autoridad sobre los demás animales de mi especie estaba de sobra establecida, así que me precipité sobre las hileras de pocilgas.
—No os asustéis —anuncié en la primera pocilga de cada hilera—. ¡Se avecinan buenos tiempos! Se va a celebrar en nuestra aldea una conferencia en asociación con el programa de crianza de cerdos, lo que significa que vienen buenos tiempos para nosotros —grité antes de regresar a mi pocilga.
No quería que la gente se diera cuenta de mi escapada nocturna hasta que fuera nombrado Rey de los Cerdos, y aunque lo supieran, no habría forma de detenerme. En cuanto salté por encima de la pared, escuché un grito y mis pezuñas aterrizaron sobre algo blando y elástico. La escena que tenía ante mis ojos me llenó de rabia. Mi vecino de la puerta de al lado, Diao Xiaosan, estaba aprovechándose de mi ausencia; había entrado en mi hogar y dormía en mi cama. Mi piel comenzó a erizarse y casi se me salen los ojos de las órbitas cuando vi ese cuerpo desagradable y repugnante durmiendo en mi lujoso hogar. ¡Pobres tallos dorados de trigo! ¡Pobres hojas rojas y fragantes de albaricoque! Ese cabrón estaba ocupando mi cama y yo estaba seguro de que no era la primera vez que lo hacía. La ira se apoderó de mi cuerpo, mi fuerza ascendió hasta la cabeza y escuché el traqueteo de mis propios dientes. Y que me aspen si no levantó la mirada luciendo una sonrisa, asintió con la cabeza y corrió hasta el albaricoquero para hacer sus necesidades. Como yo era una criatura culta que valoraba la higiene, siempre tenía la costumbre de aliviarme junto a la pared suroccidental, donde había un agujero. Estaba seguro de que mi orina entraba en el agujero, sin dejar una sola gota en el interior de mi pocilga. El albaricoquero, por otra parte, era el lugar donde hacía mis ejercicios diarios, ya que allí el suelo estaba liso y limpio, como si lo hubieran pavimentado con mármol. Cuando hacía mis flexiones, mis pezuñas golpeaban el suelo al aterrizar. Pero ahora mi hermoso lugar estaba contaminado por la orina de ese cabrón.
Concentrando toda mi fuerza en la parte frontal, como un maestro Qi Gong que parte rocas con la cabeza, apunté al trasero de ese bastardo —para ser precisos, apunté al gran par de pelotas que colgaba justo por debajo de él— y ataqué. Le golpeé y retrocedió. Mis patas traseras se flexionaron y me senté en el suelo. Cuando levanté la mirada, allí estaba, con el trasero elevado en el aire, derramando una carga de ya sabes qué justo antes de que se dirigiera de cabeza hacia la pared, como si fuera una bala de cañón, y rebotara de vuelta. Todo eso sucedió en una fracción de segundo y a mí me pareció que todo había sido mitad realidad y mitad ilusión. La parte real fue ver que ese bastardo estaba tumbado en la base de la pared como si fuera un cerdo muerto, justo donde yo hacía mis movimientos de intestinos, justo en el punto perfecto para que una bolsa apestosa de mierda como él se echara a dormir. El muy cabrón estaba crispado, con las pelotas hacia arriba, la espalda doblada como si fuera un gato amenazante, y lo único que podía ver de sus ojos era la parte blanca. La mejor comparación que se me ocurre es la mirada de satisfacción que un trabajador dedica a su intelectual burgués. Me sentí un poco mareado, me dolía el hocico y tenía lágrimas en los ojos.
El muy hijo de puta tenía que estar muerto aunque, para ser sinceros, no era lo que yo quería. En cierto modo, me gustaba su fiereza primitiva. Así que le di unos golpecitos en el vientre y él se retorció y comenzó a gruñir. Al menos no estaba muerto. Era una buena noticia. Le volví a dar unos golpecitos y de nuevo volvió a gruñir, pero esta vez sus ojos comenzaron a recuperar la normalidad, aunque su cuerpo continuó inmóvil.
Yo había leído en Noticias de referencia que la orina de un animal macho virgen tenía propiedades revitalizadoras. El anciano médico Li Shizhen mencionó este hecho en su clásico compendio Materia médica, pero con algunos detalles. En la época a la que me refiero, Noticias de referencia era el único periódico del país que publicaba algo de verdad, ya que en los demás medios de comunicación sólo encontrabas mentiras y palabras vacías. Por esa razón yo estaba tan obsesionado con Noticias de referencia, y una de las razones por las que salía por las noches era para asomarme a los cuarteles generales de la brigada y escuchar a Mo Yan leer Noticias de referencia, su periódico preferido. En aquel momento, su cabello estaba seco y quebradizo y tenía las orejas cubiertas de sabañones. Llevaba un raído abrigo forrado y un par de sandalias de paja desgastadas. Si a eso le añades sus ojos bizcos, puedes ver el desagradable espectáculo que suponía su presencia. Pero esta extraña figura también era un patriota devoto y un internacionalista convencido. Se presentó voluntario al puesto de vigilante nocturno del cuartel general para poder obtener el privilegio de leer Noticias de referencia.
Vertí un poco de mi orina en el interior de la boca de Diao Xiaosan y cuando vi sus dientes ennegrecidos, pensé: «Tú, cabrón, para que veas, te estoy lavando esos malditos dientes».
Unas gotas de orina le salpicaron en los ojos, aunque traté de afinar la puntería. Diao tragó lo que para él era una medicina de primera calidad y comenzó a gruñir. Sus ojos se abrieron de par en par; mi tónico mágico le había rescatado de las garras de la muerte. Poco después de que hubiera terminado de orinar, se puso de pie, dio algunos pasos dubitativos; sus cuartos traseros se tambalearon ligeramente, como la cola de un pez que se retuerce en aguas poco profundas. Se apoyó contra la pared, sacudió la cabeza y recuperó la conciencia, como si se hubiera despertado de un sueño:
—Cerdo Ximen, ¡qué te jodan! —maldijo.
¡El muy cabrón sabía quién era yo! Aquello fue toda una sorpresa. Después de varias reencarnaciones, no me importa confesar que había dejado de sentirme identificado con ese pobre cabrón de Ximen Nao de los años anteriores. Y una cosa era cierta: ni un solo aldeano conocía mi pasado. Así que te puedes imaginar lo desconcertado que me sentí al ver que ese cabrón del monte Yimeng me había llamado Cerdo Ximen. Pero uno de mis principales atributos era la capacidad para eliminar de mi mente todo lo que me resultaba molesto. El Cerdo Ximen era el Cerdo Ximen, el victorioso, y tú, Diao Xiaosan, el perdedor.
—Diao Xiaosan —dije—, hoy he abierto los ojos. No hay motivo para sentirse humillado por haber bebido mi orina. De hecho, deberías estar agradecido. Sin ella, ahora no estarías respirando y, si no estuvieras respirando, te habrías perdido las festividades de mañana. Y si te pierdes las festividades de mañana, habrías llevado una vida de cerdo en vano.
—Tú y yo hemos terminado —dijo Diao a través de los dientes apretados—. Un día de estos sentirás el poder de un cerdo del monte Yimeng. Te voy a enseñar que un tigre no sobrevive comiendo pasteles de maíz y que la polla del Dios de la Tierra está hecha de piedra.
Me reí de sus amenazas y le dije que aceptaba su desafío, que le estaría esperando: sólo puede haber un tigre en una montaña y dos burros no pueden comer en el mismo abrevadero. La polla del Dios de la Tierra puede estar hecha de piedra, pero su homólogo femenino no tiene un receptáculo de arcilla. Una granja de cerdos sólo puede tener un rey cerdo y llegará el día en el que tú y yo lucharemos hasta la muerte. El encontronazo de hoy no cuenta. No ha sido más que un piojo contra otro, un cerdo contra cerdo, pero la próxima vez estaré a campo abierto. Para que sea una lucha justa y transparente, para que no te queden dudas del resultado, podemos seleccionar a algunos viejos cerdos juiciosos y éticos que estén familiarizados con las reglas de la competición y que sean ampliamente reconocidos como jueces. Ahora sólo pido que el caballero abandone mi hogar.
Levanté la pata delantera y le saludé; a la luz de la hoguera, mi pezuña parecía estar esculpida en jade fino.
Esperaba que aquel cabrón salvaje saliera de allí de forma espectacular, pero me decepcionó. Se limitó a hacerse lo más fino posible y apretó el cuerpo mientras lo pasaba a través de la tablilla de metal de la puerta. Su cabeza era demasiado dura como para atravesarla y necesitó varios rebotes y golpes, pero una vez que pasó, el resto de su cuerpo siguió sin dificultades. No tuve necesidad de mirar para saber cómo volvió a entrar en su pocilga. Arrastrarse a través de las aberturas para entrar en un sitio es lo que hacen los perros y los gatos, pero ningún cerdo como dios manda se rebajaría a mostrar ese tipo de conducta. Si vas a ser un cerdo, entonces tu programa debería ser: comer y dormir, dormir y comer; ser engordado por tu propietario, ponerte bueno y carnoso para tu propietario y luego ser conducido por tu propietario hasta el matadero. O también puedes ser como yo: pasártelo bien haciendo algo que sorprenda cuando por fin te vean. Y, por tanto, después de ver a ese sarnoso perro en forma de cerdo, Diao Xiaosan, arrastrarse a través de las tablillas de mi puerta, para mí sus acciones habían caído en picado.