VERSOS CORTOS Y LARGOS
Como poeta activo combatí mi propio ensimismamiento. Por eso el debate entre lo real y lo subjetivo se decidió dentro de mi propio ser. Sin pretensiones de aconsejar a nadie, pueden ayudar mis experiencias. Veamos a primera vista los resultados.
Es natural que mi poesía esté sometida al juicio tanto de la crítica elevada como expuesta a la pasión del libelo. Esto entra en el juego. Sobre esa parte de la discusión yo no tengo voz, pero tengo voto. Para la crítica de las esencias mi voto son mis libros, entera poesía. Para el libelo enemistoso tengo también el derecho de voto y éste también está constituido por mi propia y constante creación. Si suena a vanidoso lo que digo tendrían ustedes la razón. En mi caso se trata de la vanidad del artesano que ha ejercitado un oficio por largos años con amor indeleble.
Pero de una cosa estoy satisfecho y es que en alguna forma u otra he hecho respetar, por lo menos en mi patria, el oficio del poeta, la profesión de la poesía.
En los tiempos en que comencé a escribir, el poeta era de dos características. Unos eran poetas grandes señores que se hacían respetar por su dinero, que les ayudaba en su legítima o ilegítima importancia. La otra familia de poetas era la de los militantes errabundos de la poesía, gigantes de cantina, locos fascinadores, atormentados sonámbulos. Queda también, para no olvidarme, la situación de aquellos escritores amarrados, como el galeote a su cadena, al banquillo de la administración pública. Sus sueños fueron casi siempre ahogados por montañas de papel timbrado y terribles temores a la autoridad y al ridículo.
Yo me lancé a la vida más desnudo que Adán, pero dispuesto a mantener la integridad de mi poesía. Esta actitud irreductible no sólo valió para mí, sino para que dejaran de reírse los bobalicones. Pero después dichos bobalicones, si tuvieron corazón y conciencia, se rindieron como buenos seres humanos ante lo esencial que mis versos despertaban, Y si eran malignos fueron tomándome miedo.
Y así la Poesía, con mayúscula, fue respetada. No sólo la poesía, sino los poetas fueron respetados. Toda la poesía y todos los poetas.
De este servicio a la ciudadanía estoy consciente y este galardón no me lo dejo arrebatar por nadie, porque me gusta cargarlo como una condecoración. Lo demás puede discutirse, pero esto que cuento es la rotunda historia.
Los obstinados enemigos del poeta esgrimirán muchas argumentaciones que ya no sirven. A mí me llamaron un muerto de hambre en mi mocedad. Ahora me hostilizan haciendo creer a la gente que soy un potentado, dueño de una fabulosa fortuna que si bien no tengo me gustaría tener, entre otras cosas, para molestarlos más.
Otros miden los renglones de mis versos probando que yo los divido en pequeños fragmentos o los alargo demasiado. No tiene ninguna importancia. ¿Quién instituye los versos más cortos o más largos, más delgados o más anchos, más amarillos o más rojos? El poeta que los escribe es quien lo determina. Lo determina con su respiración y con su sangre, con su sabiduría y su ignorancia, porque todo ello entra en el pan de la poesía.
El poeta que no sea realista va muerto. Pero el poeta que sea sólo realista va muerto también. El poeta que sea sólo irracional será entendido sólo por su persona y por su amada, y esto es bastante triste. El poeta que sea sólo un racionalista, será entendido hasta por los asnos, y esto es también sumamente triste. Para tales ecuaciones no hay cifras en el tablero, no hay ingredientes decretados por Dios ni por el Diablo, sino que estos dos personajes importantísimos mantienen una lucha dentro de la poesía, y en esta batalla vence uno y vence otro, pero la poesía no puede quedar derrotada.
Es claro que el oficio de poeta está siendo un tanto abusado. Salen tantos poetas noveles e incipientes poetisas, que pronto pareceremos todos poetas, desapareciendo los lectores. A los lectores tendremos que ir a buscarlos en expediciones que atravesarán los arenales en camellos o circularán por el cielo en astrobuques.
La inclinación profunda del hombre es la poesía y de ella salió la liturgia, los salmos, y también el contenido de las religiones. El poeta se atrevió con los fenómenos de la naturaleza y en las primeras edades se tituló sacerdote para preservar su vocación. De ahí que, en la época moderna, el poeta, para defender su poesía, tome la investidura que le dan la calle y las masas. El poeta civil de hoy sigue siendo el del más antiguo sacerdocio. Antes pactó con las tinieblas y ahora debe interpretar la luz.