Hong Taiyue alaba con entusiasmo a Lan Jinlong
DURANTE los meses de abril y mayo de 1965, mientras mi padre presentaba un recurso de apelación en la capital provincial, Jinlong y Baofeng se unieron a la Comuna del Pueblo junto a mi madre. Aquel día, se estaba celebrando una ceremonia solemne en el recinto de la finca Ximen. Hong Taiyue ofrecía un discurso subido a los escalones de la casa principal. Mi madre, Jinlong y Baofeng llevaban el pecho decorado con una enorme flor roja de papel y había un paño rojo atado a nuestro arado de hierro. Mi hermano, Jinlong, lanzó un apasionado discurso en el que expresó su determinación a seguir la senda del socialismo. Normalmente no era un gran orador, así que su locuacidad pilló a todo el mundo por sorpresa. Para ser sinceros, a mí me dejó frío. Me escondí en el cobertizo, con los brazos alrededor de tu cuello por miedo a que entraran y te llevaran con ellos. Antes de partir, mi padre me había dicho:
—Hijo, asegúrate de cuidar bien del buey. No tenemos por qué preocuparnos de nada mientras lo tengamos con nosotros, porque de esa manera podremos seguir siendo campesinos independientes.
Le di mi palabra, tú me escuchaste. ¿Lo recuerdas? Dije:
—Papá, vete ahora y regresa lo antes posible. Si estoy aquí, el buey seguirá aquí.
Mi padre acarició los cuernos que te acababan de crecer en la cabeza y dijo:
—Buey, haz lo que él dice. No podremos recolectar el trigo durante las próximas seis semanas, así que no quedará suficiente para que puedas comer. Deja que te saque a pastar cuando crezca la hierba silvestre, ya que eso te permitirá ir tirando hasta que te lleve el trigo.
Vi lágrimas en los ojos de mi madre, que de vez en cuando dirigía su mirada hacia nosotros. Aquel no era el camino que ella quería tomar, pero no tuvo elección. Por lo que se refería a Jinlong, aunque sólo contaba con diecisiete años, ya tenía las cosas bastante claras y la fuerza de sus palabras parecía asustar a mi madre, al menos un poco. Podría decir que sus sentimientos hacia mi padre no eran tan intensos como los que sentía por Ximen Nao. Se casó con él porque tenía que hacerlo. Y sus sentimientos hacia mí no eran tan intensos como los que tenía hacia Jinlong y Baofeng. Eran la semilla de dos hombres distintos. Pero, aun así, todavía seguía siendo su hijo y se preocupaba por mí, aunque no quisiera. Mo Yan lideró a un puñado de estudiantes que comenzó a gritar proclamas en el exterior del cobertizo:
Un hombre testarudo, un muchacho tozudo, eligieron cultivar la tierra solos.
Tirando de un buey del tamaño de un insecto, empujando un carro de ruedas de madera.
Tarde o temprano tendréis que uniros y es mejor empezar pronto que tarde…
Enfrentado a ese tipo de hostigamiento, mi valor empezó a flaquear, pero no mi excitación. La escena que tenía ante mis ojos era como una comedia en la que yo representaba el papel de actor secundario. Sí, un personaje negativo, pero más importante que los personajes positivos que se encontraban ahí fuera. Sentía que había llegado el momento de hacer acto de presencia. Necesitaba salir a escena, para defender el honor del personaje de mi padre y por amor propio, pero también para dejar constancia de mi valor y, por supuesto, por el bien de tu gloria como buey. Así que te saqué del cobertizo ante la mirada de todo el mundo. Pensé que podrías sentir miedo escénico, pero me sorprendió tu ausencia total de recelo. De hecho, tu ronzal no era más que una fina cuerda atada sin fuerza alrededor de tu cuello. De un tirón habrías podido soltarte. Si no hubieras querido seguirme, no habría podido hacer nada al respecto. Pero lo hiciste, de forma voluntaria, incluso feliz. Todos los ojos se depositaron en nosotros, así que levanté la cabeza y saqué pecho para que diera la sensación de que se las tendrían que ver conmigo. No podía ver el aspecto que tenía, pero sus risas me dijeron que debía parecer un pequeño payaso. Entonces, elegiste el peor momento para entrar en escena y comenzar a mugir, y el sonido flojo y extraño que salió de tu boca delataba que todavía eras un jovencito y se te metió en la cabeza cargar contra los líderes de la aldea que formaban en filas frente al umbral de la casa principal.
¿Quiénes eran aquellos hombres? Bueno, allí estaba Hong Taiyue, al igual que Huang Tong y Yang Qi. Wu Qiuxiang también se encontraba allí. Había sustituido a Yang Guixiang como líder de la Asociación de Mujeres. Tiré de la cuerda para impedir que los atacaras. Lo único que quería era sacarte al patio para que te lucieras, para hacerles saber lo atractivo y enérgico que puede ser el buey de un campesino. Quería que vieran que en muy poco tiempo te convertirías en el buey más atractivo de la aldea de Ximen. Pero elegiste un mal momento para mostrar lo perverso que podías ser y, apenas sin esfuerzo, me arrastraste detrás de ti como un mono atado a una cuerda. Cuando tiraste con un poco más de fuerza, la cuerda se partió. Me quedé allí sujetando medio trozo de cuerda mientras observaba cómo te dirigías hacia los líderes. Pensé que Hong Taiyue sería tu principal objetivo, o él o Huang Tong, así que me sorprendió comprobar que te dirigías directamente hacia Wu Qiuxiang. En aquel momento aquello no tenía sentido para mí, pero ahora lo comprendo.
Wu llevaba puesta una chaqueta de color púrpura y pantalones azules. Se había engrasado el cabello y lo había sujetado con un broche de plástico, creando una especie de seductor efecto mariposa. La multitud miraba con la boca abierta cómo empezaba a desarrollarse esta sorprendente escena y, para cuando todos quisieron reaccionar, ya habías lanzado a Wu Qiuxiang al suelo y, no contento con eso, seguiste embistiéndola, haciendo que salieran de su garganta gritos de terror mientras rodaba por el suelo. Gateó para ponerse de pie y salir corriendo, pero te aseguraste de que eso no sucediera, embestiste tu cabeza contra sus amplias caderas mientras se contorneaban y conseguiste que se tambaleara de un lado al otro. Lanzando un fuerte alarido, se cayó de bruces y fue a aterrizar a los pies de Huang Tong, que se dio la vuelta y huyó mientras lo perseguías acaloradamente. Jinlong entró en acción. Saltó sobre tu espalda —imagínate lo largas que eran sus piernas—, pasó los brazos alrededor de tu cuello y se aferró a ti todo lo fuerte que pudo. Tú lanzaste coces, te pusiste a dos patas, te retorciste, pero fuiste incapaz de deshacerte de él. Por tanto, decidiste echar a correr descontroladamente alrededor del patio, y provocaste que todo el mundo saliera corriendo y temiera por sus vidas, llenando el aire con sus gritos de pánico. Jinlong te agarró por las orejas y te pellizcó la nariz hasta que te tuvo bajo control. Entonces, la gente se precipitó hacia ti y te inmovilizó en el suelo.
—Ponedle un anillo en la nariz —gritó alguien— y luego castradlo[2]. ¡Deprisa!
Comencé a repartir golpes con la cuerda en la mano, sin preocuparme sobre quién aterrizaban.
—¡Dejad en paz a mi buey! —grité—. ¡Canallas, dejadle en paz!
Mi hermano Jinlong —¡hermano, no puedo creerlo!— todavía se encontraba sobre tu lomo, con el rostro pálido y una mirada de asombro en los ojos, con los dedos pegados a tus orificios de la nariz. Le golpeé con mi cuerda.
—¡Maldito traidor! —grité—. ¡Quita la mano de ahí, quítala de ahí!
Mi hermana Baofeng se acercó corriendo para que dejara de golpear a su hermano. Su rostro estaba rojo de furia y sollozaba amargamente. No sabía seguro de qué lado estaba.
Mi madre se encontraba inmóvil, como un tronco de madera, y murmuraba:
—Mis hijos, ah…, dejadlo ya, los dos, ¿qué creéis que estáis haciendo?
La voz de Hong Taiyue se escuchó por encima de la multitud:
—¡Traedme una cuerda, y rápido!
Huzhu, la hija de Huang Tong, corrió al interior de la casa y regresó arrastrando una cuerda. La dejó caer delante del buey, se giró y salió corriendo. Su hermana, Hezuo, estaba acurrucada debajo del gran melocotonero frotando el pecho de su madre y llorando.
—Mamá, oh, mamá, te encuentras bien…
Hong Taiyue ató las patas delanteras del buey, luego se levantó y quitó a Jinlong del lomo del animal. Las piernas de mi hermano estaban temblando y era incapaz de enderezarlas. Su rostro apenas tenía sangre y sus brazos estaban rígidos. La multitud se dispersó rápidamente y me dejó solo con el joven buey, mi buey, mi bravo e independiente buey, que podría haber matado a muchos miembros traidores de la familia del campesino independiente. Le di unos golpecitos en el trasero y le canté una canción. Ximen Jinlong, si hubieras matado a mi buey, este mundo no sería lo bastante grande para los dos. Me encontraba gritando y, sin dudarlo un instante, había llamado Ximen Jinlong a Lan Jinlong. No se trató de un error casual. En primer lugar, marcaba una línea entre yo. —Lan Jiefang— y él. En segundo lugar, permitía recordar a todo el mundo que no debía olvidar sus orígenes, ya que era el hijo de un terrateniente, un muchacho por cuyas venas corría la sangre de Ximen Nao, la persona con la que el Partido Comunista mantuvo una enemistad mortal.
Vi cómo el rostro de Ximen Jinlong se tornó blanco como el papel y comenzó a tambalearse, como si le hubieran golpeado con un palo. Al mismo tiempo, el joven buey de repente tuvo que hacer un enorme esfuerzo para ponerse de pie. En aquel momento, por supuesto, no sabía que eras la reencarnación de Ximen Nao y no tenía la menor idea de la complejidad de los sentimientos que experimentabas ante la presencia de Yingchun, Qiuxiang, Jinlong y Baofeng. Un verdadero enmarañamiento, supongo. Cuando Jinlong te golpeó, el hijo estaba golpeando a su padre, ¿verdad? Y cuando le grité, estaba maldiciendo a tu hijo, ¿es eso cierto? Tu corazón debía estar lleno de emociones enfrentadas. Un lío, un verdadero lío, tu mente estaba confusa y sólo tú puedes encontrar un sentido a lo que estaba ocurriendo.
Trataste de levantarte, con evidentes síntomas de que seguías mareado, y de que te dolían las patas. Todavía sentías ganas de seguir sembrando el caos, pero no con las patas atadas. Te tambaleaste un poco, casi te caes, pero al final conseguiste ponerte de pie. Tus ojos rojos delataban la cólera que habitaba en tu interior y tu dificultad para respirar delataba la intensidad de tu furia. La oscura sangre brotaba de tus orificios nasales de color azul pastel. También salía de una de tus orejas, de color rojo intenso, a la que le faltaba un pedazo, probablemente como consecuencia de un mordisco que te dio Jinlong. Miré a mi alrededor, pero no pude encontrar el trozo que faltaba. A lo mejor Jinlong se lo había tragado. El rey Wen de Zhou fue obligado a comer la carne de su propio hijo. Escupió varios pedazos de carne, que se convirtieron en conejos que escaparon. Al engullir un pedazo de tu oreja, Jinlong estaba comiendo la carne de su propio padre, pero nunca la llegó a escupir, así que se convertiría en los excrementos que fuera a expulsar. ¿En qué se convertirán después?
Te quedaste de pie en mitad del patio, o mejor debería decir que nos quedamos en mitad del patio, sin estar seguros de si éramos vencedores o víctimas, lo cual quería decir que no sabía si sufrimos una humillación o nos regocijamos con la gloria.
Hong Taiyue dio un golpecito a Jinlong en el hombro.
—Bien hecho, jovencito. Es tu primer día como miembro de la comuna y ya has prestado un servicio importante. Eres un muchacho valiente que aprende rápido y no tiene miedo a mirar el peligro a los ojos. Eres justo el tipo de sangre fresca que necesita la comuna.
Las mejillas de Jinlong se enrojecieron. Los elogios de Hong Taiyue sin duda le excitaron. Mi madre se levantó para frotar su hombro y apretarle el brazo. La mirada que había en su rostro delataba hasta qué punto era intensa su preocupación por él, pero aquello pasó completamente desapercibido para Jinlong, que la evitó y se arrimó a Hong Taiyue.
Froté la sangre de tu nariz y anuncié a la multitud:
—Vosotros, atajo de sinvergüenzas, mirad lo que habéis hecho a mi buey. ¡Tenéis que pagarme por esto!
—Jiefang —dijo Hong Taiyue con severidad—, tu padre no se encuentra aquí, así que te voy a decir unas cuantas cosas. Tu buey ha derribado a Wu Qiuxiang, así que tendrás que hacerte cargo de sus gastos médicos. En cuanto regrese tu padre, dile que tiene que poner al buey un anillo en la nariz, y si vuelve a lesionar a otro miembro de la comuna, será sacrificado.
—¿A quién pretendes asustar? —dije—. Me he hecho así de grande comiendo granos, no asustándome por lo que diga la gente. ¿Acaso crees que no conozco la política nacional? Un buey es una cabeza de ganado importante, una herramienta de producción. Matar a uno de ellos significa ir contra la ley.
—¡Jiefang! —gritó mi madre con tono severo—. ¡Cómo te atreves a hablar al tío de ese modo!
—¡Ja, ja, ja, ja! —se rio Hong Taiyue ruidosamente—. ¿Habéis escuchado eso? No hay duda de que el muchacho es un charlatán. De hecho, sabe que un buey es una herramienta de producción. Bien, escuchadme todos. Los bueyes de la comuna son herramientas de producción, pero un buey que pertenece a un campesino independiente es una herramienta de producción reaccionaria. Tienes razón, si un buey que pertenece a la Comuna del Pueblo ataca a alguien, no nos atreveríamos a matarlo, pero si un buey que pertenece a un campesino independiente ataca a uno de los nuestros, yo mismo pronunciaré su sentencia de muerte sin la menor demora.
Hong Taiyue adoptó una pose como si estuviera sujetando una espada, con la cual podría cortar a mi buey por la mitad. Después de todo, yo todavía era joven y mi padre no estaba presente. Me encontraba fuera de mí y no paraba de decir tonterías. Estaba completamente abatido y me vino a la cabeza una escena horrible: Hong Taiyue levanta una espada azul y corta a mi buey en dos, pero otra cabeza sale de su pecho. Tras cada decapitación, aparece otra cabeza, Hong Taiyue arroja la espada y huye, y yo me echo a reír. Ja, ja, ja…
—¡Ese chico debe haber perdido la cabeza! —murmuraba la gente, preguntándose por qué estaba riendo en un momento como aquel.
—No hay más que ver al padre para imaginarse cómo es el hijo —dijo Hong Taiyue.
Cuando por fin recobró el aliento, Wu Qiuxiang gritó a su marido:
—Tú, maldita tortuga, siempre escondiendo la cabeza. Maldito cobarde, en lugar de acudir a mi rescate cuando el buey me embistió, me empujaste hacia él. Si no hubiera sido por Jinlong, me habría convertido en carne muerta bajo los cuernos del animal…
Una vez más, todos los ojos se depositaron en mi hermano. ¿Hermano? ¿Qué clase de hermano era Jinlong? Aunque, después de todo, él y yo teníamos la misma madre y aquella era una relación que no se podía pasar por alto. La mirada que dirigió Wu Qiuxiang a mi hermano era distinta a la que dirigía a los demás. Y la mirada que le dedicaba su hija Huang Huzhu simplemente destilaba emoción. En ese momento, por supuesto, me di cuenta de que la conducta de mi hermano ya había comenzado a seguir la línea de Ximen Nao, y de que Wu Qiuxiang veía en él a su primer hombre. Ella insistía en que la habían llevado a aquella casa para servir como doncella y que luego fue violada por el amo, que la condujo a una vida llena de amargura y de deseos de venganza. Pero, en realidad, eso no era lo que había sucedido. Los hombres como Ximen Nao son maestros en domar a las mujeres y yo sabía que en el corazón de Qiuxiang, su segundo hombre, Huang Tong, no era más que un apestoso montón de mierda de perro. ¿Y cómo se podría describir la emoción que sentía Huzhu por mi hermano? Era la flor que se abre al amor.
Mira esto, Lan Qiansui —no me resulta fácil llamarte por ese nombre—, has utilizado la polla de Ximen Nao para complicar un mundo que debería ser muy sencillo.