Estimado Sr. Sugitani Gijin,

Hoy es año nuevo. Empezó a nevar durante la tarde de ayer y todavía no ha parado. Mi pueblo se ha teñido de la blancura de la nieve y las risas de los niños que jugaban en la calle entraron en mi habitación. En el álamo de delante de nuestra casa, había dos urracas que estaban piando. Parece que encerraban una gran felicidad.

Después de leer su respuesta, me sentí muy deprimido, no esperaba que mi carta le causase insomnio o le afectase a la salud. Las condolencias de su carta me han emocionado mucho. Menciona que cuando leyó la parte del fallecimiento de Wang Renmei lloró; cuando la escribí, también derramé muchas lágrimas. Nunca le eché la culpa a mi tía, pienso que no la tenía, aunque en estos años mi tía me ha dicho con frecuencia que sus manos estaban manchadas de sangre. Sin embargo, ya es parte del pasado, de la historia. La historia son resultados y no nos deja ver lo que hay detrás. Podemos ver muchas construcciones grandiosas como la Gran Muralla de China y las pirámides de Egipto, pero no podemos ver cuántas personas murieron por ellas. En los últimos veinte años, nosotros, los chinos, hemos aplicado muchas medidas para controlar un brusco aumento de la población. En realidad, lo que ha hecho China no es solo para su propio desarrollo sino que también es una contribución para todo el mundo. Todos vivimos en un pequeño planeta. En este planeta, tenemos recursos muy limitados, cada vez que los consumimos, queda un poco menos. Es un proceso irreversible. Desde este punto de vista, las críticas de los occidentales sobre la planificación familiar de China son injustas.

En estos dos años, se ha producido un gran cambio en mi pueblo natal. El nuevo Secretario General es un joven que tiene menos de cuarenta años y que acaba de terminar sus estudios en Estados Unidos. Es un doctor ambicioso. Según dicen, va a dedicarse al desarrollo de nuestro pueblo, Dongbeixiang, del condado de Gaomi. Han traído mucha maquinaria. En un par de años, este pueblo dará un cambio gigantesco, por lo que el paisaje que vio la última vez va a desaparecer. Pero no puedo decir si este cambio será bueno o malo.

Le adjunto la tercera parte de la historia de mi tía. Me da mucha vergüenza decir que estoy escribiendo una obra de teatro porque nunca avanzo con ella, pero le prometo que la recibirá dentro de poco. A pesar de todo, voy a seguir escribiendo; sus elogios son la mejor motivación.

Es un placer invitarle de nuevo a que nos visite en cuanto tenga tiempo. Tendremos que atenderle como a uno de nuestros viejos amigos.

Por otro lado, mi esposa se va a jubilar, y después de su jubilación queremos volver a vivir en nuestro pueblo natal. En Beijing siempre tenemos la sensación de que somos unos forasteros. Hace poco, cerca del Teatro del Pueblo, dos mujeres que presumían de haber crecido en los callejones de Beijing nos criticaron durante dos horas. Eso nos corroboró nuestra decisión. Los habitantes de nuestro pueblo no son tan arrogantes como los ciudadanos de la gran ciudad. Probablemente, nuestro pueblo esté más cerca de la literatura.

Renacuajo

A 1 de enero de 2004, en Beijing.