Estimado Sr. Sugitani Gijin,
Han transcurrido tres años desde que nos jubilamos, si contamos desde el primer día en que nos trasladamos a Gaomi hasta ahora. A lo largo de este periodo se han presentado pequeños obstáculos, pero por fin he encontrado una gran felicidad. Ha elogiado tanto el material que le mandé hace poco sobre mi tía que me he puesto muy nervioso. Me ha dicho que si lo organizara un poco, se podría publicar como una novela, pero tengo mis dudas. En primer lugar, no creo que haya una editorial que vaya a interesarse por este tipo de novela y, en segundo lugar, tengo miedo de enfadar a mi tía si la publicase. Aunque he omitido parte de su vida, en realidad he revelado muchos asuntos que la entristecieron mucho. En cuanto a mí, he querido aprovechar esta manera de expresión para confesar los crímenes que cometió mi tía con el propósito de mitigar el rencor que siento hacia ella. Sus consuelos y consejos me han motivado mucho. Si la narración puede ser un método de expiación, seguiré escribiendo. Y como una narración sincera puede ser expiatoria, cuando escriba, mantendré la sinceridad.
Hace unos diez años decía que a la hora de escribir hay que tocar la parte más dolorosa del corazón y describir las experiencias que no queremos recordar. Ahora, también pienso que tenemos que narrar los acontecimientos más vergonzosos o las situaciones más embarazosas. Tenemos que abrirnos, tenemos que ponernos bajo los focos.
Hace veinte años decía convencido: «Yo solo escribo para mí, confesar los crímenes ajenos mediante la escritura puede ser una manera de expresión escrita para uno mismo», pero ahora sé que no es suficiente. Pienso que hace falta escribir también para las personas que han sufrido esos daños y para las personas que me han hecho daño a mí. Tengo que agradecérselo, porque cada vez que alguien me hace daño, recuerdo a las personas a las que se lo he hecho yo.
Señor, ahora le envío unos retazos que escribí interrumpidamente a lo largo del año pasado. Sobre las historias de mi tía me temo que no tengo más. Mi siguiente objetivo es terminar lo antes posible la obra de teatro cuya protagonista está basada en la figura de mi tía.
Cada vez que ella me ve, me pregunta por usted. Espera de corazón que pueda venir otra vez. Incluso me preguntó: «¿Puede el señor Sugitani afrontar el precio del billete de avión? Dile que puedo hacerme cargo». Tía me mencionó también, desde lo más profundo de su corazón, que guarda muchos secretos y que si pudiese venir se los contaría todos. Dijo que sabía un gran secreto sobre su padre que nunca se lo había mencionado a nadie. Y que si se lo revelaba se quedaría muy sorprendido. Señor, yo lo adiviné, pero sería mejor que usted viniese para que ella se lo dijera en persona.
Por otro lado, aunque se lo mencioné en el último material adjunto, quería contárselo de nuevo: ¡yo, una personaje casi sesenta años de edad, voy a ser padre! Señor, a pesar de su origen, a pesar de todos los líos que podría traer, espero que le pueda dar su bendición; si es posible, ¡espero que le pueda dar un nombre!
Renacuajo
En Gaomi, en octubre de 2008.