PRIMAVERA Y OTOÑO (1880)
A una niña pequeña
Margaret, ¿acaso estás triste
porque la arboleda se desviste?
De las hojas, como de todo lo humano,
con tu ternura, te has encariñado.
Ah, pero conforme envejece el corazón,
inmune se torna frente a la emoción.
Con el tiempo, ni un solo suspiro,
por el manto marchito, tan tupido;
aun así, respuesta hallarás a tu tristeza.
No importa aún el nombre, pequeña:
la fuente de todo penar es eterna,
pues ni la boca ni la mente habían expresado,
cuanto el corazón intuye, el alma ha adivinado:
es del hombre perpetua condena,
es por ti, Margaret, por quien penas.
GERARD MANLEY HOPKINS